Uno de los comentarios más repetidos respecto a Cali hasta hace unos 20 años, es que era una ciudad cívica. Desde que comenzó su proceso de expansión se hablaba de que Cali, con sus problemas y dificultades, era una ciudad en crecimiento, atractiva, y con cultura ciudadana. Este proceso tuvo algunos puntos altos, especialmente en las décadas de los años 70 y de los 90, donde Cali fue ampliamente reconocida como la segunda ciudad más importante de Colombia. Con todas las adversidades que la ciudad enfrentaba, como por ejemplo la inseguridad en el periodo más oscuro, era una ciudad en crecimiento. Las calles se veían bien, los puentes eran estables, los edificios se encontraban conservados, y existía un ambiente de civismo. No en vano, existe una constante añoranza del “Cali viejo” por parte de su población.
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Los años han pasado, llegó el nuevo milenio y nos adentramos en este. La ciudad sigue siendo importante, pero hay una sensación de estancamiento. Dejó de ser la segunda ciudad de Colombia, y la sensación es que en un futuro próximo bajará al cuarto lugar. El civismo parece haber desaparecido, y el atractivo ha disminuido en gran manera. El crecimiento ha continuado, pero sumado a los puntos negativos, parece ser hacinamiento. Se observa innovación en ciertas obras, pero estas no se traducen en desarrollo real para Cali. La movilidad se dificulta cada vez más, y la percepción de inseguridad continúa aumentando de forma alarmante.
Haciendo un balance entre lo positivo y lo negativo, se valoran iniciativas que se vienen desarrollando desde la administración municipal como es el caso de los separadores viales, una intervención de 90.000 metros cuadrados que han permitido la recuperación de espacios que habían sido abandonados e impactados por basuras y desechos. A su vez se reconocen iniciativas empresariales como la de una cadena de farmacias que han contribuido satisfactoriamente a la reactivación económica y al embellecimiento de sus alrededores.
Sin embargo, continúa esa sensación de estancamiento de la ciudad, efecto que muchos los relacionan a su imagen o a su estética. El orden físico de la ciudad muestra una radiografía de la misma. Al transitar por Cali se observan huecos en las vías, puentes en mal estado, basura y suciedad en lugares públicos, grafitis en fachadas de edificios y excesiva presencia de habitantes de calle etc. La imagen de la ciudad se encuentra por el piso, y es un sentir de los ciudadanos, los comentarios del día a día entre amigos, vecinos, el taxista, el empresario y el estudiante. De las quejas frecuentes se encuentra la dificultad para entender porque esta terrible situación aún no tiene solución y por el contrario, Cali retrocede cada vez más. Algunos tienen expresiones como de estar muy cerca de ser una ciudad cloaca.
Pensemos por un momento en la teoría de las ventanas rotas de Philip Zimbardo. La existencia de una ventana rota implica un cierto abandono del edificio o vehículo en cuestión, algo que disminuye la responsabilidad hacia lo que le ocurra. Es la percepción de lo que nos rodea lo que explica nuestro comportamiento hacia ello.
Algo a tener en cuenta por la institucionalidad a la hora de prevenir algunas conductas, además de optimizar los entornos de la ciudad, promoviendo una cultura ciudadana, el respeto y el sentido de pertenencia, que le permita a todos los moderadores de ella, reconocerse para crear vínculos de afecto por el lugar que habitan.
Teniendo en cuenta lo estético como un aspecto importante, se deriva de su mal estado, la falta de orden y autoridad que vive esta ciudad. Dicha situación nos lleva a percibir la ausencia de un liderazgo institucional que genere la confianza o motive a la ciudadanía a ser participes de iniciativas para el embellecimiento de los espacios públicos.
La ciudad se ha salido de control, ha perdido el norte y el rigor, hemos perdido el civismo y el compromiso por lo nuestro. La administración no ha entendido que su rol como institucionalidad es brindarle garantías de tranquilidad a la ciudadanía. Cuando no hay orden, nada funciona.
Para eso hay que entender cuáles son las competencias de la autoridad local, sus responsabilidades legales y presupuestales que en su totalidad tienen la mayor carga u obligación, es decir, se le atribuye en gran parte el compromiso de articular los diferentes sectores, generar estrategias de participación ciudadana, reestablecer el orden y hacer un uso eficiente de los recursos públicos para el mantenimiento de Cali.
Cabe entonces preguntarse después de esto, si no nos preocupamos por lo más simple, que es el aseo y orden de la casa, ¿Cómo vamos a construir una piscina? Son contadas las obras que han contribuido con mitigar el problema del mal aspecto – físico-; pero que solución ha traído esto cuando el problema surge de los valores y de que tan arraigados nos sentimos a la ciudad. Creo que primero debemos recuperar la autoestima de los caleños, con orden y disciplina se crean compromisos, por tanto es de suma importancia forjar en los ciudadanos la confianza, el orgullo y la disposición para seguir trabajando por la restauración de esa Cali Cívica que todos esperamos.
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