Los primeros que saltarán son los puristas moralistas que se persignarán y me condenarán en plena cuaresma por decirles ‘señores’ a los empresarios de alto riesgo que con sagrada abnegación por décadas han producido y exportado cocaína y son responsables del 25% de PIB (Producto Interno Bruto) de Colombia. No importa, las cifras son contundentes y cuando les tiemblan las piernas a los argumentos ellas están ahí para defenderlos o al menos acompañarlos. Hoy se produce y exporta en nuestro país más cocaína que cuando Pablo Escobar o los Hermanos Rodríguez manejaban el negocio. El narcotráfico permeó toda la sociedad y el espectro salsero no fue la excepción.
Según cálculos del gobierno de los EE.UU. en 1987 se produjeron en Colombia 35 toneladas métricas de clorhidrato de cocaína. Cinco años después, 60. Y para 1988, 165 toneladas, caídos o entregados ya los grandes capos. La cuestión es que hoy más que capos hay ‘traquetos’ y más que carteles, clanes con bajo perfil que diseminaron el negocio y la percepción. Según el reporte de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito se estima en poco más de 1.000 toneladas la producción anual del alcaloide en nuestra nación. Y la cifra se queda corta, porque muchas prácticas sociales y culturales pusieron a sonar el negocio. Es posible que esta realidad cambie, pues China ya produce cocaína sintética y eso puede modificar tanto el negocio como sus implicaciones.
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Según el diario El País-América en un artículo fechado en octubre de 2022 en Colombia las hectáreas sembradas pasaron de 143.000 a 204.000 al cierre de 2021 y las toneladas de droga llegaron a las 1.400. Son las mayores cifras en nuestro país desde que hay registros y se estima que –como en todo cálculo estadístico– hay un subregistro; entre otras razones, por las porosidades de las zonas fronterizas, la corrupción que modifica cifras, cambia incautaciones por harina empacada y hace decomisos parciales para dejar pasar una mayor cantidad de la que registran las autoridades. Insisto, las cosas están cambiando con el tusi y el fentanilo. Pero nada afecta la rumba y el goce. Aprendizaje.
El informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas (Simci), ratifica pues lo que el mundo sabe a gritos: la guerra contra las drogas no sólo es un fracaso, sino una farsa. De ahí que el presidente Gustavo Petro haya abogado desde el inicio de su gobierno por “acabar con esta fallida política”; y su ministro de Justicia, Néstor Osuna haya precisado que el resultado no va a cambiar si se sigue haciendo lo mismo, además de añadir que el informe es un campanazo del punto de partida en el que nos encontramos y se debe agradecer ese “aterrizaje a la realidad”. Ya hablaremos de El Aterrizaje. Vamos volando.
Tres de los 32 departamentos de Colombia, Norte de Santander, Nariño y Putumayo, concentran el 62% de toda la coca del país; y dos están en el suroccidente con plena influencia sobre Cali y Buenaventura. La primera, epicentro económico de región y la segunda el principal puerto sobre el Pacifico. Las dos, escenarios musicales por excelencia y espacios determinantes en la entrada, expansión y consolidación de la salsa en nuestro país. Las dos, con violencias tan disparadas como el consumo. Todo lo anterior hasta aquí para lanzar otra argumentación y que los puristas de la salsa arremetan de nuevo: el narcotráfico permeó toda la sociedad colombiana e impactó el mayor destino consumidor: Estados Unidos. La música no fue ni es la excepción.
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Sobre esa idea nos reunimos en El Aterrizaje –una salsoteca que se volvió tienda en la pandemia y este año retomó funciones salseras– a hablar sobre narcotráfico y salsa. El listado de temas que alude a la cocaína o al negocio de manera directa o metafórica es largo y el tema delicado. No todos los músicos o cantantes fueron consumidores o adictos, hay un escaso puñado que no botó la vida por nariz. No todas las orquestas tocaron exclusivamente para los patrones, pero todas para sociedades engolosinadas con el blanco “postre de ñatas”. A no todos los empresarios les cantó el “perico” en el bolsillo, pero los billetes no suelen venir marcados con el sello del origen que los pone a circular en las manos del negociante. Negar esta influencia es absurdo e incoherente.
Las canciones más sonadas y conocidas pueden ser Periquito pin pin y Cómo lo hacen, en las voces de Héctor Tricoche y Frankie Ruíz con la orquesta de Tommy Olivencia. Dos éxitos paridos por la inspiración de Raúl Marrero que son, el primero un tributo: Yo soy perico pin pin/Y mi apellido es pin pan/Me gusta la rumba/Me gusta tocar/Lo mío es la música/Lo mío es poner la gente a gozar. Y el segundo una reflexión algo crítica que niega lo evidente: Y como lo hacen/Yo no sé/Cuál es el negocio/Sepa usted/Y cómo lo hacen/Yo no sé/Cuál es el negocio/Sepa usted.
