América de Cali

'Aquel 19': El recuerdo que en mí vivirá

Hoy, cuando se cumplen 43 años de aquella gesta maravillosa que condujo al América de Cali a su primer título profesional, nuestro Jefe de Redacción nos regala un escrito desde el corazón y el hueso rojo para mostrarnos por qué ‘La mechita’ es la pasión de un pueblo.

'Aquel 19': El recuerdo que en mí vivirá

Hoy, cuando se cumplen 43 años de aquella gesta maravillosa que condujo al América de Cali a su primer título profesional, nuestro Jefe de Redacción nos regala un escrito desde el corazón y el hueso rojo para mostrarnos por qué ‘La mechita’ es la pasión de un pueblo.

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Por Gerardo Quintero Tello - Jefe de Redacción 90 Minutos

Hay hechos en la vida de cada uno de nosotros que nunca se olvidan, sobre todo aquellos recuerdos de la niñez, felices o desafortunados que quedan como una huella indeleble en el alma de cada persona. Para aquellos que amamos el fútbol, la primera vez que fuimos a un estadio se convierte en uno de esos hitos que nunca olvidaremos. Tenía seis años y terminaba la década de los setenta cuando mi tía María Eugenia, mi Nana, mi querida Nana, decidió que era hora de presentarme el Pascual Guerrero.

Oriental segundo piso era nuestro destino y, desde esa altura, yo contemplaba por primera vez un escenario que me parecía gigantesco, como un dinosaurio que amenazaba con tragarme. Ahora que lo pienso, solo puedo comparar aquella ansiedad, esa emoción y la expectativa que sentí aquel día con los nacimientos de mis cuatro hijos, los mejores goles de mi vida, sin duda. Con el feliz arribo de cada uno de ellos, siempre advertía unas sensaciones que se repitieron: desde la alegría desbordante por el presente, hasta aquella zozobra por no saber qué nos iba a deparar el futuro, pero en suma, un único amor descomunal atrapado en no más de 55 centímetros.

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Era ‘La mecha’, el equipo rojo, el que solo había visto en las páginas deportivas del recordado periódico El Pueblo. La misma escuadra de la que eran hinchas mis abuelos (que antes habían sido seguidores del Boca caleño y que trasladaron sus amores a ese otro equipo del pueblo que eran los escarlatas), mis tíos y mi mamá, pero no mi tía Nana, que se había marchado a la vecindad de enfrente y por eso el gran valor de que ella, justamente, fuera quien me hubiese llevado al Pascual aquella tarde dominguera. 

Mi viejo había fallecido unos meses antes y mi tía, como tantas otras veces, ‘se puso la diez’ y entendió que el chiquillo que armaba partidos imaginarios en el patio de la casa había que llevarlo al estadio. Ella, que me enseñó a leer, a escribir, y que me trazó el camino para conducirme a un buen libro, también me enseñó aquella cancha que sería como mi segunda casa.

Era el equipo de Constantino en el arco, Pascuttini en la zaga, el motorcito Cervantes en el medio y el gran ‘Pinino’ Más en la delantera. Los diablos enfrentaban a Bucaramanga y si mi memorioso recuerdo no me traiciona, el juego terminó como todo en aquella época para el América, en un lánguido empate 1-1.

Sin embargo, para mí el resultado fue lo de menos. Embelesado por la enormidad de la cancha, el sol de la tarde caleña que se acostaba sobre la tribuna y la extraña complicidad que se manifestaba entre gente desconocida que se abrazaba y sonreía, comprendí esa tarde que el rito del que ahora hacía parte era más que un partido de fútbol, que aquí se sembraba la semilla de una pasión que no tendría descanso.

Puedo decir, como lo advirtió el gran escritor Premio Nobel de Literatura, Albert Camus, que “todo lo que sé de moral y obligaciones del hombre se lo debo al fútbol”. Este intelectual, que a través de las letras engrandeció el deporte de las multitudes, se fajó unas frases de esas que quedan invictas a lo largo de la historia: “Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha”.

