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El caso EMCALI

El caso EMCALI

Especial para 90minutos.co

Cuando hablamos de EMCALI, hablamos de 90 años de historia de una de las empresas pioneras de los servicios públicos en Colombia. Es la quinta empresa del Valle del Cauca y, dentro de las públicas, es la más grande del suroccidente colombiano. No es para menos cuando se dice que es el principal activo público de Cali y que durante años fue un ejemplo de gestión y prestación de servicios como acueducto, energía eléctrica y alcantarillado. Muchos coinciden en afirmar que hasta los años 1980 era una empresa ejemplar en el país.

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En los años ochenta, tanto las Empresas Públicas de Medellín- EPM y las Empresas Municipales de Cali- EMCALI tenían un desempeño financiero y administrativo bastante similar. Se consideraba que la empresa pública caleña tenía un comportamiento que la acercaban a lo más alto de las empresas privadas colombianas y estaba a la vanguardia en el sector de los servicios públicos en América Latina. Sin embargo, llegaron los años noventa y algo pasó: mientras EPM se expandió a otras ciudades e, incluso, incursionó en mercados internacionales, EMCALI se limitó al mercado local y a un puñado de municipios aledaños a Cali.

Un investigador de la Universidad EAFIT hizo unos acercamientos importantes para entender esa divergencia entre ambas empresas. Uno de los grandes aciertos que él identificó de la empresa antioqueña fue la de evitar a toda costa que el cambio institucional que supuso la elección popular de alcaldes tuviese un impacto en el gobierno corporativo de EPM, existiendo un acuerdo tácito de mantener como único interés común el crecimiento y avance de la empresa, que además es la principal aportante al presupuesto de la Alcaldía de Medellín. Esto quiere decir que los ciclos políticos, los cambios de gobierno, la alternancia de partidos y los intereses electorales no interferirían en la forma como se gobierna a EPM.

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Caso contrario con EMCALI, que sucumbió a esa dinámica electoral, que capturó a su junta directiva, a su gerencia general y a sus gerencias de áreas. Bajo un criterio político, se precipitaron malas decisiones que terminaron endeudando de forma excesiva a la empresa caleña, en sonados casos como la PTAR y TERMOEMCALI. Situación que no ha tenido muchos cambios en los últimos 30 años y que ha definido el horizonte de la compañía, que carga con el lastre de ser un fortín histórico de facciones políticas.

Lo que ocurre hoy en las Empresas Municipales de Cali no es nuevo. Hay indicios de que cuando la gerencia de una empresa se entrega con criterios políticos, como ha ocurrido en casi todos los últimos 30 años, se toman decisiones desacertadas, no se tiene un buen criterio para adelantar inversiones, se celebran contratos con sobrecostos y se relajan los mecanismos de control interno. A EMCALI la lleva a su crisis crónica el incremento intempestivo de la inversión, que en su mayoría supondría pérdidas, y el aumento de la deuda para financiar las desastrosas decisiones de gerencias poco técnicas. Muestra de que la empresa toma decisiones de gasto con criterios muy cuestionables es la pauta millonaria en medios impresos nacionales para defender adquisiciones con evidentes sobrecostos. Esas decisiones en una empresa privada de alto nivel simplemente no se tomarían.

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En últimas, a EPM la ha impulsado un gobierno corporativo que se ha respetado a lo largo de los años, mientras que a EMCALI la sepulta el criterio político y electoral con el que se gobiernan sus asuntos. Basta ver que los gerentes de área que renunciaron luego del escándalo del contrato de la AMI denunciado por sobrecostos tienen una filiación política fácilmente trazable, lo cual deja en evidencia la captura de la empresa por los intereses electorales de turno.

Por supuesto que resulta penoso todo lo que hemos sabido de EMCALI en los últimos días. Pero eso, en síntesis, es una crisis más de un modelo fracasado de gestión de la empresa, que demanda soluciones estructurales que empiezan por establecer un gobierno corporativo, alinear los intereses de los grupos de interés y despolitizar la operación de la compañía. Esperamos que los entes de control actúen frente a todas y cada una de las denuncias, pero que eso no nos distraiga de una realidad: la crisis de EMCALI no empezó con este gobierno y no terminará con el siguiente si, en definitiva, no se cambia el modelo con la cual se administra.

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