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Amor y control

Amor y control

Posiblemente Cali está viviendo su peor momento en una década. Si se quiere, es su peor momento anímico, porque el caleño siente que las cosas van mal y tienden a empeorar. En Cali la mayoría piensa que otras ciudades como Barranquilla y Bucaramanga lo están haciendo mejor y que en otras regiones hay avances y grandes proyectos emblemáticos, mientras que aquí estamos atrapados en el desgobierno, la violencia y la falta de liderazgo. De hecho, hay razones para pensar que ahí está el principal obstáculo para nuestro desarrollo y despegue. Creo que una mejor Cali es posible y que tenemos todo para lograrlo.

Cali necesita amor y control. Amor para gobernarla bien, porque el éxito de cualquier ciudad está definido por la capacidad de administrar bien los recursos e invertirlos bien; eso supone gastar con responsabilidad cada peso, asegurándonos que vayan a planes, programas y proyectos que mejoren la calidad de vida, especialmente de quienes han vivido en la exclusión, la pobreza y que están en una constante vulnerabilidad. Nos tenemos que acordar de quienes se sienten y han vivido excluidos, de quienes viven en zonas donde la falta de oportunidades se mezcló con la violencia.

Amor es también invertir bien los recursos y poner a trabajar al mejor talento humano para llevarles oportunidades a los más jóvenes, a los adultos mayores, a los inmigrantes, a la primera infancia, a las mujeres, a las comunidades afro, a los cabildos indígenas y a la zona rural. Convencidos del potencial y de las ventajas que tiene Cali, necesitamos desde el primer día empezar a contar para qué somos buenos y por qué más empresas y proyectos de inversión deben escoger a Cali como su destino y por esa vía crear empleos, que sin duda es la mejor política social contra la pobreza.

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Hay quienes dicen que las obras son amores. El tren de cercanías, las vías para descongestionar el sur, los bicicarriles, nuevos y mejores andenes y la renovación urbana que embellezca la cara de Cali son esa muestra de amor que pedimos, queremos y esperamos. Tenemos que cambiarle la cara a nuestra ciudad para volver a sentir orgullo, para que vivamos mejor y para proyectarla al futuro.

Por supuesto, necesitamos control. Cali es una ciudad que ha escrito su historia sobre el dolor de la muerte, de la desesperanza y de la destrucción, de la violencia que nos golpea con fuerza. Cada día, tres familias lloran a uno de sus hijos, padres o esposos que mueren de forma violenta; madres sufren porque a alguno de sus hijos se lo llevaron los violentos, abusando de su vulnerabilidad. No hay duda de que tenemos que controlar la violencia y la inseguridad. Eso es autoridad, con mano dura para detener esta espiral de muerte que nos sitúa como la capital más violenta de Colombia.

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Entre la violencia, la inseguridad y la pobreza, Cali vive una suma de tragedias cotidianas que nos alejan del sueño de ser la ciudad que nos merecemos ser. Por eso le propongo a Cali mucho amor y mucho control, para enfrentar los retos que tenemos enfrente y avanzar con paso seguro hacia mejores tiempos, donde podamos vivir tranquilos y un poco más felices. Donde no vayamos con miedo de ser robados por un ladrón en moto en cualquier esquina; donde una mamá no viva con la angustia de saber que esta noche no hay un plato de comida para sus hijos; donde las calles no siguen rotas y abandonadas, donde los niños no se vean obligados a dejar de ir a clases porque no pueden pasar una frontera invisible.

Esto debe cambiar. Yo lo puedo cambiar. Quiero una Cali que se pueda atravesar en un transporte público moderno, formal y digno; una Cali donde se pueda estudiar, trabajar y crear un proyecto de vida; una Cali donde la violencia y la inseguridad no toquen a diario la puerta de nuestras casas. Quiero para mi Cali ¡mucho control y mucho amor para enfrentar la desgracia!.

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