Pablo Montoya y la extensa ‘Sombra de Orión’

Pablo Montoya y la extensa ‘Sombra de Orión’

Por Gerardo Quintero Tello

Jefe de Redacción 90 Minutos

‘La Sombra de Orión’, la gran apuesta de  la editorial Penguin Random House, es un libro estremecedor y aterrador al mismo tiempo. Pablo Montoya ha producido una obra monumental, dolorosa porque nos enfrenta con los peores terrores de este país. La historia que navega entre la ficción y la realidad está basada en los hechos sucedidos en la Comuna 13 de Medellín, la controvertida Operación Orión que se adelantó en octubre de 2002 y tenía como propósito expulsar a las milicias guerrilleras de la zona de ladera.

Sin embargo lo que sacude en la obra de Montoya no es la ficción, sino comprender que hay una extensa investigación que termina convertida en una obra de 500 páginas. La triste paradoja es llegar a la conclusión que lo que comienza leyéndose como una trepidante novela termina siendo una cruda realidad en la que lo único ficcionado son los nombres de los protagonistas. El alcalde Peralta, la operación dirigida por los generales Montuno y Gallo, y la participación clave de Bejarano, el cojo, jefe de los grupos paramilitares de Medellín. Es decir, cualquier parecido con la realidad, no es una simple coincidencia.

Montoya vino a Cali a participar en la Feria Internacional del Libro y allí conversamos con este autor que se  ha convertido en uno de los más importantes escritores contemporáneos del país.

“La Sombra de Orión es un libro aciago, duro, fuerte, sobre los hechos ocurridos en la Comuna 13 de Medellín y la desaparición forzada. Estos son los dos núcleos más importantes del libro, una especie de requisitorio sobre esos flagelos que han caído sobre la ciudad y sobre el país. Es una apuesta literaria basada en la unión y el abrazo entre los testimonial y lo ficcional, entre la historia y la realidad y un poco sobre la forma como la literatura puede abordar este tipo de investigaciones”, reflexiona Montoya.

El interminable conflicto


“Vengo del fuego y voy hacia él. Soy tierra calcinada. En mi sangre, brasas sin tregua. Resuenan las reyertas en mí como si yo fuera la extensión de un desagravio jamás consumado. Me llamo Ofelia María Cifuentes y estoy en La Escombrera. Aquí solo hay una oscuridad compacta. Polvo, piedras y basura”. Así comienza uno de los capítulos más dramáticos de este libro que es el resumen del interminable conflicto en Colombia.

Un mar de dolor en el que navegan la miseria, falta de oportunidades, narcotráfico, guerrilla, paramilitares y un Estado indolente que muchas veces, cuando hace presencia, llega a mentir, destruir o estigmatizar.

Es un libro aciago, que hay que leer con el corazón apretado. Porque es inevitable preguntarse cómo es posible que se hayan sucedido tantas violencias en tan poco espacio y que todo eso haya ocurrido en la segunda ciudad más importante del país.

Al preguntarle al escritor paisa qué fue lo más difícil del proceso de creación de esta obra, nos explica que las mayores dificultades creativas estribaron en la búsqueda del equilibrio, de lograr una armonía entre todos los formatos en que se narra la historia. Es decir, lo más difícil en cuanto a la narración fue lograr una equilibrio entre esos distintos géneros literarios, las formas diversas de narrar esa violencia y darle un equilibrio de manera que el libro no se desbordara por alguna de esas presencias.

Pero ya en la esencia final, Montoya acepta que lo más complejo fue lidiar con tantas emociones que brotaron en esta investigación que tardó cinco años. “Realmente fue muy duro y difícil todo el proceso porque se trata de situaciones muy conmovedoras, llenas de dolor, resentimiento e impotencia. Hablar con las familias que tuvieron víctimas de desaparición forzada fue una experiencia difícil, pero al mismo tiempo fue muy conmovedor ver la gran fortaleza humana de esas personas”, enfatiza el escritor mientras observa la cantidad de admiradores que de manera paciente hacen la fila para que les firme un ejemplar del libro.

