Icono del sitio

Dos accidentes y un solo hastío

Dos accidentes y un solo hastío

Especial para 90minutos.co

Para comprender la forma cómo los medios de comunicación informativos -pero sobre todo los noticieros de televisión- estructuran la producción de sus contenidos es preciso advertir al menos dos cosas: primero, que se regodean en los principios que rigen los más destacados criterios con los que se establece qué es noticia, lo que desde cualquier punto de vista es un gran acierto y habla de su desarrollada condición de ‘sabuesos del olfato periodístico’; y, segundo, que se ensañan con un hecho que convierten en suceso descomunal no por el seguimiento (que no hacen a todas las noticias o a las que en realidad lo requieren) sino por una exageración propagandística que como bien dice Pierre Bourdieu, oculta mostrando. Y ahí es cuando el cubrimiento se convierte en desaforada cobertura, en una bahorrina cuyo despliegue excesivo hace que todo comience a oler mal, muy mal, porque emergen los diversos intereses y la manipulación descarada. El accidente de Egan Bernal y el linchamiento Hildebrando Rivera Gantiva, son las más recientes pruebas de esa forma de hacer periodismo que se encarniza con un tema hasta el hastío.

Le puede interesar: Don Gerardo y el Premio

Los dos son hechos noticiosos del más alto impacto, sin la más mínima duda. Egan, campeón del Tour de Francia y del Giro de Italia (dos de las tres carreras más importantes del mundo ciclístico), es una figura pública que como todos los deportistas es elevado a la categoría de héroe nacional. Todo lo que con él o a él le ocurra en cualquier ámbito es susceptible de convertirse en noticia. Incluida su vida privada y hasta su intimidad, lo que no debería ser, pero es. Cuando cambió de novia lo hicieron papilla. El otro caso es la muerte (asesinato es el término indicado) del -hasta el momento del accidente- desconocido Hildebrando, que también reviste todas las características que hacen de ella una noticia que debe cubrirse. La cuestión es que, en los dos casos, el periodismo acude a la vieja estrategia hoy exacerbada de exprimirlas hasta el bagazo para deleite de los buitres y el fastidio de las audiencias. Machacan una y hasta dos semanas noticias que convierten en novelones donde el guion se escribe al antojo de la intención. Un discurso patriotero y sentimental para Egan. Y uno revanchista y de exclusión para los indígenas que atacaron a Hildebrando.

Con el primero no hubo otra alternativa. Según las autoridades el bus contra el que se estrelló Egan estaba bien parqueado sobre la berma dejando pasajeros, con sus luces respectivas, los documentos en regla y el conductor en sus perfectos cabales. El que iba agachado pedaleando a lo que daba su longilínea anatomía, ‘encocao’ dicen los ciclistas, y no escuchó los gritos de advertencia de sus compañeros, fue Egan. Nada qué hacer. De lo contrario el conductor a esta hora hubiera sido condenado y masacrado en términos mediáticos y tal vez hubiese corrido la misma suerte del conductor del camión que atropelló a la mujer indígena y a su pequeña hija, causándoles la muerte en el acto. Por eso los noticieros de televisión se centraron en las imágenes del lugar donde se accidentó Bernal, los testigos, los compañeros, el equipo, el comunicado, las lesiones, el diagnóstico, los médicos, los expertos, la recuperación, el tiempo, las secuelas, etc. etc. etc. Sobre todo etc. Y los titulares “Colombia está contigo”, “Fuerza campeón”, “Colombia en vilo”, “Vamos campeón”, y otros tantos importantes, pero no urgentes para un país donde pasan cosas más graves y que afectan a más nacionales. Este listado sería interminable.

Artículo relacionado

Con el segundo si les llegó un suculento plato de carroña. Un hombre humilde, asustado y encerrado en el camión y en su desgracia pide auxilio a través de un mensaje de voz. Tres muertos. Pobreza, marginalidad, exclusión, violencia, en fin. Un coctel de sangre y lágrimas con el que periodismo derrama todas las babas posibles. Lo primero que debe investigarse son las condiciones que provocaron el accidente, de lo que prácticamente no se ha dicho nada. Oscuridad o mala iluminación, falta de señalización o deterioro, imprudencia del peatón o del conductor, cruce indebido, exceso de velocidad, piso mojado, miscrosueño, embriaguez… son tantas las variables como accidentes ocurren todos los días. Pero la noticia se ha cubierto sólo desde una perspectiva: el linchamiento. Es el diferencial claro y absolutamente nada lo justifica, por su puesto. Ni más faltaba. No hay que darle muchas vueltas al asunto para reconocer que nadie en Colombia puede hacer justicia por mano propia. Menos cuando ésta supuesta justicia está cimentada más en el Código Hammurabi que en la Constitución Política: Ojo por ojo, diente por diente. Pero se aprovecha la situación para sacar a relucir otras desatendidas problemáticas que, con una mirada casi colonial, señalan y condenan a los indígenas sin evaluar los contextos y las circunstancias en las que ocurrieron los hechos. Reitero: nada los justifica, pero sólo una pregunta: ¿qué se ha hecho para solucionar la migración interna de pueblos indígenas arrojados a las ciudades por las extremas condiciones de pobreza y violencia en sus territorios?

Cualquiera que conduzca un vehículo puede accidentarse. Y ello supone riesgos inherentes a la vida. Por eso hay unas normas y protocoles de precaución. Aun así, en Colombia en promedio mueren cada año alrededor de 6.000 personas en accidentes de tránsito. De modo que no importa si es en un automóvil, en un camión, en un bus, en una moto o en una bicicleta, como están las cosas el riesgo es vivir para perder la vida en un accidente. De hecho, un chiste entre los ciclistas dice que ellos se dividen entre los que se han caído y los que se caerán. Valdría preguntarse qué hace la sociedad en su conjunto para evitar que sigan muriendo tantos colombianos. Se accidentaron después de Egan, Santiago Botero y Brandon Rivera, no fueron lesiones tan graves, ni personajes tan mediáticos, pero los noticieros de televisión siguen pedaleando ´encocaos´ con Egan e Hildebrando como si no hubiera otros temas que requieran cubrimiento, cobertura y seguimiento, en procura de construir opinión y nación; y no falsa realidad y amarillismo, sin la equilibrada sensatez que escasea más que las ideas en los debates políticos.

Artículo relacionado

Salvo el criterio del sexo, los otros seis postulados del teórico holandés Teun A. Van Dijk sobre noticiabilidad se cumplen a cabalidad en estos dos casos mediáticos: prominencia, actualidad, proximidad, consecuencia, conflictoy rareza. La cuestión es la exageración y el discurso acomodado en la estructura de las noticias que se constituye en un remolino de morbo que impone unos valores que cuando no son exagerados, son falseados. Primero, para ganar rating y dinero; y, luego, para cumplir su papel de imposición de la verdad. El consenso social es generalizado: la realidad transmitida por el medio se desborda y genera una ruptura con el acontecimiento. Se pasa del interés al aburrimiento. El nivel jerárquico de Egan y la relevancia que tiene en Colombia en conflicto con los indígenas es innegable, otra cosa es que se venda como seguimiento la puesta en funcionamiento de todos los mecanismos e instrumentos de poder para neutralizar otras informaciones más determinantes para la sociedad y naturalizar la banalidad a la que revisten de una importancia desbordada.     

Artículo relacionado

Sigue nuestras redes sociales: