Salsa

‘A Él’, a Oscar D´León

Corría 1981 y ya pocos recordaban a Óscar Emilio León Simoza, un reconocido taxista que una década antes andaba cruzando las avenidas de una Caracas brillosa, donde se veía el dinero que dejaban las regalías petroleras.

‘A Él’, a Oscar D´León

Corría 1981 y ya pocos recordaban a Óscar Emilio León Simoza, un reconocido taxista que una década antes andaba cruzando las avenidas de una Caracas brillosa, donde se veía el dinero que dejaban las regalías petroleras.

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Por Gerardo Quintero Tello
@gerardoensusalsa

“Ahora quiero cantarle a mi padre que está viejo
Largos años de consejos, él ha sabido brindarme
Sus manos llenas de callos reflejan tanto trabajo
Siento que es poco lo que hago con este humilde homenaje”

Corría 1981 y ya pocos recordaban a Óscar Emilio León Simoza, un reconocido taxista que una década antes andaba cruzando las avenidas de una Caracas brillosa, donde se veía el dinero que dejaban las regalías petroleras. Óscar Emilio resaltaba por su sonrisa que contagiaba a todos sus pasajeros, las buenas maneras y si estaban de suerte, ese día, mientras durara el trayecto, Óscar les interpretaría algunas canciones de moda o por qué no, algún ‘numerito’ de uno de sus grandes ídolos: el gran Benny Moré.

Pero no lo olviden, era 1981 y ese mismo hombre ya no era Óscar Emilio, ahora se llamaba simplemente Oscar D’León, el más grande artista salsero que ha dado el hermano país y sin duda uno de los dioses del olimpo salsero terrenal que aún conserva intacta su voz y su inagotable energía.

El 27 de noviembre del año pasado estuvo en Cali, fui a verlo con mi amiga Lina Jaramillo en la Carpa de la 66, me sorprendió su figura imponente, su buen estado físico, su fortaleza en tarima a pesar de sus casi ocho décadas. Con el mismo vigor que le conocí en una presentación icónica en el estadio Pascual Guerrero a mediados de los ochenta, ‘El faraón de la salsa’ tomó el micrófono, ordenó a sus músicos, hizo un par de acordes con su bajo y arrancó una descarga musical que no terminó sino una hora después.

Oscar no paró, no se sentó, no se detuvo un minuto a contemplar, a charlar, a hablar, a contar, solo hizo lo que mejor saber hacer: ‘poner a gozar a los rumba rumberos’.

Gobernó la tarima como solo saben hacerlo los más grandes artistas. Un público extasiado no sabía cómo expresarle su admiración. Mientras cantaba, Oscar bailaba ya no con la misma velocidad de antes, pero sí con el saber del veterano rumbero que sabe lo que hace.

Y tal vez, solo tal vez, mientras sus ojos se clavaban en ese público caleño que dudaba entre bailar, aplaudir o llorar, pudo haber un momento en que los recuerdos del caraqueño nacido el 11 de julio de 1943 en el popular barrio Antímano, afloraron sin reservas y se trasladaron a esos primeros años de su vida cuando su padre Justo León le ponía a escuchar los viejos acetatos del ‘Bárbaro del ritmo’, Benny Moré, también las guarachas de la Sonora Matancera y las descargas africanas de Miguelito Valdés, ‘Míster Babalú’ que sonaban a 33 revoluciones por minuto.

Y es que el viejo Justo, el albañil, ‘el arquitecto del barrio’, fue un bongosero de corazón, y aunque en la familia de Óscar había un gusto natural por la música y su mamá se daba sus mañas para la interpretación y otro tío tocaba la guitarra, fue su padre Justo el que le transmitió la herencia musical y por eso nunca ha dudado en decir que su padre y él eran como dos gotas de agua, lo más parecido que pudiera haber.

“Padre tú que has dado tanto, que yo debo agradecerte
Rendir honor a tu nombre, porque feliz quiero verte
Hombre de tantos combates para darme educación
Y siento en el corazón, que las gracias debo darte”

En 1981, cuando ‘El diablo de la salsa’ ya era un exitoso artista y atrás habían quedado las esforzadas horas manejando taxi en la calurosa Caracas, los recorridos escolares conduciendo un bus y los turnos en la fábrica de la General Motors, Óscar decide hacerle un homenaje al viejo Justo.