Como no amar a ese hombre y como no amar el fútbol. A diferencia de las relaciones de pareja en la que no pocas veces resulté lesionando corazones y en otras también padecí la pierna fuerte de un amor escurridizo, el fútbol siempre fue leal. Sincero hasta en las dolorosas derrotas.

Pude disfrutar del mejor América de todos los tiempos, aquellos años ochenta, década dorada en la que poco importaba de dónde procedieran los recursos porque disfrutábamos de una gloria jamás alcanzada. La cascada de títulos nos hizo grandes y la pasión aumentaba al ritmo que llegaban aquellos ídolos como Bataglia, González Aquino, Falcioni, Gareca, Cabañas y el gran Willington Ortiz. 

Y fue el año 1979 el punto de quiebre de aquella ‘Mechita’ que todos veían con cariño, pero sin respeto porque su historia era de derrotas y sed de triunfos. Ese miércoles 19 de diciembre quedó grabado en mi memoria de infante. Una vez llegó ese pitazo final que confirmó el triunfo por 2-0 ante Unión Magdalena, nos fuimos con mi mamá y mi hermana a la Carrrera Primera a presenciar ese desfile único de automóviles, buses, banderas y camisetas rojas que jamás volví a ver posteriormente.

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También en ese momento no entendía por qué en cada casa de mi barrio tronaba un disco en las viejas radiolas que en mi ingenuidad me preguntaba cómo habían hecho para componerlo tan pronto América quedó campeón por primera vez. Pero aunque luego supe la verdad, nadie pudo quitarme la idea de que Alberto Beltrán fue un vidente que llegó del futuro para revelarnos un secreto y decirnos suavemente al oído:

“Oye, lo que quiero decirte,
fechas hay en la vida
que nunca podemos
jamás olvidar

Esa, lo sabes alma mía,
la llevaré prendida
en mi ser como ayer

Aquel 19 será el recuerdo que
en mí vivirá,
ese día que feliz, tan feliz,

Esa, lo sabes alma mía,
la llevaré prendida
en mi ser como ayer…”

Fue en ese momento que comprendí que lo de América era una pasión descomunal que iba más allá del simple cariño a un equipo de fútbol. Hoy, cuando se cumplen 43 años de aquella épica majestuosa, de aquel maremágnum que envolvió a una ciudad que deseaba el título de la mitad más uno, entiendo que aquello se convirtió en una verdadera marea roja que se tragó a una ciudad entera.

Una fiera que se devoraba el Pascual


Mi primer gran ídolo del fútbol fue el indio Jorge Ramón ‘La Fiera’ Cáceres. Después de llegar de la escuela Manuela Beltrán, mi ritual era dirigirme hacia un amarillento recorte de periódico, con la imagen de una fiera sudorosa en primer plano, que había pegado con cinta en el cuarto de mi tío Jorge, otro americano irremediable.

En 1980, ya con la primera estrella cosida en la franela escarlata, tuve uno de los domingos más felices y recordados de mi entonces corta vida. Con Lekson Maquilón, un amigo del barrio Santander, populoso fortín rojo cercano al Obrero, nos colamos en el camerino sur y mientras a él lo atrapaba la ‘guardia pretoriana’ que evitaba el contacto con los jugadores, yo logré flanquear la férrea custodia y agarré fuerte la mano del goleador, sin decirle nada, mientras él sorprendido miraba al ‘pibe’ que lo apretaba sin ganas de soltarse y que no era capaz de decirle una palabra.

La paradoja fue que tres décadas más tarde saldé una deuda personal y lo entrevisté para el noticiero en el que ahora trabajo como periodista. Pero debo confesarles algo… Como el delantero que despilfarra una segunda oportunidad debajo del arco, esta vez tampoco fui capaz de recordarle que un domingo yo había sido el niño que alguna vez lo tomó de la mano, no le dirigió la palabra, pero que conversaba imaginariamente con él contándole que en unos años sería el otro goleador de raza de los Diablos.

