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La salsa y los señores de la droga

Los primeros que saltarán son los puristas moralistas que se persignarán y me condenarán en plena cuaresma por decirles ‘señores’ a los empresarios de alto riesgo que con sagrada abnegación por décadas han producido y exportado cocaína y son responsables del 25% de PIB (Producto Interno Bruto) de Colombia.

La salsa y los señores de la droga
Especial para 90minutos.co

Los primeros que saltarán son los puristas moralistas que se persignarán y me condenarán en plena cuaresma por decirles ‘señores’ a los empresarios de alto riesgo que con sagrada abnegación por décadas han producido y exportado cocaína y son responsables del 25% de PIB (Producto Interno Bruto) de Colombia.

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Los primeros que saltarán son los puristas moralistas que se persignarán y me condenarán en plena cuaresma por decirles ‘señores’ a los empresarios de alto riesgo que con sagrada abnegación por décadas han producido y exportado cocaína y son responsables del 25% de PIB (Producto Interno Bruto) de Colombia. No importa, las cifras son contundentes y cuando les tiemblan las piernas a los argumentos ellas están ahí para defenderlos o al menos acompañarlos. Hoy se produce y exporta en nuestro país más cocaína que cuando Pablo Escobar o los Hermanos Rodríguez manejaban el negocio. El narcotráfico permeó toda la sociedad y el espectro salsero no fue la excepción.

Según cálculos del gobierno de los EE.UU. en 1987 se produjeron en Colombia 35 toneladas métricas de clorhidrato de cocaína. Cinco años después, 60. Y para 1988, 165 toneladas, caídos o entregados ya los grandes capos. La cuestión es que hoy más que capos hay ‘traquetos’ y más que carteles, clanes con bajo perfil que diseminaron el negocio y la percepción. Según el reporte de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito se estima en poco más de 1.000 toneladas la producción anual del alcaloide en nuestra nación. Y la cifra se queda corta, porque muchas prácticas sociales y culturales pusieron a sonar el negocio. Es posible que esta realidad cambie, pues China ya produce cocaína sintética y eso puede modificar tanto el negocio como sus implicaciones. 

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Según el diario El País-América en un artículo fechado en octubre de 2022 en Colombia las hectáreas sembradas pasaron de 143.000 a 204.000 al cierre de 2021 y las toneladas de droga llegaron a las 1.400. Son las mayores cifras en nuestro país desde que hay registros y se estima que –como en todo cálculo estadístico– hay un subregistro; entre otras razones, por las porosidades de las zonas fronterizas, la corrupción que modifica cifras, cambia incautaciones por harina empacada y hace decomisos parciales para dejar pasar una mayor cantidad de la que registran las autoridades. Insisto, las cosas están cambiando con el tusi y el fentanilo. Pero nada afecta la rumba y el goce. Aprendizaje.

El informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas (Simci), ratifica pues lo que el mundo sabe a gritos: la guerra contra las drogas no sólo es un fracaso, sino una farsa. De ahí que el presidente Gustavo Petro haya abogado desde el inicio de su gobierno por “acabar con esta fallida política”; y su ministro de Justicia, Néstor Osuna haya precisado que el resultado no va a cambiar si se sigue haciendo lo mismo, además de añadir que el informe es un campanazo del punto de partida en el que nos encontramos y se debe agradecer ese “aterrizaje a la realidad”. Ya hablaremos de El Aterrizaje. Vamos volando.

Tres de los 32 departamentos de Colombia, Norte de Santander, Nariño y Putumayo, concentran el 62% de toda la coca del país; y dos están en el suroccidente con plena influencia sobre Cali y Buenaventura. La primera, epicentro económico de región y la segunda el principal puerto sobre el Pacifico. Las dos, escenarios musicales por excelencia y espacios determinantes en la entrada, expansión y consolidación de la salsa en nuestro país. Las dos, con violencias tan disparadas como el consumo. Todo lo anterior hasta aquí para lanzar otra argumentación y que los puristas de la salsa arremetan de nuevo: el narcotráfico permeó toda la sociedad colombiana e impactó el mayor destino consumidor: Estados Unidos. La música no fue ni es la excepción.

