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Periodismo al Rincón

Periodismo al Rincón

Especial para 90minutos.co

Tras una semana de ‘verdadera pasión’ por el accidente y la muerte de Fredy Rincón, ya no hay nada más qué decir sobre este exfutbolista cuya situación fue convertida por los medios de comunicación en tragedia nacional. Nada más qué decir sobre él y sus grandes gestas deportivas, por supuesto, porque ningún medio o periodista de los considerados ‘deportivos’ ha hecho un análisis de por qué en Colombia la muerte de un deportista supone una cobertura de semejante dimensión, por encima de la pérdida de cualquier otra persona o figura pública. Allí queda todo por decir. Ninguno se detuvo a examinar las razones que los llevan, primero a ellos y por su influjo a un país, a esta especie de desventura patriótica en medio de muchas otras invisibilizadas por el lamentable cubrimiento.

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Y son muchas las razones, pero vale comenzar por una simpleza, por preguntarle a un colombiano promedio que consumió horas de esta noticia o a un exfutbolista ahora convertido en anecdótico periodista deportivo que destiló horas de verborrea, de dónde viene lo de “El coloso de Buenaventura”, para confirmar el deficiente tratamiento dado a este acontecimiento, sin duda importante, pero -debe insistirse- no en la dimensión de tragedia nacional. La revisión histórica del remoquete está lejos de cualquier ligera asociación para imponer un sobrenombre. El trasfondo de este daría para una sesión completa de historia pura y dura sobre una de las siete maravillas del mundo antiguo, El coloso de Rodas, donde imponencia y puerto, serían claves fundamentales de cualquier análisis comparativo, en lo político, lo artístico y lo comercial.

Pero vamos a lo que vinimos, a la complejidad de un hecho noticioso que no sólo la gran prensa nacional, sino todos los medios, incluso los alternativos y los pequeños -locales y regionales-, sin caudales financieros, pero con ganas y sin fundamento o buen criterio periodístico, convirtieron por momentos en una tragicomedia colombiana, con todo el equivocado folclorismo que caracteriza este tipo de acontecimientos. Un despliegue técnico y humano que nunca está al servicio de hechos noticiosos que devienen para Colombia en verdaderas catástrofes humanitarias que no caben es esta, ni en ninguna otra columna por su asombrosa magnitud. Lo acontecido con este hombre ahora con ribetes míticos, es el resultado del pésimo enfoque que sin duda debe estudiarse y que mínimo redunda en excelentes réditos de pauta publicitaria.

Lo ídolos son constructos de la realidad mediática que surgieron con la imprenta de caracteres móviles que volvió famosos a los escritores -sobre todo a los cercanos a Mainz la ciudad alemana de Gutenberg; luego la radio hizo lo propio con los cantantes, que el cine catapultó al estrellato y de paso creó otra constelación, la de los actores; después la televisión hizo lo propio con los deportistas, en especial con los futbolistas; para encontrarnos ahora con que los famosos son los influencers, youtubers, instagramers, tiktokers y demás estúpidos convertidos en famosos millonarios por una horda de desconocidos estúpidos seguidores. Es un hecho irrefutable que la llegada de cada nueva tecnología de la comunicación ha generado su propio panteón de ilustres.

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De ahí que los ‘nuevos profetas’ hayan arrojado al mar sideral de los olvidados -demos por ejemplo tres casos- a los viejos, a los maestros y a los intelectuales, donde por obvias razones ya no se incluye a líderes políticos, militares o religiosos. La situación del mundo los deja muy mal parados, pero la suplencia resultó peor que la titularidad. Médicos, arquitectos y artistas plásticos también están en la nave del olvido. Desde siempre el ser humano ha creado sus propios dioses y sus héroes con sus leyendas verosímiles, la cuestión es que en épocas de globalización y consumismo es tan delgada la línea entre el periodismo y la farándula en tiempos de redes sociales, que la mayoría de periodistas desconoce la ética como principio y la mediación social como finalidad. Muchos ‘desempolvaron’ alguna foto digital con Fredy para arañar algo de la fama mortuoria y lanzarse a la hoguera de las vanidades, del Dios Yo.

Varios de los compungidos amigos de Fredy, exfutbolistas como él, técnicos y periodistas, se lamentaron y lloraron su partida. Hasta ahí, todo normal. Es apenas lógico. Pero ninguno reconoció en su indiscutible menoscabo moral que muchas veces el hoy fallecido les increpó su falta de profesionalismo, de pundonor, de patriotismo y de honestidad. Los turbios negocios que se mueven en el fútbol profesional y de los que él tampoco escapó, aunque fue absuelto por la justicia. En su momento denunció el festín de reventa de boletas liderado por algunos de sus compañeros de selección en Barranquilla, que cobran por todo y más. Habló claro sobre los lados más oscuros de este deporte donde se erigen y derrumban estatuas mediáticas todos los días y el periodismo es protagonista y cómplice, como lo fue de la dupla fútbol y narcotráfico.

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Es un hecho que la muerte violenta y temprana mitifica. El ídolo convertido en leyenda roza la perfecta divinidad y es deshumanizado al exacerbar sus cualidades y borrar de la historia sus debilidades íntimas, que jamás se hicieron públicas o que, aun siendo públicas, son desviadas al cambiar el enfoque noticioso. No serían lo mismo el Che Guevara, Marilyn Monroe, James Dean o Jorge Eliécer Gaitán si mueren de viejos. El desprecio por la vejez es una característica de la modernidad y otro filón de análisis inexplorado en estos tiempos de belleza superflua y tatuajes en pieles que han de suponer nunca se arrugarán. En Colombia las masacres -cumbre de las muertes violentas- son paisaje, ya nadie se escandaliza porque los medios las trivializan con su despliegue minúsculo, su cubrimiento exiguo y su cobertura centralista.

Es probable que nunca se sepa quién cruzó la luz roja o se tarde mucho en develar la imagen de quien la pasó en verde. Las dos situaciones por la misma razón: una justicia ineficaz y un periodismo ineficiente. A los dos el fanatismo los pondría en la picota pública. Lo que sí deberíamos saber todos los colombianos es por qué los medios de comunicación le dan tanto despliegue a estos hechos noticiosos sobre la vida y muerte de quienes ellos convierten en ídolos: porque somos una sociedad llevada a la ignorancia por la suplantación y alteración de los valores fundamentales y la manipulación de la consciencia y la inconsciencia en medio de una sociedad inundada de vacíos de todo tipo, que van desde los básicos como los económicos y educativos; hasta los emocionales y espirituales, de más hondo calado y, por ello, de mayor afectación.

Adenda: Una persona conocida que trabaja en Medicina Legal me envió al WhatsApp una imagen del rostro amortajado de Fredy Rincón. La borré de inmediato y le sugerí que hiciera lo mismo. Prefiero guardar la icónica imagen de su grito temerario, pues ese sí resume la tragedia de un país.

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