Crónicas en Nueva York: Si en Nueva York llovía en Cali no escampaba

Crónicas en Nueva York: Si en Nueva York llovía en Cali no escampaba
Especial para 90minutos.co

“Escuchen María Fernanda, señora Sandra y John Jairo,

el tema que nos pidieron para el Cristo de los Milagros”.

Al Cristo - Conjunto Clásico.

En los días previos a la fiesta de graduación de la Promoción Clase 88 en el Colegio Coomeva de Cali no se hablaba de otra cosa que no fuera de la canción que ‘don Phanor’, el papá de los Arizabaleta, le había mandado a hacer al Señor de los Milagros de Buga. En realidad, fue John Jairo, su hijo mayor, que es nombrado hasta el cansancio en los pregones. Era un flaco alto y desgarbado -John Jairo, no el Cristo- con ojos claros y una nariz que fungía como prueba de ADN familiar, tan prepotente como su manzana de Adán.

También se comentaba la versión de Cali Pachanguero grabada en inglés para la película Salsa, pero lo de la fiesta en la discoteca Le Privé antes de viajar a la Excursión de 11 a Cartagena y San Andrés, era el ojo del huracán. El sitio hacía parte del circuito de la rumba caleña definido por el Comando Especial Conjunto de la Policía con una excepción: era el único donde no se escuchaba salsa, sino disco y tecno. Los otros eran: lunes de Siboney, martes de La Jirafa, miércoles de Melodías del Caribe, jueves de Village Game, viernes de Changó, sábado de El Escondite y el domingo de Le Privé; para descansar un poco del golpe salsero.

Los Arizabaleta eran junto con los Rodríguez los estudiantes más famosos de un colegio fundado por médicos que se llenó de escoltas y camionetas blindadas. Ellos gastaban de todo. Tenían de todo. Tal vez por eso no se satisfacían con nada. En 1985 incluso llevaron a la inolvidable Selección Colombia del técnico Marroquín, con René Higuita, John Edison Castaño, John Jairo Tréllez y James Rodríguez (padre) en la alineación, a jugar al colegio.

Con un sólo riñón, William Rodríguez Abadía, hijo de ‘don Miguel’ y estudiante del colegio, los descrestó; pues tenía una cintura más endiablada que todas sus acciones en el América de Cali y una velocidad que ya quisiera la justicia colombiana. Yiyi (José Manuel Arizabaleta) era del salón y nos contaba -para contrarrestar la hazaña de uno de los Rodríguez en el Coomeva-, que su papá era dueño del Fla-Flu (Flamengo y Fluminense, dos equipos insignes de Rio de Janeiro), y de muchos jugadores incluido el crack Bebeto y del Santa Fe en Bogotá.

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Para la época todo capo tenía equipo de fútbol. Era un pasatiempo que les permitía lavar dinero e imagen, y claro, untarse del pueblo de donde ellos mismos provenían y del que se habían distanciado por la cantidad de dinero ganado producto del tráfico de cocaína.

José Manuel no jugaba fútbol. Era lo que Cali se conoce como un auténtico ‘patacón’. Pero regalaba balones, camisetas, guayos y gastaba la ‘gasimba’ al final de la ‘recocha’. A veces el almuerzo y el transporte. Nos contó casi en secreto que su papá iba a pagar el alquiler de Le Privé para la fiesta del salón y que los fondos que se recogieran serían para nosotros. Y pagaría también la orquesta que, en otra gran ironía de la vida, era La Ley, de Hermes Manyoma. Tenían pegada la canción Son pegaito.

En Cali había por lo menos 70 orquestas, pero para la fecha la mayoría o estaban ocupadas en fiestas privadas o habían volado a cumplir otros compromisos fuera del país. Pues, con la bonanza de la coca había toques todos los días de la semana. El Conjunto Clásico, orquesta creada en Nueva York en 1979, no pudo asistir a Le Privé a cantar Al Cristo y otros éxitos como Los Rodríguez, Sin rumbo alguno y A Cali, porque participarían del Festival de Orquestas en el Madison Square Garden.

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Ni Yiyi, ni sus hermanos, ni su papá, fueron a la fiesta que ellos mismos pagaron. Cuestiones de seguridad. Tampoco a la Excursión de la Clase 88. La Asociación de Padres de Familia del Coomeva se timbró y eso que siempre supieron quiénes eran los dueños del timbre.

