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La quimera de Cali Distrito

La quimera de Cali Distrito

Especial para 90minutos.co

La Real Academia de la Lengua Española define la palabra quimera como aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. Y precisamente quiero dedicar estas líneas a lo que, estoy absolutamente convencido, es la quimera de Cali Distrito, una historia que cumplió cuatro años al inicio de este mes. Fue justamente en 2018 cuando se firmó la ley 1933 que declaró a Cali Distrito Especial Deportivo, turístico, cultural, empresarial y de servicios por parte del presidente Juan Manuel Santos.

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La historia de Cali Distrito empieza con unos congresistas del Valle del Cauca a quienes les parecía que Cali debía aprovechar la ley 1617 de 2013, que le confería a los distritos especiales unos instrumentos para profundizar la autonomía territorial y, en teoría, dirigir mejor el desarrollo y el bienestar de sus comunidades. Bajo esa misma premisa, municipios como Buenaventura, Barranquilla, Santa Marta, Tumaco, Turbo, Mompox y Riohacha se erigieron como distritos especiales, al igual que Medellín recientemente.

Dentro de las disposiciones de la ley de distritos, como se conoce a la 1617, está la organización en localidades, establece algunos lineamientos para la descentralización administrativa, le otorga el 10% de los ingresos corrientes de libre destinación a las localidades y permite que el Distrito pueda suscribir contratos Plan. Sin embargo, la letra menuda nos deja claro que la transformación hacia la figura del distrito especial no implica más recursos y que el esfuerzo administrativo será mayor. Ahí empieza a perderse el encanto.

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Erigir distritos parece un esfuerzo poco riguroso desde lo técnico. Una vez entra como proyecto de ley al Congreso, surtirá su trámite y en el camino se definirá la vocación del distrito especial. En el caso de Cali, se seleccionaron cinco vocaciones que hoy no tenemos mucha claridad qué papel juegan en la configuración de la nueva figura jurídica. Para el caso, nos da igual ser distrito cultural que ser distrito biodiverso o distrito agroindustrial, porque en el terreno de lo posible más allá de la denominación no existen pautas para desarrollar tales vocaciones. En últimas, esas vocaciones no pasan de ser un nombre.

Hoy Cali está obligada a adelantar la transformación en Distrito Especial. En 2019, se estimaba que el costo de esa transformación oscilaba alrededor de los 200 mil millones de pesos y que tomaría entre ocho y diez años perfeccionar la transformación de municipio a distrito. Sin embargo, el retorno no parece ser muy elevado. De hecho, si ser distrito tuviese la lógica de un negocio o de un proyecto de inversión, sería inviable y no se haría. Es un embeleco y no promete ser muy distinto a los discretos resultados de otros distritos especiales de Colombia.

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Cuando se pensó en la figura legal de los distritos especiales, la promesa de valor era que el municipio tendría mayor autonomía y alcanzaría un mayor nivel de desarrollo. Hoy, parece que lo primero se cumplirá fácilmente pero que lo segundo puede ser una expectativa sobredimensionada. Poco cambiará Cali como consecuencia de erigirse como distrito especial y ni el turismo, ni la cultura, ni el deporte, ni las empresas ni el sector servicios deben esperar grandes resultados de ese proceso largo, costoso y desgastante.

No tengo duda que Cali Distrito es una quimera, además de que no creo que exista sintonía de la opinión pública y del Concejo con la propuesta que presentará el alcalde en las próximas semanas, más cuando ya huele a campañas políticas locales. Pero, en el fondo, veo que el Estado mismo tendrá que replantear esa figura sobrevalorada de los distritos especiales, que ha demostrado su ineficacia para promover el desarrollo y la autonomía territorial.

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