Icono del sitio

Esa risa no es de loco

Esa risa no es de loco

Por Gerardo Quintero Tello
Jefe de Redacción 90 Minutos

Diseño y edición de video: Giovanni castro @gallegogiovanni
Musicalización: Julián Páramo @somosanclamusic
Realizador audiovisual: Mauricio Velasco @famavela

https://progressive.enetres.net/mp4Streamer.php?u=184784E1D210401F8041E3E1266822CC&f=933fbee5b870-n3pw-mp4-1500.mp4&c=0

‘Esta risa no es de loco’
Héctor, ‘esa risa no es de loco’
¡Loco, loquero, loco!
Héctor Lavoe, ‘el loco genial’
Héctor Lavoe y la locura genial

“Yo no sé por qué me critican porque yo
Soy loco, pero no le hago daño a nadie
Y seguiré loco
Porque soy así me llaman loco
Nadie sabe mi dolor, es que me conocen poco”

En 1987 Héctor Lavoe lanzó ‘Strikes Back’, una especie de contraataque musical que a la postre se convertiría en un álbum de culto, ya que sería el último que haría ‘El Cantante de los cantantes’. Cinco años después, esa vida terrenal del viejo ‘Jéctor’, esa misma de ‘momentos malos y de cosas buenas’, le daría paso a la leyenda del único artista que ‘respiraba debajo del agua’.


Producido por Willie Colón, su histórico socio de la vida y del arte musical, ‘Strikes Back’ ya reflejaba una voz cansada, golpeada por tantas adversidades, pero con esa guapería que siempre Héctor demostró en cada trabajo.
Ese año en particular había sido terrible para el orgullo de Ponce. A comienzos de 1987, un incendio acabó con su apartamento en Queens. Las llamas, producto de una colilla encendida, arruinaron su patrimonio y casi le cuestan la vida por lo que tuvo que saltar desde un cuarto piso, lo que le dejó serias lesiones.

“Pronto llegará
El día de mi suerte
Sé que antes de mi muerte
Seguro que mi suerte cambiará”

Pero la suerte le fue esquiva, unos días después Lavoe se enteró del asesinato de doña Gina de Román, su suegra, que ante la muerte temprana de su madre se había convertido en una persona muy querida por el artista. Desde ese instante juró no volver a cantar ‘Soñando Despierto’ donde en una parte de su reconocida improvisación de manera jocosa dice: “Ay anoche soñé que mi suegra se había muerto y me puse a llorar al despertar y vi que no era cierto, que hierba mala no se muere ni tu suegra aunque la aplaste un trol de cemento”.

Artículo relacionado


Al dolor físico se sumó una crisis nerviosa que lo condujo, como tantas otras veces, a un centro de reposo mental. Salió de allí con una nueva esperanza, tocar en Puerto Rico ante su gente, para ‘reír un poco’ en medio de tanto dolor. En Bayamón se celebraba el Día Nacional de la Salsa y Héctor quería volver a ser ‘el jibarito’ y aliviar tantas penas como el Cantante.

“Y nadie pregunta
Si sufro, si lloro
Si tengo una pena
Que hiere muy hondo”

Llegó con la esperanza de que su padre lo viera cantar, algo que nunca había ocurrido pues el viejo Pérez no quería que su hijo se dedicara a la vida farandulera. Una semana después del concierto el padre de Héctor Lavoe falleció.
De seguro que en aquellas horas aciagas, Héctor debió haber reflexionado por qué la vida así lo habría de tratar si lo que buscaba era la felicidad. Como en su canto, que también es un lamento, debió recordar que “trato de complacer la humanidad, pero mi dicha aquí ha sido fatal”.


Y aunque todo tiene su final, la desdicha de Héctor no parecía tener fondo. El artista parecía convertirse así, sin quererlo ni saberlo, en el fatídico protagonista de ‘Los Heraldos Negros’, aquel soberbio y doloroso poema escrito por el bate Cesar Vallejo.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!”

Ese mismo Héctor que rogaba que pronto llegara el día de su suerte, padeció en carne propia esos golpes que abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Un fatídico 7 de mayo de 1987, su hijo Héctor Pérez Junior murió en plena adolescencia al manipular un arma de fuego con la que se disparó accidentalmente.
No hay duda de que ese día, ‘El cantante de los cantantes’ también murió. No había forma de recuperarse de tanto dolor, en tan poco tiempo.


Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!…” Sus peores demonios salieron a flote, se intensificó el consumo de drogas duras y ya ni las casas de reposo fueron suficientes para atender tantas tristezas acumuladas.
El álbum ‘Strikes Back’ solo fue un bálsamo en medio de la intensa agonía que padecía en vida este hombre que como su colega Ray Barreto, parecía ‘indestructible’ ante su público.


