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Las mujeres y los boleros: ¡palabras que desnudan!

Las mujeres y los boleros: ¡palabras que desnudan!

Especial para 90minutos.co

La cuestión trágica de escribir es que comienzan a leerlo a uno. Olga, Soffy, Carmen Delia, Julita, Celia, María Luisa, María Dolores, María Elena (¡Hola María combina con todo no!), y Toña la negra, entre otras muchas y no todas, porque faltan Helenita con su ronquera o Andrea Echeverry con su Florecita rockera y la negra que le canta la tabla a esta rancia y pestilente oligarquía de pacotilla, a esta plutocracia vergonzante que la odia por el sólo hecho de ser negra y venir de bien abajo del pueblo: la vicepresidente de la República, doña Francia Márquez, pésele a quien le pese y duélale a quien le duela. Bueno, aunque tampoco caben en esta micromachista, patriarcal y mamertoide antología, Shakira con su sangrante corazón herido o Karol G. con su Bichota y las 200 copas, incluidas las dos de su brasier afortunado.

Pero que gire el tornamesa y ubiquemos de nuevo la aguja donde se debe y no en esas disquisiciones “izquierdópatas”, según la María, no de los guardias, sino de los paracos. Con cada palabra querrán ciertas damiselas desnudar el alma del escribano –en el caso particular– menos desagradable que desvestir lo que resta de un cuerpo gastado por donde más se utiliza: por la cabeza. Y lo advierto porque hablaré de las mujeres y los boleros, fusión de la trágica verdad que configura la forma de componer versos para dedicárselos al amor. Y al desamor, al abandono, a la traición, el desdén, la deslealtad, la esperanza, la tristeza, la alegría, la melancolía y la añoranza, cuyo principal protagonista no puede ser otro que el corazón, presa vituperada y manantial prolífero de todas las razones que encarnan el dolor y el sufrimiento, como derivación directa del amor en todas sus facetas.

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Un párrafo y seguro ya todas creerán saber qué piensa, cómo se siente y a quién va dedicada la alusión o la canción que cita quien escribe y adelanta en el estado de WhatsApp como una especie de sondeo. No importa si es un bolero, una balada, alguna salsita o acaso alguna canción en inglés de su reducidísimo repertorio, que con algún comentario adicional ultraja a cualquier receptora resentida y prevenida. Es probable que la remita de manera probable a otros menesteres. No falta nunca la que relacione todas las letras de cualquier bolero –por falaz que sea y me disculparán Los Aterciopelados– con el sentimiento y no con la simpleza del gusto. El reto es penetrar desde la expresión interna. La lectura como la conversación es agradable cuando alguien dice lo que uno quiere escuchar. El otro tiene la razón si piensa igual que yo. Se lee también con el oído y hasta con el odio.

Así pues, cuando escucho Delirio, de Carmen Delia Dipini, toda la mixtura de Puerto Rico y la Sonora Matancera se arremolina en mi ser y siento unas ganas de hacer el amor en todo el cuerpo comparables sólo con la tristeza de no haber escrito jamás una décima si quiera semejante a esta erótica belleza: Que delirio de amar/Que ansiedad de besar/Y poder saborear/En tu boca sensual/Mis anhelos. Ella no es la compositora, pero qué importa si fue ella la que lo inmortalizó. Con Dímelo es una especie de antesala a lo anterior y ese llamado a proponer que en el peor de los casos será un rechazo, pero se intentó. Es la canción de las convencidas, mejor dicho, de todas: Dímelo/Yo sé que yo te gusto/Y sé que estás deseando/Que yo te diga algo/Dime que sí. Y con Besos de fuego, apague y vámonos.

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Cambiemos de acetato. Cuando escucho Tú me acostumbraste de Olga Guillot, no puedo evitar las ganas de estrangularla, pero con un abrazo. La cubana era una verdadera guillotina a la hora de interpretar boleros que rebosan de amor y erotismo, o escupen fuego, según la necesidad. Imposible no estremecerse con: Tú me acostumbraste/A todas esas cosas/Y tú me enseñaste/Que son maravillosas. Algo precioso que se acaba justo cuando la dama cambia de caballero y le aplica la misma fórmula. Algo que se ratifica con Dos caminos y Soy lo prohibido, un par de despedidas temerarias que bien podrían reemplazarse por un disparo en cada sien para matar al fulano dos veces y que quede bien muertito y para siempre.