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Sobre esa idea nos reunimos en El Aterrizaje –una salsoteca que se volvió tienda en la pandemia y este año retomó funciones salseras– a hablar sobre narcotráfico y salsa. El listado de temas que alude a la cocaína o al negocio de manera directa o metafórica es largo y el tema delicado. No todos los músicos o cantantes fueron consumidores o adictos, hay un escaso puñado que no botó la vida por nariz. No todas las orquestas tocaron exclusivamente para los patrones, pero todas para sociedades engolosinadas con el blanco “postre de ñatas”. A no todos los empresarios les cantó el “perico” en el bolsillo, pero los billetes no suelen venir marcados con el sello del origen que los pone a circular en las manos del negociante. Negar esta influencia es absurdo e incoherente.

Las canciones más sonadas y conocidas pueden ser Periquito pin pin y Cómo lo hacen, en las voces de Héctor Tricoche y Frankie Ruíz con la orquesta de Tommy Olivencia. Dos éxitos paridos por la inspiración de Raúl Marrero que son, el primero un tributo: Yo soy perico pin pin/Y mi apellido es pin pan/Me gusta la rumba/Me gusta tocar/Lo mío es la música/Lo mío es poner la gente a gozar. Y el segundo una reflexión algo crítica que niega lo evidente: Y como lo hacen/Yo no sé/Cuál es el negocio/Sepa usted/Y cómo lo hacen/Yo no sé/Cuál es el negocio/Sepa usted.

Otros pericos de esa manada son Quítate de la vía perico de Cortijo y su combo, en la voz del sonero mayor Ismael Rivera, que estuvo preso por posesión de droga y cuya historia plasmó Bobby Capó en el tema Las Tumbas. La gran parábola es que a pesar de todas las advertencias a perico lo mata el tren como al drogadicto que muere arrollado por el tren de su vida desenfrenada. Ray Pérez y sus dementes despunta en el álbum El dictador con El Perico, otra alusión a la calle y a la recomendación de que el perico se aparte de la misma. Y Perico Macoña, de Ángel Luis Canales, sobre un mulato que es tremendo ‘fumanchú’.

Es otro miembro de esa pandilla de malandros que conforman Pedro Navaja (letra y voz de Rubén Blades), Juanito Alimaña (letra de Tite Curet y voz de Héctor Lavoe), Juana Peña (Lavoe y Colón), El Callejero (Willie Rosario). Entre muchos otros que enaltecen el malevaje, narran el drama o invitan a la reflexión de quienes como todos vivimos pa’ morir, pero ellos se afanan unos ‘pases’ para vivir más rápido e intenso en el fugaz bajo mundo. Traigo de todo de Richie Ray & Bobby Cruz y Pa´ huele de Eddie Palmieri, siguen esa misma línea, el primero homenaje al distribuidor, al que aquí llaman jíbaro; y el segundo, una oda al ‘viaje’.

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Una de las canciones más emblemáticas y positivas junto con Caína de Rubén Blades y Careta de Ismael Miranda, es S.E.R.A. en la voz de Miguel Quintana con la orquesta La Conspiración de Ernesto Ernie Agosto. S.E.R.A. es acrónimo de Services for Education & Rehabilitation in Addiction y fue hecha para sacar adictos de las calles de Nueva York. Ese si es un buen amigo/Te ofrece la caridad/Tienes que hacer el esfuerzo/Llega donde SERA... Y el pregón: El que juega con la droga, está muerto y no lo sabe... Claras alusiones a dejar ese mundo, como emblemáticas son las frases del panameño Blades: Te agita y te enreda, pecadora/Después que te abraza te devora/No se puede querer a la Caína/No se puede creer en la Caína. O la estrofa del Niño bonito de Puerto Rico: La droga/Te vira la vida al revés/Estás entregado y no ves/Lo bueno que hay en otras cosas…  

Insisto, la lista es larga y el camino culebrero. Amor y Control (Blades) Y por más drogas que uses/Y por más que nos abuses/La familia y yo tenemos que atenderte. La Cura (Frankie Ruíz) Si te dicen que yo me estoy curando es la verdad/Y la cura que yo me estoy buscando es realidad. Y dos canciones del gran compositor panameño Omar Alfano, en la voz del nicaragüense Luis Enrique. Date un chance: Dile no a las drogas limpia el alma/Esa vaina de las drogas, no está en nada/Me cuentan amigo, que a tu madre le sacaste/Las últimas lágrimas de amor para inyectarte. Y Así es la vida: Hay quien pasa su vida/En el fondo de una botella/Hay quien piensa que inflando sus venas podría volar…

La música pues no escapó ni escapa al influjo de todo lo que tocaron y tocan los señores de la droga, así no fueran directos promotores –que algunos fueron–, o dueños de orquestas o casa disqueras, pero con su dinero pagaron composiciones, presentaciones, viajes, estudios, giras, etc. Negar esta influencia que puede no ser directa y general determinación, hace parte de la doble moral social que se niega a reconocer que políticos, abogados, arquitectos, contadores, periodistas, cocineros, vendedores, comerciantes y un largo etcétera, tienen vínculos directos o colaterales con este innegable reglón de la economía nacional, que si no existiera nos tendría peor y ello no supone ni una apología al delito o una aceptación de lo ilícito.

