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¿Qué hacer con la violencia de las barras populares en Cali?

Si bien es cierto que la solución para mitigar el impacto social de las barras populares en Cali y en Colombia no depende exclusivamente del alcalde, si no, de la articulación de distintas instituciones que permitan el impacto sobre las mismas; la construcción y bienestar de la ciudad, en torno a ellas, sí.

¿Qué hacer con la violencia de las barras populares en Cali?
Foto: Especial para 90minutos.co

Si bien es cierto que la solución para mitigar el impacto social de las barras populares en Cali y en Colombia no depende exclusivamente del alcalde, si no, de la articulación de distintas instituciones que permitan el impacto sobre las mismas; la construcción y bienestar de la ciudad, en torno a ellas, sí.

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Si bien es cierto que la solución para mitigar el impacto social de las barras populares en Cali y en Colombia no depende exclusivamente del alcalde, si no, de la articulación de distintas instituciones que permitan el impacto sobre las mismas; la construcción y bienestar de la ciudad, en torno a ellas, sí.

Y aunque es bien conocido que las últimas administraciones han adelantado un proceso con las barras populares en distintas acciones, a través de la conformación de la política pública Distrital, sumado a los avances que realiza el Ministerio del Interior en las mesas de diálogo (paradójicamente sin representación de las barras), al final, se convierten en sobrediagnósticos de una problemática que el ciudadano más alejado del fútbol ya entiende.

La pregunta es: ¿cómo enfrentar una problemática que ni siquiera se tiene cuantificado el número de sus actores? Algunos estudios indican que en Cali podrían haber cerca de 20 mil o 25 mil jóvenes que asisten, por lo menos alguna vez al semestre, a una barra popular y se siente identificados en alguna Legión (Deportivo Cali) o Bloque (América de Cali), pero este número se queda en solo una suposición.

Hace algunos años, la División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor) adelantó junto a los equipos de todo el país un proceso de carnetización, con un costo cercano a los 13 mil pesos por persona, recibiendo algo más de 12 mil millones de pesos y que se quedó en una de las inversiones más cuestionadas frente al tema, que no terminó solucionando una problemática cada vez más angustiante.

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Sin duda alguna, el primer paso para poder adelantar acciones contundentes para reducir la violencia será la identificación de los hinchas, en todos los sectores, el cual debe ser ejecutado directamente por la ciudad y no por un ente privado, con el fin de poder cruzar información entre instituciones relacionadas y conocer quién es cada ciudadano que busca ingresar a un partido de fútbol, así, acabar con la eterna discusión dentro de las mesas de diálogo de la responsabilidad del estado al entregarle información a un privado, quien es hoy quien lo ejecuta.

Solo el día en que se cruce la información de la Alcaldía (entidad que ejecuta la identificación) con la Policía, la rama judicial y la Fiscalía, se podrá conocer a los asistentes a un escenario que, aunque sea de un acto privado, responde a un elemento público. Para nadie es un secreto lo que ocurre dentro de las barras populares, donde algunas personas aprovechan la efervescencia para cometer actos delictivos que no representan el verdadero sentir de sus hinchas y que debemos alejarlos con acciones.

Cali deberá convertirse en el ejemplo nacional para el control de las barras dentro y fuera de los escenarios y, para ello, requerirá de una verdadera voluntad política que permita la inversión en tecnología para la videovigilancia y dispositivos de reconocimiento para el ingreso, pero que también actúe sobre lo que significa la ciudad frente a partidos de pequeña, mediana y alta relevancia.

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Esa voluntad política que deje de echarle la responsabilidad a otras entidades, una voluntad que reúna al operador del estadio, la Gobernación del Valle y la Alcaldía de Cali, para enrutar acciones que identifiquen, controlen y, llegado el caso, acompañen la judicialización de los responsables de actos vandálicos. Es un trabajo entre todos.

Además, hay una gran corresponsabilidad que debe unirse a esta tarea política-estatal y es la participación de los clubes en la misma. Si bien, las entidades públicas tienen un compromiso, los clubes deberán asumir la tarea y responsabilidad de alejar a los malos hinchas de los estadios, reduciendo las gabelas, aportes y reconocimientos que hacen internamente y que solo terminan justificando el mal actuar de un conglomerado.

