Icono del sitio

El balcón aquel

El balcón aquel

Especial para 90minutos.co

Cuando los Hermanos Lebrón incluyeron en su álbum Llegamos la canción En el balcón aquel, los puristas del bolero se ruborizaron hasta la congoja. Su lamento fue más fuerte y vehemente que cualquier otro lamento, borincano o boliviano. Fieles a la innovación rítmica propia de sus inicios en Brooklyn-New York de los sesenta, los ‘afrudos’ le respondieron a la letra del clásico bolero de don Leopoldo Ulloa –inmortalizado en la voz del flaco Celio González con la Sonora Matancera–, con realidad y desdén. Mientras el primero es una evocación lastimera que guarda la ilusión de lo que fue y ya no será; los negros de Aguadilla-Puerto Rico lo aterrizan y con golpe y sabrosura le cantan la tabla al romanticismo insulso.

Lea también: Filósofos de WhatsApp

Esa sin duda fue una gran afrenta para los románticos, pues desde Tristán e Isolda, Romero y Julieta o Los amantes de Teruel (tonta ella y tonto él) el balcón es sinónimo de encuentro para los enamorados, así Shakespeare jamás lo haya ni siquiera mencionado en el clásico literario: “Enter Juliet above”. En todas las obras de alguna manera se sugiere porque en la representación teatral se actúa de frente al público y la dama –a la espera decisoria–  se eleva cual virgen en altar y el hombre sumiso, arrodillado e implorante, mira lo inalcanzable. Es recurrente como espacio escenográfico en el teatro del Siglo de Oro español; y en el cine mexicano con su Ciclo de Oro retoma esta posición con la serenata; donde la mujer siempre está arriba, protegida y resguarda, dormida –encarcelada a veces–, y el hombre busca con el cortejo cantado; su liberación para hacerla suya, para apresarla.

El balcón, es pues, una especie de vitrina del cortejo o umbral de las emociones humanas. Y está de moda. En El balcón del ratón, por ejemplo, en Palmira, se presenta el libro La letra, el número y la cosa. Ensayos al filo de la navaja, del escritor Julio César Londoño. Parafraseando al autor –o por lo menos intentando interpretarlo– escogió este espacio porque hay que salvar estos románticos escenarios de la pirotecnia del espectáculo ramplón y recuperar el encuentro con los amigos; la literatura, la música y la bohemia. El lector consumado ha sido condenado a la metáfora frívola del ratón de biblioteca (obra pictórica del alemán Carl Spitzweg); como si el pobre roedor tuviera la culpa se semejante ambigüedad. Este balcón es la posibilidad de ser escuchado y –si las cosas van bien– admirado, aplaudido y finalmente, liberado de suntuosas imposiciones editoriales.

Artículo relacionado

El significado del balcón de todas formas es un tanto ambiguo –ya que permite mirar hacia afuera pero también expone parte de la intimidad de quien allí se ubica–; pues vemos todas las configuraciones de esa condición dual de apertura y cierre a los demás y al mundo. Esta semana el presidente Gustavo Petro volvió al balcón. Lo hizo en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño y no en la Plaza de Bolívar. Los detractores aseguran que lo hizo porque es más pequeña y podía llenarla. No creo que un hombre cargado de simbolismos hasta los tuétanos, se defina por esa simpleza. Al contrario, considero estratégico y simbólico su regreso al nuevo escenario adornado con una bandera de Colombia en divinos pliegues. Como alcalde de Bogotá y candidato a la presidencia llenó más de 30 veces la Plaza de Bolívar desde el Palacio de Liévano y desde el frontis del Congreso de la República. Ahora como primer mandatario su dignidad requiere otra dimensión y las arma; la ratificación libertaria del caraqueño por quien profesa evidente –y para algunos, enfermiza– admiración. 

Le puede interesar: De loro viejo a old parrot

En términos de la búsqueda de comunicación, popularidad y aceptación, Petro es anacrónico. Mientras el mundo utiliza redes, él –que también las utiliza– va al pasado y a la esencia de la plaza pública: el balcón. A la tribuna, como los grandes oradores de la historia, demócratas o tiranos, líderes o embaucadores, Papas de la Santa Madre Iglesia o de la Santa Inquisición, estadistas o pelafustanes. Bolívar o Gaitán. Martin Luther King o Malcolm X. Hitler o Mussolini. Gandhi o Mandela. Castro o Mujica. Las repercusiones de su discurso de hora y media en el balcón de la Plaza de Armas; trascienden la presencia de los asistentes –cualquiera sea la razón de su presencia– y resuenan más allá de las opiniones disfrazadas de análisis de los medios tradicionales que pretenden restarle importancia y significado.

Es un hecho que las marchas –movilizaciones es el término correcto, porque su carácter no es militar o castrense– fueron un fracaso para Petro; para el Centro Democrático y para los medios de comunicación. El primero, no las necesita; el segundo, ya no convoca; y a los terceros, ya casi nadie les cree. Sin embargo, el presidente de la república sabe que su ubicación en el balcón lo erige como sujeto de admiración y respeto, de cercanía y contacto con el pueblo, de advocación nacional y proyección internacional, en suma, el balcón funge como escenario de la megalomanía que tienen éste y todos, absolutamente todos, los políticos y gobernantes de este mundo y de otros si los hubiese. En la esencia del balcón subyace la que para sus críticos es una trasgresión, una invitación al levantamiento social, porque en últimas con estas apariciones Petro se ubica por encima del teatro de la realidad nacional, que suele ser diferente al de la representación mediática.

Artículo relacionado

Sea que cese la horrible noche para Colombia y que el sol salga para todos, o que se obstaculicen sus propuestas ancladas en la promesa de cambio, el balcón seguirá siendo el escenario donde Gustavo Petro se siente más cómodo y despliega su oratoria de viejo caudillo en tiempos de los nuevos influencers. Como afirma la escritora Dulce Sotolongo sobre don Leopoldo Ulloa, el compositor cubano de En el balcón aquel, el bolero más largo es su propia vida. Lo mismo puede aplicar para Gustavo Petro. Su vida ha estado siempre regida por el balcón en cualquiera de sus manifestaciones: en el pupitre del colegio en Zipaquirá, en su despacho como personero o su escaño como concejal de esa ciudad, en sus discursos de Aureliano en el M-19, en la mesa de diálogo, como representante o senador en el Congreso, como alcalde de Bogotá o en la silla presidencial de la Casa de Nariño.

¡Enter Petro above!

Artículo relacionado

Sigue nuestras redes sociales: