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La historia de los Carnavales en Cali

La historia de los Carnavales en Cali

Archivo histórico

Los carnavales de Cali son color, alegría, festividad, una historia de extroversión popular que remite a un pasado añejo que se fijó en la memoria y que busca prolongarse a través del arte. Sin embargo, en sus albores esta fiesta de la alegría también tuvo sus tropiezos; y fueron necesarios muchos años para ajustar ese encuentro que hoy se posiciona como una de las más importantes festividades de los caleños.

A comienzos del siglo pasado las fiestas de la Santa Cruz, el Corpus Cristi; la de los Reyes Magos, el mes de la Virgen, la Fiesta de la Madre; las fiestas de San Juan y San Juanito, de la Candelaria; la fiesta de San Francisco y de la Virgen del Carmen eran las más importantes que se realizaban en el pequeño villorrio de aquellos años. Todas eran festividades relacionadas con la religiosidad y lejos se estaba de pensar que se pudiera realizar un carnaval con todo lo que ello representaba; pues hay que recordar que estas actividades tienen una relación estrecha con el pueblo, con disfraces, máscaras y con cierta transgresión, lejos pues de lo sacro.

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La palabra ‘carnaval’ hay que rastrearla en el latín ‘carne – levare’, que significa “abandonar la carne”; que consistía en que todos los viernes de Cuaresma la gente debía abstenerse de comer carne. El origen del Carnaval se remonta a las antiguas civilizaciones, a las fiestas paganas, a las celebraciones dionisiacas o la de los romanos.

Carnaval para la euforia

Desde una mirada popular de esta fiesta, la gente asume entonces un comportamiento fuera de lo normal; se desinhibe, puede asumir otras personalidades  y se olvida de los problemas cotidianos para darle paso a la euforia y a la informalidad, de hecho la vestimenta también cambia y está llena de colorido.

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Hay algunos investigadores que advierten que el origen del Carnaval, tal y como lo conocemos ahora, se remonta a más de cinco mil años y algunos lo sitúan en el Imperio Romano; ya que está relacionado con las Saturnales, unas festividades realizadas en honor al dios Saturno. Otros historiadores lo ubican en Grecia, ya que también en ese lugar celebraban unos festejos similares donde se veneraba a Dionisio, entre otros.

Con la expansión del cristianismo, en la Edad Media, la fiesta tomó el nombre de carnaval porque este evento se celebraba días antes al Miércoles de Ceniza, fecha de comienzo de la Cuaresma hasta el domingo de resurrección. Un periodo de abstinencia y ayuno. Por ello, los días antes tenía lugar una celebración donde todo estaba permitido, por lo que, para salvaguardar el anonimato; la gente se cubría el rostro o iba disfrazada.

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Así llegó el carnaval a Cali

Y es la llegada de la luz eléctrica en 1910 la que paradójicamente comienza a iluminar esta festividad en Cali. Tanto que ese mismo día, el 26 de octubre de aquel año; la élite caleña celebra la aparición luminosa con una gran fiesta en el Gran Club (que luego se conocería como el Club Colombia); que gracias al ‘novedoso’ invento pudo prolongarse hasta altas horas de la madrugada.

El bucólico poblado comenzó, entonces, a tener una nueva dinámica especialmente en el Centro; donde ya no se hacía necesario prender lámparas con petróleo y hacían su aparición cafés iluminados, teatros sonoros, anuncios con luces cambiantes, clubes, cabarets, vida nocturna que; sin embargo, no complacía a los más tradicionalistas que veían en esta modernidad una transgresión a las normas de buen comportamiento.

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Otras sonoridades comenzaban a colarse. Ya no eran solo los bambucos y los pasillos los que podrían escucharse; empezaban a descender ritmos como el charlestón y algunas musicalidades provenientes de una isla desconocida en el caribe; desde donde algo que llamaban son cubano generaba una particular emoción en quien lograba escucharla.

La maestra e investigadora Gladis López recuerda que por aquella época se hizo más evidente una división entre una élite que buscaba gustos más refinados originados en Europa y una clase popular que se divertía con las peleas de gallos; el juego de naipe, el billar y el consumo de chirrinchi, un licor de destilación casera que estaba permitido una vez por semana de seis a doce la noche para “proteger la moral y las buenas costumbres”.

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Las fiestas del pueblo entonces se llevaban a cabo lanzándose almidón, cáscaras rellenas de agua florida; pero lo más común eran una especie de batallas de sexos donde los grupos se arrojaban baldes de agua mientras otras decenas de personas disfrutaban con todo lo que sucedía. Esto a la élite de la época no le causaba mucha gracia; ya que veía en estas maneras de diversión una transgresión cultural y unas formas que no se compadecían con lo que se quería proyectar de la pujante ciudad que comenzaba su transformación.

“En todo el país comenzaron a organizarse carnavales en las primeras dos décadas del siglo pasado. En Cali había un ambiente especial por la llegada de la luz eléctrica; la ciudad escogida como capital del nuevo departamento del Valle y el fulgurante desarrollo del tranvía; pero fue la élite de la ciudad la que determina la realización de un carnaval”, señala la maestra Gloria.

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Nace un carnaval para las élites

Es entonces cuando en 1915, en el Gran Club, hoy Club Colombia, se conforma la Junta de Festejos Populares y Junta de Carnavales; que tiene como propósito conseguir los fondos para garantizar una festividad que proyecte un encuentro elegante y de buenas costumbres.

A través de la Resolución 122 de 1922, aprobada por el Concejo; se convoca al primer Carnaval de Cali para que se celebre los días 28, 29, 30 y 31 de diciembre.