Radiografía de la violencia


Allí en la Comuna 13 de Medellín está lo que se denomina ‘La escombrera’, la que se cree es la gran fosa común de Colombia. Cientos de desaparecidos están allí entre desechos de construcción. “Aunque se decía que ahí estaban muchos desaparecidos, quienes lograron que el foco de atención se centrara allí ha sido un grupo de madres que son de la Comuna 13, se llaman ‘Mujeres caminando por la verdad’ (…) Una de las constataciones que tuve cuando hice este trabajo de campo, lo que sentí, es que toda esa gente desaparecida es gente buena que estaba en el lugar donde no debía estar, que fueron golpeados por el garrote de Orión...”, reconoce Montoya.

El escritor explica que con este libro logró construir una especie de radiografía de esa violencia provocada por grupos armados de cualquier índole sobre una población civil de tipo popular que se vio sometida y enfrentada a los desafueros provocados por guerrilleros, paramilitares, Ejército, Policía, bandas narcotraficantes, o delincuencia organizada. Pero también es una expresión de cómo esos actores populares resistieron frente a una situación tan desventajosa y no perdieron ni su vitalidad ni su esperanza a pesar de la agresión permanente que han padecido.

En el diálogo con 90 Minutos, Pablo Montoya también reflexiona sobre lo que se debió aprender de la Operación Orión. Sin embargo, el escritor es pesimista y cree que no se aprendió nada porque los hechos de violencia en el país vuelven a repetirse una y otra vez.

“Creo que permitimos lo que pasó en el antiguo paro, que fue otra vez el desbordamiento de Orión. Me decían algunas personas que Orión se había ido de la Comuna 13 a Siloé. Orión se desbordó completamente durante estas jornadas y eso nos demostró varias cosas: una, que Orión es indómito, que se puede salir de casillas y cometer estragos, pero también sabemos que hay una resistencia civil muy fuerte, sobre todo representada por sectores juveniles que podrían en un futuro controlar los excesos de Orión, aunque esos controles deben pasar por la concientización de la sociedad frente a los desmanes de la guerra”, advierte el escritor.

En La sombra de Orión no hay tiempo para descansar. La prosa es vertical, no hay concesiones, es un libro que se termina de un tirón o se deja en las primeras líneas. Es una novela personal, visceral. El que la aborde no sale incólume. Fue tan grande la carga que llevó Montoya que quedó exhausto tras escribir la novela. De hecho no quiere volver a escribir sobre la violencia en Colombia. “Es como si me hubiese desbordado todo eso”.

El escritor pensó que una vez terminada la obra vendría el momento de descansar tanto física como mentalmente, pero advierte que el impacto que ha tenido ‘La Sombra de Orión’ en el país ha sido impresionante. “En realidad no he podido descansar. He sido invitado una y otra vez a presentaciones (de hecho lleva más de 60 conferencias alrededor del país). Terminé el libro, pero sigo exponiendo, sigo dialogando con las personas, recibiendo testimonios y de alguna manera continúo metido en la novela”, reconoce Montoya.

El también escritor de ‘El tríptico de la infamia’, ‘Los derrotados’ y ‘La escuela de música’ y ‘Cuadernos de París’ advierte que aunque el libro le genera muchas sensaciones, quizás una de las más fuertes ocurrió hace poco cuando un grupo de habitantes de la Comuna 13 le dijo que ‘La Sombra de Orión’ era el Guernica de esta comunidad, haciendo alusión al cuadro que pintó Picasso durante el bombardeo a esta población durante la guerra civil española.

“Me parece que es una expresión muy bella y lo que yo doy son gracias. Ojalá el libro llegue a muchos lectores, que sea leído en colegios y universidades para que la gente entienda un poco los desmanes por los que hemos tenido que pasar y por qué no, mirar si de alguna manera u otra podemos superar algunos de estos traumas que ha dejado el conflicto en Colombia”.

Antes de marcharse, Pablo Montoya respira hondo, sabe que su libro ha tocado fibras profundas a través de una historia que ocurrió en Medellin, pero que pudo haber sucedido en cualquier parte de Colombia. Es la tragedia circular del país, donde nadie parece salvarse. “Como escritor cumplí con mi función, me pesaban y todavía me pesan esos desaparecidos”.


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