Ante la expectativa generada por la narrativa de la campaña electoral de “vivir sabroso” de Gustavo Petro y Francia Márquez como presidente y vicepresidenta ya se siente un descontento por la población colombiana que día a día ve como el costo de vida se ha aumentado pagando la comida y la gasolina más caras.
Partiendo de que cuando uno se vende como una propuesta de “Cambio” significa la toma de decisiones y el ejercicio de acciones tendientes a mejorar lo que, para ellos según su discurso no servía para nada y se vendieron ilusiones a la mayoría del pueblo colombiano que en ejercicio del derecho al voto le dio la confianza a esa propuesta, todos quedamos expectantes a ver la ejecución de la formula milagrosa que decían poseer.
La primera en comenzar a viabilizar la narrativa de la desaceleración fue la Ministra de Minas y Energía, titular de una de las carteras más relevantes para el Estado Colombiano por tener dentro de sus funciones más relevantes, el mantenimiento de la matriz energética del Estado que permita el establecimiento de las condiciones generadoras, en primer lugar, de calidad de vida de los ciudadanos y, en segundo lugar, de movilización del sector productivo que permita el desarrollo de nuestro país.
Y la narrativa fue hasta atrevida porque la misma inició por solicitar a los demás estados desacelerar sus condiciones de desarrollo para enmarcarse y justificar su discurso.
A ese primer campanazo de alerta que comenzó a ensombrecer la economía del país, sobrevino un golpe certero que dejó sin aliento a los hogares colombianos, la muy aplaudida y rimbombante reforma tributaria del Gobierno del “Cambio”, la cual según ellos solo afectaría a los 4.000 más ricos, pese a las advertencias hechas sobre el impacto que tendría en el encarecimiento de la canasta familiar, que afecta a los más vulnerables.
En palabras del ministro de Hacienda y Crédito Público recogidas por el medio de comunicación FRANCE 24 en su portal web el 05 de noviembre de 2022, “la pobreza monetaria se reduciría en cuatro puntos porcentuales, que equivalen a dos millones de personas. Es decir, miles de hogares a lo largo y ancho de nuestra geografía que van a tener una vida mejor”.
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En dicha reforma tributaria se aprobaron gravámenes que en vez de generar lo anterior, técnicamente se vislumbraba efectos totalmente contrarios y nocivos para la clase media y baja, como el incremento del 10% a productos como gaseosas, chocolates, sopas, cereales, morcilla, roscones entre otros alimentos, también incluyó el 10% en empaques de plástico en los que son envasados el arroz y granos, el 20% en las importaciones de alimentos, abonos, prensas de vestir, maquinaria, etc., eliminación de exenciones en proyectos de vivienda VIS y VIP y así podría seguir enumerando decisiones equivocas en la búsqueda del desarrollo social y competitivo del país, motivos por los cuales la bancada de mi partido Cambio Radical votó negativo esta reforma. A eso le sumamos la crisis del sector turístico con el incremento del IVA del 5% al 19% de los tiquetes aéreos e imposición del mismo gravamen al sector hotelero el cual había sido excluido por el Gobierno anterior por la situación generada por el COVID-19
Apelando al sentido común y aplicando la lógica, se podía visualizar un futuro no tan “sabroso” como el que se vendió, y por el contrario, se continuo de forma, eso sí coherente, en la consolidación de la narrativa del decrecimiento.
Todo lo anteriormente mencionado presenta cifras críticas que los colombianos debemos tener en cuenta. El DANE presentó los siguientes indicadores: variación mensual del IPC en lo que lleva el Gobierno del “Cambio” del 0,36%; incremento sostenido de la inflación pasando de un 10,84% en agosto del 2022 a 13,34% en marzo de 2023, el cual tiene un efecto acumulado que al final golpea en mayor medida a la clase media y baja; sectores como Alimentos y bebidas no alcohólicas (21,81%), Restaurantes y hoteles (18,67%), Muebles, artículos para el hogar y para la conservación ordinaria del hogar (16,47%), Transporte (16,03%) y Bienes y servicios diversos (15,32%) con una inflación superior al promedio nacional (13,34%); Cali ubicada como la tercera ciudad con mayor índice de inflación (13,30%).
Todos los ciudadanos del común lo traducen en la carestía que se siente, por más que el gobierno quiera hacernos ver que las cifras mejoran los únicos que están “viviendo sabroso” son ellos.
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