Columnas

Que el árbol no tape el bosque

En el último año La U radicó en el Congreso cerca de 21 iniciativas, todas ellas producto de los diálogos que ha tenido con los colombianos que habitan en las regiones del país, con el propósito de buscar soluciones a sus problemas fundamentales.

Que el árbol no tape el bosque
Especial para 90minutos.co

En el último año La U radicó en el Congreso cerca de 21 iniciativas, todas ellas producto de los diálogos que ha tenido con los colombianos que habitan en las regiones del país, con el propósito de buscar soluciones a sus problemas fundamentales.

Compartir

Un refrán popular dice: “que el árbol no tape el bosque”, un sabio adagio que podríamos aplicar al actual panorama legislativo, en el cual pareciera que casi todos los debates se han limitado a discutir sobre las reformas sociales del Gobierno y a las controversias políticas que giran en torno a ellas. Sin embargo, en el Congreso existen muchos otros proyectos de ley importantes que buscan mejorar las condiciones de vida de los colombianos.

Desde La U, por ejemplo, en el último año hemos radicado cerca de 21 iniciativas, todas ellas producto de los diálogos que hemos tenido con los colombianos que habitan en las regiones del país, con el propósito de buscar soluciones a sus problemas fundamentales, y que hemos construido bajo el principio de escuchar para actuar. 

Precisamente, uno de los temas más sensibles que hemos abordado tiene que ver con la lucha para derrotar la desnutrición y el hambre en el país. Según la Defensoría del Pueblo, hasta inicios del mes de abril en Colombia ya se había denunciado la muerte por desnutrición de 59 niños menores de cinco años y 4.474 casos de desnutrición aguda. Estas terribles cifras debemos convertirlas en un llamado a la acción, porque estas muertes y condiciones se pueden prevenir.

Lea también: ¿Todo vale en política?

Ante este panorama, nuestra colectividad presentó el Proyecto de Acto Legislativo, ‘Derecho a la alimentación’, que ya alcanzó aprobación en quinto debate de la comisión Primera del Senado, a través del cual se establece constitucionalmente que el Estado garantice a los ciudadanos el derecho a la alimentación adecuada y a estar protegido contra el hambre y la desnutrición, promoviendo además la soberanía y la seguridad alimentaria. Considero que esta iniciativa es el camino para que, más allá de las lamentaciones, los gobiernos se vean comprometidos a velar para que ya no haya más niños que mueran de hambre en el país.

Otra problemática de salud pública tiene que ver con el acceso de los jóvenes al consumo de tabaco a través de dispositivos como los cigarrillos electrónicos y vapeadores. Según la encuesta nacional de tabaquismo del 2022, son los jóvenes entre los 15 y 30 años quienes más consumen cigarrillo electrónico y de ellos, cerca del 46% ‘vapea’ por lo menos 20 días a mes, mientras que el 54% restante lo hacen a diario, cifras que demuestran cómo el consumo inicia a edades tempranas, con graves riesgos para su salud.

Por eso, desde La U formulamos una iniciativa para actualizar la ley 1335 de 2009, conocida como Ley Antitabaco, de la que fui autora y ponente siendo congresista, para que también se pueda regular estas nuevas formas de consumo. La medida busca que los menores de edad no tengan acceso a estos productos, que tampoco sean consumidos en sitios públicos y que sus empaques adviertan el grave riesgo que ocasiona a la salud de los que lo consumen. En medio de esta batalla por salvar la salud de los jóvenes, desde La U se convocó recientemente una audiencia pública, con participación de expertos y representantes de todos los sectores para hablar de su impacto y cómo se puede prevenir y regular el consumo en esta población.

Le puede interesar: Necesitamos una reforma laboral justa

Por otra parte, la violencia de género es un flagelo que también ha dejado millares de víctimas en nuestro país. Según la Procuraduría, en 2022 se registraron 614 casos de feminicidio en el país, estableciendo además que 47 mil mujeres fueron víctimas de violencia intrafamiliar, lo que equivale a 3 mujeres cada hora y 128 por día, cifras que son vergonzosas.

