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El fracaso del proceso de paz sería el fracaso de todos los colombianos

El fracaso del proceso de paz sería el fracaso de todos los colombianos

Los declarados e incasables enemigos de la paz y la reconciliación en Colombia han concentrado sus esfuerzos para lograr el hundimiento de la Justicia Especial para la Paz, en el Congreso de la República. En ese propósito las bancadas pro-guerra conformaron un solo frente, hablan el mismo lenguaje y difunden toda clase de mentiras y engaños, en desarrollo de una estrategia diseñada durante la campaña del No.

Cuando escribía estás líneas el senador Álvaro Uribe publicó en su cuenta de Twitter un mosaico de fotografías de operarias de una fábrica acompañado del siguiente mensaje: “Cali recoge firmas para modificar acuerdos”.  Desde luego que la glamorosa joven que recoge las firmas no les explicó a las humildes trabajadoras en que consistirían dichas modificaciones y por supuesto, tampoco les aclaró que en caso de fracasar el proceso de paz con las Farc es posible que se recrudezca con más violencia el conflicto armado y que en esa caso quienes irían a la guerra serían los hijos o hermanos de las firmantes y no lo hijos de Uribe.*

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Mientras el frente único contra la paz, con el apoyo de empresarios inescrupulosos, ensaya toda clase de acciones callejeras para dinamitar los acuerdos entre el Gobierno y las Farc,  el Congreso es controlado por las fuerzas oscuras que pretenden sacar provecho del caos y la incertidumbre, liderados por el presidente de la Cámara, quien no vaciló en despojare de la máscara de hombre limpio y demócrata para actuar como un cobarde petardista ansioso de que corra sangre, menos la suya.

Estos guerreristas, predican que es mejor la certidumbre de una guerra bien hecha que la incertidumbre de una paz llena de defectos.  Poco les importa que la debacle jurídica provocada por el naufragio de la JEP traiga como consecuencia una desbandada de los ex guerrilleros y que estos vuelvan a empuñar las armas con la justificación de haber sido traicionados por el Estado colombiano o terminen convertidos en parias de la sociedad como ocurrió en El Salvador.

Los profetas de “esta guerra santa” tienen la fe puesta en un próximo gobierno de extrema derecha que haga trizas los acuerdos de la Habana y meta a la cárcel a los exguerrilleros de las Farc o los aniquile en caso de que se resistan, aunque en el intento dejen el país en llamas. Cualquier sacrificio ajeno es válido si el objetivo es “defender la democracia, maestro” y evitar al triunfo del Comunismo Castro chavista del Siglo XXI, liderado por un anciano y un analfabeta.

Sin ninguna prueba que lo sustente, basados únicamente en generalizaciones, cábalas y suposiciones, los ideólogos y atacantes del proceso de paz plantean que están en capacidad de retornar las negociaciones al punto cero y sentar a las Farc nuevamente a la mesa para construir un acuerdo verdaderamente justo, sin un ápice de impunidad y sin que puedan participar en política.

Muchas personas  creen este embuste de la misma manera como han creído que Uribe no tuvo ninguna relación con el narco-paramilitarismo y creen que quemar libros enaltece la hoja de vida de Ordoñez.  Es decir, creen porque sí, porque eso dice el jefe, porque es mejor creer que pensar.

El proceso de paz con las Farc puso al descubierto que el odio es la fuerza poderosa que ha movido la política colombiana en los últimos 16 años. Hemos alimentado esta bestia insaciable convencidos de que el único camino es eliminar al contrario y que la reconciliación solo es posible en los textos bíblicos.  Claro está que seguimos asistiendo a misa o al culto y nos damos golpes de pecho mirando al altísimo, mientras entonamos cantos de amor y paz cristianos.

El fracaso del proceso de paz sería el fracaso de todos los colombianos. En ese escenario no hay ganadores ni vencedores, todos perdemos. Renunciar a la paz en defensa de un ideal de justicia retributiva es una estupidez.  Lo dice un abogado formado en leyes, que entiende que la paz es un valor supremo y que a lo largo de la historia de la humanidad los pueblos han tenido que sacrificar el derecho de las víctimas a que se aplique una justa sanción al victimario a cambio de poner fin a las guerras y a los conflictos armados.

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Los que piden prisión para los guerrilleros de las Farc deberían considerar que las banderas que enarbolan están machadas de sangre y que si se trata de ser justos también deberían  ir a la cárcel todos los que tuvieron relación con el paramilitarismo.

Si ponemos nuestra inteligencia y energía al servicio del bien común es posible decantar el odio que nos oprime y dedicarnos a trabajar en los nuevos desafíos que trae consigo la paz. El campo necesita expertos que instruyan y orienten a las poblaciones retornadas, víctimas y reinsertados en el desarrollo de proyectos productivos, la academia y el mundo laboral necesitan personas calificadas para construir una verdadera cultura de paz, el Estado necesita reformas urgentes en materia de justicia, participación política, etc.

Hay mucho por hacer en beneficio de la sociedad como para seguir empeñados en encontrar razones para avivar esta guerra fratricida y avanzar hacia el precipicio. El mundo nos espera, es hora de abrir los ojos.

 

 *Si el Ministerio del Trabajo cumple alguna función en beneficio de los trabajadores debe investigar este caso e imponer sanciones al patrono, pues resulta evidente una presión sobre la voluntad de las operarias, lo cual constituye una violación de los Derechos Humanos.

La opinión de los blogueros no refleja el pensamiento editorial de 90minutos.co

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