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El amor social

Nuestra ciudad nos ofrece bellos y agradables espacios y maravillosas experiencias urbanas y rurales en todos sus territorios, que nos hablan de sus mejores atributos: sus paisajes y la calidez de sus gentes.

El amor social
Foto: Especial para 90minutos.co

Nuestra ciudad nos ofrece bellos y agradables espacios y maravillosas experiencias urbanas y rurales en todos sus territorios, que nos hablan de sus mejores atributos: sus paisajes y la calidez de sus gentes.

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“No habrás de hallar nuevos sitios, ni encontrarás otros mares.
Te seguirá la ciudad. Las calles donde deambules
serán las mismas. En estos mismos barrios te harás viejo.
Y mudarás a gris en estas mismas casas.
Siempre vendrás a esta ciudad”

Constantin Cavafis: La ciudad.

La ciudad está en ti; está en tu mente y en tu corazón antes de transformarse en avenidas, parques y edificios. Cuando la ciudad se construye ha estado en la mente del urbanista que la planifica, la arquitecta que la diseña, la ingeniera que la edifica; del maestro que levanta la casa como los sueños de sus dueños, del albañil que construye las paredes de una nueva escuela o centro comunal, o del líder que traza las calles de una nueva urbanización informal. La ciudad es creación en el espacio, es acción durante el tiempo y es el sentimiento que en ella pone la sociedad que le da vida; la ciudad es también un acto de amor.

Nuestra ciudad tiene espacios bellos; uno de los más atractivos para recorrer y visitar en Cali por su ubicación paralela al rio Cali, los servicios que ofrece, su arquitectura y su gente es desde el oeste en Santa Rita, pasando por El Peñón hasta llegar al barrio San Antonio o al mismo Centro; un recorrido lleno de sensaciones. Sus edificaciones evocan el encuentro entre lo antiguo y lo nuevo, destacando varios edificios modernos como el museo La Tertulia, hotel Intercontinental, Telecom, el edificio del antiguo Banco Industrial colombiano -BIC- y la Gobernación, en contraste con la plazoleta y la iglesia de San Francisco y su torre mudéjar, además de la poca arquitectura colonial que nos queda. De otro lado, nos encontramos con personas en diversas actividades; desde quienes se ganan el sustento en los establecimientos comerciales o el espacio público, hasta quienes cumplen el deber de realizar una diligencia en la Alcaldía, EMCALI o en el entorno de la plaza de Caicedo. También quienes buscan en el barullo del centro un producto a menor precio o incluso una ocasión para divertirse.

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Así como este breve ejemplo, nuestra ciudad nos ofrece bellos y agradables espacios y maravillosas experiencias urbanas y rurales en todos sus territorios, que nos hablan de sus mejores atributos: sus paisajes y la calidez de sus gentes.

Sin embargo, también hay sensaciones y experiencias no tan agradables o divertidas, y van desde la presencia de contaminación ambiental de diverso tipo o el notable deterioro de algunas zonas de la ciudad, pasando por las incomodidades del mal estado de las vías o la inaccesibilidad a algunos espacios, la mala calidad en la prestación de algunos servicios, la realización de actividades no compatibles en algunos entornos residenciales o institucionales, el alto consumo de psicoactivos, la presencia de población en estado de calle, entre otros, hasta las más graves como la intolerancia, las agresiones directas, los delitos de diverso tipo, con altos indicadores en casi todos las comunas y corregimientos de la ciudad.

La estela de inseguridad que se vive actualmente es quizá la más importante frustración que tiene toda la sociedad que habita y construye Cali; sociedad víctima de un complejo entramado de actuaciones de grupos de diverso tipo y modalidades delictivas, que hacen presencia en la ciudad. Un fenómeno persistente que tiene múltiples causas y que no ha podido hasta ahora ser enfrentado con las estrategias y herramientas adecuadas y que sitúan a la ciudad en posiciones de desventaja frente a la necesidad de resolver otros problemas importantes del desarrollo territorial.

Sin querer obviar desde luego que es necesaria una poderosa y decidida intervención de los gobiernos nacional y distrital, y la sociedad en su conjunto, sobre las organizaciones dedicadas al delito como finalidad, es también necesario observar a una población marginada que ciertamente participa en los indicadores de inseguridad de la ciudad, pero sobre la cual es necesario definir un enfoque diferente de intervención.

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Es la población en situación de calle que preocupa al Colectivo Urbano Regional, tanto por las condiciones mismas de vida, como por algo que pasa inadvertido en el ritmo trepidante de una ciudad cercana a los tres millones de habitantes, la falta de amor en que se encuentra. Porque al final de esto se trata, con desamor no se construye una mejor ciudad; o por lo menos con un estimable afecto que se denomina amor social. Pues “el amor, a pesar de ser un fenómeno neuronal y biológico, también es un fenómeno social. En ese sentido, los sociólogos en general están de acuerdo en que la sociedad determina el amor como sentimiento, rito y comunicación. Las diferencias estarían en los grados de determinación.”[1]

El amor social nos indica que además de considerar que son importantes los afectos que nos unen a la pareja, los padres, los hijos y el resto de la familia, o el afecto que nos une a los vecinos o al grupo de interés próximo, es necesario que revisemos si aportamos en la consolidación de un afecto compartido por la sociedad que procura el establecimiento de mejores relaciones entre quienes construimos la ciudad, la región o el país, o si por el contrario nos ocupamos de incentivar la diferencia y la segregación que origina violencias étnicas, sociales, espaciales y económicas.

La población que más sufre estas violencias está en la calle y en zonas de desarrollo informal, principalmente. En particular, la población en situación de calle (DANE, 2019), alcanza la cifra de 4.749 habitantes (87,9% hombres y 12,1% mujeres). No obstante, las cifras han aumentado, pues se indica (DANE, 2021), que en Cali hay ya 6.248 habitantes de calle (86.6 % hombres y 12.4% mujeres). Sin embargo, la Alcaldía reporta que esta cifra en realidad se acerca a los 8.000 habitantes. Situación en crecimiento ante la cual el simple repudio o la invisibilización no resuelve el problema, por lo que se requiere una política pública que permita enfrentarlo con todas las capacidades institucionales y todo el amor social disponible, para, indirectamente, desactivar uno de los generadores de inseguridad recurrentes en la ciudad.

En nuestro gobierno promoveremos el amor social como mecanismo para enfrentar realidades de la ciudad que requieren de nuestro afecto, y escalaremos al gobierno nacional nuestra preocupación por este tema, pues compartimos que falta un poco de aquello que nos hace más humanos a la hora de enfrentar los enormes retos de manera colectiva, entre los cuales, el principal es la construcción de una mejor ciudad y región. Por ello decimos: la ciudad se parece a la sociedad que la construye.


[1] Adriana García Andrade (2015). El amor como problema sociológico.

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¡Sean más creativos!

Lo único cierto es que está campaña ha sido respaldada por empresarios con visión, innovadores y por la gente que quiere de verdad transformar la ciudad.

¡Sean más creativos!
Especial para 90minutos.co

Lo único cierto es que está campaña ha sido respaldada por empresarios con visión, innovadores y por la gente que quiere de verdad transformar la ciudad.

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Mucho se ha dicho sobre esta candidatura en los últimos seis meses. Que soy la de Jorge Iván Ospina, que soy la de Juan Carlos Abadía, que soy la de Dilian Francisca, ¿Con cuántas más maquinarias me van a relacionar para hacerle daño a esta aspiración?

A los que dicen que soy la del Alcalde los reto hoy a que presenten pruebas: ¿Cuánto dinero ha ingresado a esta campaña por parte de él o de su grupo? ¿Cuántas firmas nos recogieron para inscribir nuestra aspiración? Yo he sido crítica de los resultados de esta administración porque no podemos tapar el sol con un dedo. ¡Cali está mal y necesita una transformación inmediata!