Adenda: El papá de uno de los más reconocidos cantantes de la música popular en Colombia está preso por narcotráfico y la ‘payola’ que este artista pagó en la radio se compara apenas con el poderío e influencia que alcanzó luego en la televisión. Para asistir a su mexicanísimo negocio en Bogotá, las reservas superan los tres meses. Bueno, ahí les queda el dato. Darío Gómez hizo su plante inicial cantándole Lo que va a ser para uno a Henry Loaiza, alias el Alacrán, que le pagaba un millón de pesos cada que la interpretaba. En Cauca hay varios artistas y grupos no sólo financiados con dinero de la droga, sino que los mismos cantantes son empresarios del ilícito negocio. No todos los cantantes son narcos, pero no hay ninguno que no les haya cantado. Y eso se llama influencia y ocurrió también con la salsa.

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La Colombia afro no se puede quedar en el atraso

El Plan Decenal ha logrado entre otras, la visibilización de la riqueza y biodiversidad de la cultura afro y su aporte al patrimonio inmaterial, como el Plan de Salvaguardia de la partería y el plan de marimba y música, la gastronomía.

La Colombia afro no se puede quedar en el atraso
Especial para 90minutos.co

El Plan Decenal ha logrado entre otras, la visibilización de la riqueza y biodiversidad de la cultura afro y su aporte al patrimonio inmaterial, como el Plan de Salvaguardia de la partería y el plan de marimba y música, la gastronomía.

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El 21 de mayo el país conmemoró el Día de la Afrocolombianidad para reconocer la contribución de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras en la construcción de país, pero también, para hacer visibles los factores de exclusión e inequidad que históricamente han caracterizado a quienes representan el 9,3% de los colombianos.

Según el Dane, el Índice de Pobreza Multidimensional, IPM, de esta población es del 30,6%, es decir, 11% por encima de la pobreza nacional, debido a factores como violencia, trabajo informal, bajo logro educativo y rezago escolar, entre otros.  Y aunque desde el Estado se han hecho esfuerzos para superar estas problemáticas, lamentablemente en nuestro país persisten prácticas de xenofobia, intolerancia y violencia en su contra. Un ejemplo de ello, es que entre 2013 y 2022, el reclutamiento forzado de menores en esta población, pasó del 12% al 17%.

Como vallecaucana conozco muy de cerca esta realidad pues nuestro territorio acoge al 30,4% de esta población en el país, es decir, poco más de 1.420.000 personas. Por eso, durante mi labor como Gobernadora del Valle del Cauca, creamos del Plan Decenal para la población Afro, el primero realizado en el país.

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Esta política se construyó con participación de la comunidad, instituciones públicas y privadas y la academia, para de incrementar el acceso de esta población a los programas sociales y económicos del departamento y mejorar sus condiciones de vida, a través de la implementación de acciones afirmativas. Precisamente, en el marco de esta iniciativa, tuve un gabinete participativo, con un muy alto porcentaje de hombres y mujeres de este grupo poblacional.

El Plan Decenal ha logrado entre otras, la visibilización de la riqueza y biodiversidad de la cultura afro y su aporte al patrimonio inmaterial, como el Plan de Salvaguardia de la partería y el plan de marimba y música, la gastronomía; el Proyecto de Ordenanza para la protección y salvaguarda del viche como bebida ancestral y artesanal, respecto a la producción y la comercialización; las celebraciones de la Virgen de la Asunción en Playa Renaciente y El Hormiguero, y el Festival Folclórico en Buenaventura, entre otros.

También, avanzamos en la educación al consolidar un enfoque diferencial étnico; desarrollamos modelos de atención integral en salud, apoyando la partería para reducir la mortalidad y morbilidad materno-perinatal, y con la academia, apostamos a la transformación, comercialización y uso de plantas medicinales. 