Creo que los hinchas del fútbol ya estamos cansados de la violencia, de tener que estar escondidos por llevar el color de una camiseta y de caminar por miedo por las calles cada vez que llega la fecha de un clásico o partido importante. Las barras populares son indispensables para la cultura del fútbol en Colombia y en Latinoamérica, pero llegó la hora que, de verdad, enfrentemos esta problemática a través de la educación, la cultura, el empoderamiento de los jóvenes y las acciones de atención contundentes del estado frente a un clarísimo fuera de lugar ante la sociedad.

Yo creo en que Cali tendrá las mejores barras populares del país y que volveremos a vivir el fútbol en paz. VAMOS JUNTOS POR CALI.

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¡Sean más creativos!

Lo único cierto es que está campaña ha sido respaldada por empresarios con visión, innovadores y por la gente que quiere de verdad transformar la ciudad.

¡Sean más creativos!
Especial para 90minutos.co

Lo único cierto es que está campaña ha sido respaldada por empresarios con visión, innovadores y por la gente que quiere de verdad transformar la ciudad.

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Mucho se ha dicho sobre esta candidatura en los últimos seis meses. Que soy la de Jorge Iván Ospina, que soy la de Juan Carlos Abadía, que soy la de Dilian Francisca, ¿Con cuántas más maquinarias me van a relacionar para hacerle daño a esta aspiración?

A los que dicen que soy la del Alcalde los reto hoy a que presenten pruebas: ¿Cuánto dinero ha ingresado a esta campaña por parte de él o de su grupo? ¿Cuántas firmas nos recogieron para inscribir nuestra aspiración? Yo he sido crítica de los resultados de esta administración porque no podemos tapar el sol con un dedo. ¡Cali está mal y necesita una transformación inmediata!

A los que dicen que Abadía apoya nuestra candidatura, explíquenme porqué su Partido Liberal está con el eterno candidato Roberto Ortiz, quien campaña tras campaña se inscribe apoyado por los mismos politiqueros de siempre.

Mismo caso respecto a Dilian Francisca, dicen que es mi pariente (cuando ya expliqué mil veces el lejano grado de consanguinidad), que es mi jefe política. ¿Alguna vez me han escuchado o me han visto apoyando su actual candidatura a la Gobernación del Valle? ¿Dónde están las pruebas? ¿Dónde está la plata que ha ingresado a esta campaña por parte de Dilian?

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Otro que negó rotundamente que fuese a aliarse con la política tradicional fue Alejandro Eder, quien hoy posa feliz en compañía de los dueños de las maquinarias, tal vez respondiendo a una obsesión suya y de su familia por llegar a la Alcaldía de Cali.

Díganme, ¿por cuántos partidos políticos estoy avalada? ¿A cuántos medios de comunicación de pluma blanca estoy comprando para que hablen de mí? Ese es el caso de Diana Rojas, que permanentemente vive diciendo que es de la gente y la ciudadanía cuando públicamente ha admitido que es de Armitage y de Reyes Kuri.

Todos ellos están dispuestos a venderse por llegar a la Alcaldía de Cali y eso lo demuestran elección tras elección. Yo los invito a que sean más creativos e innovadores, pongan a trabajar sus equipos y paren ya con las mentiras

Lo único cierto es que está campaña ha sido respaldada por empresarios con visión, innovadores y por la gente que quiere de verdad transformar la ciudad. Nuestro aval nos lo dieron las 213.647 personas que firmaron y nos dieron su voto de confianza. Vamos a hacer historia con orden y autoridad. Vamos a elegir la primera alcaldesa de Cali: Miyerlandi.

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Derecho a la ciudad

Debemos hacer posible una ciudad de población con alta formación académica y ciudadana, capacidad de emprender, con inmigrantes y desplazados integrados, con inclusión social, justicia espacial y ambiental, movilidad sostenible, segura y con la misión de generar bienestar para toda la población.

Derecho a la ciudad
Foto: Especial para 90minutos.co

Debemos hacer posible una ciudad de población con alta formación académica y ciudadana, capacidad de emprender, con inmigrantes y desplazados integrados, con inclusión social, justicia espacial y ambiental, movilidad sostenible, segura y con la misión de generar bienestar para toda la población.

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“Las ciudades prosperan cuando en ellas abundan las pequeñas empresas y los ciudadanos con formación”

Edward Glaeser.

Dicen los mayores estudiosos de la ciudad, que la creación de la primera aldea en Uruk - Mesopotamia (actual Irak), pudo haber tardado hasta 3.000 años, en un proceso que llevó al Homo Sapiens a detener su andar frenesí por el planeta entre 15.000 y 12.000 años atrás.