De seguro mientras se preparaba para grabar uno de sus primeros álbumes con la Orquesta La Crítica, nuevamente sus nostalgias se reavivaron como llamas fugitivas hasta llegar a ese momento sublime en que Óscar llora recordando a su papá.

Y es que en 1981 apenas habían transcurrido ocho años desde que las puertas de un inesperado éxito se abrieron para el caraqueño. A los 30 años, mientras conducía taxi, seguía persiguiendo un sueño esquivo que se topaba con semáforos en rojo y azarosos trancones que parecían conducirlo a otras rutas y otras tierras. En medio del sofoco de las carreras, Óscar tocaba el aro de los volantes llevando la clave, pero cuando no había pasajeros sacaba su campana y la ponía en el piso para armonizar los sonidos que provenían del radio del auto.

Pero por fin, en 1973, un junte maravilloso con el trombonista César Monje, Cheíto, Chuíto y luego Vladimir, entre otros destacados músicos, dio origen a una de las bandas venezolanas más reconocidas en el mundo salsero: La Dimensión Latina.

Por fin las trasnochadas, los esfuerzos, las decisiones inesperadas porque incluso pocos saben que la destreza del ‘Óscar de la salsa’ no era ser cantante en sus inicios. En una pequeña agrupación que integraba tocaba su famoso contrabajo y también las tumbadoras, pero la necesidad lo llevó al canto. Y todo ocurrió como suelen suceder las increíbles historias de los grandes artistas porque en el bar ‘La Distinción’ donde el pequeño conjunto hacía sus toques despidieron al cantante y Óscar, ante la inminencia de que echaran al resto de la banda, se ofreció para cantar. ‘Total para nada’, recordaría luego ‘el negrón’, porque terminaron sacándolos a todos al poco tiempo, pero como no hay  ningún hecho que no tenga una consecuencia, esto se convirtió en el gran motor para que al mes de la intempestiva salida de la cervecería, Óscar fundara la Dimensión Latina.

Toda esa fuerza, perseverancia y amor por la música que había aprendido del viejo Justo lo llevaron a crear la orquesta que tuvo de inmediato su primer gran éxito ‘Pensando en ti’, incluido en un álbum que curiosamente, ante la falta de suficientes canciones, tuvieron que compartir con El clan de Víctor.

Y fue al saxofonista y jazzista venezolano Víctor Cuica, ante la indecisión de cómo bautizar a la novel banda, al que se le ocurrió proponer como nombre ‘La Dimensión Latina’, distintivo pegajoso que recordaba al movimiento que ‘azotaba’ a Nueva York con nuestra ‘cosa latina’ y que fue aceptado por todos. Ese mismo año, Óscar tomó una ‘dimensión’ grandiosa. Fueron invitados para ser la banda principal de un crucero y al regreso ya tenían contratado toque de carnaval en Maracaibo, la gloria estaba cerca. Y mientras tanto, don Justo y doña Carmen Dionisia seguían orgullosos los pasos de su único hijo.

Y es que como dice el escritor e investigador musical César Pagano al describir a Óscar, la voz potente, brillante, de bello timbre, muy buena dicción y ritmo incomparable terminó imponiéndose en un momento en que era muy difícil entrar en un mercado salsero dominado por los puertorriqueños y ‘newyorricans’.

Dos años después,1975, se convierte en un año brutal, que consolida el grupo y que proyecta a Oscar D’León en el concierto internacional de soneros. ‘Llorarás’, un tema sacado de la galera del sombrero en los últimos instantes, se convirtió en uno de los más grandes éxitos en la historia de la salsa. Justamente con la interpretación de ese disco arrancó ‘El diablo’ su presentación en Cali de noviembre del 2022. Un clásico de la salsa que nació de la inspiración de Óscar que entró de relleno, pero que el artista no puede dejar de interpretar en ninguno de sus conciertos.

“La nieve de la experiencia, tu cabellera ha pintado
En tu rostro he notado, felicidad y complacencia
De superar la pobreza, por largo tiempo pasado
Hoy me siento muy dichoso, de ver mi madre a tu lado (bendición)”

Dotado de un sentido del oído excepcional, ‘El Faraón de la salsa’ nunca estudio música, aprendió a tocar el contrabajo escuchando a la Sonora Matancera y a la Orquesta Aragón, acompañado de los viejos acetatos de sello verde Secco que llegaban a Venezuela en dos versiones, la otra era negra con una rayita multicolor por los lados.

Oscar, con una inigualable capacidad para improvisar y componer, se hacía escuchar a través de sonidos guturales que el trombonista Cesar Monje, ‘albondiga’, llevaba al pentagrama. Fácilmente iba señalando cómo debía sonar cada instrumento y ‘albóndiga’ iba marcando la clave para que los sonidos copiaran la idea del gran artista.

Y fue así como en 1981, ya separado de la Dimensión Latina y con un reconocimiento internacional que hacía preveer el futuro de ese artista que iba a recorrer más de 150 países en los cinco continentes y que iba a llevar su contagioso espectáculo a países como Túnez, Marruecos, Rusia o Corea, decidió hacerle un homenaje a su padre, al viejo Justo, que como el mismo Óscar dice, le dejó un gran legado: su talento.

Cuando preparaban el álbum ‘Oscar D’León presenta la Crítica’ ya estaban listos varios cortes, entre ellos ‘No quiero problemas’, ‘Se me fue’, ‘Ya se peinó María’ y ‘Monta mi caballo’, entonces el artista venezolano entró al estudio de grabación y les dijo a los músicos que estaban presentes que tenía una idea.

“Pedí que sonara el piano, allí estaba el flaco Bermúdez que era mi arreglista. Yo grababa siempre con micrófono y con mi bajo, tocaba pasitico para que todos me escucharan y de un momento a otro les digo, ‘vamos a hacer los compases para hacer los versos’ y así hicimos tres cuerpos”, recuerda el artista.

Pero además de la pegajosa música, faltaba algo que marcaría la historia de esta producción: una letra que se convertiría en una de las más emotivas jamás escritas en homenaje al padre. ‘A Él’ se transformó en el himno de los papás, en la canción que saca lágrimas, en uno de los discos que inmortalizó a Óscar D’León.

Y es que lo más curioso de la historia detrás de este exitoso tema es que solo fue al final, cuando ya se iba a montar la voz, que Óscar decide que este corte, que abre el álbum, iba a ser dedicado a su padre. El artista caraqueño recuerda que salió como una centella del estudio para encerrarse a escribir la letra, ya tenía muchas ideas flotando en su cabeza y en poco tiempo estaba lista una de las composiciones más emotivas en la historia de la salsa y dedicada al padre.

“Para un hombre que trabaja (claro), tantos años sol a sol (es verdad)
No se le rinde en un día un tributo a su valor (es cierto)
Y para los que no entienden, lo que queremos decir (escuchen)
Trecientos sesenta y cinco días son para hacerlo feliz

A él (a él)
A él (ja ja ja)
A él (a él)
A él
A él (padre, padre)
A él (échame la bendición)
A él (si oyes un lamento)
A él (es por mi corazón)
A él (que llora de felicidad)
A él (que llora de felicidad, papá)
Al padre (oye, padre)
A tu papá (estoy cantando y llorando)”

Y fue, mientras hacía la grabación de ‘A Él’, que Óscar confesó que vivió uno de los momentos más conmovedores en su carrera artística. Mientras cantaba este disco que rinde homenaje “a ese hombre de tantos combates para darme educación y siento en el corazón que las gracias debo darte’ rodaron las lágrimas e hizo un esfuerzo monumental por mantenerse en clave y no perder la interpretación.

“Lloré muchísimo porque siempre quise muchísimo a mi padre, y lo adoro aunque ya no lo tengo. Hace más de 20 años que se me fue y recuerdo que lloré muchísimo mientras lo cantaba, de hecho allí se oye cuando digo ‘Al padre (oye, padre)  A tu papá (estoy cantando y llorando)… Ahora mismo se me han aguado los ojos recordando ese momento”.

