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La tumba de la Cruz

La tumba de la Cruz

Especial para 90minutos.co

El cementerio de Woodlawn, en el condado de El Bronx es la prolongación de la grandeza de Nueva York extendida en 162 hectáreas de tumbas grises donde encontrar la que uno busca es como ganarse la lotería. 300 mil almas descansan en paz aquí. Más difícil incluso que el consabido hallazgo de la aguja en el pajar. O -para utilizar otra metáfora no tan desgastada como las dos anteriores-, como buscar una moneda en 324 canchas de fútbol. Dinero y esperanza. Aquí está sepultada la Guarachera de Cuba, Celia Cruz; y su esposo, el siempre circunspecto y apocado Pedro Knight, cuya cabeza era como un copo de azúcar. O de nieve, para no gastar aún el pregón que hizo famosa a la mujer que sin parir un hijo es la mamá musical de buena parte de los salseros el mundo. La que con ese grito de guerra dulce y algo fugaz resumía sabor, estilo e historia. Celia y Pedro juntos. Uno al lado del otro. Así fue y así será por el resto de la eternidad. Es inevitable ver las tumbas separadas y pensar que siguen tomados de la mano.

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Y es que Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso como cualquier cubano creció de la mano de la industria azucarera de la isla, que no se amargó ni con el triunfo de la Revolución en 1960. Los cañaduzales se extendían como la sonoridad cubana que surcaba con su influencia toda la música latinoamericana. Sus restos reposan en un mausoleo donde les juro uno siente que en algún momento va a sonar una descarga de cualquiera de los géneros que se fusionaron para nombrar la salsa por allá en 1967 o ese grito gutural y guarachero con el que animaba sus pregones: ¡Azúcar! Su panteón es de mármol gris con una geometría perfectamente equilibrada. Custodiado por dos pinos, uno a cada lado. Un rectángulo central que permite asomarse por una reja donde se destaca una C entre laureles forjada; y dos cuadrados que sostienen a su vez unas materas incluidas en el diseño, cuya base también cuadrada se ensancha hacia arriba. Aquí no rima la canción de las Hermanitas Calle: …Y al cabo pa´enterrar nuestros amores cualquier panteón es bueno, cualquier tumba es igual…

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Aunque nació en La Habana, desde que los barbudos bajaron de la Sierra Maestra vivió en el exilio. Celia se escribe con ce, como Cuba, como cenotafio, como Cruz. Nueva York fue después de México y España su destino y residencia. La negra iba de vez en cuando a tomarse un par de vinos blancos después de la cena. No era de salir a fiestear porque le aburrían las fotos, los autógrafos y la pedida de algún numerito por parte de admiradores furtivos, cuando estaba en su vida normal. A eso iba a Nueva York, la que decía era su residencia. En realidad, fue Fort Lee-New Jersey, porque al centro de la Gran Manzana iba a grabar y a presentarse, a ser partícipe de ese fenómeno cuyos coletazos nos tienen hoy visitando su tumba. La mujer que sin reparo alguno aseguraba haber nacido fea y querer envejecer y morir con dignidad. Sin cirugías. La misma a la que los medios mataron tantas veces antes de morirse de verdad verdad, sólo físicamente. La misma que decía que de tanto gritar ¡Azúcar! su marido le había resultado diabético. La misma que encontró su estribillo en 1964 en uno de los actos más sublimes de un cafetero que se respete: tomándose un tinto después de comer. Fue en un restaurante cubano en Miami. Le pregunta el mesero: ¿Con o sin azúcar? Y ella responde eufórica con el término que la inmortalizó: ¡Pues con azúcar chico!

Y ahí nació la frase, contando esa anécdota en medio de esos recesos que tienen los conciertos entre número y número para que el cantante, los músicos y todo el mundo descanse, porque la leyenda había nacido para la vida el Día de Santa Úrsula y sus compañeras mártires, el 21 de octubre de 1925; y para la música en programas de radio para aficionados, como La hora del té o La corte suprema del arte, donde ya interpretaba con solvencia a sus escasos 17 añitos, son montuno, guaguancó, rumba, guaracha y bolero. Lo de la salsa es después de la consagración con la Sonora Matancera en los años 50´s, el inicio de su carrera como solista en los 60´s y su llegada a esa constelación llamada Fania All-Stars en los 70´s. No en vano García Márquez afirmó que la salsa no es más que una guaracha cubana, exiliada en Nueva York.

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Y allí, en medio de la ciudad de los rascacielos esta su última morada, el cielo de los inmortales a ras del suelo. Una que otra flor. Aunque es pleno verano todo cementerio es frío y sombrío. Hay más lápidas pequeñas que grandes mausoleos o sepulcros ostentosos. Esta cultura no le rinde mucho culto a la muerte, salvo Hollywood y esos previsibles, estremecedores y lacrimógenos finales donde muere el mejor amigo o la amada del protagonista. Emergen algunas tumbas por su altura coronadas por una cruz, una virgen o algún Jesús no crucificado; y una que otra cripta de algún héroe sacrificado por defender la banderita que ondea. Evoco Nostalgias la canción escrita por el poeta argentino Enrique Cadícamo en 1936 y musicalizada por Juan Carlos Cobián, que conocimos en la voz de Ángel Luis Canales en su trabajo El sentimiento de un latino en Nueva York, en 1979. …Desde mi triste soledad, al ver caer, al ver caer, al ver caer las rosas muertas, de mi corazón…

A Celia la visitan todos los días, asegura un negro del Bronx al que ya se le olvidó hace cuánto trabaja en el cementerio de Woodlawn. Dice con una seriedad que asusta, que a veces piensa que hace rato está muerto pero que sigue yendo a trabajar. Miro alrededor y sólo está el regimiento de lápidas grises alrededor. Me pone a dudar. Lo detallo de nuevo. No hubo escalofrío. Tiene canas y overol grises. Unas botas negras gigantescas. Debe tener unos 60 años. Pero mi abuelita Tulia decía que un negro peliblanco tiene todos los años del mundo. Le sumo al canoso otros veinte abriles. Es un tipo afable. No debe saber qué es mamar gallo, pero lo hace con decoro. “Aquí la gente viene a verla y a escucharla”. ¿Y es que todavía canta?, le pregunto con ánimo de desquite. Y se despacha con esta joya: “No hay absolutamente ningún artista que no sea mejor después de muerto. La estupidez de los vivos es inmortal”.

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