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De loro viejo a old parrot

Conozco zoquetes que no organizan un par de ideas, pero hablan buen inglés. Y un par de amigos brillantes cuya resistencia al inglés es sólo comparable con la que le tienen al Centro Democrático.

De loro viejo a old parrot
Especial para 90minutos.co

Conozco zoquetes que no organizan un par de ideas, pero hablan buen inglés. Y un par de amigos brillantes cuya resistencia al inglés es sólo comparable con la que le tienen al Centro Democrático.

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Junto con la clasificación absurda hecha por algún infeliz desocupado de que somos el país más feliz del mundo, hay una cantidad de vergonzantes primeros lugares que no vienen al caso, pero servirían para recordar otra nimiedad: dizque hablamos el mejor español del mundo. Otra mentira vergonzante. Una pérfida fruslería expelida por algún gaznápiro inefable. Pierda usted cuidado, no debe avergonzarse porque desconoce cinco palabras de la frase anterior. Es normal. El léxico de un colombiano promedio no llega a las mil palabras y eso que buena parte de ellas son deformaciones del lenguaje. De modo que a lo sumo –si algo puede reconocerse de nuestra forma de hablar– es que los colombianos tenemos la posibilidad de neutralizar el acento.

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En Nueva York, por ejemplo –el lugar del mundo que concentra en Queens la mayor diversidad étnica del planeta– basta con que cualquier hispano abra la boca para identificar su nacionalidad. Mexicanos, cubanos, puertorriqueños, venezolanos, chilenos o argentinos, tienen dejes y formas del lenguaje más fuertes que sus rasgos físicos o su arraigo gastronómico. No es arrogancia, pero tampoco equivocado afirmar que si no se atraviesa el acento regional, los colombianos podemos hablar ‘limpio’. No se habita un país, se habita una lengua; decía el rumano Emile Ciorán, un poeta maldito que sabía bastante sobre la divinidad de la palabra y que escribió su obra en francés. El dinamismo de la lengua y el lenguaje es un maridaje que atiende el deber ser: cada uno por lado, aunque las sagradas instituciones intenten unirlos y regularlos.  

Hay un gran abismo entre el español que se habla en la calle de forma cotidiana y el que se escribe en medios e instituciones, por eso acaso no sea una ligereza decir que logramos entendernos, pero no comunicarnos bien y tal vez allí radica una de nuestras peores tragedias nacionales. ¿Si hablamos el mismo idioma por qué llevamos tanto sin entendernos? Ha de ser porque somos muy expresivos, muy lenguaraces. Porque inventamos palabras para todo. Porque el habla ha perdido su pureza y ha ganado en grandeza. Porque las clases sociales hablan diferente. Porque la élite no habla como el populacho. Porque el metalenguaje (lenguaje infantil, técnico, informático, etc.) y el paralenguaje (el lenguaje o argot de la calle, del hampa, de la salsa, del fútbol, etc.) son sólo algunas de las madres nutricias de esa forma única de hablar que caracteriza a cada pueblo.

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¡160 idiomas se hablan en Queens! Entiende uno aquello de que Nueva York es la Capital del mundo. Latinos, judíos, chinos, italianos, griegos, polacos, rumanos, alemanes y un etcétera más largo que el Empire State acostado. Y todos intentan aprender inglés porque lo necesitan. Y todos hablan un tipo de inglés –no en términos formales claro–, sino en las maneras y adaptaciones a su lengua. Y todos se entienden y se hacen entender. Y todos conservan y preservan la propia, aunque se deban al inglés, que se convierte en otra forma de exclusión y marginalidad cuando no se habla o entiende. Si un colombiano maneja en promedio 1.000 palabras, solo utiliza el 1% de las existentes. De ahí que aprender español sea una tarea compleja, para la que no alcanza la vida, como le pasó a Rufino José Cuervo con el Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana. Murió cuando iba en la letra e y la palabra espera. ¡Qué ironía!

Con empresas menos quijotescas que las de don Rufino –que tomó a sus seguidores más de un siglo concluir–, se ha intentado en este hilacho de vida garabatear el español con cierto decoro y menos aplauso, pues son mis fieles lectores un puñado de familiares, amigos de la cuadra y dos o tres féminas entristecidas con mi compañía. De modo que la noticia de que debía estudiar inglés porque a la universidad con la que trabajo le picó el bicho de la globalización y la educación virtual en pandemia, me dejó turulato. No ha sido fácil estudiar inglés con más de medio a siglo a cuestas y tratando en todo este tiempo de aprender español y tener la certeza de cuánta ilustración me falta aún en la lengua patria.