Oscar hoy es un orgulloso padre de nueve hijos que le han dado varios nietos. Su legado musical ha quedado en la historia de la cultura popular musical latinoamericana. Y llegan a mí  los recuerdo cuando el año pasado tuvimos una conversación muy emotiva en la que le pregunté qué sentía cuando miraba hacia atrás y observaba ese largo camino recorrido, su respuesta, después de unos segundos de reflexión, fue contundente: “Me siento complacido, lleno de mucho orgullo y, sobre todo, alegría, he visto como lo que pude hacer ya fueran producciones o autorías, quedaron al gusto del público y eso es lo mejor que le puede pasar a un artista”.

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Carolina, la heredera de Piper Pimienta Díaz

Carolina, guarda un gran parecido con su padre: la sonrisa franca, honesta, bella. Sin duda la voz y la calidez de un artista como Piper Pimienta del que no recuerdo que alguien hiciera un comentario desapacible.

Carolina, la heredera de Piper Pimienta Díaz

Carolina, guarda un gran parecido con su padre: la sonrisa franca, honesta, bella. Sin duda la voz y la calidez de un artista como Piper Pimienta del que no recuerdo que alguien hiciera un comentario desapacible.

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Por Gerardo Quintero Tello

Los recuerdos de Carolina están frescos, a pesar de que han pasado 25 años desde que su padre se marchó a hacer su gran ‘show’ en el cielo. Carolina Molina no solo heredó de su padre un talento natural para expresarse a través del canto sino también es la más parecida físicamente de los tres hijos de Edulfamit Molina Diaz, o mejor, el gran Piper Pimienta Díaz.

Aunque había nacido en la vereda La Paila, del municipio de Corinto, en el Cauca, Piper era más caleño que el Cerro de las Tres Cruces. Basta saber que su crianza y gran parte de sus amigos y su historia musical está ligada a ese caleñísimo Barrio Obrero.

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Dueño de una longilínea contextura, alto, desgarbado, y con un sentido del ritmo único, Piper Pimienta descolló en los bares de esa zona roja, rumbera y caliente que era la Carrera Octava. Nunca Piper pasaba inadvertido, siempre el más alto, siempre el más flaco, siempre el mejor bailarín, siempre su voz alegre. Colores agresivos, rojos intensos, no podían faltar en sus presentaciones, Piper ‘encandilaba’, no solo por sus pintas sino primordialmente por su talento.

Hizo parte Los Supremos, una agrupación que marcó época en Cali y con la que pegó un disco muy recordado: ‘Atiza y ataja’. También estuvo con Fruko y los Latin Brothers donde dejó unos éxitos muy recordados. Uno de ellos  precisamente un bolero interpretado de manera magistral por Piper Pimienta, el mismo que su hija Carolina decidió desempolvar y poner todo su sentimiento en su primer sencillo.

De la mano del pianista y productor musical Oscar Iván Lozano, Oílo, Carolina despliega una inmensa voz, una cadencia que fácilmente puede deducirse de dónde proviene. Carolina aún recuerda su niñez en su barrio la Rivera cuando su papá los domingos disfrutaba de las tardes de bolero y ‘Las sombras de un pasado’ llenaban de sentimiento cada rincón del corazón grande del buenazo de Piper.

“Soy la sombra de un pasado

El pecado de tu juventud

El camino que no quieres recordar

Aunque cante para el mundo

Solo quiero que me escuches tú

Si yo guardo tus recuerdos

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¿Qué conservas tú de mi?”

Después de varios años dubitativos, por fin Carolina, la heredera del talento musical de su padre, decide apostarle a la música. “Me convencí de que ya era el momento, siempre he sentido que tengo la voz, pero hubo cosas que me impidieron tomar la decisión, pero ahora ya estoy lista”, dice Carolina, quien guarda un gran parecido con su padre: la sonrisa franca, honesta, bella. Sin duda la voz y la calidez de un artista como Piper Pimienta del que no recuerdo que alguien hiciera un comentario desapacible.

