Al cumplirse 30 días de la presidencia de Gustavo Petro, empiezan a observarse en el camino algunos indicios de sus prioridades y del camino que plantea continuar en los siguientes 47 meses de su gestión. En medio de muchas expectativas y algo de inquietud por parte de no pocos sectores de la sociedad colombiana, el nuevo gobierno deja ver los matices que caracterizarán su gestión y ya se empiezan a notar los ejes de su administración, así como deja en evidencia algunos flancos débiles.
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Luego de una campaña presidencial donde el hoy jefe del Estado dejó ver unas ideas radicalizadas sobre temas como la salud, la ruralidad y el comercio exterior, nos ha sorprendido cómo Petro ha moderado buena parte de sus posturas electorales y ha dado muestras de pragmatismo que nos evoca a personajes como Juan Manuel Santos. Su capacidad de estructurar una coalición de gobierno amplia, neutralizando a potenciales detractores, le han concedido una gobernabilidad robusta de la mano de dos expertos de la política como lo son Alfonso Prada y Mauricio Lizcano.
Esas jugadas de Petro han dejado debilitados a los sectores de oposición, hoy representados por el Centro Democrático, Salvación Nacional y Cambio Radical, carentes de narrativa y sin una estrategia política para recoger a los casi 10.5 millones de colombianos que votaron por una opción distinta al presidente en junio pasado. En ese sentido, es probable que muchas de las posturas más duras de Petro se suavicen para poder mantener intacta esa filigrana política que unió a partidos tradicionales con los alternativos.
Sin duda, un acierto de Petro en este mes es que terminó la fantasiosa doctrina que tenía Colombia con Venezuela, que desconocía al régimen del dictador Maduro. Si bien el chavismo ha golpeado a nuestro vecino, resulta inútil desconocer que conserva la legitimidad y el control. El restablecimiento de las relaciones bilaterales es, por el momento, un acierto. En el caso de la reforma tributaria, hace bien el gobierno al aprovechar los vientos a su favor para sacarla en esta primera parte de su mandato. Ojalá se revisen algunos componentes como los de los impuestos a las empresas y se apruebe una ley fiscal que responda a las necesidades fiscales sin desestimular la inversión privada.
Pero también veo con inquietud dos frentes fundamentales del nuevo gobierno. No porque crea que van en el camino equivocado, sino porque no parece que el presidente y su gabinete tengan definido cómo avanzar. Por un lado, la paz total no parece tener una hoja de ruta clara y tiene señales que la asemejan más a una política de apaciguamiento. El presidente Petro deja dudas sobre cómo va a llegar a esa anhelada paz total y la seguridad continúa la senda de deterioro que traía desde el fracaso estruendoso de la política de defensa y seguridad nacional del gobierno anterior. Como lo destaca el exalto consejero de la Reintegración, Alejandro Eder, no es paz o seguridad, sino que son ambas simultáneamente.
Por otro lado, el asunto energético deja muchas dudas. Si bien es claro que este es un gobierno que le apuesta a la transición ecológica, no existe certeza de cómo mitigar los impactos que inevitablemente llegarán, en particular con la liberalización de los precios del combustible; esta es una medida necesaria, pero se puede convertir en un problema mayor sin una ruta para mitigar los efectos adversos en el corto plazo. También hay algo de desconfianza porque la ministra de Minas y Energía, principal responsable de esta tarea, no parece contar con el bagaje necesario para semejante empresa.
Quedan aún incógnitas en el horizonte con temas como las reformas laboral, pensional, política y del sistema de salud que están en su programa de gobierno. Esperamos que el gobierno muestre señales de moderación y opte por hacer reformas incrementales, que renuncien a la alucinante idea refundadora que esgrimieron en campaña. Es importante que no sometan al país a deliberaciones sobre el futuro que vayan en detrimento de las decisiones que deben ser tomadas hoy. Sin renunciar a la visión prospectiva, el presente es la prioridad.
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