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Pero cuando toca toca, dijo la loca y se lo echó a la boca. El inglés es desde 1880 con los británicos y tras la finalización de la II Guerra Mundial con los estadounidenses, una especie de ‘lengua universal’ que atiende los designios de la globalización económica y, por efecto directo, su impacto sobre todas las culturas es inobjetable. Hay lugares de los Estados Unidos donde no se necesita hablar inglés. De hecho, hay muchos latinos que saben parlotearlo y no escriben una sola línea. Lo irónico es que haya trabajos en Colombia donde sea indispensable un nivel óptimo de lectoescritura. Y aunque las aplicaciones hoy permiten cierto nivel de comunicación, es mejor saber inglés y no depender de los intérpretes y traductores que parecieran tener nuestro destino en sus manos.

Ahí vamos entonces, volviendo a escuchar música en inglés. Sesentera, setentera y ochentera, porque de alguna manera –a diferencia del rock y el metal– atenúa la resistencia ideológica que calendas atrás me generaba la figura del yanqui colonialista. Viendo series y películas sin traducción simultánea o letreros para ver qué logro entender. Leyendo fragmentos literarios (en realidad aforismos) de Poe, de Twain, de Hemingway, de Faulkner, Dickinson; y textos periodísticos breves de Fitzgerald, Capote, Hersey, Wolfe y el gran Gay Talese, que como el Gringo Viejo de Carlos Fuentes, cruzó la frontera para bajar al patio trasero de su imperio nación. Tratando de traducirlo todo, haciendo un esfuerzo hasta hace poco impensable: pensar en inglés. Y claro, volviendo chiste esta vieja tarea aplazada.

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Así como jugar ajedrez mejora la inteligencia (para jugar ajedrez), saber inglés la fortalece para lo mismo. Conozco zoquetes que no organizan un par de ideas, pero hablan buen inglés. Y un par de amigos brillantes cuya resistencia al inglés es sólo comparable con la que le tienen al Centro Democrático. No les va mal con el vocabulario, pero su pronunciación es un despeñadero. Y de la escritura mejor no escribir. Si los gringos debieron imponer el inglés como primera lengua en zonas fronterizas con México, entiende uno que la posibilidad de insertamos en el mercado mundial requiera del inglés. ¡Nuevo colonialismo! Es una forma de conocer cómo piensa el monstruo. A eso se dedicó Nelson Mandela los 27 años que estuvo preso: a aprender inglés para intentar comprender a su opresor. Bueno, el empleo es una forma moderna de condena y esclavitud. Ya habré de liberarme.

Spanish tells me where I come from, maybe English tells me where I'm going.

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Crónicas de un mal anunciado

Personajes como Matador o Pirry han pasado a criticar públicamente al actual presidente, cuando no hace mucho militaban en sus filas.

Crónicas de un mal anunciado
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Personajes como Matador o Pirry han pasado a criticar públicamente al actual presidente, cuando no hace mucho militaban en sus filas.

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Recientemente, algunas personalidades mediáticas colombianas, como Matador o Pirry han pasado a criticar públicamente al actual presidente, cuando no hace mucho militaban en sus filas. En particular llama la atención la forma en que dicen estar decepcionados después de haber votado por un cambio para el país, y en su lugar han encontrado a un presidente arrogante y tirano. No es para menos, ya que a Petro parece faltarle ya sea el interés o la capacidad de cumplir con todo lo que prometió en campaña, o lo que lleva años promoviendo como líder de izquierda y de oposición en Colombia.

Estos meses se han caracterizado por escándalos de grandes proporciones e intentos de reformas alarmantes. Alegando ser el presidente del cambio, Petro ha buscado enfocarse en cuestiones de salud y empleo. Para ello, ha anunciado una reforma en lo relativo a ambos temas. En los dos casos, la perspectiva difícilmente podría ser más espantosa. Por un lado, la reforma a la salud plantea aún muchas dudas sobre su articulado, pero lo que se ha conocido ha generado una enorme preocupación en la opinión pública. La reforma laboral por su parte no se queda lejos, y ha dejado ver un panorama muy oscuro para las condiciones reales de empleabilidad de los colombianos en caso de aprobarse.

Si bien el sistema de salud tiene muchas cosas que deben cambiar, lo que deja ver Petro es un odio enfermizo hacia el sector privado y la obsesión de que sea el Estado quien se encargue de prestar el servicio por completo. Con la experiencia mundial del fracaso de los Estados al encargarse de las prestaciones sociales, y su ineficiencia al encargarse de los problemas públicos, no es de extrañar que incluso aquellos que anteriormente confiaron en Petro se preocupen. Son bien conocidos los problemas del modelo EPS, pero dejar a los usuarios únicamente en manos del Adres revela que al presidente le importa menos solucionar el problema que imponer su capricho particular sobre los colombianos.

