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El garavito Rafael Noguera y la prisión perpetua

El garavito Rafael Noguera y la prisión perpetua

El Estado policivo ha puesto en funcionamiento, de manera exitosa, su arma más poderosa, la censura. Lo que está porvenir aterra.

Crecí en el barrio Obrero de Cali, muy cerca de la casa del poeta nadaista JOTAMARIO ARBELAEZ. Recuerdo que mi madre y las madres de mis amigos nos vigilaban mientras comadreaban, algunas veces de pie y otras cómodamente sentadas en la puerta de entrada de alguna de las viviendas. Si por alguna razón nos alejábamos de sus calibrados radares no vacilaban en gritar el nombre de la oveja descarriada y recordarnos a todos que por ahí andaba el “Monstruo de los Mangones”.

Mi madre nunca me explicó lo que  hacía a los niños el Monstruo de los Mangones, pero siempre intuí que era algo aterrador. Luego escuché hablar del Monstruo de los Cañaduzales, y del Monstruo de los Andes,  pederastas asesinos de la mayor crueldad, como también lo fueron otros, incluyendo a  LUIS ALFREDO GARAVITO, señalado de violar y asesinar a más de 300 niños.

Los medios de comunicación, expertos en titular y ponerle apodos a los criminales, no se pusieron de acuerdo en que denominación darle a este oscuro y siniestro personaje, considerado el mayor homicida de niños en la historia de la humanidad. Monstruo, bestia, animal, resultaron insuficientes. Se impuso entonces mencionarlo por su apellido: GARAVITO, que en este caso adquirió la calidad de adjetivo.

En consecuencia el mayor grado de maldad al que puede llegar una persona en contra de un niño lo clasifica como un garavito, con independencia del número de víctimas.

Los actos brutales y perversos que cometió RAFAEL URIBE NOGUERA en contra de la niña YULIANA SAMBONI, de los cuales han dado cuenta los medios de comunicación, indican que este sujeto más que un monstruo es un verdadero garavito.

Desde luego que el problema no está en la denominación que podamos darle sino en la suerte que debe correr.

Por razones ideológicas y prácticas me he pronunciado en contra de la pena de cadena perpetua para esta clase de delitos.  De hecho fui abierto contradictor de GILMA JIMENEZ, promotora de la prisión perpetua y en alguna ocasión debatí su iniciativa en un foro que se llevó a cabo en la Universidad Icesi de Cali.

Considero que la libertad es un valor supremo y que el estado solo está legitimado para restringirla de manera temporal, pero no definitiva. Además he confiado en la transformación positiva del ser humano y en la capacidad que tiene para renunciar a la maldad.

También he creído que una pena de 60 años es más que suficiente para que una persona purgue el daño causado a la sociedad. Igualmente soy consciente que los casos de violación y muerte de niños y niñas son esporádicos mientras que los abusos y maltrato de menores son una realidad apabullante. Cada hora dos niños son abusados sexualmente en nuestro país. Frente a esta realidad tenemos un estado débil e inoperante. Los fiscales cargan con cientos de investigaciones, debiendo dejar en espera casos atroces en los cuales las victimas siguen conviviendo con los victimarios y no existe una política pública orientada a empoderar a las mujeres cabeza de familia con el fin de romper la dependencia económica que las lleva, en muchísimos casos, a guardar silencio frente al abusador por miedo a quedar desamparadas. 

Debo confesar que una conversación que sostuve con uno de mis hijos me llevó a reflexionar sobre el crimen de YULIANA SAMBONI y a cambiar de opinión frente a la prisión perpetua.

El tema fue la seguridad de los niños con la puesta en libertad de monstruos y garavitos. 

EL GARAVITO RAFAEL NOGUERA (o si prefieren el MONSTRUO DEL EQUUS)  deberá ser sometido a un debido proceso y de ser hallado penalmente responsable tendrá que  purgar una pena hasta de 60 años de prisión. Si trabaja y estudia, la pena se reducirá hasta en una tercera parte y si el Papá nos visita  recibirá además  una sexta parte de descuento, por la ley de jubileo. Quiere esto decir que la pena final sería de unos 33 años, si es que el Papa no repite la visita.

Es obvio entonces que Uribe Noguera y el propio Garavito saldrán en libertad en algún momento de sus vidas, así como todos aquellos que están presos en nuestro país por crímenes similares. Cabe entonces preguntarnos si la sociedad o mejor los niños estarán seguros cuando estos criminales recobren la libertad.

Los expertos señalan que se trata de individuos incurables, de bestias desprovistas de límites éticos y morales, carentes de sentido de piedad y culpa, que encuentran en el acto de violar y matar niños un placer irrenunciable.

Si lo dicho por los expertos es verdad y no dudo que lo sea, si un sujeto de estos sale libre, mientras tenga fuerzas para seguir matando lo hará. En consecuencia, el Estado tiene la obligación de proteger a la sociedad e imponer ese máximo castigo para evitar mayores males e injusticias.

Hay que ponerle fin a la eterna discusión sobre la cadena perpetua para violadores y asesinos de niños. Que los próximos monstruos y garavitos  terminen sus vidas en la cárcel para evitar futuras víctimas y abramos paso a la discusión sobre los graves problemas que aquejan a la niñez colombina, como el abuso, el maltrato y la explotación sexual y laboral y lo que significa ser niño en medio de tanta violencia, pobreza y exclusión.