En esa producción que vio la luz en 1987 dos temas, ‘Ella mintió’ y ‘Escarcha’, se convirtieron en un fenómeno que hablaba de un Lavoe que a pesar de todo no parecía sucumbir ante nada. Sin embargo, como en ‘El Cantante’, “nadie pregunta si sufro, si lloro, si tengo una pena que hiere muy hondo”. La verdad era que Héctor ya no era el mismo, la melancolía era una huella profunda marcada en su rostro.


Y es en ese ‘long play’ donde canta aquello que tantas veces le dijeron, algunas de vacilón y otras con desdén: ‘El Loco’. Un numerito con la composición de Tommy Sánchez y los arreglos del recientemente fallecido Marty Sheller, que como tantas otras veces, parecía que le calzaba perfectamente.

“Loco, loco voy por la vida
Canto, río y sufro también
Soy humano y todo me pasa
Por eso siempre yo loco seré
Y cada día más loco estaré
Unos tienen su tumba'o y yo tengo mi saoco”

Un loco genial, eso era Héctor Lavoe. Sus crisis personales lo llevaron no pocas veces a esas casas donde se busca que la mente encuentre algo de sosiego, pero Héctor no aguantaba encerrado, porque la calle lo reclamaba.

Artículo relacionado


Una década antes, en 1976, en plena cúspide de la fama y cuando su voz era el símbolo de la salsa, grabó ‘Vamos a reír un poco’, un tema original del venezolano Perucho Torcat, otro de aquellos temas en los que los compositores parecían inspirarse en él para dar rienda suelta a su creatividad.

“Y esta risa no es de loco
Se están riendo de mí
Me dicen que yo estoy loco
Pero se están cayendo de un coco
Porque de mí no pueden reír
Lo que les pasa es que sin
Mi saoco no pueden vivir
Porque yo canto, bailo, toco un poco
Y me sé sacudir”…

Un años después del éxito de esta producción llamada ‘De ti depende’, Héctor cayó en uno de esos insondables precipicios en los que su cabeza se extraviaba. Sus desórdenes se incrementaron, el abuso de drogas era incontenible, descuidó su voz, y la ausencia en las presentaciones y conciertos hicieron que cada vez se alejara más de la escena ‘salsosa’.


Y entonces ocurrió un episodio poco recordado en la historia del gran Héctor Lavoe: ‘el año en que la voz desapareció’. Los excesos no tardaron en pasarle la cuenta de cobro y a mediados de 1977, cuando era el cantante más solicitado del Sello Fania, Lavoe tuvo que aislarse del ambiente musical y no tardó mucho antes de que un rumor se extendiera por todo el concierto musical latino: ‘La razón lo había abandonado’.


En ‘El libro de la salsa’, el escritor venezolano César Miguel Rondón relata con detalle el ‘revolú’ de lo que ocurría por aquellos días: “Nunca se supo a ciencia cierta lo sucedido, algunos alegaron que había perdido la voz, otros, que lo acaecido era fruto de la envidia de sus enemigos que, simple y llanamente, le pusieron un trabajo y que, por tanto, Héctor había sido víctima de la brujería”.


¿Fue entonces ‘El Cantante de los cantantes’ víctima de un maleficio? Por lo menos sus más cercanos así lo creyeron. El propio escritor venezolano recuerda que un íntimo amigo de Lavoe, en una entrevista que nunca salió al aire, le contó que el ponceño pronto mejoraría y cantaría con todos los hierros en Caracas porque “ya había sido curado”. Y cuando mencionaba que ya había sido curado se refería al ‘trabajo’ que le había hecho un conocido santero cubano para librarlo del maleficio anterior.


Y es que no era extraño que en aquella época varios músicos de la escena neoyorkina se hicieran santeros. Héctor Lavoe fue uno de ellos. Estaba consagrado a Changó y cuentan que antes de cada concierto oraba frente a un puñado de flores blancas en homenaje ‘al guerrero que nunca perdió una batalla’.

‘Préstame tu voluntad para pa’lante poder caminar’


Una historia ocurrida en Perú refleja de gran manera los poderes adivinatorios que ya evidenciaba el hombre que ‘respiraba debajo del agua’. Frank Griffiths era el gerente de Producción de la Feria de Hogar, un tradicional evento que se hacía en un centro comercial de Lima. Habían contratado al ‘Cantante de los cantantes’ para una presentación y cuando Lavoe se encontró con Griffiths, se le acercó al oído y le susurró: “Tú estás en peligro de muerte”.


Sin apenas reponerse de la sorpresa, la cabeza de Griffiths daba vueltas y no entendía cómo una persona que acababa de conocer le podía hacer una advertencia de esa dimensión con tanta seguridad. En ese momento la familia de Griffiths atravesaba un momento muy difícil, ya que uno de sus sobrinos había sido secuestrado y él era encargado de las negociaciones con los plagiarios.


