“No creas que porque canto es que me he vuelto loco.
Yo canto porque el que canta dice mucho y sufre poco”.
Pa’ bravo yo
Fue un mulato oscuro, con la mente en su sitio y bueno de salud el que se marchó una mañana de 1964 de su natal Cuba a buscar aventura en el mundo, sin meditar mucho los riesgos que enfrentaba. Justiciano Betancourt Querol apenas tenía 24 años, pero ya sentía que la isla le quedaba pequeña.
Con un talento natural para el canto, la rumba y la improvisación, quien sería conocido simplemente como Justo Betancourt comenzaría su andar ‘bravo’ por una asombrosa senda musical.
Este cubano nacido en la provincia de Matanzas un 6 de diciembre de 1940 protagonizaría años después una de las narraciones más llamativas de la escena salsera y convertiría una singular interpretación y el título de esa canción en su propia historia de vida.
Sin embargo, para llegar a ese momento tendrían que transcurrir varios años y antes de eso, Justo se embarcaría en una aventura que entrañaba todos los peligros de un viaje de polizonte a un lugar al que ni siquiera sabía si llegaría con vida.
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“Tú sabes que los barcos tienen dos tanques para ir balanceando, pero había uno que no tenía agua porque allí lo que hacían era meter otras cosas y nos introducimos allí ocho cubanitos. Imagínate, estuvimos un mes y dos días navegando, viendo nada más que cielo y agua”.
El inicio de una historia 'salsosa' que aún se escribe
Esta historia narrada con la simpatía de un hombre que hoy recorre sin prisa los 84 años, y que sigue teniendo la menta clara y aún está bueno de salud, resulta aún más inverosímil cuando nos damos cuenta hasta dónde lo condujo su arriesgada peripecia.
Un mes y dos días duró su viaje como polizón en alta mar para terminar en un lugar insospechado: Grecia.
¿Qué podía hacer un cantante de la vieja escuela cubana en la tierra de los grandes filósofos? La verdad fue poco, el desespero se apoderó de Justo que solo encontró sosiego cuando después de nueve largos meses pudo por fin embarcarse hacia la tierra soñada: Nueva York.
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De seguro que mientras se aprestaba a dejar atrás esos largos 270 días en la tierra del Peloponeso y cuna de la democracia, Justo debió ver de nuevo a ese ‘mulatico oscuro’ de once años que cantaba con un pequeño grupo que tenía el singular nombre de ‘Cabeza de perros’ y que hacía de las suyas en el barrio La Marina de Matanzas, en Cuba, la misma población donde nació la más Sonora de todas las orquestas y con la cual Justo también tuvo su historia.
Por sus recuerdos debió transitar ese 1951 cuando Justo, con apenas once años, era la voz líder de ese pequeño ‘grupo canino’ que había adoptado su nombre (‘Cabeza de perros’ ) de una popular cerveza que los patrocinó. Y es que el pregón era lo suyo, a los 12 años Betancourt ya había grabado cuatro canciones acompañadas de su tío Carlos Querol, que incluía una canción que luego volvería a grabar titulada ‘Leguleya No’.
Un talento que empezó a mostrarse desde muy joven
Era tan enorme el talento del chico que solo cinco años después pasó al ‘Guaguancó Matancero’ y en 1958, a los 18 años recién cumplidos, grabó su primer sencillo titulado ‘Para gozar Cubita’ con el Sello Fama y el Conjunto Club.
En ese vuelo que lo llevaba a Nueva York desde Atenas, ese ‘hombre que tenía sentimiento, sangre de africano y canto de gran virtud’ debió repasar en su mente y su corazón ese 1959 que transformó la vida de los isleños.
“Aquí pensaban seguir
Ganando el ciento por ciento
Con casas de apartamentos
Y echar al pueblo a sufrir
Y seguir de modo cruel
Contra el pueblo conspirando
Para seguirlo explotando
Y en eso llegó Fidel…”
En ese llegó Fidel (Carlos Puebla)
Con la llegada de los ‘barbudos’ muchos de los músicos tradicionales que frecuentaban los famosos clubes de la Isla decidieron marcharse y fue así como apenas cinco años después del triunfo de la revolución, en 1964, Justo abandonó su isla amada.