Así mismo, inauguramos el Observatorio contra la Discriminación Racial, con atención técnica, psicológica y jurídica a las personas afectadas, así como el proceso de elección de la Comisión Consultiva de Comunidades Negras Departamental. También, promovimos el emprendimiento, con proyectos productivos en quince municipios del departamento. Esto sin contar importantes proyectos de infraestructura en salud, turismo y transporte.

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Además, en mi calidad de directora de La U, dimos impulso a los nuevos liderazgos de esta comunidad en las regiones, en el marco de nuestro programa ‘Líderes para confiar’, apoyándolos y formándolos para que proyecten mejor su trabajo comunitario. Así también, promoviendo iniciativas en el Congreso para las comunidades más necesitadas.

Sin embargo, en el país quedan muchas cosas por hacer en favor de estas comunidades. La violencia generalizada es un factor que frena muchas iniciativas sociales y económicas. Por eso, es importante propender por una cultura política de paz, que garantice los derechos humanos, el desarrollo y el fin de la pobreza extrema. Para ello, se necesita la presencia integral del Estado, con la generación de desarrollo y oportunidades para la población. También, fortalecer jurídicamente al Sistema Nacional de Atención y Reparación a las Víctimas, con una mayor articulación entre las entidades nacionales y territoriales encargadas de hacer efectivo el goce de derechos de las víctimas.

La Colombia afro no se puede quedar en el atraso. Pienso que tanto desde el Gobierno Nacional como regional deben ponerse al día con esta comunidad en proyectos que incluyen una amplia agenda social, para fomentar la vivienda, salud, empleo, productividad, acueducto, saneamiento, educación, energía y justicia. Todos estos factores deben contribuir al fortalecimiento del tejido social, que permita reducir la pobreza y el abandono.

De mi parte, persistiré en mi compromiso para que, desde el escenario en que me encuentre, seguir trabajando por sacar adelante todo lo bueno que las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras tienen para dar al país.

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Botando la vida por la nariz

Pondré la aguja directo sobre el vinilo: sin el narcotráfico Cali no habría sido jamás la Capital de la salsa. Si esa es sólo una consideración o un apelativo comercial o turístico, es otra vuelta.

Botando la vida por la nariz
Especial para 90minutos.co

Pondré la aguja directo sobre el vinilo: sin el narcotráfico Cali no habría sido jamás la Capital de la salsa. Si esa es sólo una consideración o un apelativo comercial o turístico, es otra vuelta.

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Pondré la aguja directo sobre el vinilo: sin el narcotráfico Cali no habría sido jamás la Capital de la salsa. Si esa es sólo una consideración o un apelativo comercial o turístico, es otra vuelta. Que sea mundial, es otro cuento que nos metieron por los oídos –a algunos por la nariz– y a veces por la vista, en general por los sentidos, los promotores de eso a lo que hoy llaman ‘industrias culturales’. Lo cierto es que entre la época de los capos visibles del ayer y los traquetos invisibles de hoy, hay más de 1.400 toneladas anuales de cocaína de exportación de diferencia. De Los jinetes de la cocaína (1987) de Fabio Castillo a El cartel de los sapos (2008) de Andrés López, o Sin tetas no hay paraíso (2008) de Gustavo Bolívar, hay muchas similitudes: violencia, muerte, ostentación, cooptación de autoridades, amenazas, excesos, prostitución, etc. y una gran diferencia: el bajo perfil de los ‘señores’ que hoy manejan el negocio de las drogas ilícitas.

Pueden vociferar todo lo que quieran las viejas vacas sagradas de la salsa en Cali –la mayoría experiqueros, entre confesos y clandestinos, peones de los patrones a los que todos querían servir sin vergüenza alguna y de lo que algunos siguen ufanándose–, pero desde el principio, desde que comenzaron a llegar los acetatos por Buenaventura o como parte de la remesas que enviaban los que habían coronado los ‘Yores’, desde que empezaron a sonar las primeras pachangas en los barrios, desde que esta música se instaló en la ciudad porque un bacán quiso gastarse sus ‘lukas verdes’ trayendo desde Nueva York artistas que apenas se escuchaban en la radio, desde que sus primeros cantores que sólo habían bailado recogieron prácticas interpretativas de los soneros de arriba cuyos fraseos eran del pueblo y desde que los eventos comerciales la impulsaron, este mundillo musical y bailable ha estado inseparablemente ligado al tráfico ilegal de drogas.

