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Necesitamos una institucionalidad conectada con el país real

Necesitamos una institucionalidad conectada con el país real

La protesta social de estos días y los lamentables hechos de violencia que han dejado un triste saldo de pérdidas humanas y materiales, no pueden mirarse como hechos coyunturales sino como el resultado de una profunda crisis institucional en el país. El ciudadano actual, totalmente hiperconectado, se siente abandonado a su suerte por un Estado incapaz de conectarse con sus necesidades y expectativas.

Sin duda, la Pandemia con su impacto económico y social, agravó la crisis. En 2020 aumentó la pobreza en el país en 42.5%, el desempleo llegó al 14.2% y tuvimos una caída del PIB de un -6.8%. Todo ello, en medio de una situación sanitaria que no mejora.

Por eso, mientras el Gobierno se reúne con los organizadores del paro,  con los estudiantes, gremios, empresarios y partidos políticos, para buscar salidas frente al estallido social, debemos reflexionar y aprender de nuestra propia historia para transformar nuestra realidad. Y en mi opinión, esta transformación es posible alcanzarla a través de tres ejes:

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El primero es precisamente la defensa de la institucionalidad y su fortalecimiento. Y eso lo podemos hacer si cambiamos y volvemos a conectarnos con la gente, porque la razón de ser de las instituciones es transformar positivamente la vida de los ciudadanos.

En segundo lugar, trabajar para que la política no se convierta en esa instancia afectada por la imposición de intereses particulares y de corrupción. Por el contrario, debe recuperar su esencia de trabajar por el ser humano, demostrando su accionar con hechos, mediante un trabajo fundado en la transparencia, la confianza y, en momentos como este, a través de la mesura.

Para lograrlo se debe empezar por visibilizar los problemas y reconocer a los diferentes actores sociales, especialmente aquellos que históricamente han sido olvidados; realizar gestiones rindiendo cuentas al ciudadano, con un gobierno más abierto, plural, diverso e incluyente.

Y el tercer eje, debe entenderse desde el liderazgo colectivo, teniendo como base valores como: el trabajo, la responsabilidad, el compromiso, la determinación, la transparencia, la eficiencia, la convicción, para hacer las cosas bien y generar confianza. Además, es necesario dejar las confrontaciones ideológicas y entender que la seguridad, la transformación social y la paz son valores democráticos de todos.

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Así lo hicimos durante mi gestión en la Gobernación del Valle, en la que logramos convocar a las instituciones públicas y privadas, a la Academia y organizaciones sociales, para generar un liderazgo colectivo, que le permitió a nuestro departamento recuperar su protagonismo en el desarrollo de la región y del país.

Necesitamos menos política tradicional y más gobernanza efectiva. Hay que derrotar narrativas de odio, desesperanza y caos, para que en contraste, construyamos puentes de entendimiento. No se puede seguir construyendo muros para mantener el poder.  Con transparencia y  gestión, se logra generar confianza.

La institucionalidad debe adaptarse a los cambios, revisar la conexión de las respuestas del Estado sobre los problemas sociales y evaluar constantemente el impacto de sus acciones. Si seguimos alejados de la ciudadanía, estos espacios serán ocupados por mensajes que no nos llevan a un verdadero bienestar social. No permitamos la desconexión con el país real.

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