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Sobre Verbos, por Lizandro Penagos

Sobre Verbos, por Lizandro Penagos

 

Dr. Mata, muerto en rating

 

No debe asombrarnos que a la mejor producción televisiva que hoy se realiza en Colombia, hecha por colombianos, con un tema nacional atravesado por la historia patria, con una puesta en escena que se recrea en el detalle, una ambientación precisa, un vestuario de época, en suma, con una dirección de arte impecable; un reparto de lujo, una cantidad de extras siempre ajustada; un guión que demuestra -entre otras cosas- investigación, conocimiento del oficio y creatividad; una reconstrucción digital de lugares desaparecidos; una dirección general respaldada con éxitos comerciales, premios y trayectoria; y una profusa estrategia publicitaria trazada con meticulosidad, no le vaya bien con el rating. Es lo que somos. Mientras en Colombia la revista más leída sea TV y Novelas, el programa de televisión más visto entre semana sea Yo me llamo y el del fin de semana, La Red, estamos condenados a la banalidad. Hoy la reina del rating es La Ronca de Oro, la trama que con alta dosis de ficción recrea la vida y obra de la fallecida Helenita Vargas.  

                El Dr. Mata no ha logrado captar la atención de la teleaudiencia. Jalan más las erizadas de piel de Amparo Grisales y su crítica destructiva; sus peleas con Jairo Martínez; jalan -no halan-, más los chismes de los famosos o de la farándula criolla; las confesiones erótico pasionales de Carlitos “El Mono” Giraldo o de Carlitos Vargas, o de cualquiera otro de los andróginos integrantes del programa al que nada ni nadie se le escapa. Pero, por qué no ha logrado esta producción, con Sergio Cabrera a la cabeza, competir con estas estructuras simplistas. Por una sencilla pero contundente razón: porque los colombianos fuimos educados por la iglesia, los partidos, la familia, los políticos, la sociedad, la academia, y los medios de comunicación, para no sentir interés por la historia, por la memoria colectiva, por los acontecimientos del pasado como factor determinante de una nación en la comprensión de la realidad presente y el diseño del futuro.

                Con Enrique Carriazo en el protagónico de Dr. Mata, es muy probable que RCN haya puesto buena parte de los huevos en una sola canasta. Este actor es el típico anti-galán, es más, es anti-actor. No concede muchas entrevistas -solo las obligatorias de la promoción-, no hace parte de jet-set local, no se involucra en escándalos, no asiste a conciertos o exposiciones mediáticas, no satura a los televidentes, acepta papeles con una distancia prudente entre las producciones, etc. Y no es el prototipo de hombre bello y galante. Es gordo, calvo y muy trigueño.

                Sin desconocer su gran capacidad actoral, le ocurrió con su más reciente personaje -Beto, el papá de Los Reyes- lo que a muchos con encarnaciones emblemáticas: se le quedó metido. Nunca pudo Bruno Díaz zafarse del todo de El Fercho Durango y Margarita Rosa de Francisco de La Niña Mencha, en Gallito Ramírez; Carlos Muñoz del Padre Pio Quinto en San Tropel; Teresa Gutiérrez de La Abuela; Ana María Orozco de Betty la Fea; y muchos otros a los que algún personaje, o bien se les quedó metido, o retomaron algo de su propia personalidad para construirlo, que les fue imposible desprenderse de ellos. Varios movimientos de Carriazo en Dr. Mata, algunas frases en apariencia ingenuas que son profundas ironías, los sarcasmos, o las torpezas de aquel personaje, se reflejan en la nueva interpretación. Aunque claro, su misma condición de asesino, de estar siempre al margen de la ley, sugiere un cinismo tal que lleva al televidente a asumirlo como gracioso y en eso, Beto Reyes y el Dr. Mata, se encuentran.

                Nueve años llevaba Carriazo sin actuar en la televisión colombiana y llega con un personaje complejo. Un abogado (las promos hablan del tinterillo asesino), en apariencia bondadoso y correcto que encierra a un ser ambicioso, corrupto y homicida, que pudo haber sido el primer asesino en serie de una nación llena de estos nefastos personajes. Su pareja protagónica es la misma del personaje de Los Reyes, Geraldine Zivic, una estilizada argentina cuyo papel no dista de aquél, que se movió entre antagónico y compatible. Una mujer culta, hermosa y joven, que termina enamorada del burdo, viejo y oscuro personaje. Por lo menos en el Dr. Mata, los dos tienen un pasado común que no quieren dar a conocer, no les conviene. Eso los une. Ella, ex prostituta; y él, ex presidiario. Como suele ocurrir, el canal y los productores, vuelven a apostarle a una pareja exitosa, maniobra que no siempre funciona en la televisión, aunque casi siempre en el cine.

                De otra parte, resulta por momentos poco creíble que a un personaje tan astuto, puede develarlo una muchacha campesina, humilde, iletrada, una sirvienta de la época. Allí radica buena parte de la apuesta narrativa y la tensión dramática de la historia. Es un reto permanente encadenar una y otra de las mentiras del personaje, sus fechorías, las tramas que urde para no ser descubierto, para eliminar a sus posibles delatores y sostener el interés del televidente sin llegar a lo previsible. Es a lo que García Márquez alguna vez se refirió con Crónica de una muerte anunciada: si en el primer capítulo maté a Santiago Nasar, el reto fue contarle al lector cómo lo mataron. Ese es el desafío de Sergio Cabrera que, para citar acaso dos errorcillos en la producción, vuelve a ubicar a su ex esposa Florina Lemaitre en el reparto. Ése y la dupla, Carriazo-Zivic, son a mi juicio las únicas debilidades -mínimas por demás- de una serie con la que puede dictarse cátedra de televisión.