El productor recuerda que fue una tremenda sorpresa porque nadie sabía por lo que estaba pasando y el hecho de que Héctor, el primer día de ensayo, le hablara de sus visiones fue una experiencia que nunca olvidaría.


Las referencias a la religión Yoruba del ‘gran brujo’, como le decían algunos allegados a Lavoe, son permanentes en su musicalidad. A Ochún y Yemayá les dedica un tema en el que les pide ‘que le presten su voluntad para pa’lante poder caminar’; en ‘Aguanile’, una palabra que proviene de la cultura Yoruba y significa ‘limpieza para tu casa’, Héctor hace una especie de rito en el inicio del disco y le canta al ‘Santo Dios, al Santo Fuerte, al Santo Inmortal’.

El flaco de oro’ llevaba siempre en el cuello un collar de cuentas rojas rematado por un pequeño carcaj con flechas de oro. Canciones como ‘Cheche Colé’ y ‘Aguanile’, en su voz, se hicieron populares en África, continente al que viajó con la Fania All Stars en 1974. Visitaron Zaire, nación por entonces gobernada por el tristemente famoso dictador Mobutu Zeze Seko.

En varios de sus conciertos, incluido el icónico de Fania All Stars, se puede apreciar, además del collar, la protección que le brinda a Lavoe el Iddé, una manilla de cuentas verdes y amarillas, que cuida a quien la porte ya que pertenece a los hijos de Orula, la dueña de los oráculos y quien se encarga de mirar el destino de los hombres y su futuro. Pero como todo tiene su final, la Virgen de Regla y Las Siete Potencias se cansaron de sacar a Lavoe de apuros y el 29 de junio de 1993 ‘El cantante de los cantantes’ le diría adiós al mundo material, aunque rápidamente ascendería a deidad salsera.

Pero volviendo a la historia del ‘loco, loquero, loco’, el escritor César Miguel Rondón relata que a pesar de que los amigos decían que Lavoe ya se estaba curando la verdad era que ‘El Brujo’ no aparecía. El público lo reclamaba, pero ‘El flaco de oro’ no llegaba. Por fin, antes de que terminara aquel 1977, Lavoe regresó a los escenarios y fue justamente Venezuela el lugar escogido para el ansiado regreso.

El escritor recuerda que se le vio carente de vitalidad, sin el dominio de tarima y el vigor que antaño le eran característicos. Y también Rondón revela un secreto: “Personas allegadas al cantante confirmaron que durante su ausencia se vio obligado a un tratamiento intensivo en una clínica mental de Madrid, donde a los pocos meses fue dado de alta”.

Artículo relacionado

Lo que vino después de su regreso fue un tremendo ‘radio bemba’. ‘Hectícor’ alegó una enfermedad cualquiera, negó que metiera drogas y que todo se debía a un cansancio extremo por las arduas horas de trabajo a las que se sometía. Lavoe fue víctima de una prensa despiadada que le daba crédito a todos los rumores, que se ensañó con su privacidad y que alegaba que ‘el flaco’ ya no era el mismo de antes.

“Yo soy el cantante
Muy popular donde quiera,
Pero cuando el show se acaba
Soy otro humano cualquiera”

Pero lo que sucedió al año siguiente, en 1978, fue poesía pura. ‘El rey de la puntualidad’ respondió a todas las críticas con una anhelada producción que se llamó ‘Comedia’, donde Lavoe aparecía en patines disfrazado de Charles Chaplin. Una imagen icónica que como el álbum se convirtió en un éxito extraordinario. Y con ese álbum inició una leyenda. Una composición de Rubén Blades termina en la voz de Héctor y, vaya paradoja, ‘El Cantante’ comienza a ser un genérico del propio Lavoe.


De nuevo, como si la creación hubiese sido imaginada para que solo la interpretara el ponceño, ‘El Cantante’ se convierte en una bomba que marca la historia de Lavoe. Con los potentes arreglos de Willie Colón, violines inspiradores y una templanza en la voz de Héctor el disco se transforma en un testimonio real de la vida del artista, de sus tristezas, de las penas amargas, del dolor y de esa extraña amalgama que navega entre la dura realidad y la fantasía de la fama.


Lavoe respondió a sus críticos con la fuerza del veterano artista que arrastra su pregón con elegancia, un sonido más hiriente y una callejería en sus notas que lo hizo aún más cercano a esa fanaticada que lo esperaba. ‘El loco maravilloso’ estaba de vuelta, no había duda. Una verdadera banda lo acompañaba en ‘Comedia’, ese álbum que hoy muchos consideran el mejor que hizo Lavoe. A los arreglos de Willie Colón para ‘El Cantante’ y el son ‘La Verdad’ se suman los que Luis ‘Perico’ Ortiz hizo para ‘Comedia’ , que le da nombre al álbum. También el pianista Edwin Rodríguez hace unos tremendos arreglos al legendario Sóngoro cosongo, del cubano Grenet y finalmente el trompetista José Febles le metió mano a los sones ‘Tiempos pasados’ y ‘Bandolera’.


