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Mi música, mi vida

Mi música, mi vida

Especial para 90minutos.co

Por cuenta de la solicitud de una entrevista que le hice para un proyecto documental, Edgar Hernán Arce, un periodista de radio mucho más curtido en estas lides –al que José Pardo Llada rebautizó El monumental–, terminó entrevistándome primero, para su programa Mi música, mi vida. Me pidió 16 canciones y comparto con ustedes algo de lo que dije en este programa, que me revolcó las entrañas de los recuerdos encriptados en alguna grieta de la memoria y las evocaciones que fueron surgiendo al compás de las letras y melodías.  

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  1. Los guaduales. Garzón y Collazos. Compositor Jorge Villamil. 1960. La primera canción que canté en la vida, aunque con algunas variaciones: cantaba Los guabales... tendría cuatro o cinco años. La anécdota del cambio del ‘ríen’ por el ‘lloran’, la relaté en un libro luego de conocerla de primera mano por boca del esposo de la empleada que le sugirió el cambio al compositor, en una mañana en la que él intentaba junto con unos amigos no darle tregua al guayabo con jugo de naranja, guitarras, tiples y más aguardiente. “No ríen maestro, lloran”. Estaba lloviendo. Me la contó un amansador de bestias de nombre Carlos Pacheco, ya fallecido… al que le pasó algo peor: su esposa –que fue la empleada del maestro Villamil que hizo la precisión- rolliza e indispuesta nunca quería estar con él y los médicos descubrieron el mal: era un embarazo y no de su marido. Lloran, lloran Los guaduales…
  2. Las caleñas son como las flores. Piper Pimienta (Edulfamid Molina Díaz) con The Latin Brothers. Compositor Arturo Ospina Piñeros. 1976. Me recuerda la llegada a Cali, al barrio Departamental, desde mi pueblo, Dolores-Tolima. Tenía siete años. Fue al primer artista que vi en persona, en el Teatro al aire libre Los Cristales. También a Claudia de Colombia, a quien logré darle la mano. Desde entonces, si voy a un concierto me gusta estar muy cerca de los artistas, poder verlos humanizados digo yo… Unos primos (Janeth y Jorge) escuchaban este tema y lo bailaban a toda hora. Ver a quien escuchaba en la radio para mí era maravilloso, simplemente mágico. Pues no me dejaban salir, me dejaban ‘elevar’ cometas en el patio de la casa (obvio, nunca pude), por el miedo al monstruo de los mangones. ¡Cali! Tierra de lindas y hermosas mujeres…
  3. Sonido bestial. Richie Ray & Bobby cruz. 1971. Me asomé a esta canción con mucha curiosidad porque les gustaba a los salseros pesados de la cuadra en el barrio El Trébol, eran unos muchachos, los Durango (Carlos y Roberto, futbolistas tesos), que grababan casetes. Eran los ricos de la cuadra, sus papás –don Roberto y doña Rosalba–, tenían una fábrica de objetos de bronce. Nelsy, su hija y la nena de la casa, me enseñó a montar en bicicleta siendo un adolescente. Yo escuchaba la canción en Radio Tigre, que tenía una cortinilla con el fragmento de Humo, de la Sonora Matancera y la voz de Celio González, uno de los mejores. Carlos me vendió el casete que contenía otros éxitos de la dupla rebelde: Richie’s jala jala, Agúzate, Pancho Cristal… Sonaban diferente, por eso en una revista de New Jersey les llegaron a decir “los asesinos de la salsa” … y la revivieron. Tú que decías que ya no servía, oye, tú que decías que ya no salía...
  4. A él. Oscar D’ León. 1984. Hace poco me llegó un video del negro Álvaro Miguel Mina donde el venezolano cuenta que primero compuso la música y luego en el estudio, sobre el ritmo, los acordes y los arreglos, la letra. No sé de otra creación así. Compré el disco de 45 revoluciones en una discotienda del Centro a la que me llevó mi primo Rodrigo –que ya tenía licencia y trabajaba en la casa– y se lo regalé a mi papá en un Día del padre. Tenía como 45 años mi viejo y tal vez no se sentía viejo porque se estaba como enojando. Además, interrumpí su siesta mientras escuchaba La hora de los adoloridos en Radio Calidad, con Juan Salcedo. Me parece una canción homenaje precisa: sutil y contundente, como el trabajo de Niche. Con el tiempo le gustó la salsita. ¡Cómo! Para ti mi viejo y para todos los viejos del mundo. Jajajaja…
  5. La ley del monte. Vicente Fernández. Compositor José Ángel Espinosa Aragón. En 1976 se hace la película que yo me vi en el Cine México, allí también me vi La mochila azul, con Pedrito Fernández y María Rebeca, en 1980. Ese día en una bolsa de maní me encontré unos billetes…untaditos de sal que a mí me cayeron dulcecitos. Muy triste que, a un drama pasional ambientado en la historia de la Revolución Mexicana, le dijeran La penca, pero era el nombre con el que mi tío Ferney la pedía medio en broma y medio en serio. En mi pueblo todavía Chente, el Charro de Huentitán, es referente musical y de vida, galán por excelencia y caballista consumado. Vicente era el ídolo de mi mamá, lo adoraba y aunque ella lo niega, estoy seguro que hubiera querido –aunque en sueños– que él fuera mi papá. Grabé en la penca de un maguey tu nombre, unido al mío, entrelazados…  
