Por: Ana Erazo Ruiz, Concejala de Santiago de Cali
La anticorrupción en época de campaña parece más un eslogan para vender un producto en un supermercado que el compromiso real de cara a la ciudadanía. Quienes desde el Concejo tenemos una responsabilidad política con la ciudad comprendemos que el control político es nuestra obligación. A partir del debate que dinamizamos durante esta semana sobre el empréstito aprobado en el año 2020 por la suma de 650 mil millones de pesos hoy podemos decirle a las y los caleños que la deuda que tenemos como ciudad por los empréstitos de Armitage y Ospina asciende a más de 1.85 billones de pesos al cierre del 2023, asimismo que, debemos lograr que el Concejo de Cali cuente con una bancada liderada por mujeres y hombres preocupados por desempeñar sus funciones de control político con determinación y sin vacilación alguna.
Nuestro debate dejó en evidencia los altos niveles de deuda y la paupérrima ejecución de obras y proyectos que hoy soporta la ciudad, es por esta razón que han surgido diferentes voces, muchas provenientes de quienes hicieron parte del gobierno de Armitage -responsable de la aprobación de un empréstito de iguales proporciones entre 2016 y 2019, que pretenden desligarse de la responsabilidad política por el endeudamiento que hoy debería ser motivo de preocupación de quien pretenda ocupar el tercer piso del CAM.
Desde discursos del desarrollo que se reducen a la promoción, diseño y construcción de proyectos nos vendieron los empréstitos que hoy tienen condenada a Cali a una deuda de más de 1 billón de pesos sin que se evidencien mejoras, medidas o acciones que impacten positivamente la vida de los y las caleñas. Olvidan y no les importa la crisis social, económica y de informalidad en la que quedó una de las capitales con mayor informalidad del país debido a las medidas restrictivas derivadas de la pandemia. El hambre nunca fue la preocupación de esta administración ni de las pasadas que se enfocaron en el diseño de proyectos que, conforme las evidencias y la experiencia, pareciera se quedarán en sueños de desarrollo en una Cali abandonada y olvidada. De ahí que sea nuestro deber analizar qué pasó con los 14 proyectos estratégicos iniciales, qué será lo que realmente le quedará a Cali y cuál es el papel que jugará cada uno de los y las candidatas ante este opaco escenario de deuda e ineptitud.
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Los hallazgos que expusimos esta semana son escandalosos: La mayoría de los proyectos financiados con recursos del empréstito tienen un 70% del presupuesto comprometido, apenas se ha desembolsado el 24% del recurso, y, con respecto a los avances físicos, en la mayoría de las obras y proyectos solo se han logrado avances que se ubican por debajo del 10%. Un total desgreño, engaño y despropósito. Para concluir, debo extender un llamado a la ciudadanía caleña: Lastimosamente no serán los entes de control quienes pongan fin a este tipo de insuficiencia e inmoralidad administrativa debido a que la anticorrupción no es solo un discurso, una idea o una vaga narrativa escrita en un póster o recitada en un micrófono.
Esta ciudad no se merece ser un experimento más. Se merece escenarios de transparencia donde se conciba la contratación desde la administración pública, a diferencia de la mayoría de los anteriores gobiernos, con vocación pública centrada en la atención de las problemáticas de la sociedad caleña, en la recuperación de la ciudad para todos y todas y no en la distribución de los recursos con fines económicos y políticos de carácter particular.
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