Salsa

La canción de salsa más íntima de Ramón Rodríguez

Si hay alguna agrupación de salsa que pueda decirse le debe mucho a Cali, esa es el Conjunto Clásico. Su historia con esta ciudad es única, espectacular, misteriosa, extraña. Pero la única verdad es que desde que surgieron en el firmamento melódico ‘Los Rodríguez’, ‘Sin Rumbo Alguno’, ‘Ay qué bueno’, ‘El piragüero’ y ‘Olga y Margara’ la conexión entre Tito Nieves, Raymond Castro y Ramón Rodríguez fue inmediata con el público caleño.

La canción de salsa más íntima de Ramón Rodríguez

Si hay alguna agrupación de salsa que pueda decirse le debe mucho a Cali, esa es el Conjunto Clásico. Su historia con esta ciudad es única, espectacular, misteriosa, extraña. Pero la única verdad es que desde que surgieron en el firmamento melódico ‘Los Rodríguez’, ‘Sin Rumbo Alguno’, ‘Ay qué bueno’, ‘El piragüero’ y ‘Olga y Margara’ la conexión entre Tito Nieves, Raymond Castro y Ramón Rodríguez fue inmediata con el público caleño.

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Por Gerardo Quintero Tello

Jefe de Redacción de 90 Minutos

Un compromiso de amor. Esto fue lo que hizo el maestro Ramón Rodríguez con su esposa, justo antes de que falleciera. Ella, que había seguido y aguantado su carrera musical por tantos años, lo comprometió unos días antes de que el cáncer que la afectaba se la llevara a la eternidad: “Canta tus propias canciones, sólo tú sabes cómo hacerlo”, ese fue el mandato de Rosita allá en Orocovis, el pequeño pueblo de Puerto Rico donde la familia más querida de esta población desarrolló el gusto por la salsa.

Ese compromiso que hace derramar lágrimas al maestro Ramón, el mismo que creó el Conjunto Clásico, es lo que lo trajo a Cali, la ciudad que lo proyectó musicalmente y que lo ha mantenido vigente por tantos años.

Si hay alguna agrupación de salsa que pueda decirse le debe mucho a Cali, esa es el Conjunto Clásico. Su historia con esta ciudad es única, espectacular, misteriosa, extraña. Pero la única verdad es que desde que surgieron en el firmamento melódico ‘Los Rodríguez’, ‘Sin Rumbo Alguno’, ‘Ay qué bueno’, ‘El piragüero’ y ‘Olga y Margara’ la conexión entre Tito Nieves, Raymond Castro y Ramón Rodríguez fue inmediata con el público caleño.

Ya no recuerda el número de veces que se presentaron en Cali, pero sí tiene presente como si fuera hoy todo el cariño que esta ciudad le prodigó. Tal vez por eso, en el crepúsculo de los años, y mientras en su tierra el azote de ese huracán llamado regueaton acabó por dispersar la gloria de las delicadas composiciones que salieron del trazo del ‘buenazo’ de Ramón, decidió aterrizar en esta ciudad que preserva su gloria intacta.

A pesar de no venir desde hace un tiempo, Ramón tiene a Cali tatuado en su corazón. Le dedicó un disco, que justamente se lama ‘A Cali’ y ahora como en ese tema tan suyo, que lo representa en toda su sensibilidad,  regresa ‘Solitario’ a Cali a conformar una orquesta y trabajar en su nuevo proyecto musical.

“Solitario voy de pueblo en pueblo como un vagabundo
Cantando por todos los campos alivio el dolor
Mi guitarra noble compañera, que conmigo se va donde quiera
Solitario, vagabundo por el mundo voy”

Compuesta en épocas de gran agitación personal y profesional, esta es la canción que hoy acompaña al gran maestro creador de más de 400 composiciones salseras que sin duda lo sitúan entre los tres más importantes compositores de la música afrocaribeña.

Hombre humilde, de alma tranquila, de sonrisa fácil y buenas maneras, Ramón es la fina estampa del jibarito, de ese artista que al calor de un ‘palito de ron’, una guitarra o un ‘cuatrico’ es capaz de sacarle estrofas al campo, al sol, a la fatiga o a las penurias del diario vivir.

