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Pueblo pequeño, ¿infierno grande o edén magnánimo?

Pueblo pequeño, ¿infierno grande o edén magnánimo?

De las 4:00 de la tarde en adelante, las 20 cuadras a lo largo y ancho del barrio Nueva Granada se empiezan a quedar en silencio, los colores empiezan a decorar perfectamente cada rincón de la pupila de quienes aquí habitan. El viento se transforma en el personaje principal, va sutilmente pintando el cielo con tonos azules decadentes hasta rojos apasionantes, los árboles se menean con el sonido del silencio, contoneando lo hermoso del paisaje que revela las montañitas de Siloé y los Cerros en todo su esplendor. De repente, en un parpadeo, como quien cae en un sueño profundo, desaparece este cuadro que pudo haber pintado Van Gogh. Las noches se tornan petrificantes, como en Canadá, frías, solitarias, se respira un aire siniestro alrededor, como si el tic tac del reloj tronara en el oído.

En medio de la escena siniestra, se encontraban ‘doña Julieta’ y ‘don Romeo’ quien extendía su brazo para lanzar el último beso de la noche a su amada inmortal.

Eran las 11 de la noche el vigilante pitó para anunciar la segunda ronda. Minutos después dos motos se le atravesaron a ‘don Romeo’, el vecino de la casa 55, le sacaron revólver calibre 32 y el rufián de camisa negra le gritó:- pasáme todo hijueputa-. Sin embargo, con una mirada penetrante el muchacho desafiaba la misma muerte.

-Pegalé su pepazo por aletoso-, gritó uno de los bandidos.

En ese momento, corrió a toda velocidad hacía la carrera 42, con la maleta negra que le había comprado su mamá desde primer semestre. No gritó, la ira mezclada con el miedo no se lo permitía. Aceleró el paso y esperaba con ansias locas que el Súper Inter de la 42 estuviera abierto para refugiarse ahí. No había terminado de cruzar la calle cuando vio todo cerrado; alcanzó a evaluar las posibilidades mientras el ruido del motor le pisaba los talones y ahí, entre la calle tercera y la 3A lo cogieron, le arrebataron todo. El computador, los lapiceros, la calculadora, la billetera, hasta las medias que había dejado su novia en el bolsillo pequeño. “Me robaron los cobardes esos”, exclamó cargado de ira Frank Burbano, el vecino fortachón de la cuadra.

Dos días después, apareció con el mismo cuento Juan Sebastian Rodríguez, inquilino de doña Francedy, la mamá del vecino fortachón.

-Pana yo estoy mamao, esos hijueputas me atracaron a plena luz del día, eran las dos de la tarde y me salieron en cicla los descarados. Es que ni en mi tierra me han salido con esas-. Mientras el joven afectado narra su infortunado suceso, Frank empieza a fruncir el ceño, se cruza de brazos, dilata sus pupilas mientras espera la oportunidad perfecta para interrumpirlo. - Hay que cogerlos papi y darles durísimo para que aprendan que con este barrio no se meten-.

Urbanización Nueva Granada, así se llama este barrio en el que habitan aproximadamente  2.661 personas según cifras entregadas por el DANE. Este sector residencial es de estrato cuatro y está habitado en su mayoría por personas de la tercera edad. Y nunca les falta la compañía de algún “Juanito Alimañana con mucha maña”.

La cercanía entre el barrio Nueva Granada y Siloé  facilita el acceso de bandidos dedicados al hurto y de habitantes de la calle.

Foto tomada por Natalia Fernández

-Los ladrones bajan de Siloé y la cercanía con ellos es el verdadero problema. Además la cantidad de indigentes mantienen por acá y terminan robando-. Expresa don Harold Burbano, un arquitecto apasionado por el arte que lleva viviendo en el barrio 23 años de los 52 que va a cumplir y asegura que desde su llegada ha tenido que lidiar con esta situación. Su tono es fuerte al referirse a los malandros, no es para menos, casi lo dejan sin su único hijo por robarlo.