Entendiendo que un factor fundamental para combatir esta problemática es la prevención, La U radicó una iniciativa para que, en los programas de educación superior de medicina, derecho, psicología y trabajo social, formen y sensibilicen a los estudiantes de estas carreras en temas como prevención y sanción de las formas de violencia y discriminación contra las mujeres. Así, se agilizará su ingreso a la ruta de atención de la justicia y se evitará la revictimización de las mujeres cuando son víctimas de violencia.

A estas iniciativas se suman otros proyectos de ley que La U tramita ante el Congreso, que benefician a las mujeres trabajadoras del sector infraestructura, a cuidadores y cuidadoras de personas con discapacidad, así como para proteger a los datos personales de los ciudadanos, fortalecer el aprovechamiento de los residuos sólidos y la economía circular, en un esfuerzo por plantear soluciones reales a las problemáticas que viven los ciudadanos. “Que el árbol no tape el bosque”. Un partido político no puede centrarse sólo en discutir unos temas específicos de la agenda legislativa ni estancarse en disputas por alianzas políticas. En mi opinión, es escuchando y actuando como podemos transformar la vida de la gente. El pueblo exige que se responda a sus demandas y como institución que está del lado de la gente en las regiones, seguiremos trabajando por sacarlas adelante en el Congreso, que es el espacio democrático en el que podremos construir todo lo bueno que merecen los colombianos.

Artículo relacionado

Sigue nuestras redes sociales:

Lee más noticias

Columnas

Armando exposición

Pocas veces un nombre representa tanto y con tanta exactitud a una persona como Armando Rojas Flórez. Va Armando su vida en torno de la captura de instantes con una cámara fotográfica, porque considera que sólo con ella se le arrebata a la muerte aquello que no podemos controlar.

Armando exposición
Especial para 90minutos.co

Pocas veces un nombre representa tanto y con tanta exactitud a una persona como Armando Rojas Flórez. Va Armando su vida en torno de la captura de instantes con una cámara fotográfica, porque considera que sólo con ella se le arrebata a la muerte aquello que no podemos controlar.

Compartir

Pocas veces un nombre representa tanto y con tanta exactitud a una persona como Armando Rojas Flórez. Va Armando su vida en torno de la captura de instantes con una cámara fotográfica, porque considera que sólo con ella se le arrebata a la muerte aquello que no podemos controlar. No se le puede quitar todo a la parca claro, pero si con mucha sutileza y nostalgia la fotografía nos deja arañar algunos instantes de inmortalidad. Vive Armando relatos visuales a partir de las imágenes que su ojo mente –y la extensión del mismo, la cámara–, encuentra por ahí en la realidad a la que le toma el pulso. Sus fotos palpitan y hacen que la sangre entre en ebullición. Pueden ser de cualquier color, pero son Rojas, porque la pasión que le imprime a su trabajo y la que éste transmite, son su legado emocional, su transmutación vital, el lugar donde su memoria y su imaginación de funden. Su Flórez es con zeta, pero representa belleza, delicadeza y la certeza de que –en lo profundo de sus raíces–, como las flores, conserva la luz.   

Es viejo desde muy joven y ha debido soportar el chiste flojo de que es la cabeza más brillante de la fotografía, de la docencia, de la familia… de lo que sea. Es calvo y el poco cabello que corta al ras está plateado por las canas y rodea su base craneal. Sobre su frente resplandeciente reposan sus gafas al mejor estilo de los abuelos resabiados y de las abuelitas sabias. Es trigueño, con un bronceado eterno producto no sólo de su mestizaje sino del trabajo de campo. Siempre con chaleco, listo para la batalla de la calle, del caminante. Sus muñecas están forradas con manillas multicolores que hablan de cierto misticismo indígena o acaso de algún vestigio hippie. Su hablar es algo atropellado, trémulo siempre de emoción, apasionado por lo que hace y queriendo con el decir abarcarlo todo. No sabe tal vez que sus fotografías hablan por sí solas y que su dedo índice cuando oprime el obturador también activa su lengua, su emocionante racionalidad.