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La reforma laboral por otro lado lleva a cuestionarnos si realmente el presidente es un economista. Lo único que revela es su afán por regular y controlar todo aquello que prospera y genera bienestar. Jamás Petro ha ocultado su desprecio por el sector productivo, ni su afán igualitarista que siempre tiene como consecuencia la destrucción de la riqueza y el empobrecimiento de la sociedad. Por supuesto, mejorar las condiciones de los trabajadores siempre es un buen objetivo. Sin embargo, la experiencia muestra que los obstáculos estatales a las empresas suelen terminar en más desempleo. De esta forma, iniciativas como el aumento de las horas extra o la regulación de los contratos de las plataformas digitales solo pueden augurar desempleo, pues habrá menos incentivos para contratar.

Por si su peligrosa agenda política fuera poco, no han faltado los escándalos en su administración. Y el hecho de que los involucrados sean personas tan cercanas como su hijo o su vicepresidenta revelan hasta qué punto el abuso del poder es una constante en el entorno de Petro. Que, por un lado, la vicepresidenta del cambio, que tanto criticó los excesos de la clase política, ahora monta en helicóptero hacia su vivienda en Dapa, y que cualquier crítica hacia su incoherencia sea clasismo o racismo, muestra la hipocresía de quien es la única que parece vivir sabroso. Por otro lado, que el hijo del presidente este siendo investigado por lavado de activos, hace preguntarse qué valores existen en la familia presidencial. Aunque por supuesto, ya Petro se lavó las manos respecto a su crianza.

No es entonces sorprendente que ciertas personalidades públicas muestren su inconformidad con el gobierno Petro aun después de originalmente apoyarlo. Sin embargo, con base al desastre de su gobierno, de lo que solo se han enunciado pequeñas muestras, lo correcto sería que adicionalmente pidieran disculpas públicas por ayudar a elegir a un megalómano incompetente. ¿Pero acaso no pueden equivocarse? La vida está llena de errores, pero elegir a un criminal indultado, un congresista jactancioso, y un alcalde desastroso, que jamás ocultó todas sus nefastas ideas para la presidencia, deja sin excusa a todo aquel que votó por él.

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¿Cuál libertad y qué orden?

Caraduras, eso es lo que son y de los más descarados. Es lo que demuestran. Desvergonzados y sinvergüenzas, es lo que debe gritárseles en la cara.

¿Cuál libertad y qué orden?
Especial para 90minutos.co

Caraduras, eso es lo que son y de los más descarados. Es lo que demuestran. Desvergonzados y sinvergüenzas, es lo que debe gritárseles en la cara.

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Caraduras, eso es lo que son y de los más descarados. Es lo que demuestran. Desvergonzados y sinvergüenzas, es lo que debe gritárseles en la cara. Su falsedad es tan o más grande que recurrir a un símbolo patrio obtuso, anacrónico y desgastado para atacar a un gobierno –que con todo y sus yerros– procura equilibrar con propuestas (mientras se supera) la marginalidad, la exclusión, la inequidad y la iniquidad históricas de una nación llevada a la pobreza y sumida en la ignorancia. Ya quisieran ser cínicos, pero no les alcanza. Su forma de pensar no es crítica sino mezquina, no es subversiva sino abusiva y totalmente revulsiva, agazapada en la defensa oculta de intereses privados. De los sistemas sociales vigentes les interesa el mantenimiento de los privilegios de quienes los tienen como simples lacayos y sostener las convenciones que van en contra de una –acaso utópica– idea de la vida en libertad, naturaleza y humanidad.