El inicio en Nueva York del 'más bravo de todos'
Ahora, mientras viajaba hacia Nueva York ensimismado en sus pensamientos, Betancourt se alistaba para labrar una nueva historia. Pero todavía le faltaban ocho años para ser el más bravo de todos y construir una leyenda a la que no le faltó un solo ingrediente personal ni musical.
En ese interregno, Justo llega a Nueva York en plena ebullición musical. Las formidables ‘big band’ estaban dejando de existir y un nuevo movimiento al que iban a llamar salsa comenzaba a abrirse paso. Eran tiempos del reinado del bugalú y faltaban apenas cuatro años para la fulgurante irrupción de Richie and Bobby con su ‘Comején’ y 36 meses para que Héctor Lavoe presentara al ‘Malo’ de Willie Colón y su original sonido callejero y desprolijo.
Talento que supera el tamaño de Manhattan
Justo llegó a la ‘Gran Manzana’ precedido de una fama de buen sonero, muchos artistas cubanos habían emigrado en masa y habían escuchado el fraseo de ‘El Mulato’; por eso a nadie le extraño que poco después de su llegada se uniera al grupo del recientemente fallecido timbalero Orlando Marín.
Ese primer álbum no pudo tener un mejor título que reflejaba perfectamente lo que comenzaba a vivir Justo en la meca de la rumba: ‘Está en algo’ se llamó esa primera producción en la que Justo debuta y que rápidamente se instaló en el gusto rumbero, pues en 1967 alcanzó el Top 10 de la música latina.
‘Mi jebita’ y ‘La banda llegó’ fueron tan solo una pequeña muestra de la personalidad musical de Justo y de aquello que lo iba a definir en el resto de sus producciones: una voz acompasada con el viejo estilo cubano y un cambio de ritmo y de alardes entre los compases del coro que habría de provocar un ‘terremoto’ en el estiloso salsoso del inmediato futuro.
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A la par de su trabajo con Orlando Marín, Justo encontró en la Sonora de su tierra ese pedazo de isla que se le había extraviado.
Rogelio Martínez, el director del decano de los conjuntos cubanos, ya lo conocía y una voz con tanto poder caribeño no podía pasar inadvertida. Durante cinco años, entre 1965 y 1970, el matancero cantó 18 temas con la legendaria orquesta, además de acompañar los coros con artistas como Linda Leida, Roberto Torres, Tony Díaz y Máximo Barrientos.
“Peor pa’ ti
Que no estas más a mi lado
Tanto que yo te había dado
Y te fuiste por ahí
No sé por qué
Con tu nueva compañía
De menor categoría
Dices que te sientes bien”.
De ese ‘Long play’, Sonora Matancera con Justo Betancort recordamos ‘Mala Pata’, el reconocido disco compuesto e interpretado por el venezolano Hugo Blanco, que en la voz de Justo toma un aire distinto, con la fuerza de los pregones y soneos que el gran artista cubano le introduce en cada estrofa. ‘Como bajaste de categoría’; ‘Qué lástima, priiiiii’, ‘Que no estés más a mi lado, de traiciones estoy curado’, ‘Tú no eres la sombra de ayer, el que te ve te manda a correr’ son algunos de esos singulares fraseos llenos de picardía a los que Justo acostumbró a su fanaticada.
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Sin duda, ‘El bravo’ comenzaba a construir ese rascacielos musical que lo encumbró en la historia de la melodía afrolatina como uno de los más grandes.
“Betancourt optó por una salida distinta: la parte de son fue enfrentada con el viejo estilo cubano, lleno de inmensas libertades para el cantante, que así podía jugar a sus anchas con todas las posibilidades melódicas; y un estilo netamente 'salsoso' para el montuno, alternando los giros, sin repetirse, jugando con inteligencia a la frase oportuna, al cambio de ritmo, al alarde entre los compases del coro. A partir de esta habilidad de Justo fueron muchos los cantantes que trataron de imitarlo, sin lograr jamás equipararle los resultados”
Sentencia el escritor venezolano César Rondón en su libro ‘La historia de la salsa’, sin ocultar su admiración por el sonero matancero.
