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El desescalamiento del conflicto armado en Colombia

El desescalamiento del conflicto armado en Colombia

En momentos en que el proceso de paz atraviesa por su peor crisis debido a las ofensivas militares de ambas partes, pero sobre todo a la ausencia de confianza de los colombianos en las Farc,  el presidente Santos anunció que mientras se avanza en la discusión para llegar a un acuerdo final y en la definición de los términos de un cese al fuego y de hostilidades de carácter bilateral, es “urgente volver a desescalar el conflicto, reducir la intensidad de la guerra”.

Pero, ¿qué significa desescalar el conflicto? Al parecer el origen del término se remonta a los tiempos de la guerra fría, cuando los analistas transformaron la metáfora de subir o bajar gradas eléctricas en un concepto que permitiera medir  los riesgos de la estrategia nuclear. Surgió desde entonces la escala como un nuevo instrumento de medida de la guerra y de los conflictos armados. En esencia la escala es una matriz, por lo tanto, objetiva, que debe ser validada por los bandos en conflicto.  Sin embargo, cada adversario puede escoger las estrategias posibles que van desde la paz hasta la guerra total.

La escalada implica un cálculo de costo beneficio de la puesta en marcha de las estrategias empleadas por los oponentes; “un cálculo muy detallado de lo que pasaría durante la guerra. El cálculo mostraría muy claramente al adversario lo que le ocurriría si no obedece.”(Kahn)  Se trata de un método frio, propio del discurso de la guerra, desprovisto de las implicaciones sicológicas derivadas de las consecuencias de la lucha en el campo de batalla o en los diferentes escenarios escogidos durante la confrontación.

Los teóricos desarrollaron este concepto de la mano de la teoría de los juegos, mediante la cual se construyen modelos matemáticos sobre el conflicto y la cooperación entre agentes racionales e inteligentes. Tanto la escalada como la teoría de los juegos exigen la construcción  de modelos formales de comportamiento estratégico, lo que implica que las partes deben actuar de manera racional, dejando a un lado las cargas emocionales involucradas en el conflicto.

Es importante que los colombianos sepamos que el desescalamiento es una medición de fuerzas, que supone un acuerdo para evitar, de manera intencional, cualquier tipo de enfrentamiento o acción de fuerza entre las partes.  Los enemigos del proceso han dicho que esto traduce la rendición de la fuerza pública y el triunfo de la guerrilla. Nada más equivocado y maniqueo. La fuerza pública no pierde legitimidad, ni tiene que renunciar a la protección de los bienes jurídicos de los ciudadanos y del Estado, durante el desescalamiento.

No obstante, el desescalamiento exige, de una parte,  que la fuerza pública suspenda las acciones militares ofensivas, incluyendo los bombardeos y, de otra, que la guerrilla cese los ataques, emboscadas, atentados, etc. En últimas el objetivo que persigue es llegar gradualmente al cese bilateral al fuego y al término de las hostilidades.

Presionar al gobierno para que continúe la ofensiva contra la guerrilla es ir en contravía de la lógica de la desescalada que exige bilateralidad. Ahora bien, en términos de resultados, es de esperar que en los próximos 4 meses no se registren más muertes de colombianos humildes como consecuencia del conflicto armado con las Farc, pues, si algo tienen en común los adversarios es que sus ejércitos estás integrados por personas de los estratos más pobres.

Sin miedo a equivocarme, y ojalá no me equivoque, me atrevo a decir que 120 días de paz, servirán para que los colombianos respalden al gobierno en la recta final del proceso de paz. Por ahora, quienes creemos en las bondades del mismo debemos dejarnos de ambivalencias y apoyarlo de manera contundente. Debemos arrebatarle a los guerreristas los espacios que han ganado con la retórica del miedo y la venganza. Ni un gesto, ni un ademán, ni una frase más a favor de la guerra.  A partir de ahora, quienes creemos que la paz es posible tenemos el desafío de ayudar a tranquilizar los ánimos que caldean en todo el país, como consecuencia de una bien planificada estrategia a favor de la guerra auspiciada por sectores extremistas.

Tratar de sosegar los espíritus exaltados de algunos compatriotas es una tarea mucho más difícil y compleja que el propio desescalamiento del conflicto, pero vale la pena intentarlo.