Lea también: Botando la vida por la nariz

Son 44 fotos. 44 jeroglíficos que cada quien interpreta desde su visión y sensibilidad. 44 razones para florecer y pasar por las dos estaciones de su exposición en la biblioteca de la Universidad Autónoma de Occidente: el color y el blanco y negro, con técnica infrarroja. Reconocido por Kodak Latinoamérica con sede en México, como el único colombiano que la ha trabajado desde 1.989 hasta la fecha con notable éxito, haciéndolo merecedor de premios en Inglaterra, España, México y Colombia. Asegura que se necesita una dosis de locura para soportar tanta realidad y muy probablemente se necesite otra como espectador para comprender que detrás de cada fotografía hay además de una historia, un concepto; porque una foto no se toma, se hace, se vive. No es simple intuición, sino conocimiento aplicado. La cámara únicamente es el instrumento a través del cual se expresa la mirada interna e intimista del mundo, las respuestas de la vida.

Lleva 29 años en la UAO como profesor, por supuesto de Fotografía y sus alumnos lo califican como un fotógrafo vehemente, un profesor sin límites en la tarea de generar interés por la materia y un ser que contagia positivismo. Ha dictado clase y talleres en la mayoría de universidades de la ciudad, en la que comenzó a estudiar y cuyos saberes que no cesan complementó en Inglaterra donde estuvo cinco años, a finales de los 80’s y principios de los 90´s. Cuando llegó de nuevo a Cali consiguió trabajo y esposa en Bellas Artes. Conny, es artista plástica, diseñadora gráfica y madre de sus tres hijos: Samuel, graduado en Diseño de la Comunicación; Santiago, bailarín clásico; y Alejandro, “el único cuerdo de la familia”, que estudió Mercadeo y Negocios. Son sus mejores obras, pero con el que danza ha tejido una conexión tremenda entrelazada con los hilos invisibles y potentes del arte. En la exposición hay unas fotografías experimentales impresionantes junto a él y con él; y el único fotomontaje que se atrevió porque la realidad no le era suficiente para expresar todo lo que sentía. No en vano imagen e imaginar tienen la misma raíz etimológica: imago, que significa retrato.

Le puede interesar: La mamá de un amigo

El ala izquierda de la exposición, es la del color; aunque paradójicamente trate sobre aquella parte sombría que han dado en llamar la ‘Colombia oculta’, la nación marginada por el terror, la patria atribulada por la violencia: el campo, la ruralidad. Espacios y bellezas que la guerra no dejó ver por un buen tiempo, que estuvieron ocultos a los ojos de quienes desde las ciudades veían cielos distantes y plomizos, campos donde llovía plomo, que se encharcaban de sangre y que se inundaron de miseria. Son postales con las heridas del Páramo de las Hermosas, llenas de luminosidad y esperanza; con las grietas compasivas del Páramo de las Domínguez, que con su paisaje bucólico invita a la contemplación y el deleite; con el cerebro y el corazón del fotógrafo alineados con las huellas preciosas que gritan lo vivido y padecido por las personas –y también los lugares– en los límites entre Valle del Cauca y Tolima.

El ala derecha es la del blanco y negro, algunas de ellas en técnica infrarroja, que permite fotografiar uno de los espectros lumínicos invisibles al ojo humano. Una vaina que los mortales sólo habíamos visto que utilizan los militares y los francotiradores en las películas de acción, para ver y acertar en la noche. El blanco y negro invita a interpretar. Hay una fascinación por el pasado en la fotografía en blanco y negro, pero es más grande todo aquello que invita a pensar, a sentir, a evocar lo que sus tonalidades sugieren. El color es la realidad, pero el blanco y negro es la historia toda en una foto. Registro y trashumancia a otros espacios que trascienden lo físico. Algunos desnudos donde la belleza no está en las formas convencionales del cuerpo, sino en la contemplación estética. Amazonas con toda su grandeza y su reserva selvática y cultural. Haciendas fantasmales. En suma, un blanco y negro muy variopinto.       

Es aliado de la tecnología, un convencido del privilegio de tantas y tan trascendentales transiciones generacionales capturadas con la cámara. Eso le permitirá morir tranquilo, asegura. Ha sido el fotógrafo de más de una veintena de libros. Sin ambages afirma que la fotografía comercial es la que le da para la papa, y que la artística le otorga premios y satisfacciones espirituales, le alimenta el buen ego y el brío para no desfallecer. Una es trabajo y la otra trascendencia. Realidad y reflexión. Vida y eternidad. Evidencia y esencia. Expondrá en Cali con la Secretaría de Turismo y adelanta contactos con varias ciudades europeas: Frankfurt, Berlín, Madrid, París y Londres… para seguir Armando exposiciones.