“Lo que pasa es que cuando uno junta el ritmo cubano con el sentimiento campesino puertorriqueño, el ritmo y sentimiento es bien fuerte. Yo soy muy sentimental, la tristeza la dejo saber en mis letras, la alegría la dejo entrever en mis letras. Y eso ayuda mucho, porque yo no leo libros, ya no puedo hacerlo. Si leo libros, me pongo en un doctorado y empiezo a mencionar palabras de doctores y cosas. Yo soy de la calle, del campo, pero con sentimiento y todo eso. De esa mezcla se hizo lo que soy y lo que quise hacer, y lo que voy a hacer de ahora en adelante desde aquí”, dice con esos ojos presos de nostalgia y ávidos de seguir construyendo tantas emociones que empiezan por la A, esa misma con la que arranca  afecto, armonía, amabilidad, aprecio, apego, amistad y que para el Maestro Ramón se resumen en una sola palabra: Amor.

“Aunque desde pequeñito fui criado en la pobreza
No me importan las riquezas
Cantando voy por el mundo
Yo no me quiero quedar (yo no me quiero quedar)
Yo no me quiero morir (yo no me quiero morir)
Si nací pa vagabundo
Que me importa lo que digan
Habrá mil que me maldigan
Yo voy feliz por el mundo
Pero no me quiero quedar (yo no me quiero quedar)
Yo no me quiero morir (yo no me quiero morir)”

Nacido en 1947, en el Corazón de Puerto Rico, en un pueblo campesino como Orocovis, Ramón muy pronto se vio envuelto en el conflicto militar que Estados Unidos enfrentaba en el continente asiático. La guerra pronto estuvo en su vida y el conflicto en Vietnam lo encontró prestando el servicio militar. Sin duda esa experiencia marcó su alma sensible y lo condujo por unos espacios en los que él se sentía cómodo, escribiendo sobre sus experiencias y transmitiendo su alma en cada verso.

En medio de la crudeza de la guerra, de las explosiones, la sangre, la pérdida de amigos y las malas noticias, Ramón debió recordar en su cambuche las raíces taínas y la noble valentía de su pueblo. Seguro a su memoria llegaban como flashes intermitentes la cueva de los indios, el lago de matrullas,  el río Toro Negro y las quebradas Doña Juana, Palmar y Cacaos, todas esas maravillas naturales de las que bebió para darle rienda suelta a sus hermosas composiciones.

“Mira, ‘Solitario’ salió cuando yo me veía que estaba cometiendo errores en la vida. Musicalmente debo estar solo, porque para componer uno tiene que estar solo. Nadie puede escribir una canción con alguien al lado, a menos que otra persona le dé a uno una idea, pero luego uno se va solito a su casa o donde esté y la letra va surgiendo. ‘Hoy se repite la historia de nuevo. Vuelvo otra vez nuevamente con el mismo error. Será que soy como soy aunque quiera cambiar, yo no puedo. Posiblemente yo sea el culpable y confundido estoy y me voy solitario por el mundo’. Y así ese tema es como una imagen de lo que yo soy. Me gusta la soledad”, me dice sin ambages este compositor de la vida, que no se complica con lo que escribe, que tiene claro lo que los grandes escritores siempre han pregonado, “de lo que uno debe escribir primero es de lo que sabe, de su entorno, de lo que está más cerca”.

Este artista, que ahora está en Cali, con la experiencia que dan los años, un poco solitario, pero con la vitalidad suficiente para comenzar un nuevo proyecto musical, recordó que tal vez fue ‘Sinceridad’ la primera composición  que le grabaron, por allá en un lejano 1973, en un álbum del compositor y director Francisco Ángel Bastar. Inicialmente fue un sencillo de 45 revoluciones por minutos y luego el tema quedó  incluido en un Larga Duración llamado Kako, que fue prensado por el sello TR Records.

Pero fue realmente su cercanía con el gran maestro Jhonny Pacheco lo que le abriría las puertas a un mundo musical enorme, que le permitiría brillar con luz propia en el competido ambiente salsero de la época.

Su paso por el emporio Fania, liderado por Pacheco y Jerry Masuchi, fue propio de su humildad y capacidad creativa. El compositor nos recordó cómo llegó prácticamente en el momento que Pacheco producía uno de esos álbumes que hoy son icónicos en la historia de la salsa. Una producción de la que hacían parte ‘El zorro Plateado’, Celia Cruz y un cantante cubano con una voz singular y potente: Justo Betancur. En un momento determinado de la grabación, Justo le dijo a Pacheco que era la hora de grabar los coros y preguntó con quién los iba a realizar. Fue en ese momento cuando el destacado director musical de Fania Records presentó a Ramón Rodríguez y le dijo a Justo: “démosle la oportunidad a esta chamaquito que tiene tremendo afinque”.

