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Jhonny Pacheco y su declaración de amor por Cali

Jhonny Pacheco y su declaración de amor por Cali

Tomada de redes sociales.

A pesar de los muchos inviernos y sobre todo veranos que han pasado durante estos años en Nueva York, Miguel Yusti, el inquieto caleño rumbero de los años setenta y joven estelar de aquella generación. Él aún recuerda con detalles la primera vez que conoció a quien se convertiría en un gran amigo y cómplice de aquellas largas noches furtivas de desenfreno rumbero: el señor Jhony Pacheco.

Fue un verano en Nueva York, como nos cantó el Gran Combo, cuando Yusti visitó a su hermano Álvaro, quien vivía en esa capital del mundo en 1976. La ciudad cosmopolita ya era una amalgama de sonidos, pura experimentación no solo musical sino también con las drogas que se descubrían. Era un mundo pleno de amor libre y de una juventud que luchaba por cambiar estructuras.

Miguel Yusti, que por entonces era directivo de la Universidad del Valle, se asomaba a ese mundo con la expectativa de escuchar a esos monstruos a los que solo tenía acceso a través de los Long Play que compraba en el centro caleño, en el almacén de Alcibiades Bedoya, o cuando sonaba alguna de las ‘panelas’ en Radio Tigre o Radio El Sol.

Aquel jueves

Un jueves de aquel julio caluroso, el académico Yusti se fue con su hermano al legendario Corso, el mismo de la Calle Ochenta y Seis de la 205 Este, saliendo de la Tercera Avenida. El Corso competía ‘mano a mano’ con otros sitios como El Chez Jose o el Palladium por los sonidos que provenían del barrio latino. Además, por la cantidad de audiencias que se congregaban en aquellos emblemáticos lugares. Basta recordar que el Chez Jose abrió sus puertas en 1965 con nadie más que con la mismísima orquesta de Larry Harlow.

Y vaya qué casualidad pues cuando Yusti llegó con su hermano Álvaro al Corso, quien se presentaría esa noche era la orquesta de ‘El judío Maravilloso’. El Corso tenía sus puertas abiertas desde 1927, pero realmente durante muchos años se mantuvo como un restaurante que atendía americanos-alemanes que vivían por la zona.

Solo fue a mediados de los años sesenta cuando Pete Bonet, un cantante puertorriqueño, consiguió convencer al nuevo dueño del restaurante, Tony Raymone, para que le permitiera innovar con noches de música latina. Y así comenzó la leyenda. Machito, Palmieri, La Sonora Matancera, Fajardo y su Orquesta, Tito Puente, toda la realeza musical del sonido latino comenzó a tejer la leyenda de El Corso.

A ese sitio llegó el caleño rumbero con un sueño que ya le había revelado a su hermano, quería conocer a ese inquieto músico del que todos hablaban, el gran Jhonny Pacheco. La suerte no pudo estar más del lado de Yusti, el hombre se ganó el ‘premio mayor’ no solo porque esa noche se presentaba Larry Harlow sino porque el invitado era precisamente el flautista, percusionista, arreglista, director, productor, cantante y compositor dominicano.

¿Cómo fue la noche?

Pero si ya aquella noche prometía ser inolvidable, Miguel y su hermano terminaron viendo cómo tres violines se deshacían en el escenario: Andy Harlow, el maestro Félix ‘Pupi’ Legarreta  y un jovencísimo Alfredito de la Fe que comenzaba a andar sus primeros pasos. Mientras esta banda se divertía en tarima, abajo Pacheco y su Tumbao se preparaban con Héctor Casanova y el ‘Pete’ Conde Rodríguez liderando la avanzaba vocal que enardecería al público asistente. 

A unos metros, Miguel contemplaba extasiado la sinfonía musical y esperaba pacientemente el momento del encuentro. Todo fue más fácil de lo que esperaba. Media hora después de que terminó semejante zafarrancho orquestal, Álvaro, el hermano de Miguel, sentó en su propia mesa al ‘Zorro plateado’. Un estrechón de mano, un saludo cordial y un recuerdo de una rumba añeja fue suficiente para comenzar a construir una relación que se extendió por 45 años.