Un 'experimento' que llevó a una manera de hacer salsa
Mientras Justo jugaba en los montunos desempolvando antiguos boleros, adaptando letras de temas clásicos, se pudo ver cómo otros cantantes menos diestros en ese arte repitieron el estilo produciendo ‘rarezas’ que no tenían sentido en relación con el tema original que estaban interpretando.
“Y es que, para el vocalista que se dedica a este tipo de música, no hay nada más importante que el sentido de la oportunidad, saber en qué momento hay que forzar al coro, cuándo frenarlo, cuándo decir el chiste, la frase que anima a la banda, la frase del viejo bolero, el alarde virtuoso, en fin, saber qué es lo que hay que hacer, y, sobre todo, cuándo hay que hacerlo. Y sucedió que muchísimos de los cantantes abombados en pleno boom no tuvieron ni la más mínima idea de esta exigencia y por eso no son pocos los discos que andan por ahí llenos de gritos fanfarrones que pregonan un sabor y una habilidad que simplemente no existió”.
Mejor no lo pudo describir el escritor Rondón, ya que resume en primer lugar lo que era el pregoneo de Justo y además le suma una clase magistral del significado de sonero en la música afrocaribeña. Poco a poco Justo se acercaba a la composición que lo encumbraría y que lo convertiría en el bravo de verdad.
“¡Pa' bravo yo!
Yo que soy mulato oscuro
Tengo la mente en mi sitio
Y estoy bueno de salud
¡Pa' bravo yo!
Yo que tengo sentimiento
Tengo sangre de africano
Y canto con gran virtud”
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La calidad de Justo seguía imponiéndose por encima del resto de cantantes del boom salsero newyorkino. En 1968, Betancourt fue el primer vocalista en firmar contrato con Fania y de hecho fue integrante de la Fania All Stars, pero fue ese verano en New York de 1972 cuando se junta una pléyade de músicos inigualables que logran producir el disco con el que Justo pasará de hombre a mito. Producido por Larry Harlow, el rey ‘Midas de la salsa’, el disco fue bautizado ‘Pa bravo yo’.
Todos los arreglos fueron realizados por el pianista Javier Vásquez, quien además compuso ‘Cataño’ y un bolero potente y tortuoso como ‘Psicología’, que basta escucharlo para que duela el corazón y se estremezca el alma:
“No es querer ni que te quieran / No es besar ni que te besen/ Si para querer con sinceridad hay que tener psicología…”
Lo mejor de lo mejor reunido
Este grabación congregó lo más granado y talentoso de aquella época: Víctor Paz en la trompeta, Roberto Roena y Chino Pozo en los bongoes, Alfredito Rodríguez en el piano, José Rodríguez en el trombón, Jerry González en las congas, Charlie Rodríguez en el tres, Nicky Marrero en los timbales y un imberbe talento que comenzaba a despuntar por su estilo desenfadado y callejero en las maracas (un tal Ismael Miranda). Como si faltara algo más, la joya musical que quedó para la posterioridad fue acompañada en los coros por ‘Yayo El Indio’ y el fantástico Adalberto Santiago.
La aparición de Ismael Miranda tocando las maracas tenía un especial significado porque fue precisamente su composición de ‘Pa’ bravo yo’ la que termina convirtiéndose en el nombre con que se bautiza el LP y, además, en el gran éxito internacional de Justo.
La salsa y su memoria
“¡Pa' bravo yo!
Yo que sé lo que es la tumba
El cencerro y el bongó¡Pa' bravo yo!
¡Pa' bravo yo!
Yo te lo digo
¡Pa' bravo yo!”
La leyenda musical detrás de este disco es bien particular. El entonces llamado ‘niño bonito de la sala’, Ismael Miranda, relata que un día lo llamó Justo Betancourt, quien le tenía gran aprecio y lo había visto en algunos lugares haciendo ‘numeritos’ y lo convocó de manera urgente para que participara en su nueva producción tocando las maracas y haciendo unos coritos.