Son un puñado de politiqueros de oficio los que ponen el escudo nacional como estandarte –virtual por supuesto– de un clamoroso pedido de libertad y orden que le han negado al pueblo, no a la patria, para no utilizar otro intangible. Elsa Noguera, un alfil del cuestionado clan Char y del plutócrata Vargas Lleras y su Cambio Radical, que nada tiene de cambio y menos de radical, lanza la propuesta de recuperar para el país dos conceptos que ella y sus patrones han resquebrajado desde siempre. Baste pensar en qué autoridad moral o integridad ética puede tener una señora envuelta en escándalos de corrupción en todos los cargos que ha desempeñado y que hace ochas y panochas con el presupuesto en plena pandemia. En ese cuerpo frágil de 1,40 metros, con osteogénesis imperfecta, se esconde una perfecta y grandiosa protectora de los poderosos que hábilmente lanza esta cortina de humo que disipará el ventilador de Aída Merlano que salpica y pica a sus patrones. Y entonces la horda de borregos pobres que se creen de derecha corre a copiar y pegar el escudo para reclamarle al gobierno la ‘mano firme’ que bombardeó y mató niños, personas inocentes e incluso retrasados mentales para mostrarlos como guerrilleros muertos en combate, en la más atroz y vergonzante prueba de bajeza de gobierno alguno. No los culpo, pero tampoco los disculpo; debe decirse que en términos sociopolíticos e históricos, no han ni siquiera abierto los ojos.

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Han de ser los que cantan a pulmón herido el coro y la única estrofa del Himno Nacional que se saben –la primera– y de la que desconocen el significado de inmarcesible. De las otras diez no tienen ni idea y tampoco de términos como pérfida, abnegación, epopeya, termópilas o cíclopes, que no lo hace a uno más o menos colombiano, buena o mala persona, pero sí más o menos iletrado. Amén de ignorante de la historia del himno y de Colombia. Los símbolos patrios son intangibles que en nuestro caso apelan a la emocionalidad y la sensiblería, nada más. Recogidos eso sí del exterior, como casi todo en una nación que imita y no crea, que copia y no produce, que quiere parecerse a todo menos a sí misma. Sí, de la Revolución Francesa, que logró el paso de una monarquía absoluta a una constitucional y a la que le debemos los conceptos de derecha e izquierda, por la simpleza del acomodo en las viandas que compartían con el monarca. Tardó más de un siglo en consolidarse y aquí todavía no lo hemos logrado. Nos ufanamos de tener la democracia más estable de América Latina, pero en muchos aspectos esta es sólo un formalismo. 

De allí también sobreviene la libertad, pero no la igualdad, que aquí se cambió por orden, como una especie de mecanismo de control más que de justicia y paridad. El orden, señoras y señores que tienen el escudo en sus redes sociales, no son las Fuerzas Armadas y su control territorial o ciudadano; el orden es el equilibrio social que permite el bienestar de todos los ciudadanos producto del acceso equitativo a las posibilidades de procurarse una óptima calidad de vida. Eso es vivir sabroso. Si les acaba de dar urticaria: ¡pues de malas!  La razón, la igualdad y la libertad, son los pilares de la Ilustración, pero nuestros líderes –que también sacaron del parche a la fraternidad– sabiendo lo que podría significarles a las élites empoderar (término ya prostituido) al populacho, pusieron en el escudo sólo libertad y orden. La libertad todos sabemos es relativa y mucho más si no están dadas las condiciones. Usted es libre para salir del país, pero el listado de requisitos incluye, pasaporte, visa, dólares, tiempo y un largo etcétera, que comienza con no tener pendientes con la justicia si usted es de los de ruana.

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La pintura de la Libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, es hermosa y simbólica, pero no real en términos de significado. Pudo haber sido piedra angular de la filosofía democrática en 1830, pero hoy no pasa de ser un gran atractivo del Museo del Louvre de París. De allí copiamos los colores de la bandera, cambiando el blanco por el amarillo. La democracia es apenas el menos perverso de todos los sistemas de gobierno inventados por el hombre, cuyos fundamentos hoy son la manipulación mediática, el mercadeo electoral, las redes sociales y la inteligencia artificial o el Big Data. Son las vainas de “ese curioso abuso de la estadística”, como dijo el argentino universal Jorge Luis Borges. De allá también copió Antonio Nariño Los derechos del hombre y del ciudadano, para tapar el cagadón que había cometido como tesorero de diezmos del arzobispado, regidor y alcalde mayor provincial: utilizó los dineros públicos para beneficio personal y se convirtió en el mayor exportador de quina, café y té de la capital neogranadina. La maña es vieja y no sólo se ha generalizado, sino pulido.

Al escudo poco le queda y muy poco nos representa. El cóndor, rey de los carroñeros, líder de los gallinazos y a punto de la extinción, lo encabeza. Sostiene con su pico córneo una corona de laurel y la cintilla de Libertad y Orden. Estados Unidos tiene al águila: visión aguda, gran altura, rapidez, envergadura y efectividad. Dos cornucopias de la abundancia: una con oro, que los extranjeros explotan hace más de 530 años y que ninguna riqueza refleja en los territorios. La otra, llena con los frutos del pródigo suelo, que tampoco han garantizado seguridad alimentaria para todos. Al centro de las mismas, una granada, no de fragmentación, sino fruto tipo exportación. Abajo, engarzado en una asta, el gorro frigio que representó a las clases más pobres a finales del siglo XVII, después a los ideales citados y que hoy ningún pobre se pone. Y al final, los dos océanos y la Panamá que ya no nos pertenece porque la vendieron en 1903 en 25 mil dólares.