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Y por todo lo anterior y más, la ciudad le debe a uno de sus primeros narcos, el apelativo por el que hoy la reconocen en buena parte del mundo occidental: a Larry Landa, el muchacho melenudo y pintoso del barrio Calima que fue bautizado y ya casi nadie recuerda como César Tulio Araque Bonilla. Y a cuento de qué evocar a este camaján que –en otra prueba de nuestro provincialismo anclado en el histórico complejo de inferioridad–, fue llamado el John Travolta caleño. A este ‘dandy’ criollo que acéptenlo o no transformó la vida musical del Cali. A este ‘man’ que hizo que Jairo Varela descendiera de su olimpo y le reconociera que su carnaval –el de Juanchito, que ya no existe– sigue siendo el mejor. A este atrevido que en plena 69 East Broadway de Manhattan quería ponerle a su discoteca Perico-Cali-New York, pero se decidió por Canario-Cali-New York, tal vez ‘aspirando frases’ de la canción de Cheo Feliciano: Silvestre felino… que lío se va a formar... Pues a cuento de que en Cali se sigue mezclando salsa y perico, música y narcos, promotores artísticos y lavanderías de dinero mal habido. Es una verdad de Perogrullo. 

No basta la actividad de la ciudad en torno de la rumba como indicador de que el dinero del narcotráfico fluye a raudales en la capital salsera. También hay legalidad y se necesitan muchas más evidencias ahora que el negocio es algo más subrepticio y los patrones menos lamparosos. El dinero no sabe de orígenes, ni de manchas de sangre o fluidos. Sin embargo, la realidad siempre pesa más que los documentos contables y Cali es reconocida por estudiosos del tema y organismos del Estado como un inmenso ‘lavadero’. Basta revisar los informes de la Fiscalía General de la Nación que dan cuenta de operaciones por 2.500 millones de dólares en 2023. Es decir, de lo que se conoce y se publica desde la Unidad de Información y Análisis Financiero, la Superintendencia de Sociedades y la Superintendencia Financiera de Colombia, entre otros organismos encargados de vigilar una economía donde la cocaína aporta el 25% de nuestro PIB (Producto Interno Bruto). No podría justificarse de otra forma que en plena crisis se llenen todos los conciertos y discotecas, sin importar el género; todos los cines, sin importar también el género; y todos los restaurantes, sin importar la calidad de la comida que en estos lugares está más arriba que las nubes. Amén de negocios de finca raíz, moteles, almacenes, gastrobares, joyerías y un etcétera que es tremenda línea.

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Ahora bien, en el momento en el que la salsa transita de la realidad a la leyenda, que sus temas adquieren ribetes míticos a través de clásicos muy recientes, que sus artistas se están muriendo, la agonía del género en términos de producción y sus estertores, han sido aprovechados de nuevo por los ‘señores’ para negociar con las prácticas culturales populares. Que la salsa está más viva que nunca dicen, que no morirá mientras haya bailadores, soneros, coleccionistas, melómanos y bebedores; que somos el museo vivo de esta melodía, que no hay otro lugar en el mundo que nos quite lo baila’o... Lo único cierto es que no hemos escuchado, ni bailado, ni gozado, ni estudiado, ni analizado, ni registrado, buena parte de la salsa que se produjo en su momento de esplendor y que ahora en su decadencia –insisto, en términos de producción– daría para un par de décadas más. Apenas se está develando la cortina férrea y nefasta que sobre muchos artistas y grupos instaló la Fania All Stars que operaba como una verdadera mafia (decidía quién y qué sonaba), fiel a los principios de eliminar (aunque no físicamente) al que no estaba en su cartel o a quien no tributaba a sus arcas insaciables, a las fauces que convirtieron a Nueva York en la ciudad el miedo, porque ningún negocio escapaba del manejo temerario en la Capital del mundo.

La idea de Cali como Capital de la salsa comenzó a abrirse paso en la radio cuando se promocionaban los eventos que incluían concursos sobre todo de baile. Luego, con la ascensión social de los ‘señores’ resultante del dinero producto del narcotráfico, no hubo espacio social que no resultara influido –de manera directa o indirecta– en esta espiral de lo que llegó a tildarse como dinero fácil. La salsa no fue la excepción y la payola (pagar para sonar) una práctica tan común como esnifar coca. Ocurrió desde los 70’s y hoy ha retomado sus pasos con más fuerza y menos visibilidad, como si estuviera recogiéndolos. Lejos está el día en el que Landa trajo a Lavoe, y a Cheo, a Pete, y a Celia, y a toda la Fania, porque ahora los empresarios traen a una pléyade de cantantes venidos a menos, algunos ancianos y en el ocaso de sus vidas, para no dejar morir el negocio al que se le están exprimiendo sus últimos jugos, de los que se escupirá el desecho. Como en Caína, de Rubén Blades, una de las pocas canciones y artistas, que cuestionaron y no avalaron con homenajes sonoros a los ‘señores de la droga’, Cali sigue “Botando la vida por la nariz, corriendo la base eternamente y viviendo pa’ morir”.

