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#MeToo (Yo También)

"Hace mucho tiempo consideré retirarme de la música. Yo tenía 17 años y él como diez más. Eso no lo recuerdo exactamente pero era mucho mayor. Desde su posición de “figura de autoridad” cometió abuso laboral y bullying en formas que aún no se habían inventado. Pero como yo ya había vivido la misma historia de abuso en el colegio, pensé que el ser injusto era una condición normal de algunos seres humanos. El tipo me ponía apodos. Me exigía más que a todo el mundo y me pagaba menos que a los demás. Y después quiso aprovecharse de esa misma posición para hacer mucho más daño. Un día cualquiera –uno en el que de verdad se pasó, porque estaba ebrio como de costumbre pero más estúpido que nunca- quiso hablar de “hacer las paces”. Y yo como una inocente “pelota” acepté para mejorar mi situación. No importan los cómo, los qué ni los detalles. Solo la pregunta: ¿Qué habría hecho? ¿Hasta dónde habría llegado si yo no lo hubiera pateado con todas las fuerzas que no tenía y luego amenazado con levantar a los gritos a todo el hotel?
Esa noche mientras temblaba de la ira y lloraba hipando, decidí que no iba a cantar nunca más si este era el precio que tenía que pagar.

"¿Quién me iba a creer? Él tenía la sartén por el mango.

"Han sido años de terapia después de que decidí sacar el episodio del rincón más polvoriento de mi memoria. Cada vez que su nombre aparece en la actualidad en alguna conversación siento estrés, agonía y repulsión. Y lo peor es que como no pasó “a mayores” –si el hecho de que te ataquen y quieran vulnerar tu persona no es pasar a mayores, no sé qué es-, la gente que conoce el episodio lo toma con ligereza y eso lastima como si le pusieran limón y sal a una herida que nunca se cerró”.

GRACIAS al cielo por ese hashtag que está destapando una olla podrida que se ha fermentado por siglos. #MeToo (Yo también) me despertó y no me voy a callar más.

¿Cuántas de nosotras –asumo desde la era de las cavernas- tenemos una historia parecida? ¿A cuántas nos ha tocado enfrentar al “Harvey Weinstein” de turno? A la figura de autoridad que puede hacer y deshacer solo porque tiene las riendas. Al sátiro detestable que puede abrir o cerrar puertas a su antojo. ¿Cuántas de nosotras no han podido llegar más lejos porque no “se lo dieron” al que descaradamente se los pidió para ayudarles? ¿A cuántas más habrán echado del trabajo porque no accedieron a “esa invitación inapropiada” del jefe?

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Tantas historias he leído en los últimos días desde que apareció el hashtag, que al principio me provocaron unas infinitas ganas de llorar y ahora se han convertido en una armadura de adamantio para protestar y decir: ¡NO MÁS!

Hay muchas razones para que una mujer que ha sido víctima de acoso o abuso no hable al respecto: el temor a que no le crean. Aparte, el ser escudriñada personalmente, avergonzada, ridiculizada, el atar su nombre públicamente a un hecho desagradable, y sobre todo tener que explicar lo que sucedió una y otra vez. Y por supuesto la principal: Negarse a ser una víctima. Parte del hecho de ser una mujer exitosa, empoderada y centrada en su carrera, es ser “una chica dura”.

Pero la bola de nieve ya se echó a rodar y tiene más reversa el Titanic. El sexo NO debería ser una herramienta para ejercer el poder. Punto.

No se puede normalizar una situación que se sale de los límites. Nada de que “así son los hombres” o “el hombre propone y la mujer dispone”. No se puede justificar por ningún motivo el acoso, venga de quien venga. Ya sea en la forma de piropo desobligante proveniente de un obrero o en la forma de propuesta indecente proveniente de gerente de multinacional.

Ese manoseo en el transporte público. Esa palmada “amistosa” en la cola. Ese implícito “venga que no es pa’ eso”. Esas miradas que parecen desvestirte y dejarte en la calle aunque estés bien cubierta. Y lo peor: esa cantidad absurda de feminicidios diarios porque las mujeres en una sociedad abiertamente machista somos “menos”. Usables, abusables y descartables, aunque se diga lo contrario.

Hombres: es hora de replantear. Dejar de mirar a las mujeres como objetos y tomarlas como aliadas. Como complementos. Como socias de vida a las que hay que amar, proteger y respetar. Hora de proponer cambios en una sociedad que a duras penas se sostiene sobre unos pilares cada vez más débiles. Ustedes nos conocen. Estamos por todas partes. Somos sus vecinas, sus amigas, sus hermanas, sus madres, sus compañeras de trabajo, sus estudiantes, sus hijas. Hasta las figuras que admiran. Literalmente somos TODAS nosotras. Cualquiera es susceptible de abuso. Está clarísimo que hasta las personalidades que muchos admiran y piensan que son intocables, son absolutamente vulnerables. ¡Cuídennos! No se hagan los de la vista gorda porque el problema no es suyo, porque algún día lo será.

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Ese alud de hashtags de acoso por fin le dio dimensión a un problema muy serio. Personalmente me extraña si alguna mujer no usó ese “Me Too”, porque todas de alguna forma hemos sido víctimas de lo mismo. Todos sabemos la diferencia entre algo consentido y algo impuesto. ¿O no?

No se puede pensar que las mujeres que sólo han sido acosadas y no atacadas, son afortunadas. El acoso para mí es equivalente al hecho, porque existe la previa intención. Igualmente castigable.

Es hora de acabar con el abuso y además de que todos los abusadores reparen los daños que han hecho. No esperen a que los llamen a rendir cuentas por su nombre con todo y apellido. Piensen si en algún momento han hecho avances inapropiados sobre alguien desde su posición de poder, para presionar, explotar, abusar, manosear o violar a otra persona.

Si la respuesta es sí, es hora de asumir su culpa y no esperar a que todo el mundo se quede callado “para que no lo pillen”.

Usted que se sintió aludido, sí USTED: Es tiempo de asumir y afrontar: Asuma su responsabilidad y afronte las consecuencias.

Y si usted no se sintió aludido porque no lo ha hecho: NI SE LE OCURRA.

La opinión de los blogueros no refleja el pensamiento editorial de 90minutos.co

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