Tercer aniversario de fallecimiento

Este jueves 15 de febrero del 2024, cuando se cumple el tercer aniversario del fallecimiento del hombre orquesta del sabor afrolatino Yusti recuerda para 90 Minutos cómo se forjó esa amistad y busca una explicación a esa extraña obsesión de convertirlo en ciudadano ilustre de Cali y entregarle las llaves de la ciudad.

Pasaron muchos años, transcurrieron muchas rumbas, se tomaron muchos tragos y hubo muchos toques antes que de la mano de Manolito Vergara, otro entrañable amigo caleño de la rumba, Miguel Yusti lograra su cometido de traer al gran artista dominicano para honrarlo como hijo de esta ciudad que lo quiso y lo bailó como a pocos.

Manuel Vergara, el hombre fuerte de El Habanero, el emblemático espacio cultural aledaño al Parque Alameda, conoció a Pacheco también en Nueva York. Pero en esa oportunidad gracias a Humberto Corredor, el polifacético caleño tan cercano a la Sonora Matancera.

Siempre fue un gran caballero, un señor, tipo cariñoso y se daba sus lujitos como ‘el zorro plateado’ que era pues en ese tiempo le gustaba mostrar su melena al viento en un Mustang descapotable del año 65 que tenía”, recuerda este gestor cultural, que lleva más de 20 años al frente de El Habanero.

El ritmo de Pacheco

Y es que, claro, Pacheco no fue un músico más. Era la última frontera, el final de una raza de grandes ‘caballos pura sangre’ de la salsa continental que convirtieron el género en algo más que una simple expresión artística de esta parte del mundo. Con Pacheco y sus producciones, la salsa se volvió internacional. Su ritmo fue llevado a los mejores escenarios de España, Gran Bretaña, Italia, Francia, Japón y hasta la madre África supo de este hombre de pelo blanco, delgado, de sonrisa fácil, voz aguda y flauta versátil que junto con Jerry Masucci crearon la Fania All Star en los albores de los años 70 y construyeron ‘nuestra cosa latina’.

Pacheco hijo de Rafael Azarías Pacheco, quien en su país era director y clarinetista de la orquesta ‘Ritmo del Yaque’, y de Octavia Knipping Rochet nieta del colono francés Cristophe Rochette. Fue de su padre de quien recibió su primer instrumento musical. A los once años salió de República Dominicana rumbo a Nueva York, donde aprendió a tocar instrumentos de percusión en la Escuela Juilliard.

A finales de los años 50 hizo parte del conjunto del pianista Charlie Palmieri. Arrancando la década de los sesenta formó su primera orquesta llamada Pacheco y su Charanga, que tuvo un tremendo éxito. La orquesta firmó con el sello Alegre Records y vendió más de 100.000 copias de su primer álbum titulado Pacheco y su Charanga Vol. 1.

Desde ese momento y hasta finales de 1963, se convirtió en una estrella internacional y realizó giras en Estados Unidos, Europa, Asia y Latinoamérica. Incluso, ‘Pacheco y su Charanga’, fue la primera banda latina en presentarse en Teatro Apollo en Harlem, en 1962 y 1963.

Giros inesperados

El giro de la vida se produjo en 1964 cuando se encuentra con el abogado de ascendencia italiana Jerry Masucci y crean Fania Records. Esta se convertiría en el gran monstruo de la producción musical afroamericana. Ese mismo año el sello lanzó su primer disco ‘Cañonazo’, el álbum contaba con Pete ‘El Conde’ Rodríguez como vocalista.

Como ejecutivo de la compañía, director creativo y productor musical, Pacheco fue responsable del inicio de las carreras de muchas estrellas de la Fania. Algunos como Ray Barretto, Bobby Valentín y Rubén Blades, le agradecen sus inicios.

Otro momento histórico de su vida ocurrió en 1968, cuando unió a todos los músicos del sello y los presentó en un concierto. Esto marcó el nacimiento de la legendaria agrupación Las Estrellas de la Fania, una era inolvidable que cambió la historia de la música afrolatina.

Durante varias décadas, Johnny Pacheco simplemente era el caballo más grande. Lo que dijera Pacheco se hacía y a quien bendijera, ese era el elegido. Pacheco apadrinó decenas de artistas, produjo centenares de álbumes, fue corista de esos trabajos o tocó la flauta. Pacheco era omnipresente.

