La sexualidad es una parte integral de la vida humana. Tanto niños, niñas y adolescentes tienen derecho a recibir información fiable, científica e integral sobre este importante tema. Sin embargo, los padres delegan esta tarea a las escuelas, sin saber qué tipo de información están recibiendo sus hijos, lo que resulta delicado.
Las Naciones Unidas a través de la “educación integral en sexualidad” propone enseñarles a los niños desde la primera infancia que no se nace ni hombre ni mujer, que se debe eliminar toda diferenciación entre femenino o masculino y que la homosexualidad, el trasngénero y la masturbación son saludables.
Este enfoque pretende impartir un tipo de educación sexual que se opone a la biología, debido a que niega la diferencia natural entre hombres y mujeres, que salta a simple vista, y promueve la diferenciación de géneros. Es decir, la enseñanza que se puede elegir lo que se “siente ser”.
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Además, propone enseñar a los niños que las personas muestran amor y cuidado por los demás a través de “comportamientos sexuales” y que los menores deben identificar “adultos de confianza”, que no sean sus padres, para “ayudarlos a comprenderse y a explorarse a sí mismos”.
Así a cómo acceder a métodos de anticoncepción y al aborto sin la supervisión o participación de los padres en estas decisiones, por lo que se les arrebata su derecho a la educación sexual y moral de sus hijos conforme a sus convicciones y esta educación pasa a ser potestad del Estado.
En mi opinión, estas directrices sexualizan a los niños y niñas, promueven la ideología de género a una edad temprana y privan a los padres y madres de su derecho a educar a sus hijos e hijas en conformidad con sus valores y creencias. Así, que si no educas a tus hijos en sexualidad el Estado lo hará por ti, adoctrinándolos a su conveniencia.
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