Ahora Carolina es consciente que debe trabajar en algo en lo que su padre era un rey: la personalidad avasallante, eso que hoy llaman ‘sin miedo al éxito’. Carolina aún recuerda todos los conciertos, artistas, amigos que se reunían en su casa entorno a ese Edulfamit Molina querido por todos, admirado como el más grande artista caleño de la salsa.

Carolina no puede evitar la nostalgia cuando le pido que recuerde a su padre. Han pasado 25 años desde que se fue, y sus expresivos ojos se tornan melancólicos cuando rememora la figura de un artista que dejó un legado inmortal a través de ‘Las caleñas son como las flores’.

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“Mi papa leía la biblia todos los días con nosotros, era un hombre de mucha Fe. Luego salíamos a la puerta de la casa, y saluda a todas las persona que pasaban por la cuadra. Mi papá era un amor, un caballero, un señorazo”, dice Carolina con toda la ‘saudade’ a cuestas.

Ella sabe que no se trata de reemplazar a nadie, su padre ya tiene un lugar preponderante en la historia musical de Colombia y en Cali será recordado eternamente. Pero eso sí, Carolina no tiene dudas de qué quisiera guardar por siempre de su padre: “Ese perrenque que tenía, para él no había nada que le quedara grande, si le tocaba cantar una ranchera lo hacía con toda la pasión, se le medía a todo con igual pasión”.

Carolina cree que lo más difícil para interpretar este bolero fue buscar ese tono que la acercara a su padre, “ese era mi gran reto, llega a ese tono y yo siento que él está conmigo”.

Ahora esta hermosa mujer, con un potente chorro de voz, sueña con iniciar un camino, siempre de la mano de quien fue su guía. “Yo me siento más que feliz, agradecida por haber sido su hija y por haberlo tenido como padre y empezar por este camino que es muy largo, pero sé que él estará conmigo”.

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Adiós a Pupy Cantor, 'El callejero' de la salsa

Anthony Torres Rosa Jr no fue un cantante cualquiera. Pupy Cantor, como lo conocimos todos, siempre será para nosotros ‘El Callejero’.

Adiós a Pupy Cantor, 'El callejero' de la salsa

Anthony Torres Rosa Jr no fue un cantante cualquiera. Pupy Cantor, como lo conocimos todos, siempre será para nosotros ‘El Callejero’.

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Por Gerardo Quintero Tello

“No te enamores de mí, no te enamores de mí
Porque yo soy de la calle
Y no quiero herir a nadie
Ni que me echen culpa a mí

No quiero herir tu corazón,
Tu belleza no es para mí
Es que no quiero dulce amor que te enamores de mí”

Anthony Torres Rosa Jr no fue un cantante cualquiera. Pupy Cantor, como lo conocimos todos, siempre será para nosotros ‘El Callejero’, el artista que se reconocía 'del barrio' y el que pedía conscientemente que mejor no se enamoraran de él.

“Soy callejero
Y adorarte no puedo
Pues yo soy de la calle
Y mi tiempo es sereno”

Tal vez todos fuimos callejeros alguna vez. Tal vez todos cantamos a coro este tema, mientras algún amor nos hacía sufrir, llorar o soñar. Seguro, por eso, Pupy Cantor siempre estuvo en nuestra memoria. No teníamos que verlo o escucharlo todos los días para saber que él hacía parte de nuestra banda sonora.

Y eso fue desde que lo conocimos cuando vino por primera vez con su gran maestro, el legendario Willie Rosario. Con una banda increíble, de la que hacían parte Chamaco Rivera. Junior Toledo, Guillo Rivera, Pupy Cantor se destacó por su voz de esquina, del barrio, sin mucho alarde, ni siquiera gran entonación, pero que conectaba como pocos con el bailador.

Lo curioso es que tampoco era un gran bailarín, llevaba el paso, pero bastaba verlo en la tarima para saber que lo suyo no era la magia de pies que poseía Roberto Roena. No, la verdad es que Pupy era de la esquina, era el callejero y eso era lo que nos ofrecía en cada frenética presentación, porque ese barrio era el que él cantaba, el que lo seguía, el que lo corregía cuando no ‘entraba’ como es en el disco. A Pupy lo queríamos porque era el callejero, porque era el mismo que mandaba a todos los niños pa’ la escuela y eso nos gustaba.