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 ‘La cosa caleña’

Pasaron los años y la idea de traer a Pacheco a Cali para entregarle las llaves de la ciudad seguía rondando a Yusti. En el 2004 se anunció que venía a la Sucursal después de muchos años de ausencia, pero un empresario quedó mal y se canceló.

Yusti, quien para entonces hacía parte del gobierno caleño de aquellos años, sintió que se había perdido la mejor oportunidad para el reconocimiento que planeaba. Pues no era muy bien visto que pareciera más interesado en la rumba caleña que en los complejos avatares de la política local.

El entonces Secretario de Gobierno creyó que ya todo estaba cancelado, pero un viaje a Fort Lauderdale en 2005 le permitió ver a la Orquesta de Willie Rosario. Allí se encontró con una persona que resultó siendo muy cercana a Pacheco y su empresario. “La cosa es que al otro día, cuál no sería mi sorpresa, me llamó el propio Pacheco y su saludo fue: ‘Yucti, yo voy pa’ Cali, dime cuándo’”.

Todo quedó listo para traer al ‘rey del tumbao añejo’ a mediados de año. Pacheco se entusiasmó tanto –recuerda Yusti- que armó hasta un ‘casting’ para tratar de venir con voces similares a las de ‘El Conde’ Rodríguez y Héctor Casanova, cosa que obviamente no logró por la dificultad de llegar a alcanzar tonos como los que poseían ese par de ‘caballos salseros’.

Unidos como los compadres (a propósito de Pacheco y ‘El Conde’) Yusti y Vergara se pusieron en la tarea de elaborar pergaminos. Además, realizar fotografías para sorprender al maestro dominicano con una distinción que recordara por toda su existencia.

El esperado día

Ese día por fin llegó y a mediados de junio del 2005, un Pacheco emocionado llegó al despacho de Miguel Yusti, para entonces alcalde encargado de la ciudad (y es que hasta Oshun, Yemayá, Orulo y Obatalá se confabularon en favor del salsero), quien le rendiría el merecido homenaje al director dominicano que había alegrado tantas noches caleñas.

“Pacheco fue reconocido por la ciudad a través de la Administración Municipal. Como amigo y dándole curso a una invitación que le hice, llegó con su orquesta ‘Pacheco y su Tumbao’, fue portador de las llaves de la ciudad y condecorado por mí”, recuerda Yusti con gran nostalgia.

Para este docente universitario, que conoció como pocos el movimiento salsero de esta ciudad, el gran valor de Pacheco como productor y director musical fue el de recuperar el gran espectáculo de la salsa que había sido roto cuando apareció Joe Cuba y su Sexteto, que marcó un derrumbe de las espectaculares ‘big band’ de los años sesenta. 

“Lo que hizo Pacheco fue montar el formato de las grandes orquestas, con la matriz de la Sonora Matancera, para mí ese es su gran aporte. Muchos en esa época no le dieron la importancia que Pacheco tuvo como el más extraordinario arreglista de la salsa”, dice ahora Miguel, quien recuerda un episodio que hoy es una anécdota divertida más, pero que en los ochenta pudo ser una triste noticia mundial.

La historia que condujo a Yusti a vivir una anécdota como pocas se han contado sucedió así. En locos años ochenta, Larry Landa, el díscolo y discutido empresario que trajo a tantos artistas a Cali, invitó a Jhonny Pacheco y la Fania a un concierto en esta ciudad.

La rumba continúa

En esos tiempos, relatan muchos testigos de excepción, los artistas no solo venían por los dólares que tan generosamente se ofrecían sino también porque aquí había suficiente polvo blanco y mujeres por montón que ‘alegraban’ la vida de estos artistas. Pues bien, el relato de Yusti es contundente. Una noche después del concierto y estando en el Hotel Petecuy, el desaparecido hostal del Centro ubicado en la Carrera 9 con Calle 15 que albergó a todos los artistas que pasaron por Cali, por poco pasa a la historiacomo el lugar en el que casi pierde la vida Pacheco.

“Esa noche -recuerda Yusti- terminamos en el ‘penthouse’ y continuamos la rumba. De un momento a otro Pacheco dejó de hablar y me pareció muy extraño porque era muy conversador. Eran las tres de la mañana y de pronto veo a Pacheco que se me fue quedando, como cerrando los ojos y sin cómo poder volver a la rumba. Me asusté porque se sentía mal, como sin aire, entonces me tocó urgente mandar a comprar leche y todos estos remedios que uno sabía que se usaban para ‘volverlo a la vida’”.