Ramón Rodríguez hizo unos coros que sorprendieron al propio Justo, que no tuvo ya ninguna duda de quién debía seguir con el arrastre de los pregones. ‘El zurdito del campo’, el que se deleitaba con los cantos del coquí, el que le hacía versos a los flamboyanes, el que relataba los cantos campesinos de playas y de bohíos, de montes y de quebradas, entraba por la puerta grande de la rumba afrocaribeña.

“Ese chamaquito es el que es”, fue el dictamen de Justo Betancur y de allí en adelante le hizo todos los coros a las producciones de Pacheco.

Pero Ramón no estaba solo para hacer la segunda voz. Su inagotable cantera creativa no podía quedarse quieta. Sus pregones repetidos sonaban en cada rincón de los estudios de Fania y no tardaría mucho tiempo antes de que los afinados oídos de Pacheco, siempre ávidos de nuevas composiciones, supieran que allí tenía una joya en ciernes que comenzaba a brillar.

‘Dirindindé’ e ‘Ileana’ fueron las primeras composiciones del chico de Orocovis que fueron incluidos en el álbum ‘Pacheco the artist’, lanzado al mercado en 1977 y que cuenta con la espectacular voz de Héctor Casanova. En este disco pleno de salsa, son montuno, guaguancó, bolero y hasta merengue se destacan ‘Esa Prieta’, ‘Amarre el perro’ y ‘La Yerba Brava’, pero, sin duda, fue ‘Ileana’ la gran sorpresa musical del álbum porque se trataba de un estilo de letra que iba a marcar el sendero que recorrería el hijo predilecto de Orocovis en sus futuras creaciones musicales.

“No arranques el maíz Ileana que para comer no hay mañana… No arranques el maíz Ileana que para comer no hay mañana… Yo sé que no hay suficiente para comer Ileanita, pero es que están pequeñitas y el maíz alto no está verde, mañana probablemente las cosas las cosas cambien su curso y encontrarás más recursos para cambiar este ambiente…”

‘Ileana’ se convirtió en éxito de inmediato, pero también fue esa luz que se encendió en el futuro del maestro Ramón y que determinó que, paradójicamente ante la calidad que se asomaba, Pacheco buscara su salida de la agrupación del ‘Zorro plateado’.

“Pacheco me dijo ‘quédate conmigo y seguimos bregando hasta que tú estés ‘ready’ para seguir solo. Y así mismo lo hizo. Y cuando salí de Pacheco me dolió porque yo me sentía feliz ahí, pero él quería que yo siguiera. Y eso fue lo que hice para complacerle a él y no para complacerme a mí sino al pueblo”, me recuerda Rodríguez, mientras no puede ocultar que se sintió bendecido en la agrupación y en la compañía de Pacheco porque era un hombre sabio y musical, que entendía los orígenes de Ramón, tal vez porque él tenía esa misma procedencia en su natal República Dominicana.

Y es que lo que prosiguió en aquellos años setenteros fue un torrente de creatividad, un derroche de poesía, un huracán de armonía escrita de la que se beneficiaron artistas como Cheo Feliciano, Jimmy Sabater, Junior González, La Sonora Ponceña, Willie Colón, Ismael Quintana y Ernie Agosto, solo por reseñar algunos de los caballos salseros que encontraron una mina en la explosión artística de Ramón Rodríguez.

Para entender lo que estaba produciendo sin descanso el orocoveño basta observar este dato. Tan solo en 1980, Ramón participó en 17 producciones musicales como compositor, haciendo coros o tocando el guiro y puede tener un récord difícil de igualar porque este poeta salsero es quizás el único compositor que ha sido el autor de todos los temas de varios álbumes como Los Rodriguez (1979); Felicitaciones (1980); Clásicas de Clásico (1983), entre otras, y del álbum Cantar, de Tito Allen, que salió en 1981. Fácilmente, las estadísticas musicales indican que en 20 producciones musicales se incluyeron más de 150 composiciones que surgieron de la inagotable cantera creativa de este juglar de Orocovis.