De seguro eso fue lo mismo que vio Héctor Lavoe cuando lo escuchó en su natal Puerto Rico haciendo ‘la escuela’ con grandes artistas como Ismael Rivera. Allí junto con los Cachimbos, Pupy hizo coros. Bajo la dirección musical del destacado pianista Javier Vásquez, Pupy comenzó a conocer los secretos de la melodía rumbera y que no era lo mismo un bolero, que una guaracha o un son. También con la orquesta del maestro Kako Bastar y con Justo Betancourt y con La Mulenze se hizo un espacio y comenzó un ascenso que lo llevó hasta donde el maestro Willie Rosario. Allí en una de las orquestas más longevas y queridas por los salseros compartió tarima con unos tremendos ‘caballos’, ni más ni menos que Tony Vega y Gilberto Santarrosa.

Tal vez y solo tal vez, ese goce de Pupy en tarima se deba a que también era un gran percusionista y el ritmo, la entrada, el golpe, hacían parte de su vida musical.

“Cuando yo te conocí
No me pude imaginar
Que me iba a enamorar
De esa manera
Y ya vez lo que paso
Como un loco me volvi
Pero no pude lograr
Que mi quisieras
Como yo a ti

Maína yo te llamaba
Ese nombre me gustó
Para que tu corazón
En tu alma lo llevara
Fue algo muy especial
Que en mi juventud viví”

Pero si ‘El callejero’ lo marcó, fue ‘Maína’ el disco que lo catapultó a la fama en Cali. No hay bailador ni rumbero que no le cante a Maína, ‘y me dicen por ahí que te vieron bailando con otro hombre’. Puppy hizo de este disco un sello y era imposible que en un concierto, ya fuera en el Teatro Jorge Isaacs o en Jala Jala o en Changó, dejara de interpretarlo.

El chico que había nacido el 28 de mayo de 1953 en Santurce y que también estuvo con Manny Oquendo y su conjunto tenía la humildad de los grandes. Hizo amigos en todas parte. Gary Domínguez, el DJ Errante, recordó su paso por la recordada Taberna Latina.

“Recordando al gran Pupy cantor en su primera visita a Cali... En1987 vino con la banda completa del maestro Willie rosario lanzando la producción ‘A man of music’, dónde viene Maína y Callejero... Se enamoró de una señora de Cali y se quedó un buen tiempo, convirtiéndose en amigo y visitante de la Taberna latina...en esta foto el escritor Rafael Quintero, el DJ errante Gary y Pupy Cantor.. “Los niños pa’ la escuela”… Buen viaje maestro, saludos a nuestro pana ‘Tempo’...”

Ese ‘Tempo’ al que se refiere Gary es justamente ‘Tempo’ Alomar, brillante cantante recordado por su paso en la Orquesta de Roberto Roena y que falleció hace dos años. Héctor ‘Tempo’ Alomar murió los 70 abriles y en Cali será siempre recordado por ser la voz de ‘Cómo te hago entender’, el tema que se convirtió en un clásico de los amores sufridos.

Nacido en Santurce, distrito de San Juan y reconocida zona del movimiento musical y cultural de la Isla del Encanto, Alomar conoció de cerca la bomba y la plena, dos de los ritmos más tradicionales de Puerto Rico. Allí, en esa misma tierra cuna de grandes salseros como Gilberto Santa Rosa, Jerry Rivera, Pupy Cantor y Paquito Guzmán, ‘Tempo’ Alomar ingresó a los 15 años a la orquesta Chacón y los Biorrítmicos, mostrando una gran destreza en el manejo de las congas. Su conocimiento de la rumba cubana, el guaguancó y el yambú lo fueron llevando hacia esa nueva apuesta que se abría paso en los barrios latinos de Nueva York.