  6. La miseria humana. Lisandro Mesa. 1976. Compositor Gabriel Escorcia Gravini. Fue la primera canción (de mi tocayo, chiste que he debido soportar toda la vida) que me hizo reflexionar sobre la muerte. Me parecía muy larga, de hecho, es muy larga –diez minutos– y al comienzo no le prestaba atención. (Esta canción la ponían los operadores de radio y los locutores para poder ir al baño sin afugias). Luego su filosofía lapidaria y profunda me conmovió. Y la historia del compositor, trágica. Padeció lepra desde los 14 años. La gente en la Costa Atlántica se sabía el poema antes de que se volviera canción. Se vendía en folletos afuera de los cementerios y la recitaban juglares y borrachos. Gabo la reseña en su autobiografía Vivir para contarla (2002). Una canción homenaje a la única certeza humana: la muerte, puerta que cruzaremos todos, incluso los más cobardes. Una noche de misterio, estando el mundo dormido, buscando un amor perdido, pasé por el cementerio…
  7. Cambalache. Julio Sosa. Compositores Enrique Santos Discépolo (quien aseguró que el tango es un sentimiento triste que se baila ¡qué exactitud!) y Raúl Seixas. 1934. Uno de los muchos tangos que aprendí de la banda sonora de mi papá, que era muy amplia: Obsesión, Lejos de ti, Volvamos empezar, Volver… Un maravilloso resumen del siglo XX, de la modernidad, de esa propensión a parecer y tener y no ser, a no reconocer lo que tiene valor y no precio. Una canción con una visión futurista difícil de igualar y la compleja transformación (ojo, no la pérdida) de los valores. Y una actualidad que ratifica su condición de clásico. Esta canción confirma que he sido viejo desde muy joven. Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también…
  8. Yo no nací para amar. Juan Gabriel. 1980. De uno de los cinco grandes compositores mexicanos junto con Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Armando Manzanero y Joan Sebastian, esta canción fue mi himno por algún tiempo juvenil. Mi pesimismo frente al amor ha sido una constante. Yo suelo enamorarme siempre de manera equivocada y cuando tenía justo 16 años me pasó. Yo escuchaba esta canción (de un tipo que mordía almohada en la cama de los meros machos) y a pesar de ser un muchachito con ínfulas de señor, ya creía que lo mío no era esa vaina de andar enamorado. Ahora sé que uno es todas las que lo preparan para estar al final con sólo una, porque así es la vida, llegamos los hombres a una edad donde las mujeres sólo están en los pensamientos y ya no en nuestro regazo o entre nuestros brazos. A mis dieciséis, anhelaba tanto un amor que no llegó. Siempre lo esperé. Todos mis amigos se encontraban en la misma situación…
  9. En el juego de la vida. Daniel Santos. Compositor Mundito Medina. 1953. La escribió en Nueva York, mientras era entrenador de boxeo y empresario. Fue el primero que contrató a Los Panchos. El Jefe, era otro cantante que le encantaba a mi papá, incluso en varias etapas de la vida llegaron a tener un parecido físico increíble. Algo de verdad asombroso. Esta canción es una metáfora maravillosa. Desde antes de conocerla –y todavía– no me siento bien en los cuatro espacios que nombra como puertas abiertas para quien no tiene dinero: el hospital y la cárcel, la iglesia y el cementerio. Era una de sus canciones favoritas y el Inquieto Anacobero, uno de sus artistas preferidos. En el juego de la vida, juega el grande y juega el chico, juega el blanco y juega el negro, juega el pobre y juega el rico…
  10. Amor y control. Rubén Blades Bellido de Luna. 1992. A este “cantador de historias”, –así lo llamó Gabo– tienen que darle algún día el premio Nobel de Literatura. Si se lo dieron a Bob Dylan, este gran caballero se lo merece con honores, pues ha creado personajes más reconocidos que los de muchos novelistas. Sus canciones no sólo se leen, sino que se bailan. Tienen mucha más vigencia que los libros y cada vez llegan a más personas. Un señor de apellido Estupíñán me hizo escucharla. Vivía en el barrio La base. Era un melómano tenaz y los vinilos le llegaban de Nueva York antes de que sonaran en la radio. Yo estaba de novio con la mamá de mi única hija. Nos hizo pensar y llorar, cantar y bailar, prometer y confiar. No hablamos de olvidar. Saliendo del hospital después de ver a mi mamá, luchando contra un cáncer que no se puede curar. Vi pasar a una familia, al frente iba un señor de edad…