Fue en medio de esa explosión inventiva que Ramón concibió la creación de la orquesta que lo catapultaría en la historia discográfica salsera. Y es que mientras escogía los músicos al mismo tiempo que escribía letras con tinta del corazón, escuchó una voz que lo cautivó desde la primera vez. Un gordito que le hacía coros a Héctor Lavoe y que había escuchado durante su paso por la orquesta de Pacheco. Y fue esa voz de tenor, fuerte, limpia, que se adaptaba a diferentes tonalidades y que recogía el alma del jibarito la que enamoró a Ramón Rodríguez. Desde ese momento, Rodríguez fue a Tito Nieves lo que el gran Pedro Flores fue a Daniel Santos, Bobby Capó a Ismael Rivera o Tite Curet a Héctor Lavoe.

“Caminar sin rumbo alguno
Como el aire que respiro
Puede que sea mi destino
Mientras viva

Pero mi corazón jura
Que encontrara aquel futuro
Que brille todo lo oscuro
De mi vida

De mi vida que se va
Y sé que no volverá
No volverá jamás”

Las letras de Ramón Rodríguez fueron lamentos que descendían por los oídos y se internaban como dagas en el corazón de los salseros. ‘Sin rumbo alguno’ se convirtió en un éxito internacional. Ramón era como el rey Midas de la música y todo lo que te tocaba se convertía en un ‘tremendo palo’.

“En Puerto Rico primero hicimos la Orquesta La Masacre, que fue donde hicimos El Pregonero, que fue el que más pegó. Después que terminamos el disco, Tito Nieves me dice “oye me devuelvo a Nueva York porque mi esposa está en cinta y aquí no voy a hacer más ná’”. Entonces le respondí que yo me iba con él porque también mi mujer estaba en embarazo. Entonces allí mismo, cuando llegamos a Nueva York, buscamos a Raymond Castro que trabajaba en una empresa de zapatos, a él le gustó el proyecto y en ese mismo momento conformamos El Conjunto Clásico”.

De la mano de Larry Landa, Alberto Echeverry y Benhur Lozada, el Conjunto Clásico caminó las calles de Cali, se adentró en las esquinas de los barrios, divagó en su música sin rumbo alguno, lamentó la suerte de los Rodríguez, entendió que si no hubiese sido por Olga me llevo a Margara y le compró al panadero el rico pan.

El 9 de agosto de 1980, en el Coliseo del Pueblo, El Conjunto Clásico de Ramón Rodríguez se presentó por primera vez en una Cali que respiraba salsa y se daba el gusto de tener ese mismo día, además de los Rodríguez (como también se les conocía) a Rubén Blades, Jhonny Pacheco, Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Ismael Quintana, Adalberto Santiago y Héctor Lavoe, como artista invitado.

Dichosos los que vivieron aquel concierto y los que por primera vez escucharon a una agrupación que se iba a convertir en una de las favoritas de los caleños.

“De allá ariba se ve un río
También se ve un platanal
De allá ariba se ve un río
También se ve un platanal
Se divisa un cafetal y más arriba un bohio
Se divisa un cafetal y más arriba un bohio
Pero todo está vacío solo se escucha el ladrar
Pero todo está vacío solo se escucha el ladrar
De un perrito blanco y negro que no pudieron llevar
De un perrito blanco y negro que no pudieron llevar
Se marcharon los Rodríguez no se sabe para donde
Dejaron su terruñito
Se fueron del monte (bis)”

Incluso la leyenda salsera terminó construyendo una historia que hablaba de que esta composición era dedicada a los hermanos Rodríguez, los jefes del Cartel de Cali, que en aquella época financiaban la llegada de las grandes bandas salseras. Una leyenda que el mismo Ramón terminó explicándome que carecía de veracidad. “Ay Dios mío, lo que quería contar con los Rodríguez era todo el fenómeno de inmigración. Todas esas familias que salían de Puerto Rico rumbo a Nueva York y como Rodríguez es el apellido más común, pues tomé ese como genérico, no era por mí, aunque yo soy Rodríguez, claro. Pero cuando llegamos en el 80 a Cali, estaban pegados ‘Sin rumbo alguno’, ‘Los Rodríguez’, ‘Olga y Margara’ y ‘Ay qué bueno’”.