Ismael, el autor innato de uno de los temas más importantes de Justo
El cantante cubano le dijo que no se entusiasmara mucho porque solo sería un par de temas, pero la verdad es que Ismael sentía una profunda admiración por Justo y solo le importaba estar allí cerca. Entonces lo que vino después, cuando ambos se encuentran, es una historia hermosa, en la que es necesario cerrar los ojos e imaginar ese instante que relata en su voz el propio Ismael: “Entonces, mientras fuimos hablando, le canté el tema a Justo (Pa’ bravo yo) había como cuatro compañeros y allí mismito Justo me emplazó y me dijo: ‘Mira, Ismael, cuándo tú piensas grabar ese tema’. Bueno, le contesté, pienso grabarlo para mi próximo trabajo musical y entonces me dice: ‘Oye, tú no puedes grabar ese tema’. Sorprendido por la tenacidad de la respuesta de Justo, el intérprete de ‘María Luisa’ y ‘Galera Tres’ le contestó con prisa ‘cómo que no puedo grabarlo si lo escribí yo, es mío’.
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Entonces Justo Betancourt, sacando lo más excelso de la callejería del barrio y de la guapería de la esquina le dijo: “Tú no lo puedes grabar porque ese tema es mío, no es tuyo, ¿y sabes por qué?, porque tú eres blanco y ese tema dice: Yo que soy mulato oscuro, tú no eres mulato, eso no va contigo”. La respuesta de Ismael ante la contundencia del argumento tiene que ser una de las más hermosas, elocuentes y a la vez más simples en la historia de la salsa: “Yo me reí mucho y le dije ‘bueno, está bien, aquí tienes el tema’”.
Yo que le canto a cualquiera
Conmigo no hay distinción
Los sentimientos que tengo
Lo entrego de a corazón, ¡pa' bravo yo!”
La tradición plasmada en cada melodía
El tema, que respeta toda la estructura y estilo del son tradicional, está concebido desde una perspectiva salsosa: era la tendencia del momento, una letra retadora, pendenciera, de guapería de barrio, orgullosa, peleadora, con giros agresivos, y un extenso montuno que se golpeaba con un coro reiterado en el ataque por la letra y el ritmo. “Un cantante convencional hubiera resuelto el tema de la siguiente manera: una interpretación plana, sin mayor variante ni virtud, de la parte inicial de son, y una repetición desordenada, y posiblemente incoherente, de dos o tres frases en el montuno.
Betancourt, sin embargo, optó por una salida distinta: la parte de son fue enfrentada con el viejo estilo cubano, lleno de inmensas libertades para el cantante, que así podía jugar a sus anchas con todas las posibilidades melódicas; y un estilo netamente salsoso para el montuno, alternando los giros, sin repetirse, jugando con inteligencia a la frase oportuna, al cambio de ritmo, al alarde entre los compases del coro”, esta soberbia definición del escritor César Rondón ofrece una cascada de argumentos para entender la clase en la que se movía el gran Justo.
Justo y su enojo con llamarle "salsa" al género
El artista siempre deploró que con esta definición se despojara a ‘Cubita, la bella Cubita’ de su patrimonio musical.
“Eso de salsa yo nunca me lo voy a tragar. Con la salsa es que atrasaron a la juventud porque no saben definir los ritmos”, advirtió hace nueve años en San Juan donde tenía una presentación junto a la Orquesta La Mulenze y Pirulo y la Tribu. Justo, que se fue a vivir a Puerto Rico en 1974 de seguro para sentir más cerca el golpe del calor y el oleaje incesante del mar, fue más allá y no titubeó al decir que a la salsa la bautizaron de esa forma como una ‘cuestión de la política del bloqueo contra Cuba’ porque en la isla se siguen tocando los ritmos autóctonos como el guaguancó, el chachachá, la pachanga y la guaracha.
Lo que sí no tiene discusión es que la versión de Justo sobre cómo se encontró de frente con esa canción que lo catapultó en la historia de la salsa es de aquellas historias que quedan en la galería donde se coleccionan las leyendas musicales por su nivel de detalle y porque tiene magia, crítica, un poco de sorna y, por supuesto, todo el talento narrativo de un hombre acostumbrado a contar.
