“Huele a orines, a sopa, a trapo, a humedad. Huele a cárcel”
Laura Restrepo.[1]
Entre la civilización y la barbarie transcurre la vida del homo sapiens. Qué tan cerca nos encontramos de la una o de la otra depende, de un lado, de los avances civilizatorios que podamos alcanzar, o, de otro lado, de las concesiones que hagamos a la violencia como mecanismo de solución de conflictos. En ambas situaciones, como seres vivos racionales, las decisiones son conscientes y los riesgos calculados. La tensión es permanente y cada sociedad está en capacidad de decidir el grado de acercamiento a uno u otro extremo.
En una ciudad como Cali conocemos que diversos factores asociados al delito han entregado como resultado en promedio entre 80 y 100 homicidios mensuales durante los últimos 7 años. Cifra que en los 7 años anteriores se ubicó en un promedio mensual de entre 150 y 170 homicidios. Estos datos reflejan una tendencia durante las últimas tres décadas, como se observa en la gráfica, que se complementa con los datos del año 2020 (1.078 homicidios), 2021 (1.217 homicidios), con una importante disminución en el 2022 (982 homicidios).
Gráfica. Homicidios en Cali por año.
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Entre los años 1993 y 2022 las cifras oficiales reportan en total 48.696 homicidios. Esta situación ha situado a Cali en varias mediciones como la ciudad más violenta de Colombia y una de las más violentas del mundo. Si bien es cierto que la tasa ha disminuido -hoy se mantiene en 42 homicidios por cada 10.000 habitantes-[2] el fenómeno crónico hace insostenible el óptimo desarrollo de una sociedad que reclama acciones urgentes para enfrentar este problema estructural.
Es por ello que la Cuarta estrategia de mi programa de gobierno, titulada Verdad, justicia, reparación y vida en comunidad,dispone un camino para la construcción de seguridad y paz en Cali:
- Situar el Estado social de derecho por encima de las percepciones particulares
- Identificar y enfrentar las causas de todas las formas de violencia
- Creación del Sistema distrital de alertas tempranas
- Apropiación tecnológica para la seguridad urbana y rural (videovigilancia)
- Control permanente para una movilidad segura y sostenible
- Apoyo a la Justicia penal ordinaria
- Creación del Sistema distrital de Justicia restaurativa (modelos alternativos - casas de paz – jueces de paz)
- Promoción de iniciativas productivas de jóvenes desmovilizados o en procesos (empleo juvenil)
- Brindar asistencia alimentaria a población vulnerable (hambre cero)
- Fortalecer el Sistema Distrital de Gestión de riesgos, que sea proactivo y no sólo reactivo. (Gestionar el riesgo para cuidar la vida y los medios de producción)
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Esta estrategia se inscribe en el eje transformador del Plan nacional de desarrollo, denominado Seguridad humana y justicia social, y en el eje transversal del mismo instrumento, denominado Paz total. Sólo el reconocimiento de la prevalencia del Estado social de Derecho sobre los intentos de desestabilización y perturbación de la tranquilidad de la población podrá brindarnos la seguridad integral que como ciudadanos reclamamos.
La seguridad es un bien común que depende de la acción colectiva. Por ello es necesario que la sociedad en su conjunto gestione la convivencia como fundamento para disfrutar la vida en el espacio público. En tal sentido, es necesario, como primera medida, un proceso de reeducación que contribuya a deslegitimar la normalización del discurso del delito y la falta como acciones bien vistas, o por lo menos aceptadas, por algunos grupos poblacionales.
De manera complementaria, se requiere una acción decidida del alcalde como jefe de la policía y encargado constitucional de la preservación y mantenimiento del orden público. Sin alcalde no hay seguridad y sin paz no podremos vivir sabroso.
Acompáñame a construir una PAZ DEL SIGLO XXI para Santiago de Cali.
[1] Restrepo, L. (1989). Leopardos al sol. Alfaguara.
[2] https://www.infobae.com/colombia/2023/03/04/entre-las-50-ciudades-mas-peligrosas-en-el-mundo-se-registraron-seis-colombianas/
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