Artículo relacionado

Sigue nuestras redes sociales:

Lee más noticias

Columnas

La Colombia afro no se puede quedar en el atraso

El Plan Decenal ha logrado entre otras, la visibilización de la riqueza y biodiversidad de la cultura afro y su aporte al patrimonio inmaterial, como el Plan de Salvaguardia de la partería y el plan de marimba y música, la gastronomía.

La Colombia afro no se puede quedar en el atraso
Especial para 90minutos.co

El Plan Decenal ha logrado entre otras, la visibilización de la riqueza y biodiversidad de la cultura afro y su aporte al patrimonio inmaterial, como el Plan de Salvaguardia de la partería y el plan de marimba y música, la gastronomía.

Compartir

El 21 de mayo el país conmemoró el Día de la Afrocolombianidad para reconocer la contribución de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras en la construcción de país, pero también, para hacer visibles los factores de exclusión e inequidad que históricamente han caracterizado a quienes representan el 9,3% de los colombianos.

Según el Dane, el Índice de Pobreza Multidimensional, IPM, de esta población es del 30,6%, es decir, 11% por encima de la pobreza nacional, debido a factores como violencia, trabajo informal, bajo logro educativo y rezago escolar, entre otros.  Y aunque desde el Estado se han hecho esfuerzos para superar estas problemáticas, lamentablemente en nuestro país persisten prácticas de xenofobia, intolerancia y violencia en su contra. Un ejemplo de ello, es que entre 2013 y 2022, el reclutamiento forzado de menores en esta población, pasó del 12% al 17%.

Como vallecaucana conozco muy de cerca esta realidad pues nuestro territorio acoge al 30,4% de esta población en el país, es decir, poco más de 1.420.000 personas. Por eso, durante mi labor como Gobernadora del Valle del Cauca, creamos del Plan Decenal para la población Afro, el primero realizado en el país.

Lea también: Que el árbol no tape el bosque

Esta política se construyó con participación de la comunidad, instituciones públicas y privadas y la academia, para de incrementar el acceso de esta población a los programas sociales y económicos del departamento y mejorar sus condiciones de vida, a través de la implementación de acciones afirmativas. Precisamente, en el marco de esta iniciativa, tuve un gabinete participativo, con un muy alto porcentaje de hombres y mujeres de este grupo poblacional.

El Plan Decenal ha logrado entre otras, la visibilización de la riqueza y biodiversidad de la cultura afro y su aporte al patrimonio inmaterial, como el Plan de Salvaguardia de la partería y el plan de marimba y música, la gastronomía; el Proyecto de Ordenanza para la protección y salvaguarda del viche como bebida ancestral y artesanal, respecto a la producción y la comercialización; las celebraciones de la Virgen de la Asunción en Playa Renaciente y El Hormiguero, y el Festival Folclórico en Buenaventura, entre otros.

También, avanzamos en la educación al consolidar un enfoque diferencial étnico; desarrollamos modelos de atención integral en salud, apoyando la partería para reducir la mortalidad y morbilidad materno-perinatal, y con la academia, apostamos a la transformación, comercialización y uso de plantas medicinales. 

Así mismo, inauguramos el Observatorio contra la Discriminación Racial, con atención técnica, psicológica y jurídica a las personas afectadas, así como el proceso de elección de la Comisión Consultiva de Comunidades Negras Departamental. También, promovimos el emprendimiento, con proyectos productivos en quince municipios del departamento. Esto sin contar importantes proyectos de infraestructura en salud, turismo y transporte.

Le puede interesar: ¿Todo vale en política?

Además, en mi calidad de directora de La U, dimos impulso a los nuevos liderazgos de esta comunidad en las regiones, en el marco de nuestro programa ‘Líderes para confiar’, apoyándolos y formándolos para que proyecten mejor su trabajo comunitario. Así también, promoviendo iniciativas en el Congreso para las comunidades más necesitadas.

Sin embargo, en el país quedan muchas cosas por hacer en favor de estas comunidades. La violencia generalizada es un factor que frena muchas iniciativas sociales y económicas. Por eso, es importante propender por una cultura política de paz, que garantice los derechos humanos, el desarrollo y el fin de la pobreza extrema. Para ello, se necesita la presencia integral del Estado, con la generación de desarrollo y oportunidades para la población. También, fortalecer jurídicamente al Sistema Nacional de Atención y Reparación a las Víctimas, con una mayor articulación entre las entidades nacionales y territoriales encargadas de hacer efectivo el goce de derechos de las víctimas.