Por supuesto nunca pude coronar la ilusión, a pesar de los buenos augurios de todos aquellos que me veían driblar, hacer un caño, amagar por derecha y salir por izquierda o tirar un sombrero en las canchas de ‘Siete Cueros’, La Isla o la ‘Chontadurera’, allá en el barrio Popular. Era una época en la que anhelaba con hacer realidad ese ‘sueño del Pibe’, el tango que escuchaba mi abuelo Liborio Tello y que inmortalizó el gran Enrique Campos, con una interpretación que parece grabada en el mismísimo potrero.

Pero mientras el sueño de jugar en el Pascual se desvanecía con el paso de los años, la afición por los rojos no decrecía. Y es que como dice el escritor inglés Nick Hornby, “me enamoré del fútbol igual que más tarde me enamoré de las mujeres: de repente, inexplicablemente, sin crítica, sin pensar en el dolor o los trastornos que traería consigo”.

Y es que en el dolor que desgarra las entrañas y en la infinita tristeza que produce una desilusión donde es que se conoce el verdadero amor por un club. Porque al final no es en la masiva alegría donde todos nos fundimos en un abrazo que se conoce al verdadero hincha sino en la inconmensurable soledad que deja la derrota.

Jorge Luis Borges, a quien le gustaba decir que el fútbol era popular porque la estupidez era popular, tiene, sin embargo, un verso que parece hecho para todos nosotros, esos locos que amamos una divisa:

“Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente,
ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido
los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el
horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles”.

El que triunfo y la amarga derrota siempre han estado presentes en el fútbol, como un Yin y un Yang. Y los fanáticos rojos somos testigos de que a pesar de los éxitos contemporáneos, una buena parte de la historia americana está fundada en la tragedia. Décadas de derrotas, hexagonales a los que no se entraba, eliminaciones ‘in extremis’, propuestas para no desaparecer, apelativos lastimeros, ‘el jugamos como nunca y perdimos como siempre’ o colectas de dinero en el propio estadio para comprar a uno de los grandes ídolos de los setenta, La Fiera Cáceres, hicieron que el hueso rojo se fortaleciera de calcio escarlata.

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Pero cuando creíamos que éramos los reyes de América sobrevino la tragedia. Fue el 31 de octubre de 1987, cuando ‘La mechita’ mordió el polvo de manera dramática, en el último segundo, en una final de Copa Libertadores inexplicable. Diego Aguirre, el alero derecho de Peñarol, el delantero más odiado por la hinchada americana, arrancó de tajo la ilusión de ser campeones del Continente.

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas:

o los heraldos negros que nos manda la muerte.

Hay golpes en la vida, tan fuerte… ¡Yo no sé!

Todo lo que haya que decir sobre ese partido, sobre ese aciago día, simplemente está condensado en este trágico poema del vate inca César Vallejo. Y así lo recogió el escritor Umberto Valverde en una maravillosa crónica escrita con llanto que publicó en la recordada revista del América donde narra el incomprensible desenlace.

Y no sería el último sufrimiento. Luego llegó 1996 y por cuarta vez en nuestra historia, la Copa Libertadores nos fue rapada. Esta vez, como en 1986, por un viejo enemigo, el River Plate. Pero el ‘Annus horribilis’, esa expresión latina traducible como el año terrible, vendría tres lustros después, en el 2011. Fue el año del descenso y yo estaba en el estadio, con mi compadre, el periodista deportivo César Polanía.

Mientras veíamos como América transitaba hacia el verdadero infierno, el estadio parecía un ‘pandemónium’ donde reinaban la confusión, el ruido y el griterío. El estadio era como una gigantesca sala de velación, en la que en vez de color negro la gente iba vestida de rojo. No había un lugar hacia donde se fijara la mirada en el que no se viera a alguien derramando lágrimas, escondiendo el rostro, maldiciendo o denotando un trágico gesto de dolor que solo puede provenir de un corazón destrozado.

La resurrección


Y cuando ya creía que no había esperanza, la resurrección llegó de la mano de mi hija. Sí, mi hija, porque ella fue la que me devolvió la alegría por el fútbol. María Camila, mi consentida mayor, hizo todo lo que yo soñé realizar alguna vez. De buen porte, aguerrida, veloz, de tranco largo, vertical, talentosa, fuerte como un camión, con una zurda potente, Camila coronó lo que siempre anhelé.