Yusti, hace muchos años alejado de los excesos, pero no de la buena melodía que  sigue palpitando, ahora suele escuchar el tumbao añejo de Pacheco pero en su apartamento porque dejó de asistir a los viejos grilles de Alameda desde hace un año cuando el maldito bicho lo sorprendió y casi se lo lleva de la última rumba, sin siquiera haberla bailado. Ahora mientras hace una pausa en el relato, me recuerda que Pacheco nunca se olvidó de esta anécdota que luego recordarían en medio del jolgorio. “¿Te imaginás que Pacheco se nos hubiera muerto en Cali?, nooooo, qué tragedia”, me dice Miguel, mientras señala sonriente el cuadro que está en El Habanero donde emerge la figura del gran director musical.

Una declaración que sorprendió

Pero en lo que coinciden los otros compadres (Manolito y Yusti) es que ese día de la condecoración, de la entrega de las llaves de la ciudad y de la consagración como ciudadano ilustre de esta capital, Jhonny Pacheco los sorprendió al anunciar que sin lugar a dudas “Cali es la capital mundial de la salsa”.

Esa retribución de Pacheco, conocedor como pocos de lo que se estaba cocinando en el ambiente salsero, fue una clara muestra de que entendía que esta capital era el último baluarte de un movimiento que él transformó.

Ahora intento comprender que su anuncio no obedeció a una devolución de atenciones sino simplemente a que como buen visionario que fue toda su vida, el dominicano vio claro que la salsa perduraría en el tiempo en la medida que una ciudad (Cali) la protegiera, la conservara y la multiplicara. Esto a través de sus bailarines que la llevarían por todo el mundo y que consagrarían un estilo único de goce en las pistas, el estilo caleño.

“Hay que poner atención porque esa es la única declaración formal que existe de una ciudad como capital mundial de la salsa y es un gran mérito que la haya entregado Pacheco porque él cruzó todos los océanos llevando el nombre de la salsa al mundo. Se le ocurrió eso en plena celebración, nosotros no sugerimos nada, nos dijo: ‘ustedes son la memoria musical de la salsa para el mundo’”.

recuerda Manolo Vergara.

"Cali: Una historia en nuestros corazones"

Incluso, rememora el propietario de ‘El Habanero Club’, Pacheco contó como anécdota que muchas veces, en diciembre, tenía problemas para conformar orquestas porque la mayoría estaba en Cali. “Esta ciudad es una historia en nuestros corazones, en nuestros sentimientos”, les decía el dominicano.

Por eso, Manolo no duda en decir que ese impulso que le dio Pacheco a Cali fue una especie de entrega de una posta, de un legado, de una herencia musical que le ha dado a la ciudad la oportunidad de seguir creciendo con sus más de 2.500 bailarines, más de 200 academias de baile, medio centenar de orquestas y decenas de lugares donde se sigue cultivando el gusto por la música afroantillana.

Devolver la salsa a sus raíces

Pacheco fue el primero en devolver la salsa a su origen, a la cuna de Obatalá y del eco de un tambor.“Con la orquesta mía tuve la dicha de que fuera la primera en tocar en el África. El amor que le tienen a nuestra música es increíble. A ellos les gusta cualquier tipo de música que tenga ritmo bailable, especialmente el son y la guajira, y son tremendísimos. Por eso les toqué ‘Vikingo caliente’. Lo primero de nosotros que llegó a África fue ‘Acuyuyé’ y una guajira llamada ‘El piñarero’, que pienso grabar de nuevo con Celio González”, recordó alguna vez el propio Pacheco en una conversación con el investigador César Pagano.

“Un soñador de lo imposible”, qué bella frase… Así se autodenominó en una entrevista el destacado músico. Un hombre que al repasar las huellas dejadas en la arena rumbera podía sentirse orgulloso de lo que ejecutó por sus raíces artísticas.

Y hoy, cuando se conmemoran tres años de su partida y los salseros no terminamos de lamentar su partida, hay que recordar el amor de Pacheco por Cali y cómo una declaración suya se convirtió en el pasaporte para que la ciudad fuera conocida como la capital mundial de la salsa, honremos su legado…

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