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Más acá del talento

Más acá del talento

Especial para 90minutos.co

Dijo Faustino el Tino Asprilla en un programa donde funge como analista que deberían hacer dos mundiales: uno con los equipos buenos y otro con los equipos malos, “con el relleno”, para utilizar la extensión de su explicación. Y para reforzar su argumento y sin sonrojarse –lo que en él resulta difícil de percibir en la pantalla del televisor–  añadió que fue lo mismo que propuso hacer Florentino Pérez con la Champions. Es cierto que la FIFA ha ido ensanchado sus fauces económicas, pero no es menos que los resultados –hablar de realidad es muy pretensioso– de a poco le van demostrando a la desvencijada pantera tulueña, que todavía en el fútbol se dan esos marcadores que desafían los favoritismos construidos a partir de las arbitrariedades de la estadística, esa disciplina que tiene los pies en la tierra y la cabeza en las nubes, por lo que sus predicciones son siempre un infierno dado que sólo ponen a ganar a los del cielo publicitario.

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Ahora que Pelé se juega su partido más difícil contra el cáncer y es posible que trascienda a la dimensión de mito –porque ya es leyenda–, es probable que dejen de burlarse de sus erráticas predicciones. Nunca sus favoritos se alzaban con la Copa Mundo, aunque tenía siempre la modesta prevención de sacar a Brasil de la baraja de candidatos, no porque no cumpliera en rigor con las condiciones, sino porque como brasilero declarado “Tesoro Nacional” y la histórica superioridad del Scratch, eso los ubica en un Olimpo donde él es Zeus; y los dioses –todos sabemos– no compiten con los mortales. Pero insistió siempre O Rei en que había que atender esos países que sin ligas de peso o competitivas, estaban trabajando en procura de mejorar sus niveles para aprovechar esa vitrina que cada cuatrienio les permite ondear su bandera y ubicarse en la mira del mundo. Y recalcaba con especial énfasis que el futuro del fútbol era el continente africano, que allá estaban los diamantes sin pulir que brillarían en el futuro.      

De modo que ahora que los hijos del Captain Tsubasa, traspasaron la tira cómica y Japón venció a dos campeones mundiales –España y a Alemania–, se clasificó primero a Octavos de final y perdió en Cuatros por tiros desde el punto penal con Croacia –subcampeona del mundo–, y es la gran sorpresa de Qatar 2022, el Tino está más equivocado que el jugador belga que aseguró que tiene más mérito ganarse la Champions que el Mundial. La diferencia Fausto entre un artista y un deportista –y el futbolista sólo puede ser lo segundo, así el periodismo exagere– es que el primero deja una obra que no deja de producir sensaciones, emociones y nuevas experiencias a generaciones venideras. Y por eso es posible que unos desconocidos venzan a una pléyade de héroes mediáticos, a unos ídolos publicitarios de Occidente cuyos medios de comunicación parecieran no tener idea de lo que es el postcolonialismo. Bueno, por lo menos sus periodistas.

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Al margen de muchas otras consideraciones, el Mundial de Fútbol es el evento deportivo de una sola disciplina con mayor audiencia y repercusión mediática, de ahí que los Estados busquen en él una proyección de nacionalidad que trasciende lo estrictamente deportivo y se instala en lo sociopolítico, con profundas repercusiones económicas, individuales claro, pero también colectivas. Que los colombianos no lo hayamos aprovechado es otra historia (manido pero vergonzante es el record de ser el único país en renunciar a sede de un Mundial, 1986, para hacer lo que nunca se hizo) y eso incluye, jugadores, aficionados y gobiernos. El rumor de que unos cuantos futbolistas caprichosos no jugaron bien algunos partidos de las Eliminatorias a Qatar 2022 para sacar a Queiroz y cuando quisieron jugar bien no pudieron, toma visos de tesis comprobada en la voz de protagonistas ligados al futbol colombiano en diversos ámbitos. Pero no ha sido nuestra historia un ejemplo de buen nacionalismo, que valga decir sólo aflora con los triunfos deportivos de atletas hechos a pulso y con hambre, física y de gloria. 

En la búsqueda incesante de recursos la FIFA ha ampliado el número de países que van al Mundial (para Canadá/Estados Unidos/México 2026 serán 48 ¡qué locura las distancias, las cifras, el cubrimiento, la cobertura!, etc.!) y en ese sentido se ha perdido la exclusividad y con ella cierto nivel de calidad, que se ha reemplazado por sacrificio, pundonor y patriotismo, para citar sólo algunas características que no son sinónimo de calidad, sino más bien de combativa emocionalidad. Por supuesto que es grato revivir la metáfora del David que vence a Goliat, que la tortuga venza a la liebre y que el pez chico se coma al grande, pero a qué costo y bajo qué condiciones. Y en ese sentido no es el talento el que se expresa y vence, sino una estrategia que se asemeja a la rigurosa disciplina del trabajo y la obediencia a ultranza en procura del resultado al que no le importan ni el virtuosismo, ni la calidad.

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No se han visto grandes cotejos y la afición sigue a la espera de más calidad que de sorpresas y menos decepciones, digamos que de eso también se trata, pero por sobre todo de que no muera el talento, que no lo reemplacen otras habilidades complementarias que son importantes, pero no determinantes en términos de calidad. Si fuera sólo voluntad y sacrificio –dice un amigo futbolero del barrio– el equipo de los bomberos, de la Defesa Civil o de los carniceros, sería el campeón del mundo. Las imágenes icónicas del pasado nos dejan ver viejos juegos de estrellas como Pelé y Maradona, pero es sólo historia, ya no importa el resultado, ya no hay nuevas emociones, sólo viejas admiraciones. Y este Mundial apenas de soslayo nos deja ver el ocaso de Cristiano Ronaldo, los destellos de Lionel Messi y el despliegue físico de un Kylian Mbappé abriéndose paso en la consolidación del nuevo trono, pues ya es campeón mundial y botín de plata. ¡Y a Brasil golear!

Lo que en realidad necesitan los equipos en un mundial es jugadores talentosos que desequilibren en cualquier momento con una genialidad y lleven a sus compañeros –como en cualquier otro deporte de conjunto–, a la articulación de un juego que sea efectivo en tanto permita ganar no sólo partidos, sino el torneo. Y la historia ha comprobado que a veces no es suficiente sólo el talento. Nadie duda que lo mejor del talento es que es la única cosa que se reparte aleatoriamente entre la humanidad. No tiene que ver con nada más que no sea el mismo. Emerge en cualquier rincón del mundo. No se compra, ni se hereda, ni se hurta… la perseverancia, el orden táctico, la disciplina y un largo etcétera, te hará bueno, pero no talentoso; y destacado, pero no campeón. Y tú Faustino, eres una prueba de todo lo anterior, porque no bastó tu talento para ser el mejor del mundo, porque te hizo falta eso que tienen los jugadores y los equipos a los que llamas malos.

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