“Ismael siempre fue fanático mío, era un chamaquito. Él trabajaba en un negocio cerca y una vez lo vi afuera, sentado, porque el negocio estaba cerrado y le dije vete de allí, vente conmigo para que grabes”.
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Ismael, apenas entonces una joven promesa, no lo podía creer, el gran Justo lo invitaba a que lo acompañara en una de sus grabaciones y, además, le pidió que llevara unas maracas para que tocara un rato con ellos. Y fue allí cuando Ismael le mostró el numerito que había compuesto.
”Ismael me dio un casete, él decía en el disco que era un blanco oscuro y yo le decía blanco oscuro de qué, jajajaja, es mulato oscuro lo que debía decir allí”.
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El tema sorprendió de tal manera a todos los que estaban en la sala de grabación que la gente de Fania decidió que se iba a interpretar en la discoteca ‘Cheetah Club’ durante el increíble y recordado concierto del jueves 26 de agosto de 1971 que dio paso a la leyenda salsera de Fania.
En el 310 de la Calle 52 Oeste de Manhattan, entre la Octava y Novena avenida, muy cerca del Times Square, El Cheetah Club tenía dos espacios de baile. Una pequeña pista en la planta superior y una extraordinaria pista central de baile en la que fácilmente se acomodaban 1.200 personas. Además, muy cerca de la pista, una imponente tarima en la que cabían fácilmente 20 músicos espera el concierto que partió en dos la historia de la salsa.
Un 'junte' con los 'pesados' de la salsa
Fue el recordado productor Ralph Mercado el que le comentó la idea del concierto a Jerry Masucci, propietario del sello Fania, y este a su vez a Pacheco. Este encuentro que reunió a talentos impresionantes como Héctor Lavoe, Cheo Feliciano, Adalberto Santiago, Santitos Colón, Barry Rogers, Bobby Valentín, Orestes Vilató, Richie Ray y Larry Harlow, solo para comprender la calidad de algunas de las figuras que se encontraron esa noche mágica de la música afrolatina, fue publicado en dos LP y el material audiovisual se incluyó en el documental ‘Our Latin Thing’ (Nuestra Cosa Latina) dirigido por el cineasta León Gast.
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“Ese número lo iba a cantar en el Cheetah –relata Justo- yo cobré adelantado para comprarme mi traje, mi cosa para ir bonito pa’allá. Yo me iba a ir con Roberto Roena para comenzar a trabajar y cuando llegué Pacheco me dijo que el número de ‘Pa’ Bravo’ no aparecía. Muy molesto le dije: ‘Se lo robaron, entonces yo me voy de aquí, no voy a trabajar’. Entonces Jerry Masucci me reclamó de que había cobrado por adelantado y le dije, ‘pero qué tú quieres, ¿que cante ‘quítate tú pa’ ponerme yo’? Y me fui, recuerdo que cogí una borrachera. ‘Pa’ Bravo’ estaba ensayado y todo, parece que no gustó, no sé qué pasó, pero le doy las gracias al que lo hizo porque me dio la oportunidad de poner el título de ese disco y todavía sigo bravo”.
Nació 'Pa' Bravo yo'
Lo mejor de la asombrosa historia vino al poco tiempo porque Justo habló con su compatriota, el maestro y arreglista Javier Vásquez, y también con el jovencito Ismael Miranda, artífice de la canción y entonces, meses después, grabaron ‘Pa’ Bravo yo’, un singular LP que tuvo el mismo título de la canción y que salió a la venta en 1972. Además del tema que se volvería un clásico de la salsa, la producción contenía otros tremendos numeritos como el bolero ‘Psicología’, ‘Óyeme cantar’, ‘Lágrima y tristeza’, ‘Guaguancó moderno’, ‘Una audiencia muerta’ y ‘Caracas tiene su guaguancó’. Todos los arreglos a cargo del talentoso pianista Javier Vásquez.
“¡Bravo!