Una historia que lo marcó como los tres años que pasó en una prisión en Puerto Rico. Allí, en medio de los barrotes y la soledad de la cárcel, Ramón Rodríguez sintió que debía dejar escapar su tristeza por una condena que consideraba injusta y que le cortaba las alas que todo músico necesita para hacer volar su creatividad. Sin la compañía de esa ‘guitarra noble compañera, que conmigo se va dondequiera’, el orocoveño por primera vez se sintió sin ‘rumbo alguno’. Y fue en ese momento, mientras navegaba ‘solitario’ en aguas turbulentas, cuando logró convencer a la guardia del penal para que le dejaran entrar su noble compañera, hacer los primeros acordes y dejarlos eternizados en una pequeña grabadora.

“Se me agotan las esperanzas con los castigos,
Que me estas dando, no estoy mintiendo
Con lo que digo
Solo te empeñas en lastimarme los sentimientos
Y en tus castigos, solo se ha visto lo que me ha pasado
Por no comprender, y resolver este problema
Como a ti te da la gana
Tu eres la ley, y a mí me llaman el presidiario
Tu eres el rey, yo sigo siendo tu fiel esclavo
Oiga señora ley, mire señora ley, atienda señora ley
Señora ley
Oiga señora ley, mire señora ley, atienda señora ley
Señora ley”

Fue tal la calidad de este tema, tal vez el último gran éxito del Conjunto Clásico, que se convirtió en un himno para todos los presos del mundo. “Hasta los guardias del penal lo cantaban”, recuerda en medio de una pícara sonrisa esta figura clave de la salsa. Ya sin embargo, el desgaste de los problemas de drogas que arrastraba él y Tito Nieves, más las desavenencias jurídicas con el otro integrante del grupo, Raymond Castro, llevaron a la separación del gran Conjunto Clásico.

“Déjense de hablar, no comenten más

Van a maltratar el sentimiento de este conjunto

Está bueno ya si esas calumnias

Solo nos llevan a la falsedad

A nada llegarán

Unos hablaron de una separación

Y criticaron a este conjunto tan tradicional

Que si Tito se va, que si Ramón no quiere

O que si al otro Ramón esto ya no le conviene”

Y entonces lo que en el disco ‘Son Mentiras’, lanzado en 1983, Tito  Nieves tantas veces desmintió se hizo tristemente realidad y el Clásico se disolvió. Algunas posteriores apariciones alimentaron la nostalgia y el recuerdo, pero ya el grupo nunca volvió a unirse. 

Ahora Ramón vuelve a una ciudad que lo marcó musicalmente, a la que dedicó varios discos y en donde fue feliz, haciendo lo que más le gusta: música del corazón. “Yo crecí aquí como músico, el Conjunto Clásico comenzó en 1979 y un año después ya estábamos en esta ciudad con Larry landa que nos ayudó junto con Alberto Echeverry, aquí nos hicieron parte de la historia de este país. Mi propósito ahora es venir, enseñarle al pueblo mi música y formar una orquesta, arrancarla desde aquí para devolver algo de todo ese amor que ustedes me brindaron”.

Con la partida de Rosita, su esposa y gran amor, Ramón Rodríguez quiere regresar a sus raíces musicales, cumplirle la promesa que le hizo a su gran bastión, y como el mismo dice en ‘Solitario’, comenzar esta historia de nuevo.

Ramón sabe que cuando se quiere no hay tristeza y el corazón se llena de alegría, de ilusión y esto es lo que para el gran juglar de Orocovis significa Cali, porque cuando se quiere se quiere.

LOS DIEZ IMPERDIBLES DE RAMÓN RODRÍGUEZ


ILEANA: 

LOS RODRÍGUEZ:

SOLITARIO:

FELICITACIONES:

TERESITA:

OLGA Y MARGARA:

EL PIRAGUERO:

SEÑORA LEY:

SON MENTIRAS:

SIN RUMBO ALGUNO:

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El Noticiero 90 Minutos hablará con Richie Valdés destacado artista, compositor, cantante, arreglista y músico chocoano.

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Especial para 90minutos.co

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Willy García, es un referente en el mundo de la salsa. A lo largo de su carrera, ha dejado una marca en la escena de la salsa.

Su participación en orquestas como 'Suprema Corte' y 'Grupo Niche', así como su papel como cofundador de 'Son de Cali', han contribuido a enriquecer el panorama musical latinoamericano. Incluso, fue nominado al Grammy Latino en la categoría de Mejor Álbum de Salsa como solista.