Casi un año después, en octubre del 89 irrumpe el Grupo Niche con su noveno álbum, Sutil y Contundente, un trabajo donde la joya era Mi hijo y yo, que se supo en breve en medio de la rumba, era un acróstico al hijo de otro gran capo, José ‘Chepe’ Santacruz.

También aparecen allí canciones hoy convertidas en clásicos como Bar y Copas, Atrevida, Entrega y Miserable, esta última, otro tema con leyenda urbana propia que daría para otra columna. Pero volvamos al asunto. Los patrones permearon todas las capas de la sociedad y la música por supuesto no escapó de su influjo.

Entre 1987 y 1994, mientras en el colegio los hijos de los capos eran reconocidos, respetados y patrocinaban actividades que incluían comidas, partidos de fútbol, paseos, celebraciones y fiestas; Cali alcanzaba los más altos índices de violencia de toda su historia; con una tasa de homicidios que alcanzó los 122,2 asesinatos por cada cien mil habitantes en 1994.

No era para menos. Según cálculos del gobierno de los EE.UU. en 1987 se produjeron en Colombia 35 toneladas métricas de clorhidrato de cocaína. Cinco años después, 60. Y para 1998, 165 toneladas, caídos o entregados ya los grandes capos. Hoy la producción se estima en poco más de 1.000 toneladas, según el reporte de 2020 de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. ¡Recórcholis!

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Justo el año en el que Niche se radicó en Cali, en 1983, también grabaron el álbum Directo desde Nueva York en los estudios Euro Sound y Latin Sound de la capital del mundo; donde se destaca el tema Mi negra y su calentura, y una segunda versión de Al pasito. Era su segundo trabajo y con él Jairo Varela se inscribía en el teatro de operaciones que manejó el negocio de la música salsa, cuyo entorno era el narcotráfico.

Obvio no todos los músicos consumían droga y sólo algunos cayeron presos por posesión, pero todos hicieron parte de la bonanza del gran negocio sin excepción. Debe decirse también con toda claridad que la exportación de la salsa caleña coincide con la mayor producción discográfica de salsa de la historia, pero también con el periodo de mayor exportación de cocaína; aunque hoy se produzca mucha más nieve de la que llegaba entonces a Nueva York, la urbe que un escritor boricua llamó la Babel de acero; Nostradamus, la Ciudad Nueva; y el Apocalipsis, Babilonia la Grande

Ya no se produce salsa en Nueva York, ni en Puerto Rico, ni en Cuba o Venezuela, ni en Colombia. Otros géneros la han reemplazado. El último gran fenómeno fue el de la salsa romántica o erótica o de alcoba, que fue un gran ‘estartazo’ antes de que muriera la salsa dura o apareciera eso que llaman salsa choke. Lo que se sigue produciendo en cantidades alarmantes, porque se consume en la misma proporción, es cocaína.

Yiyi se suicidó en 1989, por un amor no correspondido. No sólo le iba mal en el fútbol. Su papá, Phanor Arizabaleta Arzayús, murió en 1996 de un infarto en el Centro Médico Imbanaco, una semana después de salir de la cárcel y otra semana de tranquila hospitalización rodeado de su familia.

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José ‘Chepe’ Santacruz Londoño, fue abatido ese mismo año en una balacera con la policía en Medellín; de la que todavía se discute si fue un enfrentamiento abierto o una ejecución vedada financiada por los nuevos amos del negocio. Y Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, viejos y enfermos, esperan la muerte en cautiverio en prisiones de los Estados Unidos; el mayor consumidor de cocaína del mundo. Este tridente llegó a controlar el 80% de las exportaciones de cocaína; según el presidente Bill Clinton en el discurso conmemorativo de los 50 años de la ONU (Organización de la Naciones Unidas) en 1995.

El viejo remedio de la muerte no ha funcionado. La guerra contra las drogas no es sólo un fracaso monumental, sino una de las grandes mentiras de nuestro tiempo, plagado de falsedades. Un cuarto de siglo después la rumba no se detiene. La gente sigue bailando y metiendo. Salsa o cualquier otro género. En Colombia o en New York. O en cualquier parte de este mundo donde no deja de llover nieve. Porque en Cali pareciera que aún hay bonanza. Unos dicen que de droga. Yo creo que también de salsa, de nostalgia salsera, la misma que se percibe en las discotecas que frecuentas los caleños en Queens.

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