Icono del sitio

El lucifer colombiano

El lucifer colombiano

Así como hay un Dios de los colombianos, afirmación que nunca ha sido negada o puesta en duda por la iglesia católica, máxima autoridad en temas divinos, también hay un Lucifer colombiano. Ambos tienen en común que son invisibles, omnipresentes, omnisapientes y dispuestos a agrandar su rebaño.

El Dios colombiano, nos observa impasible desde el espacio aéreo nacional, por supuesto que es hincha de la Selección Colombia y a su gracia le debemos los triunfos de todos nuestros deportistas. En los demás asuntos parece interesarse muy poco o al menos hace gala de su infinita prudencia para no violar en principio de libre albedrío, creado por EL, como una prueba de la confianza depositada en su mayor creación: los seres humanos.

Mas abajo, en las profundidades del averno, cerca del núcleo terrestre, habita Lucifer o el Maligno, como coloquialmente lo denominan los lideres espirituales de las diversas sectas y religiones criollas.  En lugar de la divina tranquilidad que inspira  al Dios colombiano, el Principe de las Tinieblas es presa de una ansiedad incontenible, que lo lleva a ser hiperactivo, tenaz e infatigable. Y, contrario a los demonios que en otras naciones aterrorizan con su presencia, fulminan con los ojos de fuego y ensordecen con su voz de trueno,  nuestro Demonio es menudito, delgadito, tanto es así que en camisilla asoman los huesitos de sus brazos desprovistos de músculos, su mirada aunque vacía (carece de Espíritu Santo) es inofensiva, casi humana, y su voz es firme pero tranquila, aunque ocasiones la falsea para arrullar a sus sacerdotisas y hechizar a los áulicos mas remolones.

El maligno se omnívoro, por naturaleza, pero prefiere alimentarse de palomas blancas, en un claro desafío al vecino de arriba, que entiende la ironía pero no le para bolas, debido a su infinita paciencia.

El maligno es un hábil estratega y se las ingenia para mantener el caos, incluso en los lugares mas apacibles. Las hordas que lo siguen lo blindan de cualquier peligro cuando asume  forma humana y queda expuesto con sus magras carnitas.  Es implacable con sus enemigos, especialmente con aquellos que después de haber bebido de su cáliz y compartido de la gloria de su poder lo traicionaron. A esos demonios menores, vestidos de Santos, los acosa sin clemencia día y noche para que no olviden a quien le deben la migaja de poder que ostentan.

El mayor divertimento del Satán Tricolor, como gusta llamarse a si mismo, especialmente durante los partidos de la selección, pues al igual que su antípoda ama el futbol, es poner a hablar a los colombianos en lenguas, emulando lo que ocurrió en la Torre de Babel, que él mismo ayudó a construir para fisgonear al Altísimo. Cuando enrevesa las conversaciones disfruta como un niño que va al circo por primera vez al observar las trifulcas que se arman entre personas que desean lo mismo pero lo expresan de manera ininteligible.

El Lucifer colombiano, se mueve por todas partes y ha dejado de luchar contra  el Dios de los colombianos, desde hace mucho tiempo.  Sus batallas son mas mundanas, tiene como contrincantes a sus antiguos aliados y a sus enemigos de siempre, gracias a quienes mantiene viva la llama de la venganza.  No les perdona que ahora se amanceben y besuqueen en púbico prometiéndose amor eterno.  Los quiere ver matándose de nuevo, porque tiene la certidumbre (no la fe que es asunto divino) de que así podrá arrebatarle el reino al señor de las alturas, mientras este se complace con la belleza de su creación.

El Lucifer colombiano existe y puede estar en cualquier parte, incluso justo a nuestro lado, leyendo estas líneas sin nuestro consentimiento.  No es mentira, les juró que yo también lo he visto.

La opinión de los blogueros no refleja el pensamiento editorial de 90minutos.co