En cambio, cuando me llegan las melodías de María Luisa Landín, Amor perdido y Dos almas, la metáfora se borra y se llenan de sangre mis venas y de resentimiento mi corazón. No es verdad, pero sonó chévere. Esta mera mera tiene con Amor perdido el no despreciable récord de ser la segunda canción más sonada de la radio mexicana en toda la historia. Junto contigo le doy un aplauso al placer y al amor/Que viva el placer/Que viva el amor/Ahora soy libre/Quiero a quien me quiera/Que viva el amor. Tiene esta canción una gran particularidad y esa es que se mezcla el sujeto de enunciación, que unas veces es ella y en otras ocasiones él. Ha de ser por cuestiones de rima, no imposiciones de don Pedro Flores, su compositor. Y de Dos almas estas líneas demoledoras: Un día en el camino, que cruzaron nuestras almas/ Surgió una sombra de odio, que nos separó a los dos/Y desde aquel instante, mejor sería morir/Ni cerca ni distante, podremos ya vivir. Concédele Señor…  

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Con dos temas de la guarachera de Cuba, Celia Cruz, me pasa algo muy particular. Enamoradas dedican primero Tuya más que tuya, una promesa que como todas las amorosas se cumple mientras la dopamina domina. Lo cierto es que reza: Ya yo no quiero saber en la vida, de otras caricias que no sean las tuyas/Yo te idolatro, vida de mi vida/Todas las noches sueño que me arrullas/Cuando despierto me siento más tuya/Y te bendigo, bien de mi vida. Pero como sentenció Vinicius de Moraes: “El amor es eterno mientras dura”. O como añadió el recién fallecido Jota Mario Arbeláez: “El amor es eterno, mientras dura dura”.De modo que un tiempo después –algunas veces breve, acaso precoz– se dejan venir con Dile que por mí no tema, una exaltación de falsa indiferencia dictada por la soberbia. Busque la letra el Google y estará usted de nuevo de acuerdo conmigo.  

Con María Dolores Pradera canto a dúo El rosario de mi madre y La flor de canela, el primero un plato de rabia, impotencia y ganas de matar: Devuélveme mi amor para matarlo/Devuélveme el cariño que te di/Tú no eres quien merece conservarlo/Tú ya no vales nada para mí. ¡Por Dios! Daría lo que fuera porque me dedicaran esta belleza sublime. Aunque de pura piedra no le devuelvo es nada. Y el segundo, La flor de canela, un valsecito peruano con ínfulas de bolero: Déjame que te cuente, limeño/Deja que te diga moreno mi pensamiento/A ver si así despiertas del sueño/Del sueño que entretiene, moreno tus sentimientos.

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Otra tragedia se avecina: está a punto de acabárseme el espacio. Otro bolerazo es Semilla de odio, de la guajira Soffy Martínez, un adiós categórico y fulminante lleno de orgullo y rencor. Y tres joyas para ir cerrando ésta, mi estrecha antología: de la boricua Julita Ross, Amor en Tinieblas, que también interpretó de forma magistral la ecuatoriana Mary Ramia; además de Me la robaste y No me escribas. Otra canción que tiene espacio en el cancionero popular es la versión de Cataclismo, en la voz de la mexicana María Elena Sandoval, que además de tener una voz preciosa era una mujer muy linda, cualidad que no acompañó a todo este ramillete. Le decían la estatua que canta y eso me dejó petrificado. Tú sabes, de la venezolana Estelita del Llano es otra joya. En todas ellas mucho carácter y dolor pleno adobados con finos instrumentos y voces con personalidad. Maledicencia con altura y clase. Mujeres que irrumpieron en un mundo machista y que hoy superan el riguroso e inquebrantable examen del tiempo. Y alcanzó la hoja para Cenizas de Toña la negra: Y si pretendes remover las ruinas, que tú mismo hiciste/Sólo cenizas hallarás de todo lo que fue mi amor.

Si usted llegó hasta aquí, tocará escribir una próxima elegía, la de la balada, que no es más que un bolero modernizado que luego se apellidaría pop. En esa antológica transición estarían las españolas Rocío Dúrcal con Tarde y Costumbres; Rocío Jurado con Se nos rompió el amor y Señora; Isabel Pantoja con Así fue y Se me enamora el alma; las brasileras Perla con Comienza a amanecer y Simone con Procuro olvidarte; las venezolanas Karina con Sé cómo duele y María Conchita Alonso con Acaríciame, Noche de copas o Y es que llegaste tú. Y muchas, muchísimas otras hasta llegar a Shakira y la Bichota. ¡Qué le vamos a hacer!

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