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Los desacuerdos frente a los acuerdos de La Habana

Los desacuerdos frente a los acuerdos de La Habana

Razón tienen quienes afirman que los integrantes de las FARC no  purgarán un solo día de cárcel, salvo aquellos que no confiesen sus delitos y sean vencidos en juicio.

También tienen la razón quienes sostienen que no hubiera sido posible llevar a cabo el proceso de paz con la condición de un merecido castigo a los guerrilleros.

Razón tienen quienes cuestionan el secreto en que se han llevado a cabo las negociaciones en la Habana y exigen se den a conocer los detalles en tiempo real.

También les asiste razón a quienes defienden el secreto sobre el contenido de las conversaciones con fin de evitar que la opinión pública sea manipulada y entorpezca el proceso.

Razón tienen quienes reclaman presencia de las víctimas en la mesa de negociaciones de la Habana, como justo reconocimiento del daño que sufrieron.

También tienen razón quienes sostienen que la paz debe acordarse entre los actores del conflicto y que introducir otros personajes en la negociación generaría obstáculos insalvables.

Razón tienen quienes denuncian el desplazamiento de guerrilleros desde Venezuela, en aviones privados, porque consideran que es un desafío a la justicia colombiana y una ofensa a las víctimas.

También tienen razón quienes aducen que el desplazamiento de guerrilleros a la mesa de conversaciones es indispensable y que en ese sentido Venezuela cumple un papel importante como facilitador del proceso.

Razón tienen quienes censuran que la guerrilla y el gobierno hayan diseñado el esquema de justicia transicional que habrá de aplicarse después de la firma de los acuerdos y la dejación de armas.

También tienen razón quienes advierten que de esta manera las partes tendrán seguridad sobre la suerte jurídica que correrán los desmovilizados de la guerrilla, así como los agentes del Estado involucrados en delitos con ocasión del conflicto armado.

Razón tienen quienes rechazan que el estado colombiano se haya puesto al mismo nivel de la guerrilla en la mesa de negociaciones, porque lo consideran ofensivo.

También le asiste razón a quienes consideran que se trata de una consecuencia lógica en cualquier proceso de paz y que solamente a partir de esta simetría era viable que las partes se sentaran a conversar.

Razón tienen quienes dudan de la palabra de la guerrilla debido a los fracasos de procesos anteriores, especialmente el que se llevó a cabo durante el gobierno de Andrés Pastrana.

También le asiste razón a quienes reconocen que en esta ocasión las FARC han dado muestras fehacientes de su intención de dar por terminado el conflicto armado, expresadas en hechos como el cese unilateral al fuego y la suspensión del reclutamiento de menores.

Razón tienen quienes sostienen que la justicia restaurativa no puede reemplazar la justicia punitiva en casos de delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra.

También tienen razón quienes pregonan que la justicia restaurativa, pensada a favor de las víctimas y no en el castigo al ofensor, es un modelo que resultó efectivo  en otros países  que buscaron resolver y superar los conflictos armados internos, tal y como ocurrió en Sud África.

Razón tienen quienes sostienen que los victimarios intentarán imponer su verdad y no asumirán la responsabilidad de todos los hechos que ejecutaron en contra de personas ajenas a la confrontación.

También le asiste razón a quienes argumentan que resulta imposible que se cuente toda, absolutamente toda la verdad, sin embargo, los hechos de mayor relevancia y aquellos por los que indaguen las víctimas deberán ser aclarados y respecto a los mismos es posible que se conozca a los responsables.

Sobre estos y muchos otros aspectos difieren los colombianos. La falta de consenso es el resultado de las profundas heridas causadas durante este degradante conflicto armado. El odio echó raíces profundas. La desesperanza y la incredulidad se apoderaron de las víctimas. No obstante, hoy, como nunca antes, avizoramos el fin del conflicto armado. Frente a esta realidad el reto que se impone a los colombianos es  buscar un punto donde puedan confluir todas las formas de mirar e interpretar el momento histórico que estamos viviendo. Ese lugar común debe estar incontaminado de intereses personales, mezquindades políticas y  deseos de venganza.

Nada puede ser más importante y prioritario para los colombianos que terminar el cruento, absurdo e inútil conflicto armado interno que nos ha desangrado durante más de medio siglo. Este podría ser el punto de encuentro y también de partida para la construcción de un país en paz. Ojalá pudiéramos ponernos de acuerdo en que vale la pena intentarlo.

La opinión de los blogueros no refleja el pensamiento editorial de 90minutos.co