En una entrevista exclusiva con el noticiero 90 Minutos, Willy García reveló el profundo impacto que otras orquestas tuvieron en su carrera.

Sobre su admiración a algunas Orquestas

Entre ellas, destacó su admiración por 'El Gran Combo de Puerto Rico' y 'Sonora Ponceña', dos referentes gigantes en la escena musical internacional.

Para Willy, estas agrupaciones representan la excelencia y la grandeza, siendo un sueño inalcanzable en sus primeros años como músico.

Lea también: El curioso 'error' que tiene 'Cali Pachanguero'; Así lo explican los expertos

"La influencia directa que uno tenía era El Gran Combo de Puerto Rico, Sonora Ponceña, Tommy Olivencia... se me escapan un montón de orquestas. Pero cuando uno veía a El Gran Combo de Puerto Rico con esa alegría, yo decía wow, o sea, no me atrevía a soñar con eso porque lo veía demasiado, le veía muy lejano".

Declaró Willy García en exclusiva para 90 Minutos.

Sin embargo, admite que:

"Entre el Gran Combo y Sonora Ponceña, en alguna de esas dos instituciones me hubiera gustado estar".

Expresó.

Su legado como músico y como ser humano es un testimonio del poder transformador de la música y la importancia de perseguir los sueños con pasión y determinación.

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El curioso 'error' que tiene 'Cali Pachanguero'; Así lo explican los expertos

La canción del Grupo Niche, ocupa el número 27 en la lista Billboard de las mejores canciones latinoamericanas.

El curioso 'error' que tiene  'Cali Pachanguero'; Así lo explican los expertos
Foto: EFE

La canción del Grupo Niche, ocupa el número 27 en la lista Billboard de las mejores canciones latinoamericanas.

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'Cali Pachanguero' es uno de los himnos de la salsa; compuesta por Jairo Varela, la canción se publicó en 1984 con la voz de uno de los cantantes del Grupo Niche, Alfonso Peña Sánchez, en honor a Cali.

Sin embargo, la canción recibió muchas críticas, debido a que conocedores en música señalaron un error en la estructura musical de la canción. Se trataba de la clave, un factor indispensable en la salsa y la música latina en general.

Lea también: Hace 40 años sonó por primera vez 'Cali Pachanguero'

La falencia fue descubierta por bailarines boricuas en una gira del Grupo Niche por Nueva York; la cual provocó cuestionamientos sobre la calidad de la canción.

Pese a la serie de comentarios negativos, 'Cali Pachanguero' se convirtió en un éxito, llegando a diversos países. Richie Valdés, uno de los músicos más reconocidos en Colombia, explicó que estos errores, aunque no fueron intencionales, no definieron la composición en sí misma.

"¿Sacrificar el gusto del pueblo por corregir una clave? No creo. Eso fue lo que hizo Jairo Varela, y el pueblo lo aceptó. Todos teníamos desconocimiento de estructurar un arreglo en clave, pero Jairo siempre defendió su composición".

Narró.

En última instancia, la aceptación popular prevaleció sobre las críticas técnicas, consolidando a 'Cali Pachanguero' como un clásico de la salsa.

"Hay muchos temas que están estructuralmente sin clave o con la clave cruzada, pero el pueblo las ha asimilado y resulta que cuando buscan hacer el tema nuevamente para comprobar la clave, resulta que la gente lo siente raro al bailar".

Puntualizó.

De acuerdo con Richie Valdés, la música, hablando matemáticamente, se rige por fórmulas y estructuras definidas. La alegría y la emoción son importantes, pero en última instancia, la música es una ciencia.

Por lo tanto, la melodía se escribe sobre el soporte de las claves, una estructura rítmica que puede ser de 3-2 o comenzar en 2-3. El rompimiento de la clave se produce cuando hay una interrupción en la secuencia establecida.

"Si empezaste 3-2, pues así debes terminar", recalca. En este sentido, cuando se produce un corte y se cambia de clave, es como detenerse abruptamente en la música, afectando la cohesión del arreglo.

Cabe destacar que, hace 40 años, sonó por primera vez 'Cali Pachanguero', un himno que hasta el día de hoy sigue resonando en las calles de Cali y pone a bailar a locales y extranjeros.

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