¡Qué vergüenza con ese escudo, quítelo pues y póngase a estudiar historia política de Colombia a ver si la logramos cambiar y no la repetimos como condenados a otros Cien años de soledad!

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La anticorrupción no es un eslogan

Lastimosamente no serán los entes de control quienes pongan fin a este tipo de insuficiencia e inmoralidad administrativa debido a que la anticorrupción no es solo un discurso, una idea o una vaga narrativa escrita en un póster o recitada en un micrófono.

La anticorrupción no es un eslogan
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Lastimosamente no serán los entes de control quienes pongan fin a este tipo de insuficiencia e inmoralidad administrativa debido a que la anticorrupción no es solo un discurso, una idea o una vaga narrativa escrita en un póster o recitada en un micrófono.

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Por: Ana Erazo Ruiz, Concejala de Santiago de Cali

La anticorrupción en época de campaña parece más un eslogan para vender un producto en un supermercado que el compromiso real de cara a la ciudadanía. Quienes desde el Concejo tenemos una responsabilidad política con la ciudad comprendemos que el control político es nuestra obligación. A partir del debate que dinamizamos durante esta semana sobre el empréstito aprobado en el año 2020 por la suma de 650 mil millones de pesos hoy podemos decirle a las y los caleños que la deuda que tenemos como ciudad por los empréstitos de Armitage y Ospina asciende a más de 1.85 billones de pesos al cierre del 2023, asimismo que, debemos lograr que el Concejo de Cali cuente con una bancada liderada por mujeres y hombres preocupados por desempeñar sus funciones de control político con determinación y sin vacilación alguna.

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Nuestro debate dejó en evidencia los altos niveles de deuda y la paupérrima ejecución de obras y proyectos que hoy soporta la ciudad, es por esta razón que han surgido diferentes voces, muchas provenientes de quienes hicieron parte del gobierno de Armitage -responsable de la aprobación de un empréstito de iguales proporciones entre 2016 y 2019, que pretenden desligarse de la responsabilidad política por el endeudamiento que hoy debería ser motivo de preocupación de quien pretenda ocupar el tercer piso del CAM.

Desde discursos del desarrollo que se reducen a la promoción, diseño y construcción de proyectos nos vendieron los empréstitos que hoy tienen condenada a Cali a una deuda de más de 1 billón de pesos sin que se evidencien mejoras, medidas o acciones que impacten positivamente la vida de los y las caleñas. Olvidan y no les importa la crisis social, económica y de informalidad en la que quedó una de las capitales con mayor informalidad del país debido a las medidas restrictivas derivadas de la pandemia. El hambre nunca fue la preocupación de esta administración ni de las pasadas que se enfocaron en el diseño de proyectos que, conforme las evidencias y la experiencia, pareciera se quedarán en sueños de desarrollo en una Cali abandonada y olvidada. De ahí que sea nuestro deber analizar qué pasó con los 14 proyectos estratégicos iniciales, qué será lo que realmente le quedará a Cali y cuál es el papel que jugará cada uno de los y las candidatas ante este opaco escenario de deuda e ineptitud. 

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Los hallazgos que expusimos esta semana son escandalosos: La mayoría de los proyectos financiados con recursos del empréstito tienen un 70% del presupuesto comprometido, apenas se ha desembolsado el 24% del recurso, y, con respecto a los avances físicos, en la mayoría de las obras y proyectos solo se han logrado avances que se ubican por debajo del 10%. Un total desgreño, engaño y despropósito. Para concluir, debo extender un llamado a la ciudadanía caleña: Lastimosamente no serán los entes de control quienes pongan fin a este tipo de insuficiencia e inmoralidad administrativa debido a que la anticorrupción no es solo un discurso, una idea o una vaga narrativa escrita en un póster o recitada en un micrófono.

Esta ciudad no se merece ser un experimento más. Se merece escenarios de transparencia donde se conciba la contratación desde la administración pública, a diferencia de la mayoría de los anteriores gobiernos, con vocación pública centrada en la atención de las problemáticas de la sociedad caleña, en la recuperación de la ciudad para todos y todas y no en la distribución de los recursos con fines económicos y políticos de carácter particular.

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