Con ‘Tempo’ Alomar lo unió una estrecha amistad. El recordado conguero de Bobby Valentín, también nacido en Santurce, William ‘Danny’ Thompson, lo recordó cuando apenas daba los primeros paso en la música. “En la calle Loíza había un puente y al lado de ese puente había una gallera. En ese lugar, Pupy junto a ‘Tempo’ Alomar, se ponía a rumbear. Porque Pupy era un timbalero bravo…”

En Cali, Pupy tenía fanaticada propia. El periodista Andrés Felipe Becerra siempre consideró a Cantor entre sus cinco cantantes favoritos y ‘El Callejero’ se le volvió un himno que incluso cantaba cuando en sus años juveniles se desplazaba en bus con la barra americana a recorrer el país para alentar a los ‘diablos, ‘callejeando, Pipe’.

En lo personal lo recuerdo en dos brillantes interpretaciones. La primera, haciendo un homenaje al ‘Sonero Mayor’, Ismael Rivera, cantando un tema que me arruga el corazón y que lo ponía a sonar en la noches nostálgicas de los viernes en la redacción del periódico El País: ‘Dueña de mi inspiración’. Junto con Rafy Class y su grupo 15 y 30, Puppy logra una interpretación magnífica, plena, de la esquina, con el alma, cuando todos sabemos lo difícil que es llevar un tema del ‘Brujo de Borinquen’.

“¿Dónde está la dueña de mi amor?
La mami que es toda mi inspiración
Ausencia ingrata, cómo torturas mi vida
Te estoy pidiento ternura
Porque me cansé
De tanta tortura
Ausencia ingrata, cómo torturas mi vida”

Sobreponiéndose a varias dificultades que ofrece la improvisada orquesta, en un video que parece un ensayo, queda una pieza exquisita de una orquesta con sonido de barrio y un callejero haciendo una interpretación magnífica de un disco con una letra espectacular.

‘Llego el ahijado porque el MAYOR esta allá arriba’, así dice Pupy en esta tema donde lanza su propio soneo, sin temores y miramientos. Se luce el Pupy con una tremenda descarga de fraseos. ‘Caramelito santo, por eso te quiero tanto mi vida’; ‘esa negrita hace conmigo lo que quiera, oye, todita la vida”; ‘ausencia ingrata como yo, no juegues, no juegues con mi vida’: ‘lo sé lo sé porque me llaman el callejero, no sé vivir la vida’; ‘mi dueña de su corazón y dueña de mi amor, oye, con ella no hay mentira’. ‘otro cosa es que vengo distinto y diferente y el resto para el mayor de los mayores, ok”.

Esa noche fue una máquina ‘El callejero’, sacó todo el repertorio del barrio, no se amilanó ante el reto que imponía interpretar al ‘mayor de los mayores’. Tal vez y de nuevo, solo tal vez, ese día Pupy se ganó el respeto de toda la tribu salsera.

Y fue unos años después que lo vi haciendo un ‘cover’ inimaginable: ‘Lo tuyo llegará’, donde un Cantor veterano, dueño de un soneo sin pausas, sorprende con una interpretación de gran nivel que con el respeto profundo que le tengo a Pablito Lebrón, supera con mérito la versión original. La canción de Pupy, celebrando el cuadragésimo aniversario de los hermanos Lebrón, es tremenda, más rápida y con una picardía única de ‘El callejero’. De nuevo Pupy la rompe, haciendo un alarde de sonero veterano y le pone todo su sabor original.

‘Tate quieto muchacho, lo tuyo llegara // ha llegado el callejero, mira, y no hay más na // porque soy de la calle me llaman el callejero, aunque vengan con cuentos, conmigo no va // échate pa’ allá, échate pa’ allá , échate pa allá, échate pa allá lo que tú tienes conmigo son celos y nada más // cuando yo canto con esta banda se forma la rumba // Pupy Cantor con los Lebrón y no hay más na’”.

La muerte lo sorprendió a los 70 años, en su tierra natal. Todos sabíamos que estaba enfermo, pero siempre creemos que los salseros son inmortales. ‘El callejero’ dejó la cuadra, la avenida, pero su música seguirá sonando en la esquina y no te olvides de ella, Pupy: ‘

Maína yo te llamaba mi vida tu no respondes // en otras te estoy buscando y no te puedo encontrar // yo te quisiera olvidar, pero mi ser te reclama// Maína sé que te llamas, no te has cambiado el nombre // Maína sé que te llamas no te has cambiado el nombre”.

