El escritor chileno Alberto Fuguet presenta su nueva obra: ‘Ciertos chicos’, una novela en la que se refleja la vida juvenil que experimentó a mediados de los 80, durante los últimos años de la dictadura militar de Augusto Pinochet.
“Es un libro personal porque yo tenía la edad de los personajes en aquella época, es un libro que habla de la juventud.” Yo me di cuenta que se había escrito mucho sobre Pinochet, mucho sobre la dictadura, pero se había escrito poco sobre música, baile, gente que se pintaba el pelo con rimel, de abrigos, de marchas, como se dice en España. Soy de la teoría de que en momentos oscuros, en guerras, incluso, la vida continúa, nacen bebés, hay gente que se enamora. “Al final, en momentos oscuros hay que buscar cosas para escapar”
Explica Fuguet en su diálogo con 90 Minutos.
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En su libro, el escritor chileno aborda la sensibilidad como bandera de insurrección, de su juventud solitaria y del triunfo de la cultura pop, incluso en territorios que vivían regímenes totalitarios como su país.
”Mucha gente habla de Pinochet poniéndolo como eje principal. A mí me parece que a veces también los escritores tenemos que asumir que, de tanto celebrar a alguien, aunque sea malo, de alguna manera lo estás transformando en una estrella. Aquí Pinochet es un pie de página, un extra, va a ser alguien inconsecuente, creo que igual seguirá siendo una figura histórica, pero mucha gente pasó a la historia por los motivos incorrectos".
"Esperaría que al final los personajes míos sí fueran más importantes que él. Siempre en las dictaduras se ve todo en blanco y negro, pero la verdad es que el color igual estaba. Una época en la que sonaban Madonna, Boy George, Pet Shop Boys, películas exitosas. “Entonces muchos creen que nosotros vivíamos los ochenta como en otro planeta, cuando esa era la estética que estaba circulando en el mundo”
Explica Fuguet.
Y es que ‘Ciertos Chicos’ transcurre en 1986, cuando Santiago se encuentra bajo toque de queda, los casetes suenan, no hay internet, teléfonos celulares ni conexiones digitales. Un chico busca a otros y tal vez no sea el mejor momento de la historia para este tipo de relacionamientos.
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Uno de los protagonistas, Tomás Mena, cuenta los minutos para entrar a la universidad e inaugurar una nueva etapa de su vida: la familia, el barrio y la dictadura, que oprime y ahoga, no dan para más. No quiere seguir sintiéndose incompleto y tiene ansias de experimentarlo todo, de comerse el mundo que se abre ante sus ojos, de ser distinto.
Al otro lado de la ciudad, el otro personaje de la novela, Clemente Fabres, espera terminar cuarto año de Periodismo para tomar sus cosas y volver a Inglaterra, donde él cree que pertenece. Santiago de Chile le parece aburrido, asfixiante y gris. Lo único que lo mantiene a salvo es escribir un fanzine de música, películas y libros, que distribuye gratuitamente y que lo llevará a encontrarse con Tomás en disquerías, cines y fiestas ‘under’.
Mientras la atmósfera del país se vuelve sofocante, ellos luchan, con el rabioso ímpetu de la juventud, por iluminar esos años oscuros. Caleidoscópica e irreverente, a la vez que tierna y emotiva, incluso política. ‘Ciertos chicos’ reafirma la maestría de Alberto Fuguet para construir novelas generacionales.
Una hermosa y peligrosa historia de amor que funciona como homenaje a la escena contracultural de los años ochenta.
“Había que buscar la cultura donde estaba, armar los lugares de la resistencia. La gente, los artistas tienen que crear espacios porque realmente ni los que están en democracia ni los regímenes totalitarios te lo entregan, siempre los espacios culturales hay que tomárselos. Entonces se trata de jóvenes universitarios que no están dispuestos a esperar que llegue la democracia o tiempos mejores porque uno solo tiene 18, 19 o 20 años en una época de la vida”.
Su relación con Cali
Fuguet ha tenido una especial relación con esta ciudad y la visita a la capital del Valle lo devolvió a esos recuerdos. El punto de conexión fue precisamente otro escritor, fanático del cine y de la salsa, Andrés Caicedo. Fuguet recuerda que cuando tuvo esa primera vez con Caicedo fue una gran sopresa. Primero, constatar que se trataba de un autor colombiano, por su estilo universal y salido de los cánones tradicionales.
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“Fue como una especie de combustión eléctrica. Me costaba creer que fuera colombiano, con esas fotos. Me costaba creer que estuviera muerto, me parecía extremadamente vivo. Yo lo conocí como en 1997, 20 años después de muerto y después todo me parecia un poco sospechoso, como que a Andrés lo habían escondido”, dice Fuguet.
Sin embargo, también señala que se sintió complacido al regresar ahora a Cali y ver que su figura es más visible, que lo pudo observar en el nuevo teatro San Fernando y allí se dijo: “Bien perrito, lo lograste”.
Incluso fue más allá en su admiración por el escritor caleño y expresó: “Ojalá en unos años yo pueda aterrizar en un aeropuerto que se llame Andrés Caicedo”.
Los temas densos de Fuguet
Alberto Fuguet ha sido un escritor contestatario, que aborda temáticas complejas, sin tapujos. En la actualidad es una de las grandes figuras de la literatura actual latinoamericana. Durante su carrera como periodista fue cronista, columnista y crítico de cine. Ha publicado múltiples novelas, entre ellas destacan:
‘Mala onda’, ‘Tinta roja’, ‘Missing (una investigación)’, ‘Aeropuestos’, ‘No ficción’ y ‘Sudor’. Es autor, además, de ‘Cuentos reunidos’, ‘Enrique Alekán’, ‘Apuntes autistas’, ‘Cinépata’, ‘Tránsitos’, ‘Todo no es suficiente’, ‘Rebalsar la piscina mental’, ‘VHS (unas memorias)’ y ‘Despachos del fin del mundo’.
Fuguet estuvo en la ciudad invitado por la Biblioteca Departamental del Valle al Festival Internacional de Literatura Oiga Mire Lea y en la conversación se mostró complacido de estar en la capital del Valle. “A veces a mí también me esconden, por eso estoy tan complacido de que me hayan invitado a Cali.” Generalmente, a la gente le gusta invitar a otras personas, a los que no incomodan“”.
Finalmente, el autor de ‘Ciertos chicos’ dejó una interesante reflexión sobre su obra: “Este libro es político porque se salta los hitos políticos que luego se vuelven malas miniseries o películas de Netflix. Es imaginarse cómo es mirar un país como este desde el prisma de un exiliado que cree en el pop y desde la mirada de un chico que está sobreexcitado con el neoliberalismo, los malls, la cultura global y la incipiente legitimación de lo que ahora se llama queer”.
Alberto Fuguet en su nueva novela sigue siendo él.
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