Se puso la camiseta 15 del primer equipo profesional del América, jugó todos los partidos de aquella primera liga femenina y quedó para siempre fijada en la historia de los Diablos Rojos. Desde los tres años era quien me acompañaba a todos los torneos empresariales que disputé con el ‘dream team’ de El País, mi querida casa periodística. Cuando descubrí que era zurda natural, le ponía el balón más pesado para que fortaleciera su pierna izquierda.

Trotábamos juntos, veíamos los partidos internacionales, me acompañaba al estadio, se convirtió en mi sombra y en mi cómplice del balón. No fue extraño, entonces, que Camila poco tiempo después integrara la plantilla del equipo femenino de la Escuela Carlos Sarmiento Lora y paseara su talento por todas las canchas de futbol aficionado de Cali y del Valle del Cauca. Con la Sarmiento ganó todos los títulos imaginados, regionales y nacionales. Por eso cuando América conformó el primer equipo femenino y se fijó en la potencia de esa lateral, le dije sin dudarlo: “Es tu equipo, es tu destino, es todo lo que yo hubiera querido, amor, dale, vete de cabeza”.

La primera vez que la vi en competencia profesional fue en Palmira, jugando contra Orsomarso. El calor era agobiante y me acompañaba una sensación que conocía muy bien. Esa misma que hace que tu corazón corra más rápido que tus pensamientos, mientras sientes que cada 30 segundos resbala una gota de sudor más grande que la anterior. La paradoja es que, al mismo tiempo, tus manos de manera inexplicable están frías como si acabaras de recoger nieve y tu cabeza juega un partido aparte en el que sentencias el duelo con un gol que sale de tus botines. Sí, sé qué están pensando, esa sensación que solo la puede percibir quien está a punto de jugar el partido más importante de la vida, ya sea en la sagrada cancha de cemento del barrio, en el Pascual Guerrero o en el estadio Rivera Escobar, de Palmira. Y allí estaba yo, junto con mi otra hija Laura, el 18 de febrero del 2017, con toda esa adrenalina brotando, moviendo mis piernas y tenso, como si ya fuera a salir a ese gramado verde que invitaba a una tarde de buen fútbol.

Pero la gran diferencia era que quien jugaba el partido era mi hija y no yo. Hinchado de orgullo miraba a la tribuna que alentaba a las futbolistas y cuando se asomó ese número 15 a la gramilla fue inevitable que no pudiera contenerme más, abrazara a mi hija Laura y dejara escapar esas lágrimas que rodaban mientras intentaba unos gritos de apoyo que se desvanecían por la emoción. Y ese mismo día en que veía a mi hija vestida de escarlata, volví a regresar a mi niñez, a la primera vez que me llevó mi tía al Pascual. Pero en esta oportunidad ya no necesitaba imaginar que era ‘La Fiera’ Cáceres o el ‘Pinino’ Más, ahora era claro que yo tenía puesta la camiseta número 15 en la espalda, era zurdo natural, le pegaba a la pelota con un fierro, siempre llegaba al cruce perfecto y jugaba para mi equipo de alma…

Ahora contemplo a mis pequeños Jacobo y Matías, y entiendo que el ritual debe volver a comenzar. Como aquella vez que mi querida Nana me llevó al templo de San Fernando, esta vez soy yo el que sueña con llevar a mis hijos de la mano y presentarles la que será, también, su nueva casa. Y esta vez, otra vez, será el momento de soñar con que los hermanos Quintero se pondrán la roja y sellarán con sus goles algún campeonato rojo.

Tal vez, al final, todo sea como lo advirtió Sir Walter Scott, el escritor escocés autor del clásico Ivanhoe, que “la vida en sí misma no es más que un partido de fútbol”.

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América de Cali

Video: ¡Centenario de goles! Así fue cómo Adrián Ramos llegó a 100 anotaciones con América

El capitán de los ‘escarlatas’ se convirtió en uno de los máximos goleadores del América, consiguiendo un registro centenario frente a Envigado.