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Retos para la competitividad

De cara a las elecciones de 2023, cuando llegará un nuevo liderazgo regional, resulta fundamental construir una agenda que enfrente los retos que impiden que el Valle sea uno de los tres departamentos más competitivos de Colombia.

Retos para la competitividad
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De cara a las elecciones de 2023, cuando llegará un nuevo liderazgo regional, resulta fundamental construir una agenda que enfrente los retos que impiden que el Valle sea uno de los tres departamentos más competitivos de Colombia.

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La semana pasada se presentó en Popayán el Índice de Competitividad Departamental del año 2023, que dejó al Valle del Cauca en el quinto lugar, por detrás de Bogotá, Antioquia, Atlántico y Risaralda. Por supuesto, para un observador desprevenido lo consecuente es que el Valle estuviese en el podio de los tres departamentos más competitivos de Colombia, pero la realidad nos aterriza y nos señala unos retos no menores que, de corregirlos, le permitirá al departamento posicionarse en ese top 3. Pero, ¿de qué nos serviría ser el segundo o tercer departamento más competitivo del país?, fundamentalmente para generar empleos mejor pagados, acelerar el crecimiento de las empresas y aumentar la calidad de vida.

De cara a las elecciones de 2023, cuando llegará un nuevo liderazgo regional, resulta fundamental construir una agenda que enfrente los retos que impiden que el Valle sea uno de los tres departamentos más competitivos de Colombia. Esa agenda debe concentrarse principalmente en tres aspectos: infraestructura, educación y seguridad. Hay que insistir en que no son asuntos menores, si se considera que en vías el Valle ocupa el puesto 25 de 32 y en educación básica y media es el puesto 21 de 32. Es paradójico que muchos coinciden en que las mejores carreteras del país están en el Valle, pero es una de las mayores debilidades con respecto a los otros departamentos, a la luz del informe.

La caída del puente del Alambrado, en los límites del Valle y Quindío, señala con precisión el problema de infraestructura que tiene el departamento. Con la salida del servicio de ese puente, quedó seriamente afectada la conectividad hacia el interior del país, alejando al puerto de Buenaventura de gran parte de las regiones. Y, lo más grave, no hubo alternativas, puesto que hace años dejó de funcionar el tren y las vías alternas suponen más tiempos y más costos de desplazamiento. Eso habla de una debilidad protuberante en un departamento que aprovechó su terreno plano para hacer una impresionante conexión por doble calzada, pero que no logra garantizar una conectividad eficiente en las zonas montañosas. Ahí hay un reto enorme.

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En lo que respecta a educación, lo más urgente es corregir la cobertura y la calidad en los niveles de básica primaria, secundaria y media, donde el departamento muestra resultados muy pobres. Eso supone mejorar la cualificación del cuerpo docente, enfrentar los determinantes sociales que impiden que los niños lleguen al sistema educativo y profundizar las competencias en comprensión lectora, matemáticas y ciencias de los estudiantes vallecaucanos, además de hacer inversiones en infraestructura educativa que presenta un rezago importante.

Por último, un asunto recurrente pero que aún sigue siendo una maldición que el Valle no logra superar: la violencia y la inseguridad. Reducir los homicidios y garantizar la protección efectiva de la vida y de la integridad es un mensaje positivo que mejorará la competitividad, apalancada por la mejora de la imagen nacional e internacional del departamento, que hoy está mediada por una reputación violenta y de alto riesgo. Para eso es clave que Cali y el área del sur del Valle se estabilicen en materia de orden público y seguridad.

El Valle, por su ubicación, oferta productiva diversificada y dotación de recursos, puede ser el segundo departamento más competitivo de Colombia, solamente por detrás de Bogotá. El compromiso con una agenda clara y bien definida permitirá formular políticas, planes y programas que enfrenten los retos y las tareas pendientes, logrando que el departamento mejore sus resultados económicos, los cuales se verán traducidos en una mejor calidad de vida para las familias vallecaucanas. Que sea un propósito.

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