Y es que esa producción es una verdadera selección de grandes músicos: Eddie Montalvo en las congas; José Rodríguez en el Trombón; José Mangual, Milton Cardona y Eddie Natal en los coros y en el piano otro loco genial, Gilberto ‘El Pulpo’ Colón, quien en el minuto 3:46 de ‘Bandolera’, logra uno de los solos de piano más espectaculares en la historia de la salsa. Durante 200 maravillosos segundos, ‘El Pulpo’ Colón nos deleita con una descarga rítmica apasionante en la que incluso se da el lujo de tocar acordes de ‘Obsesión’, el bolero escrito por el gran Pedro Flores, en una maravillosa interpretación.


Y es el propio Gilberto Colón, quien dirigió la orquesta de Lavoe en su última etapa, el que entrega un testimonio potente sobre el día que grabaron ‘El Cantante’. El productor Mark Shapiro, en su libro ‘Passion & Pain: The Life of Héctor Lavoe’ (Pasión y dolor: la vida de Héctor Lavoe), recoge un momento surreal, que muestra en toda su dimensión ese Lavoe que transita en el filo de la razón y la locura: “En la noche que El Cantante y otras dos melodías iban a ser grabadas los músicos estaban todos esperando, listos para empezar. Willie Colón, que producía el álbum, estaba tenso mientras pasaban los minutos y todavía no llegaba Héctor. Finalmente la puerta se abrió y estos dos canallas venían con Héctor. Lo habían llevado directamente al estudio desde el Lower East Side, de donde acababan de tomar drogas”.


Pero el relato de Colón, contado por Shapiro, no termina allí. Cuenta el pianista que Héctor se dirigió lentamente al estudio mientras los músicos contemplaban impávidos la escena. Sus ojos vidriosos y el constante picor en sus dedos delataban el consumo de una droga fuerte.


De repente, agrega ‘El Pulpo, “Miró a Willie Colón y le pidió que apagara todas las luces del estudio. Entonces solicitó una pequeña linterna para fijarla al soporte del micrófono. Estábamos sentados ahí pensando: ‘¿qué está haciendo este tipo?’ entonces nos dimos cuenta de que no quería que nadie viera sus ojos”.


Lo que vino minutos después fue como todo en la vida de Lavoe, un momento extremo: ‘El Cantante de los Cantantes’ tomó el micrófono, sacó un trozo de papel que incluía la letra del disco y los soneos. Todos miraban con asombro cómo Héctor Lavoe interpretó toda la canción en una sola toma y luego abandonó el estudio como si nada. Una vocalización perfecta que convirtió esa canción en una de las más importantes en la historia de la salsa. .. “El consenso general era que Héctor estaba higt y otras veces sobrio al hacer las canciones. Pero que una vez que se encontraba delante del micrófono, era el mejor de todos”, recordó ‘El Pulpo’ Colón,.

El escritor César Miguel Rondón resume de una manera perfecta toda esa condición personal y profesional que rodeaba al gran Lavoe. Una vida que era el reflejo de sus propios vicios y virtudes, de fortunas y tristezas, de llantos y melancolías y que conectó de una manera tan profunda y sincera con el alma del melómano salsero.


“La amplitud de situaciones y vivencias que asume la salsa difícilmente pueden ser resumidas en un cantante, la diversidad es inmensa. Sin embargo, Héctor Lavoe, un músico que se hizo profesional en plena adolescencia, que salió desde muy abajo para ser sometido al vértigo de las famas repentinas es, sin más, un buen ejemplo de lo que de una u otra forma sucedió en esos años setenta cuando el barrio caribeño invadió la ciudad con la fuerza y la autenticidad de su montuno”, enfatiza el escritor con gran certeza.


‘Yo no le espeaking mucho english, pero le mato mano también’, fue una de esas frases de Jéctor que se volvieron icónicas. Este loco genial, que aterrizó más de una vez en aquellas casas de reposo, nos dejó sus letras, ese fraseo, el pregoneo, la callejería y su guapería en cada interpretación. Como nos lo advirtió este demente maravilloso:

“Loco, loco voy por la vida
Canto, río y sufro también
Soy humano y todo me pasa
Por eso siempre yo loco seré
Y cada día más loco estaré”.

La vida de Héctor Lavoe fue de risas y penas, de momentos malos y de cosas buenas. Una vida de película que en los especiales de 90 Minutos les contaremos con detalle.