El capitán de los ‘escarlatas’ se convirtió en uno de los máximos goleadores del América, consiguiendo un registro centenario frente a Envigado.

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En el fútbol existe un dicho que dice “los goles son amores” y es que para los delanteros es importante tener una sintonía con las anotaciones. Más allá de que significan ganar partidos, también involucra estar ‘pelando’ con las defensas rivales.

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Por eso es que la hinchada del América de Cali quiere mucho a Gustavo Adrián Ramos. El delantero de los ‘escarlatas’ es considerado el último ídolo de los seguidores americanos por su papel importante en el último título conseguido (2020), el liderazgo que significa el ‘20’ y la cantidad de goles que ha marcado con el jersey de los ‘diablos’.

Ahora bien, en el partido adelantado por la séptima fecha de la Liga Betplay, el capitán del América de Cali marcó su gol 100; con un pase de otro canterano, Josen Escobar.

Los datos del centenario de goles de Adrián Ramos

El capitán del equipo rojo del Valle del Cauca está en la tabla de máximos ‘artilleros’ del América. Sin embargo, no significan goles en vano.

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Según la cuenta de X Big Data América de Cali, por Liga colombiana (actual Liga Betplay), el delantero de Santander de Quilichao ha hecho 88 goles.

Asimismo, por los demás torneos oficiales, están estas estadísticas:

  • Copa Libertadores: 3 anotaciones
  • Sudamericana: 5 goles
  • Copa Colombia: 3 anotaciones
  • Superliga: 1 gol.

Ahora bien, 100 goles de Adrián Ramos significan un centenar de celebraciones en distintos estadios:

  • Pascual Guerrero: 64
  • Atanasio Girardot: 8
  • Nemesio Camacho ‘El Campin’: 7
  • Hernán Ramírez Villegas: 4
  • Palmaseca / Deportivo Cali: 3.

Justamente, este último dato resalta al rival que más le ha marcado en competencias oficiales:

  • Deportivo Cali: 16 goles
  • Junior de Barranquilla: 10 anotaciones
  • Millonarios: 9 tantos
  • Atlético Nacional / Deportivo Independiente Medellín: 8 goles
  • Boyacá Chicó: 7 anotaciones
  • Santa Fe, Pereira: 5 goles.

Asimismo, se resaltan mucho algunas anotaciones, luego de su paso por el exterior el actual capitán del América de Cali ha marcado en todos los meses del año y todos los días de la semana. Finalmente, el '20' seguirá jugando en el club que lo vio nacer futbolísticamente por lo menos unos meses más.

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América de Cali

América debuta como local en Palmira: Los del 'Polilla' quieren imponer autoridad

En Palmira, los 'escarlatas' esperan sumar de a tres unidades frente a un Envigado que siempre complica.

América debuta como local en Palmira: Los del 'Polilla' quieren imponer autoridad
Tomado de la base de datos de Dimayor.

En Palmira, los 'escarlatas' esperan sumar de a tres unidades frente a un Envigado que siempre complica.

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América de Cali recibirá a Envigado en condición de local en el municipio de Palmira, por la fecha 07 de la liga Betplay 2024-II , en busca de redimirse en los primeros puestos de la tabla.

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Los 'escarlatas' llegan tras perder el clásico de Colombia frente Atlético Nacional con gran polémica por un marcador cerrado de 2-1 en condición de visitante , mientras que envigado cayo en condición de local frente a Santa fe.

El partido será disputado a las 4:00 p.m. en el estadio Francisco Rivera Escobar del municipio de Palmira, ya que el estadio en el que habitualmente juega el club, el Estadio Pascual Guerrero, no se encuentra disponible por adecuaciones para el mundial Sub 20 femenino que se desarrollara en el pais este mismo año.

Igualmente, Dimayor dio a conocer la reprogramación de las fechas 07 y 09 por cruces con el certamen internacional que se celebrara en el país desde el 31 de agosto, al 22 de septiembre del presente año.