Desde las primeras aldeas creadas en la geografía de los valles más fértiles de la tierra, hasta la actualidad, el crecimiento de las ciudades ha sido imparable. Especialmente durante los últimos 250 años en que nuevos avances en industria, higiene, diversificación y especialización en la producción, intensidad de los intercambios comerciales, desarrollos tecnológicos, creación de nuevas instituciones públicas y generación de oportunidades de formación y trabajo, han atraído por cientos de miles a las familias del campo hacia las concentraciones urbanas.

Aunque el ritmo de traslado de la población del campo a las ciudades ha sido intenso, hasta hace muy poco (año 2007), la población urbana apenas pudo sobrepasar a la rural. Es decir, durante 12.000 años hubo más población en el campo que en las ciudades. En la actualidad (año 2023), el 56% de la población mundial habitamos en ciudades y se proyecta que en el año 2050 esta proporción rebase las dos terceras partes del total, y sólo una tercera parte permanezca como población rural. Esto, desde luego, son cifras que promedian la situación del globo porque no en todos los países el comportamiento es igual.

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En Europa, por ejemplo, el promedio de población urbana es del 75%. En Estados Unidos esta población llega al 82%. En la China equivale al 42% y en India tan solo es el 29%. En Colombia, en el año 2020, alcanzamos el 81% de población urbana. Si consideramos que en el año 1960 esta población era apenas del 46% del total de los colombianos, podremos apreciar en nuestro medio los efectos positivos de todos los factores por los cuales crecen las ciudades en el mundo; pero podremos apreciar también una situación que regularmente se invisibiliza, y es el impacto que los conflictos políticos y militares, con el consecuente despojo y desplazamiento de población rural, han tenido sobre la conformación de ciudades en nuestro país.

Las diferentes condiciones en que llegan las poblaciones a las ciudades producen también entornos de ciudad diferenciados, muy especialmente entre aquello que denominamos ciudad formal y ciudad informal; esta última ciudad autoproducida por las comunidades sin mayor apoyo institucional y regularmente sin acceso a empleo, servicios sociales básicos y reconocimiento de derechos.

Es necesario reconocer que ha habido esfuerzos importantes de los gobiernos nacional y de las entidades territoriales por hacer frente al fenómeno de la ciudad informal, pero sin obtener los resultados esperados. Muchos procesos erráticos, mal diagnosticados o formulados, sin suficientes recursos y voluntad institucional, sin apoyo de tantos actores necesarios, entre otros factores, dan cuenta de la incapacidad de la mayoría de los gobiernos para alcanzar un enfoque exitoso en este tema. En Cali no se ha podido enfrentar con determinación esta situación muy a pesar de existir diagnósticos completos desde el año 1997 (EMCALI), y avances en programas como el de Recomposición integral de zonas marginales -PRIZMA- (2004 al 2011), o los Territorios de inclusión y oportunidad -TIOS- (2012 al 2019). Estos no han tenido, o las formulaciones correctas, o el respaldo y los recursos que requiere enfrentar el tema con determinación. De tal manera, el reconocimiento del Derecho a la ciudad y la integración, principalmente de población en condiciones de informalidad, sigue en veremos.

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El Derecho a la ciudad se ha constituido en el camino al que organizaciones multilaterales y gobiernos de todo el mundo, acuden para enfrentar los enormes déficits en materia de desarrollo urbano y territorial, especialmente lo relacionado con las dificultades de integración que enfrentan los inmigrantes en los nuevos espacios urbanos. El Derecho a la ciudad es un concepto creado por el sociólogo francés Henry Lefebvre en el año 1968, como el derecho a crear, construir, decidir y transformar la ciudad, pero sobre todo a disponer de un empleo, un lugar, y disfrutar de los beneficios del desarrollo espacial y económico. Luego la Organización de las Naciones unidas y otros autores han extendido el concepto al reconocimiento de derechos como la vida, la libertad de expresión, la libre asociación, la educación, la salud, el voto, la libre circulación, el trabajo, la vivienda y la propiedad privada.

El Derecho a la ciudad es hoy la principal preocupación de académicos, gobernantes y ciudadanos en todo el mundo. Por ello, desde la posición que me ha correspondido como académico y ciudadano, y muy pronto como gobernante, o cualquiera posición que el destino depare para mí, y para los miembros del Colectivo Urbano regional, dispondremos de toda nuestra capacidad para ser defensores del Derecho de quienes así lo decidan, a ocupar un lugar en Cali; en esta sociedad y ciudad en la cual usted crea, construye, transforma y se transforma, para su bienestar, el de su familia, su comunidad y el conjunto de la ciudadanía.