Doña Nubia, residente del barrio en la cuadra de la primera con 40 hace tan sólo cinco años, interrumpe al vecino para completar su teoría. -Es que hay una pareja de indigentes que ya se creen dueños del barrio y eso mantienen peleando, ¡se insultan de una manera! y hasta se cogen a piedra-.

De acuerdo con datos del Observatorio de seguridad de Cali, en el periodo de enero a julio de 2018, se registraron 702 homicidios en Cali, cifra que representó una reducción de 3,2 por ciento frente al mismo periodo de 2017. Aunque eso mismo no piensan doña Liliana, doña Martha, doña Francedy, don Guillermo, doña Estela, doña Nubia, don Alejandro, doña Janeth, doña Carmen y otros tantos que fueron víctimas de hurtos o intentos de hurtos en el último semestre del año.

Los vecinos del sector en su mayoría son personas que cuentan con una buena posición económica, teniendo en cuenta que el barrio Nueva Granada es estrato cuatro.

Foto tomada por Natalia Fernández

 

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Amanecer en las Remembranzas del pasado

Hace 78 años, cuando la Hacienda Santa Isabel era propiedad de la familia Gualtero Symonds, deciden vender los primeros lotes de la recién fundada Urbanización Nueva Granada, a los empleados del Ferrocarril del Pacífico. Sin embargo, la Urbanización no tuvo escrituras que legalizaran oficialmente la propiedad del barrio hasta los años 70, así lo refiere el Departamento Administrativo de Planeación Municipal de Cali.

Fue en esa época, cuando los vejestorios del barrio se convirtieron en testigos de la edificación de un pequeño barrio que conserva el aroma del bahareque. Ellos cuentan con orgullo y ojos luminosos, como si fuera ayer, las risas, los juegos, las comitivas, las luladas de varios días, las verbenas que se situaban entre las calles primera y tercera, las amistades, los días y las noches. Estela Echeverry hace 61 años vive en la cuadra de la segunda con 39 y tiene un particular seseo que la hace parecer propia del sur. A pesar de esto, baila con el swing caleño inconfundible. “Los diciembres eran espectaculares, eran muy alegres, se compartía mucho a nivel del plato típico. Las rumbas eran ahí en el barrio, las cuadras se cerraban para hacer las verbenas. Se pintaban las calles, los andenes, los muros. Y jugábamos el aguinaldo que era pedir y no negar, también el de hablar y no contestar”. Aunque se emociona al describir su juventud entre las largas cuadras de este lugar, cae en picada su tono de voz cuando recuerda que muchos de sus amigos ya pasaron a mejor vida y los demás están fuera del país.

Cuatro cuadras más abajo, en la calle 2A con 40, entre el sol ardiente de la mañana, se encuentra doña Liliana Reyes, la vecina de la casa más antigua de la cuadra con 50 años de antigüedad, se asoma a despedir a su pequeño de 23 años. “Nueva Granada es muy chiquito, porque Santa Isabel y el Lido son grandes. Pero si uno se pone a ver, Nueva Granada son siete cuadras porque va desde la primera hasta la quinta y de la 39 hasta la 42. Sino que la gente confundía Nueva Granada con Granada y la documentación la mandaban para Granada. ¡imagínese! iban a dar muy lejos”. A doña Liliana le brillan los ojos al evocar el pasado, las paredes blancas, las baldosas color amarillo con pintas negras desgastadas, los muebles estilo Luis XV, el retrato del Señor de los Milagros, todo, en esa amplia sala va cobrando vida, en tanto ella va reubicando la casa cómo se encontraba en su época de juventud. “Nosotros jugábamos ponchado. Éramos una galladota, los Ochoa, los Maldonados, los Rojas, los Jaramillo, y nos conocíamos la familia, eso era importante porque había mucho respeto y aunque ahí, nada más estaba Siloé, eso allá era una cosa y nosotros acá éramos otra. El día de las velitas jugábamos a la guerra de bombas contra los muchachos del Lido y Santa Isabel eso era muy divertido”, expresa doña Liliana con ansias de revivir ese pasado al que nunca imaginó tuviera que renunciar.

-Los tiempos han cambiado-,  expresa doña Liliana con aire desconsolador.