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Los 'diablos' buscaran volver a la victoria: América vs. Envigado

El 'rojo' ha logrado una victoria y una derrota en condición de visitante este semestre, este será su tercer partido en la presente liga betplay y su primero en condición de local.

El equipo de Jorge 'polilla' Da Silva se ubica sexto en la tabla poscional. Este partido contara con la sorpresa de la re incorporación a la convocatoria del ídolo 'escarlata' Adrián Ramos.

La 'cantera de héroes' con la necesidad de alejarse del descenso

Los antioqueños llegan con la necesidad de sumar en Palmira, ya que se acercan al los últimos dos puestos del descenso directo, peligrando en la tabla del descenso en la decimoctava posición con un promedio de 1.08.

Las novedades en cuanto al equipo 'naranja', serán la salida del portero, Andrés Tovar, luego de que fuera llamado por la Selección Colombia Sub-20, y la otra es el regreso del uruguayo Agustín Pérez tras haber cumplido su fecha de sanción.

El Arbitro designado será José Ortiz, un juez del Norte de Santander, el cual sera acompañado en el VAR por Never Manjarrez de Córdoba. Se espera un partido electrizante con dos equipos que necesitan salir a buscar los 3 puntos.

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América de Cali

América confirma que negociación con nuevo accionista se ha caído

Los 'escarlatas' habían anunciado un nuevo grupo de inversionistas hace unos días. Incluso llegaría pronto a Cali.

América confirma que negociación con nuevo accionista se ha caído
Tomado de América de Cali.

Los 'escarlatas' habían anunciado un nuevo grupo de inversionistas hace unos días. Incluso llegaría pronto a Cali.

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América de Cali confirmó que la negociación entre la institución deportiva y el Grupo Caltac, no continuará. Lo anterior, se hizo público mediante un comunicado difundido a medios de comunicación y a público en general.

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De igual manera, la misiva que fue pietada con el nombre de la presidente del club, Marcela Gómez, explica las razones por las que el nuevo inversionista y el equipo no continuarán en negociaciones.

“Nos esforzamos por mantener la transparencia y la integridad en todos nuestros procesos internos”

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¿Qué dice el comunicado de los 'escarlatas'?

Inicia el comunicado, el cual continúa afirmando que, en relación al grupo presentado por el máximo accionista y expresidente Tulio Gómez, se había creado una especulación respecto a la veracidad de los recursos y disponibilidad del grupo inversor. Por ende:

“Nos permitimos informar que los protocolos del Sistema Integral para la Prevención y Control de Lavado de Activos y Financiación del Terrorismo (SIPLAFT) arrojaron la imposibilidad de continuar con la negociación”.

Comentó América de Cali.

A su vez, la institución deportiva recalcó que “todo tipo de vinculación con terceros debe cumplir los lineamientos internos de la organización, así como los de las entidades de control correspondientes”: establecido por la ley.

Así fue el comunicado de América de Cali:

Según lo descrito hace una semana, el club americano había llegado a un acuerdo con una empresa inversionista, llamada Grupo Caltac. Perteneciente a dos empresarios, José Antonio y Carlos Recine. Justamente, Carlos era la persona que empezaría a tener las ‘riendas’ de la institución, siendo el presidente del equipo. Mientras que, Marcela Gómez se convertiría en vicepresidenta.

Así lo afirmó en la carta abierta de Tulio Gómez, socializada en las redes sociales:

Además, Carlos Recine ya se refirió con el nuevo negocio del cual es gran responsable e incluso respondió dudas abiertas como el anonimato que tienen ambos empresarios en redes sociales. Además de la presunta inexistencia del Grupo Caltac:

"Son 3 refuerzos lo que necesita América, a mí el dinero no me para. Ahora lo que necesitamos es que nuestro equipo, mi equipo se pueda posicionar, que el profe 'Polilla' da Silva tenga el equipo que desea".

Igualmente, Recine continuó:

“No aparezco en ningún lado porque no me gusta depender de nadie, todo lo hemos hecho a pulso, solitos”.

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