La Colombia afro no se puede quedar en el atraso. Pienso que tanto desde el Gobierno Nacional como regional deben ponerse al día con esta comunidad en proyectos que incluyen una amplia agenda social, para fomentar la vivienda, salud, empleo, productividad, acueducto, saneamiento, educación, energía y justicia. Todos estos factores deben contribuir al fortalecimiento del tejido social, que permita reducir la pobreza y el abandono.

De mi parte, persistiré en mi compromiso para que, desde el escenario en que me encuentre, seguir trabajando por sacar adelante todo lo bueno que las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras tienen para dar al país.

Lee más noticias

Columnas

Botando la vida por la nariz

Pondré la aguja directo sobre el vinilo: sin el narcotráfico Cali no habría sido jamás la Capital de la salsa. Si esa es sólo una consideración o un apelativo comercial o turístico, es otra vuelta.

Botando la vida por la nariz
Especial para 90minutos.co

Pondré la aguja directo sobre el vinilo: sin el narcotráfico Cali no habría sido jamás la Capital de la salsa. Si esa es sólo una consideración o un apelativo comercial o turístico, es otra vuelta.

Compartir

Pondré la aguja directo sobre el vinilo: sin el narcotráfico Cali no habría sido jamás la Capital de la salsa. Si esa es sólo una consideración o un apelativo comercial o turístico, es otra vuelta. Que sea mundial, es otro cuento que nos metieron por los oídos –a algunos por la nariz– y a veces por la vista, en general por los sentidos, los promotores de eso a lo que hoy llaman ‘industrias culturales’. Lo cierto es que entre la época de los capos visibles del ayer y los traquetos invisibles de hoy, hay más de 1.400 toneladas anuales de cocaína de exportación de diferencia. De Los jinetes de la cocaína (1987) de Fabio Castillo a El cartel de los sapos (2008) de Andrés López, o Sin tetas no hay paraíso (2008) de Gustavo Bolívar, hay muchas similitudes: violencia, muerte, ostentación, cooptación de autoridades, amenazas, excesos, prostitución, etc. y una gran diferencia: el bajo perfil de los ‘señores’ que hoy manejan el negocio de las drogas ilícitas.

Pueden vociferar todo lo que quieran las viejas vacas sagradas de la salsa en Cali –la mayoría experiqueros, entre confesos y clandestinos, peones de los patrones a los que todos querían servir sin vergüenza alguna y de lo que algunos siguen ufanándose–, pero desde el principio, desde que comenzaron a llegar los acetatos por Buenaventura o como parte de la remesas que enviaban los que habían coronado los ‘Yores’, desde que empezaron a sonar las primeras pachangas en los barrios, desde que esta música se instaló en la ciudad porque un bacán quiso gastarse sus ‘lukas verdes’ trayendo desde Nueva York artistas que apenas se escuchaban en la radio, desde que sus primeros cantores que sólo habían bailado recogieron prácticas interpretativas de los soneros de arriba cuyos fraseos eran del pueblo y desde que los eventos comerciales la impulsaron, este mundillo musical y bailable ha estado inseparablemente ligado al tráfico ilegal de drogas.

Lea también: La mamá de un amigo

Y por todo lo anterior y más, la ciudad le debe a uno de sus primeros narcos, el apelativo por el que hoy la reconocen en buena parte del mundo occidental: a Larry Landa, el muchacho melenudo y pintoso del barrio Calima que fue bautizado y ya casi nadie recuerda como César Tulio Araque Bonilla. Y a cuento de qué evocar a este camaján que –en otra prueba de nuestro provincialismo anclado en el histórico complejo de inferioridad–, fue llamado el John Travolta caleño. A este ‘dandy’ criollo que acéptenlo o no transformó la vida musical del Cali. A este ‘man’ que hizo que Jairo Varela descendiera de su olimpo y le reconociera que su carnaval –el de Juanchito, que ya no existe– sigue siendo el mejor. A este atrevido que en plena 69 East Broadway de Manhattan quería ponerle a su discoteca Perico-Cali-New York, pero se decidió por Canario-Cali-New York, tal vez ‘aspirando frases’ de la canción de Cheo Feliciano: Silvestre felino… que lío se va a formar... Pues a cuento de que en Cali se sigue mezclando salsa y perico, música y narcos, promotores artísticos y lavanderías de dinero mal habido. Es una verdad de Perogrullo. 

