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Los recuerdos de ‘Tintindeo’, un templo de la rumba que se niega a desaparecer

Los recuerdos de ‘Tintindeo’, un templo de la rumba que se niega a desaparecer

Especial para 90minutos.co - Facebook Tintindeo

Por Gerardo Quintero Tello - Jefe de redacción de 90 Minutos

“Ritmo de los dioses”, responde sin titubeos Pedro Nel García al preguntarle por el significado de una palabra tan curiosa como potente en sonoridad: ‘Tintindeo’. El propietario de este tradicional negocio de la rumba que todos llevamos en un rincón del corazón salsero se sabe golpeado como un viejo bongo con el ‘cuero estirao’ por muchas décadas de goce pagano, pero también se reconoce en la sonoridad y tradición de un sitio amado y respetado por los caleños.

El vocablo remite a una forma africana que rinde tributo a las deidades del continente afro; el mismo que nos hace vibrar porque guarda las raíces salseras. Y ese gran honor de portar un nombre que es salvaguarda de la música afrocaribeña se trasladó a la icónica Calle 5, al frente de la Clínica San Fernando, en la Calle 38; donde un segundo piso fue durante varios años el epicentro de la mejor rumba de la ciudad, como lo recuerda Andrés Felipe Becerra, uno de esos clásicos bailadores caleños.

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“Fue el primer lugar de salsa al que empecé a ir. Ahí empecé a conocer de música y del baile. Ir a ‘Tintindeo’ era también pagar un show, porque ver a tanto bailarín y bailador en lo suyo era un espectáculo”, recuerda este comunicador que ha paseado su destreza dancística por los más atractivos lugares de la rumba caleña. Pero que recuerda con un cariño especial las noches de Tintindeo.

Foto: Andrés Felipe Becerra

Y es que ahora cuando se anuncia el cierre de este emblemático sitio de la rumba caleña con 35 años de historia, la temperatura del corazón aumenta al igual que las nostalgias que se agolpan en los rumberos de fuste y largo aliento.

Es el caso de Luz Jenny Aguirre, una periodista que vivió con intensidad las noches de viernes y sábado en ‘Tintideo’, después de las ajetreadas jornadas en la Sala de Redacción de El País.

“A mí me encantaba la música que ponían, no había reguetón ni merengue, era solo salsa. Lo otro era ese ambiente que se respiraba en ese segundo piso, existía una gran familiaridad porque casi todos los que asistíamos eran los mismos. Y sin duda el tercer aspecto era el placer de bailar. Creo que allí estaba la gran clave; la gente iba a disfrutar el baile, eso era todo. Incluso ver bailar a los demás era muy divertido”, me dice Luz Jenny, mientras no termina de lamentar el cierre de ‘Tintindeo’.

Luz Jenny Aguirre - Periodista

Y justamente ese es lo que destaca Pedro Nel García, el propietario del sitio, quien recuerda que desde sus comienzos por allá en los maravillosos años ochenta, ‘Tintindeo’ se concibió como un sitio de encuentro de amigos; de ‘botar corriente’ y pasarlo bueno. Así es como rememora Pedro Nel esos primeros años del templo de la rumba: “La idea surgió con unos amigos de la Universidad del Valle que estudiábamos economía y filosofía. Queríamos crear un espacio para tertuliar y hacer buenas audiciones de las raíces de la salsa, me refiero al jazz, blues, rock y músicas de África y otras sonoridades orientales”.

La primera etapa fue en un pequeño local cerca del Parque Alameda donde se reunían sobre todo amigos a los que les gustaba explorar música del mundo; ‘hablar carreta’ y tomar cerveza barata. Fue entonces, ante el éxito de la experiencia, que se decidió buscar un espacio más grande y fue allí, en inmediaciones del Club Noel, donde ‘Tintindeo’ fue más visible y a ser considerado un sitio con una magia especial; donde se podía escuchar un poco de todo, no solo salsa, sino ritmos de vanguardia a las que no era fácil acceder en aquella época.

No obstante, ya Pedro Nel y los socios fundadores habían sido picados por el ‘bicho salsoso’ el cual como veremos más adelante no tuvo cura y que sellaría para siempre el destino exitoso de la rumba en ‘Tintindeo’.

“A Finales de los ochenta lo que hicimos fue sacar la salsa del barrio e incrustarla en la clase media. La pusimos como punto de encuentro y la empezamos a compartir con sectores universitarios y con gente que prácticamente manejaba una formación media: músicos, artistas, teatreros, actores y gente que se movía dentro de la cultura en general”, recuerda Pedro Nel.

