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Gardel sigue cantando mejor que siempre y Cali es su casa

Gardel sigue cantando mejor que siempre y Cali es su casa

El lunes 24 de junio de 1935, Cali estaba preparada para recibir al rey del tango, Carlitos Gardel. La ciudad se engalanó, y el Teatro Jorge Isaacs era el escenario para recibir al ‘Zorzal Criollo’. Sin embargo, la tragedia llegó y la noticia se regó, como todas los mensajes lúgubres. ‘El morocho del abasto’ falleció en un accidente de aviación en Medellín y 1.200 caleños con boleta en mano nunca pudieron ver al gran Carlitos Gardel. 

Las boletas habían costado un peso, que era una fortuna en aquella época, y los caleños se arremolinaron en el viejo aeropuerto de El Guavito rogando un milagro y esperando que la noticia que volaba de boca en boca fuera, simplemente, una falsedad.

Carlos Gardel y su conexión con Cali

Leyda Santa, alma y nervio de ‘La Matraca’, el emblemático rincón del tango caleño, en la mejor esquina del Barrio Obrero, dice que suele pensar que de alguna manera Carlos Gardel se marchó de este plano terrenal pensando en Cali. “Era una ciudad a la que él quería venir, le habían hablado mucho de ella y sabía que en esta ciudad había una gran afición por el tango”, sostiene esta bacterióloga que terminó prendada por el tango, su música, los arrabales, y los poemas cantados que hablan de la vida, el sufrimiento, el amor y claro, los desamores que siempre nos invaden el cuerpo y el alma.

Y es que precisamente este sábado 22 de junio, en la esquina más arrabalera del barrio Obrero, Leyda Santa y Jaime Parra, compañeros de vida, le darán la bienvenida a su majestad el tango y a toda esa cofradía de caleños que rendirán un homenaje al ‘mago’ que hoy sigue cantando mejor que ayer, mejor que siempre.

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La ciudad se quedó esperando para siempre al hombre que nos enseñó a volver con el alma aferrada a un dulce recuerdo, el mismo que supo lo que es un amor cuando nos recordó que por una cabeza, si ella me olvida, que importa perderme mil veces la vida, para qué vivir. Ese hombre que era ídolo, que hizo su último concierto en Bogotá y que se dirigía hacia Cali, pero como en una jugarreta del destino, su avión fue desviado a una parada técnica en Medellín y allí entregó su vida, pero el mito nació y nunca más se terminó.

“Aquí, en el Obrero, Clímaco, hermano de Jaime Parra, intuyó que a esa Cali tanguera, a esa Cali de taxistas, zapateros, maestros de construcción y trabajadores del ferrocarril, le faltaba un sitio para desaguar el alma de tanta música de arrabal. Un día, pues, el granero dejó de ser granero y se convirtió en fuente de soda. El plan consistía en sentarse a escuchar música y empujar unos tragos de cerveza o aguardiente”

recuerda la periodista Lucy Lorena Libreros, excelsa cronista quien en varias oportunidades ha sido reportera y clienta asidua de este viejo rincón gardeliano. 

Un cambio en honor al tango

Con la muerte de Clímaco, Leyda le propuso a Jaime, hermano de Clímaco, que cambiaran el estilo inicial de granero y fuente de soda a algo más grande, más importante, un centro cultural que rindiera homenaje al tango. Pero se convirtió en más que eso. Hoy ‘La Matraca’ es un lugar donde se aprende a bailar tango y milonga; se debate sobre este género musical; se hacen nuevas amistades y se gestionan las tragedias del corazón.

Y es que como ya lo dijo el gran compositor de cambalache, Santos Discépolo, “el tango es ese pensamiento triste que se baila” y este fin de semana los caleños le rendirán un gran homenaje a Carlitos Gardel en el Obrero, ese mismo barrio que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental.

Una música ajena, sí, extranjera, también, pero que estremece corazones y arruga almas  y que Cali adoptó como suya. Este sábado 22 de junio será una noche de culto al Tango cuyos orígenes se identifican con la realidad de este barrio Obrero, de calles rotas, de pebetas y malevos, de ilusiones pasadas, de sueños con el pasado que añoro y el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá. Sí, viejo barrio, perdoná si al evocarte se me ‘pianta’ un lagrimón.

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