A los que dicen que Abadía apoya nuestra candidatura, explíquenme porqué su Partido Liberal está con el eterno candidato Roberto Ortiz, quien campaña tras campaña se inscribe apoyado por los mismos politiqueros de siempre.

Mismo caso respecto a Dilian Francisca, dicen que es mi pariente (cuando ya expliqué mil veces el lejano grado de consanguinidad), que es mi jefe política. ¿Alguna vez me han escuchado o me han visto apoyando su actual candidatura a la Gobernación del Valle? ¿Dónde están las pruebas? ¿Dónde está la plata que ha ingresado a esta campaña por parte de Dilian?

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Otro que negó rotundamente que fuese a aliarse con la política tradicional fue Alejandro Eder, quien hoy posa feliz en compañía de los dueños de las maquinarias, tal vez respondiendo a una obsesión suya y de su familia por llegar a la Alcaldía de Cali.

Díganme, ¿por cuántos partidos políticos estoy avalada? ¿A cuántos medios de comunicación de pluma blanca estoy comprando para que hablen de mí? Ese es el caso de Diana Rojas, que permanentemente vive diciendo que es de la gente y la ciudadanía cuando públicamente ha admitido que es de Armitage y de Reyes Kuri.

Todos ellos están dispuestos a venderse por llegar a la Alcaldía de Cali y eso lo demuestran elección tras elección. Yo los invito a que sean más creativos e innovadores, pongan a trabajar sus equipos y paren ya con las mentiras

Lo único cierto es que está campaña ha sido respaldada por empresarios con visión, innovadores y por la gente que quiere de verdad transformar la ciudad. Nuestro aval nos lo dieron las 213.647 personas que firmaron y nos dieron su voto de confianza. Vamos a hacer historia con orden y autoridad. Vamos a elegir la primera alcaldesa de Cali: Miyerlandi.

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Derecho a la ciudad

Debemos hacer posible una ciudad de población con alta formación académica y ciudadana, capacidad de emprender, con inmigrantes y desplazados integrados, con inclusión social, justicia espacial y ambiental, movilidad sostenible, segura y con la misión de generar bienestar para toda la población.

Derecho a la ciudad
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Debemos hacer posible una ciudad de población con alta formación académica y ciudadana, capacidad de emprender, con inmigrantes y desplazados integrados, con inclusión social, justicia espacial y ambiental, movilidad sostenible, segura y con la misión de generar bienestar para toda la población.

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“Las ciudades prosperan cuando en ellas abundan las pequeñas empresas y los ciudadanos con formación”

Edward Glaeser.

Dicen los mayores estudiosos de la ciudad, que la creación de la primera aldea en Uruk - Mesopotamia (actual Irak), pudo haber tardado hasta 3.000 años, en un proceso que llevó al Homo Sapiens a detener su andar frenesí por el planeta entre 15.000 y 12.000 años atrás.

Desde las primeras aldeas creadas en la geografía de los valles más fértiles de la tierra, hasta la actualidad, el crecimiento de las ciudades ha sido imparable. Especialmente durante los últimos 250 años en que nuevos avances en industria, higiene, diversificación y especialización en la producción, intensidad de los intercambios comerciales, desarrollos tecnológicos, creación de nuevas instituciones públicas y generación de oportunidades de formación y trabajo, han atraído por cientos de miles a las familias del campo hacia las concentraciones urbanas.

Aunque el ritmo de traslado de la población del campo a las ciudades ha sido intenso, hasta hace muy poco (año 2007), la población urbana apenas pudo sobrepasar a la rural. Es decir, durante 12.000 años hubo más población en el campo que en las ciudades. En la actualidad (año 2023), el 56% de la población mundial habitamos en ciudades y se proyecta que en el año 2050 esta proporción rebase las dos terceras partes del total, y sólo una tercera parte permanezca como población rural. Esto, desde luego, son cifras que promedian la situación del globo porque no en todos los países el comportamiento es igual.