Pedro Nel García - Propietario de Tin Tin Deo

“Gente alegre, celebrando

Gente alegre, vacilando

Gente alegre, despojando

Con el golpe del tambor…

Esta es la última rumba…

Esta es la última rumba”

Esto que pregona Henry Fiol es precisamente lo que Zorayda Lenis, una gran bailarina caleña que tuvo su trono rumbero precisamente en la pista de ‘Tintindeo’, espera que no suceda. Y es que nadie regresa intacto cuando las nostalgias apuran el alma y eso parece ser lo que hoy siente Zorayda al recordar las noches de fin de semana en ‘la cultura de la rumba’ de San Fernando. Esta periodista, consagrada reina de las pistas salseras, no duda en decir que ‘Tintindeo’ fue su segunda casa durante una década.

Su testimonio es el mejor homenaje que un buen ‘bailador’ podría hacerle a un sitio que haga parte de su banda dancística: “Al entrar allí se dejaba cualquier energía negativa atrás para abrirse paso al disfrute. Todos bailábamos con todos; se salía con la ropa mojada y los pies hinchados como pruebas de una noche espectacular, que solo invitaba a repetirla al siguiente día”.

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Con los recuerdos a ‘flor de piel’ del estilo caleño, la vuelta cubana, punta y talón, La bola y punta garza, algunos de los pasos practicados una y otra vez en ‘Tintindeo’, Zorayda no duda en advertir una de las cualidades del templo rumbero. Y es que se vivía un ambiente de hermandad en el que no importaba la pinta o si se era bailador o bailarín porque todos estaban unidos por el amor a la salsa.

“La sensación era la de estar en una fiesta de casa; donde desde el portero hasta el dueño resultaban familiares; las coreografías colectivas que se armaban daban testimonio de tantas alegrías y le permitían hasta al más tímido lucirse en la pista. Por eso quienes lo frecuentábamos coincidimos en que era un lugar único”.

Zorayda Lenis - Periodista

Algo que reafirma Luis Diego, un compañero de rumba, quien sostiene que ‘Tintindeo’ “nos hacía sentir como si estuviéramos en casa y en familia y cada momento era una oportunidad de estar conectados con aquello que tanto nos gusta, bailar. Por eso Luis no pierde la fe, “sabemos que son tiempos complejos, pero creemos que volverá con todo su sabor”.

Así es como también lo recuerda su administradora Leonor Arce, quien destaca esa particular complicidad que se establecía entre todos aquellos que llegaban al armonioso recinto rumbero del segundo piso en el barrio San Fernando.

Leonor, quien fue clave para que este lugar fuera declarado en noviembre pasado por Corfecali como uno de los 17 sitios emblemáticos de la rumba caleña, deja en claro el valor del legado con el que ‘Tintindeo’ ha ayudado a preservar la memoria musical de la capital del Valle.

“En Cali se crean sitios nuevos, hay nuevos festivales, pero es necesario valorar los orígenes, mirar de dónde viene ese nombre de ‘Cali capital mundial de la salsa’ y los sitios que precisamente contribuyeron para forjar esa imagen”.

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Por eso es que Jessica Iveth Villamil, cuando se le inquiere por Tintindeo, no duda en resumirlo en tres palabras muy caleñas que simbolizan alegría, felicidad, buena onda: “Era un parche”. Para ella ese viaje musical era un desahogo, el confiable aposento donde descargaba toda la tensión de largas jornadas de trabajo; un sitio donde sabía que podía llegar sola o con amigas porque se sentía segura así no llevara parejo. “Allá siempre se encontraba un buen bailador, respetuoso y sintonizado con las emociones que produce la salsa”.

“Oye negra que yo te canto la rumba mía

Esa es la rumba del Tintindeo

Esa es la rumba del Tintindeo

Tororotintindeo, Tin Tin tindeo

Tintindeo para todos los feos”

En 1974, el otro judío maravilloso, Andy Harlow, produjo un tremendo álbum que bautizó como ‘La música brava’ y vaya que sí lo era. Esa producción, iluminada con la poderosa voz de Javier Vásquez, contiene ‘Tintindeo’, un número sensacional que se convirtió en el himno del templo rumbero de la Calle Quinta. Pete Conde Rodríguez y Adalberto Santiago en los coros; sumado a Steve Colon en las congas y un imperdible juego de trombón a cargo de Michael Gibson y Art Baron le dan una dimensión especial de sonoridad a este tema.

Y no podía ser de otra manera que un recinto que portara semejante nombre en Cali fuera inferior a esa descarga salsera y de clave que se desprende incluso al recitar lentamente esa palabra, porque en ella misma hay música con tan solo expresarla: ‘Tin-tin-deo’.

En los años ochenta, Henry Fiol en su álbum ‘Corazón’ se lamentaba porque se despedía de la última rumba y por eso invitaba a todos a ‘bailar por si te da la gana’.

Todos los que amamos a Tintindeo esperamos que está no sea su última rumba. Estamos seguros que allá en otro pedazo de esta Cali gozona hay otro sitio por descubrir; el mundo Tintindeo espera llegar renovado para volver a disfrutar de ‘la cultura de la rumba’ en toda su dimensión.

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