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La sonora fusión salsa-ritmos del Pacífico

Fueron los primeros acordes de Buenaventura y Caney, el primer gran éxito del grupo Niche, lo que comenzó a marcar la historia de un matrimonio exitoso, la salsa y los ritmos del Pacífico.

Fueron los primeros acordes de Buenaventura y Caney, el primer gran éxito del grupo Niche, lo que comenzó a marcar la historia de un matrimonio exitoso, la salsa y los ritmos del Pacífico.

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Fueron los primeros acordes de Buenaventura y Caney, el primer gran éxito del grupo Niche,  a comienzos de los años ochenta, lo que comenzó a marcar la historia de un matrimonio exitoso, la salsa y los ritmos del Pacífico.

Para el maestro Richie Valdés, excelso músico nacido en Chocó y que hace muchos años se encuentra radicado en Cali, esta sonoridad especial que combina y logra fusionar, de alguna manera, los sonidos del Caribe y del Pacífico tiene su origen, precisamente, en dos orquestas de las que hizo parte: Niche y Guayacán.

Richie explica cómo desde su niñez y juventud muchos de los músicos que emigraron posteriormente a Cali tuvieron unos encuentros con la salsa que provenía de Nueva York y Puerto Rico, sin dejar de lado sus rítmicas propias, es decir, los ritmos del Pacífico que habían aprendido en su casa y en la escuela.

Unas fusiones que comenzaron a materializarse en diferentes temas que llegaron en los años ochenta, precisamente de la mano de orquestas emblemáticas de aquellos tiempos como Niche y Guayacán. Sin embargo, también vale decir que otras agrupaciones más pequeñas y menos recordadas, como Integración Porteña también hicieron un aporte importante con melodías y voces que muestran gran parte de esa fusión, como se puede percibir en el tema ‘Ese niño es mío’.

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Por el lado del Grupo Niche, sin duda uno de los grandes aciertos del maestro Jairo Varela; fue comenzar a entrar con acordes y letras referidas a los ritmos del Pacífico en clave de salsa. Fue el caso de Buenaventura y Caney, pero también de esos primeros trabajos ‘Digo yo’ y ‘Corazón sin corazón’.

Y en el caso de la Orquesta Guayacán, ‘Vete’ y ‘Son cepillao con minué’, interpretados por Richie Valdés; reflejan un interesante emsamble que une esas melodías y letras del Pacífico con el soporte salsoso que identificaba el momento histórico musical.

El propio Oscar Iván Lozano, más conocido como ‘Oílo’, un reconocido productor musical, también chocoano y afincado en Cali recuerda cómo en su natal departamento era costumbre reunirse en las esquinas a escuchar salsa e introducir instrumentos y sonidos autóctonos mientras sonaba el tema salsero. Ese emsamble de ritmos del Pacífico con las melodías afrocaribeñas surge de manera natural, explica Lozano.

Hoy, incluso el propio maestro Jose Aguirre, director de El Grupo Niche, reconoce que justamente el éxito que mantiene la destacada agrupación es porque se ha respetado ese sonido que impuso Jairo Varela y sus cadencias musicales.

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Tonalidades, fusiones, combinaciones exitosas que  encontraron en la Salsa Choke su máxima expresión y que Óscar Iván Lozano advierte que todavía es un mundo que está por explorar y por alcanzar un nivel internacional.

“Considero que ese movimiento nació en el Pacífico y hay que reconocerle todo el mérito a Carlos Mosquera, CM, ese Salsa Choke es un movimiento increíble y siento que todavía se puede explorar mucho. De hecho hay un antes y un después en nuestra música y quién sabe qué pueda pasar más adelante y hasta dónde pueda continuar”, advierte el talentoso ‘Oílo’.

Otros artistas como Jimmy Saa también han contribuido de una manera muy importante y generado algunos temas como ‘Conflicto de amor y ‘Saa libre’, que han mostrado todo un potencial musical, con amplia aceptación en el público.

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