Permíteme aplaudir la forma de herir mis sentimientos
No te equivoques
Acuérdate que el bravo soy yo”
Justo Betancourt y ‘Pa’ Bravo yo’ se convirtieron en un solo ser, indivisible, el uno no podría existir sin el otro. Con el trasegar de los años ambos se convirtieron en clásicos, la historia legendaria del salsero que se enfrenta a mil batallas, el que no se amilana ante la adversidad, el que ofrece una potente lección y sigue bravo.
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El cantante cubano lo que hizo con la composición de Miranda fue brindarle a ese tema unos matices muy propios e irrepetibles. Como dice el maestro Rondón, la autodefinición del que canta con relación a su música, su ambiente, su herencia y su porvenir. A diferencia de muchos de los que posteriormente intentaron números similares, Justo no asumió la postura fanfarrona inocua, en el que la interpretación resulta desprolija, ridícula y sin fondo.
Si hacemos un repaso podemos advertir que en 1968 publicó su álbum ‘El Explosivo’, en el cual destacan ‘De Cara a tu Vida’ y una singular versión del tango ‘Yira Yira’. Sus discos posteriores como ‘El que Sabe, Sabe’, de 1970; ‘Los Dinámicos’, en 1971 con Johnny Pacheco; y ‘Pa' Bravo Yo’, en 1972, son un buen ejemplo de los nuevos giros estilísticos en esos primeros años de la década del setenta, cuando el barrio era el eje sobre el cual giraba ese nuevo son que iría a nutrir toda la historia salsera del boom que lideraría la Fania.
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El sello de Justo fue precisamente imprimirle toda esa guapería auténtica del caribe, sin poses ni ambages, un desplante excesivamente salsero que encontró un eco sin parangón en el bailador y en el simple oyente de esta música del barrio, de la esquina.
Lo que vino después para el intérprete fue continuar ‘bravo de verdad’, porque después de publicar los discos ‘Justo Betancourt’ (1974) y ‘Lo sabemos’ (1975), se unió a Mongo Santamaría para grabar uno de los discos más especiales en pleno boom salsero: ‘Ubané’, que hacía un recorrido inverso en la historia y se devolvía al original sonido cubano de los años cincuenta.
¿Regresar a Génesis?
Si todos se alimentaban de las melodías añejas de la isla, ¿por qué no regresar a la génesis? La producción, sin embargo, no logró el éxito esperado. Esto golpeó el ánimo del ‘mulato oscuro’ , quien entonces decidió salir del ambiente hostil de New York y buscar el calor caribeño que le era esquivo porque ya no podía regresar a su Cuba, entonces optó por la ‘Isla del Encanto’, Puerto Rico del alma.
Nace 'Borincuba', una orquesta con mucha 'entrega de corazón'
En Borinquen bella recuperó las ganas de producir música, se separó de las estrellas de Fania y armó una orquesta que denominó ‘Borincuba’; no era muy difícil adivinar en ese nombre ‘los sentimientos que tengo, lo entrego de a corazón’. Y allí, en 1976, montó un tremendo junte con músicos que todavía no estaban contaminados por la escena poderosa, vertiginosa y saturada de New York. Lo que vino entonces, un año después, confirmó lo que todos intuían, un nuevo grito de batalla del maravilloso Justo que simplemente parecía un homenaje a él mismo.
El álbum ‘Distinto y Diferente’ enseñó una tremenda voz en su cúspide, una potencia única, un bravo de verdad; que trajo el mejor espíritu del golpe añejo, aquellos acordes melódicos de la salsa originaria de principios de la década.
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“No estás en nada,
no estás en nada,
por más que te esfuerces no estás en nada
No estás en nada,
no estás en nada,
por más que te esfuerces no estás en nada”
Uno de los éxitos más potentes de este periodo, ‘No estás en nada’, simplemente confirmó que Justo sí estaba en algo y según la propia tesis del artista cubano, después de todo lo malo, la gente solo siguió bailando y gozando con la buena música, la buena salsa.