Debemos hacer posible una ciudad de población con alta formación académica y ciudadana, capacidad de emprender, con inmigrantes y desplazados integrados, con inclusión social, justicia espacial y ambiental, movilidad sostenible, segura y con la misión de generar bienestar para toda la población. Nosotros creamos la ciudad y estamos en capacidad de transformarla.

Nota:

El Colectivo urbano regional es un espacio para la creatividad y la democracia, de origen académico y con trabajo social y político. Estamos dispuestos a conversar con toda la ciudadanía interesada, sobre las CINCO ESTRATEGIAS PARA EL BUEN GOBIERNO DE SANTIAGO DE CALI. Por favor escríbenos al colectivourbanoregional@gmail.com.

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¡Paremos a los ladrones!

El próximo gobierno de los caleños debe entender que la seguridad y la convivencia es una necesidad real y sentida que no da espera.

¡Paremos a los ladrones!

El próximo gobierno de los caleños debe entender que la seguridad y la convivencia es una necesidad real y sentida que no da espera.

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Hace unos días caminaba con un grupo de vecinos por el barrio Puertas del Sol, en plena comuna 14. Una señora me decía que las cosas habían cambiado en el barrio, porque antes se podía salir con el teléfono en la mano y no pasaba nada, pero ahora ese gusto no se lo podían dar. En cada lugar en que paré, me dijeron exactamente lo mismo, que la inseguridad estaba disparada. Basta ver a diario los vídeos en redes sociales, que muestran un panorama de hurtos cada vez más violentos. Enjambres de ladrones en motocicletas que en cuestión de segundos le quitan sus pertenencias a los caleños, con la percepción de que nadie los va a defender.

Al finalizar 2022, los hurtos en Cali habían crecido un 25%, mientras que en 2023 la cifra mostraba un crecimiento preliminar de casi el 20%. Explicaciones puede haber varias, pero sin duda la percepción es que hoy roban más en Cali que antes y el rugir de una moto en un andén es motivo para perder la tranquilidad. Sabemos los celulares robados a dónde van a parar, así como sabemos a dónde van a parar las autopartes; pero los ladrones también saben que, muy probablemente, no serán atrapados ni serán judicializados. No tienen incentivos para dejar de delinquir.

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En todas las encuestas de percepción, la inseguridad aparece como el delito más preocupante. En un sondeo que realizamos a 600 ciudadanos vía telefónica, la preocupación más habitual es la inseguridad asociada al hurto. Los ladrones se han convertido en el mayor dolor de cabeza de los caleños y en una de las principales amenazas contra la calidad de vida. En últimas, lo que nos piden los ciudadanos a los aspirantes a la Alcaldía es que se pueda salir a la calle tranquilamente sin que un bandido en moto nos intimide con un arma y nos despoje de lo que con esfuerzo hemos adquirido.

Los recursos para enfrentar el hurto son limitados, pero creo que hay una receta para dar una pelea más efectiva. El primer paso es armonizar las relaciones entre el alcalde y la Policía Metropolitana, que no pasan por su mejor momento. Es difícil que las cosas funcionen cuando las dos entidades más importantes para la defensa de la seguridad y de la convivencia ciudadana no están bien coordinadas. Si esas relaciones funcionan mejor, podremos fortalecer 100 frentes comunitarios de seguridad en donde los datos nos arrojan que los ladrones más hacen de las suyas. Hay que dotarlos de tecnología y articularlos con una policía orientada al barrio que reduzca los tiempos de reacción y sea más efectiva.

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Por supuesto, tendremos que hacer un programa de actualización del sistema de cámaras, liberar a policías de labores administrativas y del cuidado de presos y hacer el esfuerzo por dotar a Cali de un centro de comando, comunicaciones, cómputo y control que mejore la transmisión de datos, de la videovigilancia y de la articulación de todos los organismos de seguridad y de atención de emergencias.

El próximo gobierno de los caleños debe entender que la seguridad y la convivencia es una necesidad real y sentida que no da espera. La situación es desesperante y la gran conquista de los caleños es arrinconar a los ladrones y ganar espacio para la libertad y la tranquilidad, que se traducen en calidad de vida. No tengo dudas de que focalizando recursos, con voluntad y con una adecuada coordinación de todas las instituciones vamos a hacer la tarea, ¡paremos a los ladrones! Podemos liberar a Cali del yugo de los delincuentes.

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