  11. La tierra. Juanes. 1997. Trabajaba yo en una empresa llamada (FPD TV), primero con el Noticiero Notipacífico y luego con el Magazín 9PM. Conocí allí muchos artistas y varios de ellos en sus inicios: Shakira, Enrique Iglesias, Marbelle…y con Juanes pasó algo bacano. Iba solo, pero por alguna razón yo sabía del pasado rockero del grupo Ekhymosis sin ser un fanático, entonces comenzamos a hablar fue de los temas que regrabaron de aquella época: De madrugada, Solo…, no de los nuevos grabados en Los Ángeles que iban a promocionar ese día en el programa. Me regaló el disco –tenía una carátula verde– y casi me echan de la casa porque lo ponía a toda hora y le decía a mis hermanas y a mi mamá: este muchacho va a ser muy famoso. Ama la tierra en que naciste, amala es una y nada más. A la mujer que te parió, amala es una y nada más…
  12. Conga. Gloria Estefan con Miami Sound Machine. 1985. A mi primera novia le decían Conga, por su parecido físico con la cantante cubana y el gusto por esa canción, que rayaba en la locura. Años después la Sonora Dinamita tuvo un gran éxito con Me picó la Conga en la voz de La India Meliyará, Mélida Yará Yaguma, nacida en Natagaima-Tolima. En 1989, esa canción le cazaba más a Irma. Así se llama, pero nunca la volví a ver. La última vez fue en el sepelio de mi papá, en 1991, hace 31 años. Yo estaba grande, tenía como 19 o 20 años, cuando tuve mi primera novia. Por eso es que no sé tener novia, comencé muy tarde. Come on shake your body baby do the conga. I know you can´t control yourself any longer. Come on shake your body baby do the conga…
  13. Mi muchacho. Diomedes Díaz. 2009. De todas sus composiciones es la que más refleja la historia de un hombre que convirtió su vida en canciones y puso a toda Colombia a cantarlas. Casi me gano un concurso de canto en el colegio de mi hija, con esa canción. Estaba mi Laura como en tercero o cuarto de primaria. Me atreví el ridículo porque el premio eran dos tiquetes a San Andrés. Todo iba muy bien, el grupo vallenato me dejó saber que yo tenía oído, hubo hasta ovación entre el público. En fin, me creí ganador. Ya me veía con mi chiquita en la playa. Me venció un tipo que debió ser la reencarnación de Alejo Durán. Salió de la nada con sombrero vueltiao y todo. Ese muchacho que yo quiero tanto, ese que yo regaño a cada rato, me hizo acordar ayer, que así era yo también cuando muchacho…  
  14. Cuando tú no estás (Nada soy sin Laura). Raphael. 1966. Compositor Manuel Alejandro. No he llorado con ninguna otra canción como con esta. Y créanme, lloró con una facilidad que haría avergonzar a una cebolla larga o a una cabezona. Un amigo, Miguel Mendoza, dueño de Liverpool Taberna, me vio algún día triste, él sabía por qué –me había separado… sobre todo de mi hija, era una bebé de un añito– y me la puso. No me cansaba de escucharla y tampoco de llorar. No concebía la vida sin mi chiquitina, sin su presencia, sin su amor espontáneo, natural, tal vez inconsciente. Al comienzo mis hermanas y en general mi familia me acompañaba en ese llanto/duelo, pero después me tocó sólo, creo que las aburrí. Eso fue hace 23 años. Siempre ha estado. No sé, si el mundo es el de siempre, pero yo, lo veo diferente, cuando tú no estás, cuando tú no estás…
  15. Aires de Navidad. Héctor Lavoe con la orquesta de Willie Colón. Bueno y Yomo Toro en el cuatro, todo un espectáculo sonoro. Compositor Roberto García. Del álbum Asalto navideño. 1973. De la infinidad de canciones que le han hecho a la Navidad esta es la que más me conecta con esta época, que en realidad no me gusta como es abordada. No creo ser Grinch, pero me parece que se comercializó hasta el absurdo. Excesos en muchos aspectos y una felicidad impuesta e impostada. Navidad me suena como esta canción. Dos monstruos de la música responsables de un buen número de clásicos en mi vida: Emborráchame de amor, Escarcha, El cantante, Periódico de ayer, Triste y vacía. Todos de mi banda sonora. Ya van a empezar las fiestas, las fiestas de Navidad, y el jibarito cantando a todos nos va alegrar…
  16. El mejor de mis amigos. José Augusto. 1980. Es sin duda la canción más especial de mi vida. Un homenaje al padre. Yo aquí lo he mencionado varias veces. Mi papá, no era mi padre. Raúl Rojas Aranda fue el hombre que me crió desde los tres meses y hasta los 23 años. Fue asesinado en 1991. Quien me engendró aún vive y tengo una buena relación con él, pero este hombre fue, es y será lo mejor que me ha pasado en la vida. Aprendí la vida con él. Me dio todo lo que se necesita para ser y si no soy más es por mí, nunca por él. Nunca estudió y era brillante, muy inteligente. Murió equivocado, creía que yo también lo era.

Él es el mejor de mis amigos, todo lo que soy lo debo a él. Donde voy yo sé que está conmigo, con su mano pronta a proteger. Traigo una verdad en este canto, que la llevo en mi corazón. Es posible acordarse tanto, de quien vive en la imaginación…

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