Mucho se ha especulado sobre el mensaje que trae este numerito surgido en 1977. Algunas ‘malas lenguas’ dicen que estaba dedicado a Celia Cruz, por unas confrontaciones que ambos arrastraban desde que vivían en Cuba y que se agudizaron cuando se encontraron en Nueva York.
“Te quieres hacer la fina con tu dedito al tomar // Te gastas dinero en ropa y no la sabes usar // Aunque se vista de seda mona se queda, mona se queda // Aunque se vista de seda mona se queda, mona se queda…”
Un Justo 'Distinto y Diferente'
Esto será el capítulo de otra historia, pero ahora volvamos de nuevo a este álbum ‘Distinto y Diferente’, que como dice Justo en uno de los temas incluidos (‘Soy profesional’), “es de lo mejor”. La producción estuvo a cargo del gran Bobby Valentín, el ingeniero de sonido fue ‘el mago’ Jon Fausty, pero también participaron músicos de la talla de Edwin ‘nene’ Blassini en las congas, Julio Enrique Marrero en el Trombón, Reinaldo Rodríguez en el piano y en los coros unos jovencitos que apenas se abrían paso como Sammy González y Tito Rojas.
En este álbum, Justo volvió y se retó en el bolero e interpretó un par de ‘numeritos’, de esos que nos hacen recordar amores perdidos y desempolvan dolores que creíamos sepultados: ‘Nuestro Juego’ y ‘La vida mía’. También unas guarachas, guajiras y montunos potentes a través de ‘Óyela’, ‘Distinto y diferente’, ‘Belén y ‘Soy profesional’.
“Soy de lo mejor soy profesional
Soy de lo más bravo que ha llegado aquí al solar
pero soy yo soy de lo mejor soy profesional
Soy de lo más bravo que ha llegado aquí al solarPero no quiero que se disgusten al oír mi sinceridad
Yo se los digo pues sé que es cierto sin caer en la vanidad
Y aunque el mundo me critique viviré con honestidad
Porque siempre habrá quién diga que mi ritmo es sensacional”
Una sabrosura que continúa compartiendo con 'amor'
Lo que en otro artista hubiese sido condenado, en Justo era simplemente una declaración de principios que confirmaba su bravura al frente de la rumba, la guaracha o la plena. Tal vez ese exceso de sinceridad y la interpretación que muchos le dieron a una supuesta pedantería del gran artista cubano hizo que Justo no fuese apreciado y valorado en su real dimensión. Pero Justo Betancourt, sin lugar a dudas, está a la par de los mejores intérpretes de salsa de la historia.
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En diciembre pasado cumplió 83 años, con su voz intacta, delgado, risueño y vital. En junio del 2022 se conoció un video en el que se le aprecia interpretando un ‘bolerazo’ en el patio de su casa, rodeado de algunos amigos que ejecutan los instrumentos, mientras se ‘clava’ lo que parece un ‘palito’ de ron o un whisky doble.
“Este cariño que siento por ti, no lo he sentido por nadie jamás // Tú me has herido en el corazón como la flecha que hoy hiere mi amor // Una mirada me diste al partir fue como un rayo de felicidad, tú tienes algo que me hace vivir algo que nadie me ha hecho sentir // Hoy de un nuevo amor ha renacido una ilusión, hay una esperanza para mí, no me dejes solo postergado en mi dolor, no me dejes solo por favor…”
La última vez a la 'luz pública'
Magistral, sutil, bien ejecutada, nostálgica, romántica, desgarradora, potente, melancólica, precisa para el corazón atribulado, y con toda la majestuosidad que solo puede tener la sencillez de una estupenda composición y la fortaleza de una formidable interpretación. Una combinación precisa y un dúo que hizo historia: Pacheco y Betancourt. Justo, yo también tengo el corazón herido y tu voz tiene algo que me hace vivir.
Cuando repaso, una y otra vez, ese video casero puedo imaginarlo siempre distinto y diferente, con la mente en su sitio y bueno de salud; entrándole sin temor al bolero y, de seguro, siempre recordando a su vieja Cuba, a esa hermosa Isla a la cual nunca más pudo regresar desde que la abandonó en un barco en 1964.
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