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En Europa, por ejemplo, el promedio de población urbana es del 75%. En Estados Unidos esta población llega al 82%. En la China equivale al 42% y en India tan solo es el 29%. En Colombia, en el año 2020, alcanzamos el 81% de población urbana. Si consideramos que en el año 1960 esta población era apenas del 46% del total de los colombianos, podremos apreciar en nuestro medio los efectos positivos de todos los factores por los cuales crecen las ciudades en el mundo; pero podremos apreciar también una situación que regularmente se invisibiliza, y es el impacto que los conflictos políticos y militares, con el consecuente despojo y desplazamiento de población rural, han tenido sobre la conformación de ciudades en nuestro país.

Las diferentes condiciones en que llegan las poblaciones a las ciudades producen también entornos de ciudad diferenciados, muy especialmente entre aquello que denominamos ciudad formal y ciudad informal; esta última ciudad autoproducida por las comunidades sin mayor apoyo institucional y regularmente sin acceso a empleo, servicios sociales básicos y reconocimiento de derechos.

Es necesario reconocer que ha habido esfuerzos importantes de los gobiernos nacional y de las entidades territoriales por hacer frente al fenómeno de la ciudad informal, pero sin obtener los resultados esperados. Muchos procesos erráticos, mal diagnosticados o formulados, sin suficientes recursos y voluntad institucional, sin apoyo de tantos actores necesarios, entre otros factores, dan cuenta de la incapacidad de la mayoría de los gobiernos para alcanzar un enfoque exitoso en este tema. En Cali no se ha podido enfrentar con determinación esta situación muy a pesar de existir diagnósticos completos desde el año 1997 (EMCALI), y avances en programas como el de Recomposición integral de zonas marginales -PRIZMA- (2004 al 2011), o los Territorios de inclusión y oportunidad -TIOS- (2012 al 2019). Estos no han tenido, o las formulaciones correctas, o el respaldo y los recursos que requiere enfrentar el tema con determinación. De tal manera, el reconocimiento del Derecho a la ciudad y la integración, principalmente de población en condiciones de informalidad, sigue en veremos.

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El Derecho a la ciudad se ha constituido en el camino al que organizaciones multilaterales y gobiernos de todo el mundo, acuden para enfrentar los enormes déficits en materia de desarrollo urbano y territorial, especialmente lo relacionado con las dificultades de integración que enfrentan los inmigrantes en los nuevos espacios urbanos. El Derecho a la ciudad es un concepto creado por el sociólogo francés Henry Lefebvre en el año 1968, como el derecho a crear, construir, decidir y transformar la ciudad, pero sobre todo a disponer de un empleo, un lugar, y disfrutar de los beneficios del desarrollo espacial y económico. Luego la Organización de las Naciones unidas y otros autores han extendido el concepto al reconocimiento de derechos como la vida, la libertad de expresión, la libre asociación, la educación, la salud, el voto, la libre circulación, el trabajo, la vivienda y la propiedad privada.

El Derecho a la ciudad es hoy la principal preocupación de académicos, gobernantes y ciudadanos en todo el mundo. Por ello, desde la posición que me ha correspondido como académico y ciudadano, y muy pronto como gobernante, o cualquiera posición que el destino depare para mí, y para los miembros del Colectivo Urbano regional, dispondremos de toda nuestra capacidad para ser defensores del Derecho de quienes así lo decidan, a ocupar un lugar en Cali; en esta sociedad y ciudad en la cual usted crea, construye, transforma y se transforma, para su bienestar, el de su familia, su comunidad y el conjunto de la ciudadanía.

Debemos hacer posible una ciudad de población con alta formación académica y ciudadana, capacidad de emprender, con inmigrantes y desplazados integrados, con inclusión social, justicia espacial y ambiental, movilidad sostenible, segura y con la misión de generar bienestar para toda la población. Nosotros creamos la ciudad y estamos en capacidad de transformarla.