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“La calle es una selva de cemento...”

Doña Liliana y Kelly Lezama, la sardina de la cuadra siguiente, es decir, la calle 2A con 39, aunque no se conocen, ellas dos podrían tener mucho de qué hablar. La muchacha cuenta con gran emoción que aquí los jóvenes también se reunían en grandes grupos como en la época de antes.Hace 14 años este barrio de niños ‘pupi’ se plagó de los llamados “parches” cuando se dio el boom de los Alianza, Los Contra y La Rompe. Cada uno de ellos tenía sus respectivos clanes, algunos de ellos se hacían llamar: los Gold Star, Flow Factory, War Records, Makiavélicos, El Cartel, La Güetto, Fabela Full Records, entre otros. Casual o causalmente, inspirados por las letras de muchas canciones de reggaetón. Kelly, la rubia de ojos claros, recuerda que su tío hacía parte de los ‘Hellfish’, el clan del barrio, que se enfrentaban con otros bandos por motivos que ahora les producen gracia. “Ellos se juntaban y se enfrentaban con los de Siloé, y claro ellos llegaron a consumir vicio. Y pues uno los veía por ahí andando juntos para arriba y para abajo. Uno chiquito todo inocente los veía y decía ¡Ay tan chévere!”, narra con total naturalidad Kelly, la muchacha más conocida en el barrio, mientras contempla el francés perfectamente elaborado por su manicurista preferida ‘Angelita’ la que trabaja en la peluquería ‘Stylos’ ahí en la 39.

Un silencio incómodo, transforma el ambiente al notar la presencia de un joven que observa fijamente a la chica. Julián, amigo de infancia de Frank, y actualmente el único miembro de los ‘Hellfish’. Él, ahora se dedica a cuidar carros mientras ejerce su rol de ‘dealer’ en el barrio. Tan desorientado está, que aún no se percata de la muerte de su madre, quien perdió la vida a raíz de un cáncer al que quizá pudo haberle hecho frente si su único hijo no hubiera estado en las calles consumiendo cuanta pepa le ofrecían.

Juan Diego Aguirre, periodista de Las Dos Orillas, explica que en el 2007, se dio el auge del uso del Hi5, una red social que sirvió como puente para que estos parches programaran sus encuentros vía internet. Para sorpresa de muchos, lo que en un principio fueron peleas de colegios, se transformó en batallas campales entre los barrios sin importar el estrato social. En medio del enorme y despampanante árbol de 80 años que se encuentra en el jardín de Kelly, aparece su mejor amiga de toda la vida, Jisseth Muñoz, que vive en la primera con 39 y se conoce el barrio de ‘pe a pa’ pues en su adolescencia las calles fueron pasarelas para el desfile de estas dos jovencitas de 23 años.

El barrio Nueva Granada cuenta con 12 árboles aproximadamente por cada cuadra. El Lido, un barrio contiguo, tiene la cuadra más arborizada de Cali.

Foto tomada por Natalia Fernández

Un vals para todos

A veces días de lluvia, en ocasiones, días con sol. No importa, los 174 árboles de este barrio nunca descansan y al caer la tarde regresa su protagonismo, para dar inicio al concierto de la noche dedicado a Emmanuel, el gran futbolista de 10 años, David su amiguito, el nieto de doña Nidia, para don Libardo, que vive al lado de la panadería El Bizcocho, doña Mélida la señora del chance, doña Carmelita la abuela de Emmanuel; y a los más de dos mil  habitantes que afortunadamente escogieron este lugar para vivir.

Para sorpresa de muchos en el 2015 el Dagma catalogó a la Urbanización Nueva Granada como una zona de media densidad arbórea, un privilegio que no tienen muchos caleños en su lugar de residencia.

No se sabe a ciencia cierta si lo mejor de vivir en este barrio actualmente, sea la ausencia de vecinos bullosos con fiestas a diestra y siniestra o la privacidad de cada casa por lo enormes que son, quizá lo más atractivo de pasar los años aquí sea contemplar la sombra de los árboles, siempre intactas, siempre fuertes. Eternamente contando historias debajo de ellos.

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