Otros pericos de esa manada son Quítate de la vía perico de Cortijo y su combo, en la voz del sonero mayor Ismael Rivera, que estuvo preso por posesión de droga y cuya historia plasmó Bobby Capó en el tema Las Tumbas. La gran parábola es que a pesar de todas las advertencias a perico lo mata el tren como al drogadicto que muere arrollado por el tren de su vida desenfrenada. Ray Pérez y sus dementes despunta en el álbum El dictador con El Perico, otra alusión a la calle y a la recomendación de que el perico se aparte de la misma. Y Perico Macoña, de Ángel Luis Canales, sobre un mulato que es tremendo ‘fumanchú’.
Es otro miembro de esa pandilla de malandros que conforman Pedro Navaja (letra y voz de Rubén Blades), Juanito Alimaña (letra de Tite Curet y voz de Héctor Lavoe), Juana Peña (Lavoe y Colón), El Callejero (Willie Rosario). Entre muchos otros que enaltecen el malevaje, narran el drama o invitan a la reflexión de quienes como todos vivimos pa’ morir, pero ellos se afanan unos ‘pases’ para vivir más rápido e intenso en el fugaz bajo mundo. Traigo de todo de Richie Ray & Bobby Cruz y Pa´ huele de Eddie Palmieri, siguen esa misma línea, el primero homenaje al distribuidor, al que aquí llaman jíbaro; y el segundo, una oda al ‘viaje’.
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Una de las canciones más emblemáticas y positivas junto con Caína de Rubén Blades y Careta de Ismael Miranda, es S.E.R.A. en la voz de Miguel Quintana con la orquesta La Conspiración de Ernesto Ernie Agosto. S.E.R.A. es acrónimo de Services for Education & Rehabilitation in Addiction y fue hecha para sacar adictos de las calles de Nueva York. Ese si es un buen amigo/Te ofrece la caridad/Tienes que hacer el esfuerzo/Llega donde SERA... Y el pregón: El que juega con la droga, está muerto y no lo sabe... Claras alusiones a dejar ese mundo, como emblemáticas son las frases del panameño Blades: Te agita y te enreda, pecadora/Después que te abraza te devora/No se puede querer a la Caína/No se puede creer en la Caína. O la estrofa del Niño bonito de Puerto Rico: La droga/Te vira la vida al revés/Estás entregado y no ves/Lo bueno que hay en otras cosas…
Insisto, la lista es larga y el camino culebrero. Amor y Control (Blades) Y por más drogas que uses/Y por más que nos abuses/La familia y yo tenemos que atenderte. La Cura (Frankie Ruíz) Si te dicen que yo me estoy curando es la verdad/Y la cura que yo me estoy buscando es realidad. Y dos canciones del gran compositor panameño Omar Alfano, en la voz del nicaragüense Luis Enrique. Date un chance: Dile no a las drogas limpia el alma/Esa vaina de las drogas, no está en nada/Me cuentan amigo, que a tu madre le sacaste/Las últimas lágrimas de amor para inyectarte. Y Así es la vida: Hay quien pasa su vida/En el fondo de una botella/Hay quien piensa que inflando sus venas podría volar…
La música pues no escapó ni escapa al influjo de todo lo que tocaron y tocan los señores de la droga, así no fueran directos promotores –que algunos fueron–, o dueños de orquestas o casa disqueras, pero con su dinero pagaron composiciones, presentaciones, viajes, estudios, giras, etc. Negar esta influencia que puede no ser directa y general determinación, hace parte de la doble moral social que se niega a reconocer que políticos, abogados, arquitectos, contadores, periodistas, cocineros, vendedores, comerciantes y un largo etcétera, tienen vínculos directos o colaterales con este innegable reglón de la economía nacional, que si no existiera nos tendría peor y ello no supone ni una apología al delito o una aceptación de lo ilícito.
Adenda: El papá de uno de los más reconocidos cantantes de la música popular en Colombia está preso por narcotráfico y la ‘payola’ que este artista pagó en la radio se compara apenas con el poderío e influencia que alcanzó luego en la televisión. Para asistir a su mexicanísimo negocio en Bogotá, las reservas superan los tres meses. Bueno, ahí les queda el dato. Darío Gómez hizo su plante inicial cantándole Lo que va a ser para uno a Henry Loaiza, alias el Alacrán, que le pagaba un millón de pesos cada que la interpretaba. En Cauca hay varios artistas y grupos no sólo financiados con dinero de la droga, sino que los mismos cantantes son empresarios del ilícito negocio. No todos los cantantes son narcos, pero no hay ninguno que no les haya cantado. Y eso se llama influencia y ocurrió también con la salsa.
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