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Una cerveza y mucha mierda

Una cerveza y mucha mierda

Especial para 90minutos.co

El 31 de diciembre a las 12:00 de la noche en la discoteca Deseos de Nueva York, ubicada en la Roosevelt Avenue con 52 en Queens, la salsa se detuvo un momento para que sonara Soy colombiano. Dos ecuatorianos, una boricua y tres policías de traje que departían a mi lado, no podían creer por qué la euforia se convirtió en lágrimas y a grito herido todos los colombianos presentes entonaron nostálgicos: “A mí deme un aguardiente, un aguardiente de caña, de las cañas de mis valles y el anís de mis montañas…” y empinaron el codo para meterse un riendazo de whiskey. La anécdota que perfectamente podía encajar en un libro de Bukowski o Kerouac si a la historia se le suman cervezas y algunos gramos de cocaína, es la confirmación de esa propensión nacional a toda la farmacopea y a las bebidas espirituosas que en el país ahora algunos hipócritas desconocen para atacar a un candidato.

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Ahora resulta que este país de borrachos -memorables unos y miserables otros-, es abstemio. Esta Colombia que bebe como televisor viejo -sin control- y que se le encomienda con entusiasta fe a San Trago, se echa bendiciones politiqueras porque Gustavo Petro expresó ideas claras con la lengua ensopada -según él, todo hay que decirlo- por cuenta de una cerveza. Yo no creo que hubiera sido una, pero al margen de la cifra de tragos o botellas, de cansancio o alteración del biorritmo por los dos viajes a Europa  (el Papa Francisco también bebe, vino), lo que asombra es que los uribistas, los gobiernistas, los duquistas y, en general, toda la pléyade a la que carcome el culillo por las posibilidades de que el hombre de la Colombia Humana llegue a la presidencia, no se pronuncie de la misma forma cada que se destapa otro del sinfín de escándalos de corrupción y muerte que enloda este gobierno desgraciado. Y la lista es larga, sucia y ensangrentada.

Se les olvidaron a los falsos beatos críticos de Petro las rumbas de Iván Duque y algunos ministros con el Neñe Hernández y toda la corronchería traqueta del Centro Democrático en el Valle de Old Parr, al son de los vallenatos de Silvestre Dangond y Poncho Zuleta; y las conversaciones denunciadas por los periodistas Gonzalo Guillén y Julián Martínez en las que el flamante presidente le preguntaba con qué podía quitarse unos granos en el pene después de lascivas noches con prostitutas, mientras el narcotraficante entre risas le decía -con palabras más soeces- que el ministro -Memo, lo llama en confianza- le había dejado las finas sábanas de satín untadas de mierda, porque le gusta el sexo anal al viejito (sic). Pero lo grave para el futuro de la nación es Petro “embriagado de poder”. Se necesita mucha doble moral, mucho cinismo, mucha bellaquería para armar semejante barahúnda por algo hecho a la luz de todos en Girardot, a orillas del Magdalena donde el calor es soporífero y tomar cerveza es casi un deber con el organismo.

En Colombia se toma por todo porque en esta sociedad injusta, desigual y marginada, es extraordinariamente difícil encontrarle un sentido a la vida. La bebida es castigo y redención. Frustración e ilusión. Se bebe por un nacimiento, por una muerte, en un matrimonio o en un velorio, por una alegría, o en medio de un despecho, en un cumpleaños, por placer, en medio del amor o en las faenas del sexo, porque el equipo ganó, porque empató, porque perdió. Cada que juega la ahora ‘decepción’ Colombia se consumen siete millones de canastas de cerveza: 210 millones de botellas. Lo dicho, se toma por todo y bastante. Se bebe más cerveza que leche. Y más aguardiente que agua embotellada. 80,5 litros per cápita. Hombres y mujeres. Tanto se bebe que cada departamento tiene su propio elixir y de él dependen en buena medida sus rentas. Trago, cigarrillos y loterías sostienen el tambaleante sistema de salud. Por eso también se bebe en campaña o en los pasillos del Congreso o en las impolutas salas de la Casa de Nariño donde se definen los destinos de esta nación atribulada y desventurada.

Aquí bebe todo el mundo. Los anónimos y las figuras públicas. (De famosos mejor no hablemos). Los futbolistas encabezan la farra. No es por ser pedalero, pero también otros deportistas se han visto envueltos en escándalos por unas copas de más o unos tragos de menos. Porque aquí -debe precisarse- se toma sólo los sábados y los domingos; y claro, los días que terminan en ese. Congresistas, senadores, diputados y concejales chupan más que recién nacido. Y más que marica nuevo, como dijo Raúl Gómez Jattin para explicarle un poema a un insolente que no entendió a qué se refería cuando escribió que pasó de la teta a la bragueta. A propósito, Alfonso López Michelsen, el expresidente que dizque cuando hablaba ponía a pensar a Colombia, tomaba wiski a toda hora con su entrañable amigo que le chofereaba. ¡Hip! Y Virgilio Barco vino espumoso. Y Gaitán cerveza, cuando juagaba tejo en La Perseverancia. Y todos los lagartos whiskey en todos los clubes bogotanos donde se reparten la riqueza nacional.

Y tomaban coñac marca Rémy Martin Jacobo Arenas y Tirofijo. Y la guerrillerada aguardiente y cerveza en las fiestas en medio de la selva, mientras a los políticos secuestrados les daban chicha; y las orejas y los hocicos de los marranos para que supieran lo que comen los pobres. Y los jefes paramilitares bebían y beben Buchana´s y Johnnie Walker Sello Azul, de dos millones de pesos la botella, para celebrar los encargos que les hacían sus jefes en el Club El Nogal y les hacen aún desde cualquier apartamento en Rosales, finca en Córdoba o casa en Rionegro. Y los narcos tomaban y toman de todas las bebidas más caras del mundo para celebrar sus corones, donde la Dom Perignon es un aperitivo barato. Y beben los periodistas, con Yamit Amat a la cabeza, que ya no puede hablar de lo viejo y no podía hablar hace unos años por el desaforado movimiento de su mandíbula. Y beben los curas y las prostitutas, los ganaderos y los matarifes. Y los sicarios.

No se acuerdan los censores de Petro que su mesías con unos antioqueños entre pecho y espalda le metió la mano al mismísimo Fabio Valencia Cossio en medio de una contienda política. No en vano hizo carrera su ¡Le doy en la cara marica! Petro los tiene asustados, es cierto. Porque hay gente en este país a la que lo bueno les asusta y lo malo no les disgusta. ¡Plomo es lo que hay! Seguro todos estos abstemios de información y enguayabados de ignorancia, no han leído Grandes borrachos colombianos (2016) libro que debe sostenerse con la mano que deja libre la copa o la botella, para brindar con Bukowski y Kerouac, con García Márquez y con Bolívar, con Darío Gómez y con Dayro Moreno, con Lucho y con el Tino, con Diógenes el cínico y con Winston Churchill, con Estanislao Zuleta y con todos los que desafiaron el equilibrio no sólo físico, sino filosófico e intelectual, con trago. ¡Salud!, apenas medio susurré el 1 de enero a las 12:05 am en Deseos. Estaba más sobrio de lo que estaré hoy en la noche. Es viernes y el hígado lo sabe.

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