No basta la actividad de la ciudad en torno de la rumba como indicador de que el dinero del narcotráfico fluye a raudales en la capital salsera. También hay legalidad y se necesitan muchas más evidencias ahora que el negocio es algo más subrepticio y los patrones menos lamparosos. El dinero no sabe de orígenes, ni de manchas de sangre o fluidos. Sin embargo, la realidad siempre pesa más que los documentos contables y Cali es reconocida por estudiosos del tema y organismos del Estado como un inmenso ‘lavadero’. Basta revisar los informes de la Fiscalía General de la Nación que dan cuenta de operaciones por 2.500 millones de dólares en 2023. Es decir, de lo que se conoce y se publica desde la Unidad de Información y Análisis Financiero, la Superintendencia de Sociedades y la Superintendencia Financiera de Colombia, entre otros organismos encargados de vigilar una economía donde la cocaína aporta el 25% de nuestro PIB (Producto Interno Bruto). No podría justificarse de otra forma que en plena crisis se llenen todos los conciertos y discotecas, sin importar el género; todos los cines, sin importar también el género; y todos los restaurantes, sin importar la calidad de la comida que en estos lugares está más arriba que las nubes. Amén de negocios de finca raíz, moteles, almacenes, gastrobares, joyerías y un etcétera que es tremenda línea.

Le puede interesar: Todas, todos y ‘todes’

Ahora bien, en el momento en el que la salsa transita de la realidad a la leyenda, que sus temas adquieren ribetes míticos a través de clásicos muy recientes, que sus artistas se están muriendo, la agonía del género en términos de producción y sus estertores, han sido aprovechados de nuevo por los ‘señores’ para negociar con las prácticas culturales populares. Que la salsa está más viva que nunca dicen, que no morirá mientras haya bailadores, soneros, coleccionistas, melómanos y bebedores; que somos el museo vivo de esta melodía, que no hay otro lugar en el mundo que nos quite lo baila’o... Lo único cierto es que no hemos escuchado, ni bailado, ni gozado, ni estudiado, ni analizado, ni registrado, buena parte de la salsa que se produjo en su momento de esplendor y que ahora en su decadencia –insisto, en términos de producción– daría para un par de décadas más. Apenas se está develando la cortina férrea y nefasta que sobre muchos artistas y grupos instaló la Fania All Stars que operaba como una verdadera mafia (decidía quién y qué sonaba), fiel a los principios de eliminar (aunque no físicamente) al que no estaba en su cartel o a quien no tributaba a sus arcas insaciables, a las fauces que convirtieron a Nueva York en la ciudad el miedo, porque ningún negocio escapaba del manejo temerario en la Capital del mundo.

La idea de Cali como Capital de la salsa comenzó a abrirse paso en la radio cuando se promocionaban los eventos que incluían concursos sobre todo de baile. Luego, con la ascensión social de los ‘señores’ resultante del dinero producto del narcotráfico, no hubo espacio social que no resultara influido –de manera directa o indirecta– en esta espiral de lo que llegó a tildarse como dinero fácil. La salsa no fue la excepción y la payola (pagar para sonar) una práctica tan común como esnifar coca. Ocurrió desde los 70’s y hoy ha retomado sus pasos con más fuerza y menos visibilidad, como si estuviera recogiéndolos. Lejos está el día en el que Landa trajo a Lavoe, y a Cheo, a Pete, y a Celia, y a toda la Fania, porque ahora los empresarios traen a una pléyade de cantantes venidos a menos, algunos ancianos y en el ocaso de sus vidas, para no dejar morir el negocio al que se le están exprimiendo sus últimos jugos, de los que se escupirá el desecho. Como en Caína, de Rubén Blades, una de las pocas canciones y artistas, que cuestionaron y no avalaron con homenajes sonoros a los ‘señores de la droga’, Cali sigue “Botando la vida por la nariz, corriendo la base eternamente y viviendo pa’ morir”.

Artículo relacionado

Sigue nuestras redes sociales: