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Frivolidades

Frivolidades

Especial para 90minutos.co

El tiempo de las ideas ha terminado. Y habría que reconocer que, si bien las ideas políticas subsisten por lo menos en los escenarios académicos o filosóficos, ad portas de unas elecciones (aquí o en cualquier parte) la única doctrina que prevalece es la del saqueo. Es decir, la idea de que el Estado en un botín del que sólo pueden beneficiarse quienes bajo el sofisma del liderazgo, mejoran las condiciones, pero propias. No son vulgares ladrones, sino refinados raptores. Vergonzantes cacos de cuello blanco y manos negras. Y que no vayan a saltar los afros por el término, porque en Colombia no se salva ninguna etnia del delito gubernamental, de la corrupción que se roba y esquilma los recursos del erario, del patrimonio de todos. En la capital o en la provincia. Debe recordarse que desde siempre los gobernantes han tenido acceso a información privilegiada que les permite negocios inmejorables con base en los favorecimientos que de ella se derivan. La cuestión es que a las nuevas generaciones de politiqueros ya no les es suficiente, pues la codicia corrompió la esencia de la práctica del servidor público. Deberíamos estar en el debate de las ideas, pero esta campaña será más de lo mismo: frivolidad y sinvergüencería.

Puede ser una ligereza, pero arranquemos por el sofisma de la multiplicidad de partidos. Mentira retórica. Basura argumentativa. Rezagos de la colonización mental. En nuestro país no se ha acabado el bipartidismo. Los candidatos se dividen entre los que tienen el poder y los que lo quieren. Entre los que están en la cabeza y los que hacen la cola. Una fila cada vez más larga y descalificada, para gobernar hay que decirlo, porque para el latrocinio parecen entrenados en la mejor escuela de rufianes. Putrefacta. Alguien dirá que de eso se trata la democracia, de la alternancia del poder producto de unas elecciones. Y es probable, pero cuando apenas es la idea de cambio la que se promueve y las destrezas son las mañas y las mafias, las trapisondas y las triquiñuelas, la trampa y la compra, las jugaditas para hacerse con el poder o no soltarlo, la democracia pierde todo su fundamento. De modo que el bipartidismo está ahí latente. Entre los que incumplieron y los que prometen e incumplirán. En suma, los que ya robaron y los que van a robar. De frente o en cuerpo ajeno. Desde el cargo y a través de los contratistas, los que pagan las campañas.

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Prometí trivialidad y voy a cumplir. Tres precandidatos a la presidencia de la república son un tridente vergonzoso, un remedo de alternativa, una falsa promesa de cambio, un grupúsculo al que ya bautizaron como “Los Victorinos”. Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria. Yo no veo el de clase baja, clase media y clase alta, como en la novela de Miguel Otero. Todos son de la misma clase: la política. No alcanzan a plutócratas, sólo peones que la rancia oligarquía tira a la arena para tantear la reacción de la jauría ignota y encauzar la más efectiva de sus estrategias de manipulación. En un derroche de creatividad inconmensurable algunos medios también les han dicho “Los tres mosqueteros”. Pobre Alejandro, Dumas, por su puesto. Aunque algo de razón les asiste, pues los políticos en términos de prebendas viven como Athos, Porthos y Aramis, bajo el amparo del lema: “Uno para todos, todos para uno”. Como cualquier candidato -de pacotilla o de librea y corbatín-se definen como independientes, nunca han pertenecido a partido alguno y su trayectoria de servicio es cristalina y diáfana. Amén de proclamarse vencedores e incapaces de traición, es decir, de adherir a otro con mayores posibilidades de triunfo. ¡Sinvergüenzas!

Calma, calma. Ya llega la superficialidad, hasta ahora esbozada en tres párrafos de babas. La imagen de la triada de moda, es yupi total. O sea, yuppie marica, me entiendes. Okey. Profesionales urbanos con cartones lavados en Harvard, Cambridge, Oxford, Massachusetts, pero jamás en el Sena. Hojas de vida llenas de títulos y currículos sin curri, o sea, desaliñados, sin el sabor del buen saber que debe servir para el buen vivir de todos. Saturados de posgrados de cartón que no aplican en rigor. Alejados del gran electorado, de la sociedad a la que deben preparar y guiar en el mejoramiento de su calidad de vida. No con subsidios, sino con educación. Y no necesariamente formal, pues el ejemplo educa y aquí maleduca. Por eso, la aceptación silente de la realidad como destino (de las mayorías), como un designio algo divino e insalvable, y no como el resultado de unos gobiernos incapaces. Abominan de la prenda inútil. No aparecen con corbata, aunque a ella deben buena parte de su vida. Saben que es la cola del lagarto, la lengua del dragón de Komodo y el látigo del tormento del pueblo sumido en la miseria. El saco tampoco es de su agrado, prefieren el suéter sin que la marca sea muy protagónica. Van de bluyín, no de jeans, para acercarse al populacho. Se arremangan la camisa, es símbolo de trabajo. Su cabello con canas esporádicas -y que será teñido de blanco impoluto si crecen en las encuestas-, es largo y desordenado. Ustedes saben ‘ideas jóvenes’. 

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Alejandro es la vanidad. El ‘nuevo’. El exrector de Los Andes, universidad que lejos está de ser la escuela de aquellos, pero qué hacemos si cada presidente se ufana de tener a sus egresados entre los prístinos miembros de su equipo, de su gabinete, de baño supongo. Nada de la Nacional, los de “La Nacho” son mamertos irredentos, guerrillos reprimidos, peligrosos adoctrinadores. Para esta clase cualquier pensamiento crítico es subversión. La imagen de Alejandro Gaviria se ha construido desde la idea del conocimiento y la intelectualidad. Es el primero que nombran. Mire usted, yo también lo he hecho. Un mal ministro, buen papá, paisa nacido en Chile y vencedor de un cáncer. Tragedia y familia. Varios libros, un par de ellos muy interesantes. Uno puede rezar y no aplicar. Y el elegido como el diferente. Más de lo mismo, sólo que con más de elocuencia y aparente distancia del otro Gaviria. Sí, el del apagón, el de Simón y María Paz, el de los Pandora Papers.

Federico Gutiérrez, “Fico”, es la fruslería. De los mismos creadores de los candidatos frescos, bien plantados –dicen las señoras y algunas… iba a decir señoritas- y que conectan con las nuevas generaciones, este hombrecillo (y lo digo por la apócope de su nombre) no tiene posibilidades reales de ser presidente, pero sí de seguir en la mermelada. Montañero también, pero no de Los Andes. Salvo García Lorca, Engels y Nietzsche, al resto de Federicos se les tiró el nombre Federico Mátalas Corcuera, Kiko, el cachetón, rodillijunto y patiapartado ‘niño’ envidioso de El Chavo. Hijo único de doña Florinda, que es la personificación exacta de Colombia: creída de lo que no es. Fico es una versión desmejorada de Checho, a quien apoyó desde muchacho. Otro paisa con ínfulas de estadista que cree que su alcaldía fue lo mejor después de la Colonización Antioqueña.

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Y Sergio Fajardo, ya todos lo saben, es la tibieza. El exprofesor de matemáticas que ha sumado desaciertos, multiplicado críticas y dividido opiniones. Tiene una demanda por responsabilidad fiscal en el caso Hidrohituango que no lo dejará ser presidente, así no se duerma esta vez en los debates, si es que llega a esas instancias. Sus posiciones -para él equilibradas-, son indeterminación pura. Es más comprometido un recién divorciado. Tiene más ego que carácter y menos aciertos en la gobernación de Antioquia que en la alcaldía de Medellín, como algunos de sus antecesores, donde se destaca su mentor, del que ha intentado desmarcarse. Si algo comienza a caracterizar a Fajardo, es el rótulo de candidato eterno. De nuevo, la tercera no será la vencida.

Ninguno de los tres llegará esta vez a la presidencia, aunque las maquinarias y los medios insistirán en que con Alejandro Gaviria “Colombia tiene futuro”, slogan que me suena al “Bienvenidos al futuro” de César Gaviria, frase pronunciada hace 31 años. ¡Otra mentira! ¡Acaso otro miembro de la banda a cargo de la gran estafa! Hoy hay menos exportaciones, menos comercio con relación al PIB, menos industria y menos agro. Aquí la economía sobrevive de la lotería de la minería, que se le concesiona a las multinacionales, todas extranjeras claro. No hay progreso, sólo mampostería del desarrollo. En fin, frivolidades.

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