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“Este carnaval lo hace la élite del Valle porque ellos necesitaban aprovechar todo ese auge agroindustrial y mostrar una región pujante y bonita ante todo el país. Pero fue un carnaval hecho de manera vertical; desde la elite, con reinados, de los que hacían parte las niñas de la sociedad caleña. El pueblo, mientras tanto, solo fue invitado a mirar; pero no siempre”, explica la investigadora.

En ese primer carnaval, en el que solo participaron las pocas familias que conformaban la élite de la ciudad, se destacan los recorridos que se hacían en las victorias y los pocos automóviles de la época. La utilización de máscaras y disfraces, como era habitual en los carnavales, tuvo muchas restricciones e incluso se dispuso hacer una numeración de los disfraces como medida de control de la festividad.

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“Lo que más se puede destacar es que los participantes le daban mucha importancia a la moda europea; entonces se trataba de lucir los vestidos que se traían del viejo continente y las costumbres europeas; eran familias que podían acceder a eso, el pueblo no participaba, solo un día se le dio a la gente para que tomara chirrinchi o guarapo e hiciera sus batallas con agua”; advierte la investigadora Gladis López.

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En su trabajo de grado ‘El carnaval de Cali y su proceso en la modernización´, la historiadora Yirlehan Abril Campo precisa que “las clases altas sí jugaron un papel crucial; al observar, por ejemplo, los apellidos de las reinas, de los integrantes de las ‘Cortes’ y de los participantes de la cabalgata; además de los espacios que para su desarrollo se designaron, como lo fueron el Salón Moderno –uno de los primeros teatros que tuvo Cali y actual Teatro Jorge Isaacs-; la Casa Municipal; ubicada en la concurrida zona de la Plaza de Cayzedo que para la época era vista como parque y no como plaza-, el hipódromo de Long-Champ y los clubes”.

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Un increíble hecho que enlutó a los caleños

Con todo y a pesar de la exclusión evidente al pueblo, la fiesta terminó siendo muy apreciada y al año siguiente el Carnaval volvió a ser convocado. Sin embargo, es en ese año de 1923 cuando se produce un hecho fatídico que ensombrece las festividades. 

La historiadora Abril Campo reseña que durante el carnaval de 1923 comenzó a percibirse una gran inconformidad entre los sectores populares que se sentían excluidos de las carnestolendas. Como resultado de tal situación se presentaron disputas entre las personas menos favorecidas que se sentían marginadas de la festividad y los organizadores.

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La chispa que encendió el polvorín tuvo lugar el 30 de diciembre de aquel año, cuando se iba a realizar la coronación de la Reina del Carnaval; uno de los actos más publicitados y que más atención concitaba entre los caleños. La fiesta de coronación se llevaría a cabo en el Teatro Salón Moderno (Hoy Jorge Isaacs); pero al cual solo tenían acceso los organizadores y las familias más prestantes de la ciudad.

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Afuera una masa popular inconforme protestaba porque no se le permitía disfrutar de este espectáculo. Los relatos que quedaron de aquel momento reseñan que se desató un violento enfrentamiento entre los manifestantes; y un grupo militar privado que había sido contratado por los organizadores previendo que se presentaran desórdenes.

La masa intentó entrar por la fuerza al teatro, pero fueron repelidos con armas de fuego por los vigilantes, lo que originó un caos. Adentro del teatro y encendidas las alarmas sobre lo que sucedía en las afueras, los asistentes comenzaron a ser evacuados por la parte trasera del teatro mientras la turba volvió a arremeter y consiguió penetrar al Salón Moderno de donde poco se salvó. El saldo final de esta batalla campal fue triste para la ciudad: siete muertos y seis heridos, todos ellos manifestantes.

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Un nuevo carnaval que no trajo cambios

Después de este dramático episodio se creyó que las cosas podrían cambiar en los siguientes carnavales; sin embargo la historiadora Abril Campo lo resume de una forma contundente.

“Después de semejante enfrentamiento, muestra de las profundas desigualdades que agrietaban la sociedad caleña; se esperó tal vez a que la realización del siguiente carnaval cambiara las lógicas clasistas de su organización; y se planteara un festejo en donde se pudiera celebrar en conjunto, con eventos abiertos a todo el público. Pero esto solo llegó a ser una esperanza; ya que después de todo no se replantearon las situaciones de inconformidad de las otras esferas sociales; por el contrario, se reforzó la seguridad de las élites y de sus invitados”.

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Durante los siguientes años, el Desfile de la Familia Castañeda, el Desfile de Carrozas y Disfraces, la cabalgata y la elección y coronación de la Reina del Carnaval fueron los eventos que más suscitaron la atención de los caleños.

De todos ellos, tal vez el Desfile de la Familia Castañeda fue el que más se acercó a un festejo popular; pues incluso comenzaba por los lados del barrio El Vallano (en lo que hoy es San Nicolás), recorría la Plaza de Mercado o ‘Las galerías’ (actual El Calvario) y terminaba en la Plaza de Cayzedo.

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El carnaval entonces se realizó desde el año 1922 hasta 1926, de manera ininterrumpida, regresó en 1928 cuando se dio paso a un festival deportivo. El evento tuvo una suspensión y volvió en 1935 y 1936 cuando se cambiaron las fechas del carnaval; para que se realizara entre el 1 y 5 de marzo y se buscó una mayor participación del pueblo a través de actividades con connotaciones religiosas. Fue hasta ese año, 1936, que el carnaval de Cali se realizó. Luego vino una larga para hasta un año crucial para la ciudad, 1957, cuando se produjo un trágico acontecimiento que transformó la ciudad y que daría paso otra festividad que cambiaría el futuro fiestero de la ciudad.

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