Nota:

El Colectivo urbano regional es un espacio para la creatividad y la democracia, de origen académico y con trabajo social y político. Estamos dispuestos a conversar con toda la ciudadanía interesada, sobre las CINCO ESTRATEGIAS PARA EL BUEN GOBIERNO DE SANTIAGO DE CALI. Por favor escríbenos al colectivourbanoregional@gmail.com.

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¡Paremos a los ladrones!

El próximo gobierno de los caleños debe entender que la seguridad y la convivencia es una necesidad real y sentida que no da espera.

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El próximo gobierno de los caleños debe entender que la seguridad y la convivencia es una necesidad real y sentida que no da espera.

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Hace unos días caminaba con un grupo de vecinos por el barrio Puertas del Sol, en plena comuna 14. Una señora me decía que las cosas habían cambiado en el barrio, porque antes se podía salir con el teléfono en la mano y no pasaba nada, pero ahora ese gusto no se lo podían dar. En cada lugar en que paré, me dijeron exactamente lo mismo, que la inseguridad estaba disparada. Basta ver a diario los vídeos en redes sociales, que muestran un panorama de hurtos cada vez más violentos. Enjambres de ladrones en motocicletas que en cuestión de segundos le quitan sus pertenencias a los caleños, con la percepción de que nadie los va a defender.

Al finalizar 2022, los hurtos en Cali habían crecido un 25%, mientras que en 2023 la cifra mostraba un crecimiento preliminar de casi el 20%. Explicaciones puede haber varias, pero sin duda la percepción es que hoy roban más en Cali que antes y el rugir de una moto en un andén es motivo para perder la tranquilidad. Sabemos los celulares robados a dónde van a parar, así como sabemos a dónde van a parar las autopartes; pero los ladrones también saben que, muy probablemente, no serán atrapados ni serán judicializados. No tienen incentivos para dejar de delinquir.

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En todas las encuestas de percepción, la inseguridad aparece como el delito más preocupante. En un sondeo que realizamos a 600 ciudadanos vía telefónica, la preocupación más habitual es la inseguridad asociada al hurto. Los ladrones se han convertido en el mayor dolor de cabeza de los caleños y en una de las principales amenazas contra la calidad de vida. En últimas, lo que nos piden los ciudadanos a los aspirantes a la Alcaldía es que se pueda salir a la calle tranquilamente sin que un bandido en moto nos intimide con un arma y nos despoje de lo que con esfuerzo hemos adquirido.

Los recursos para enfrentar el hurto son limitados, pero creo que hay una receta para dar una pelea más efectiva. El primer paso es armonizar las relaciones entre el alcalde y la Policía Metropolitana, que no pasan por su mejor momento. Es difícil que las cosas funcionen cuando las dos entidades más importantes para la defensa de la seguridad y de la convivencia ciudadana no están bien coordinadas. Si esas relaciones funcionan mejor, podremos fortalecer 100 frentes comunitarios de seguridad en donde los datos nos arrojan que los ladrones más hacen de las suyas. Hay que dotarlos de tecnología y articularlos con una policía orientada al barrio que reduzca los tiempos de reacción y sea más efectiva.

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Por supuesto, tendremos que hacer un programa de actualización del sistema de cámaras, liberar a policías de labores administrativas y del cuidado de presos y hacer el esfuerzo por dotar a Cali de un centro de comando, comunicaciones, cómputo y control que mejore la transmisión de datos, de la videovigilancia y de la articulación de todos los organismos de seguridad y de atención de emergencias.

El próximo gobierno de los caleños debe entender que la seguridad y la convivencia es una necesidad real y sentida que no da espera. La situación es desesperante y la gran conquista de los caleños es arrinconar a los ladrones y ganar espacio para la libertad y la tranquilidad, que se traducen en calidad de vida. No tengo dudas de que focalizando recursos, con voluntad y con una adecuada coordinación de todas las instituciones vamos a hacer la tarea, ¡paremos a los ladrones! Podemos liberar a Cali del yugo de los delincuentes.

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