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Bob Marley, la leyenda que dejó huella en Cali

Bob Marley, la leyenda que dejó huella en Cali

Por: Gerardo Quintero Tello
Jefe de Redacción de 90 Minutos

“Mi vida es solo importante si puedo ayudar a muchos, si mi vida es para mí y mi seguridad entonces no la quiero. Mi vida es para la gente, esa es mi filosofía”

Solo 36 años tenía Bob Marley cuando falleció en Miami hace justamente 40 años, un 11 de mayo de 1981. El hombre que se convirtió en el primer ‘Rock Star’ del tercer mundo dejó un legado de música, composiciones, letra y filosofía que hoy, en medio de las convulsiones que afectan al Planeta, sigue teniendo plena vigencia.

A pesar de su corta existencia, Marley vivió al extremo. Robert Nesta Marley Booke nació en una pequeña localidad al norte de Jamaica el 6 de febrero de 1945, hijo de una mujer negra y un militar inglés blanco, que no lo reconoció. Esa situación personal lo confrontó una y otra vez y lo acercó profundamente a sus raíces afro. El mito que rodea a Bob comenzó desde muy pequeño. A los siete años, cuentan sus biógrafos, ya leía la mano, predecía el futuro con gran acierto y anunció que sería un cantante muy famoso. Esa facilidad para ver lo que estaba más allá lo asustó y decidió dejar a un lado esa particular habilidad. Sin embargo, amigos rastafaris aseguran que a los 32 años decidió romper su promesa y anunció que su muerte ocurriría cuatro años después. La leyenda comenzaba su recorrido a la eternidad.

La pequeña población en la que nació, Nine Miles, era muy pobre, por lo que su familia decidió mudarse a Kingston, la capital del país. En medio de un ambiente muy tenso por la pobreza que reinaba en el país y las violentas confrontaciones políticas,  quien en el futuro sería conocido como Bob Marley conoció a Bunny Wailer, con comenzó un genuino interés por la música. Las primeras influencias llegaron de Ray Charles, Fats Domino, Curtis Mayfiel y Brook Benton, muy populares durante la adolescencia de Marley.

A través de la música Reggae, Marley trascendió las fronteras de Jamaica, su país fue conocido internacionalmente y llevó el rastafarismo, un movimiento con profundas raíces africanas, que nace en la isla caribeña como una reacción al evangelio que predicaban los misioneros blancos, a otra dimensión. Aunque contiene algunas citas de la Biblia resalta el orgullo de la raza negra. Sus bases vienen de principios del siglo pasado, cuando el sindicalista jamaiquino Marcus Garvey fundó la Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro. Y fue Garvey quien se acercó a Etiopia como la gran expresión de una civilización negra y compiló una serie de documentos para demostrar que Dios y sus profetas eran todos negros.

Pero fue Marley, quien a través de su música internacionalizó esta expresión religiosa, que también tiene muchos aspectos que la relacionan con el respeto a la naturaleza, a otros seres vivos y que considera a la ganja o marihuana como un poderoso vínculo con lo espiritual. 

“Abre tus ojos y mira dentro de ti
¿Estás satisfecho con la vida que llevas?
¿Sabemos a dónde vamos?
¿Sabemos de dónde venimos?
 Estamos dejando Babilona
Vamos a la tierra de nuestro Padre”

Justamente en ‘Éxodo’, una de sus interpretaciones más populares y que fue conocida en 1977, que Bob Marley plantea más claramente esa esperanza por un nuevo amanecer del hombre negro a través del rastafarismo. Los sonidos suaves y muy rítmicos del reggae salieron de la isla caribeña y fueron llevados a Estados Unidos y Europa, donde Marley protagonizó conciertos inolvidables en Italia, Francia e Inglaterra. En Estados Unidos, ‘I shot the sherif’, fue grabado primero por Erip Clapton, luego cuando llegó Marley fue toda una sensación escuchar a su original intérprete.

“Mi música es para siempre. Quizás puedan decir que soy un iluso, pero mi música es para siempre”

Y cuánta razón tenía. Sus predicciones se convirtieron en certezas. ‘Redemption song’, una suerte de epitafio de vida, fue su decimosegundo álbum y el último que grabó en 1980, antes de morir un año después. Aunque para muchos se trata de un disco atípico para la historia musical de Marley, lo cierto es que la fuerza de su voz y la sola compañía de la guitarra, potencian el mensaje y le imprimen una solidez rítmica inolvidable. “¿Me ayudarás a cantar estas canciones de libertad? Porque son lo único que alguna vez he tenido, canciones de redención. Canciones de redención”, reza uno de los estribillos.

Pero Bob Marley se proyectó más allá. Su música fue un bálsamo para los desvalidos, una esperanza para los desposeídos, un trueno para aquellos que reclamaron por las injusticias, una ilusión para aquellos que soñaron con un mundo mejor. ‘No Woman, No Cry’: ‘Three Little Birds’; ‘Buffalo Soldier’; ‘Could you be loved’, ‘One Lavoe’, fueron testigos de un mensaje poderoso que estremecía los sentidos. Sus conciertos fueron apoteósicos. En Milán dieron un recital que convocó a más de cien mil personas. De allí saltaron a Nueva York donde ofreció dos encuentros en el Madison Square Garden y fue allí donde se dio cuenta que la muerte comenzaba a rondarlo. Después del multitudinario segundo concierto, Marley salió a trotar por el Central Park y mientras hacía su rutina de ejercicios se desvaneció, convulsionó y perdió el conocimiento. Cuando lo llevaron al Hospital Mount Sinai el médico que lo atendió no dio buenas señales y sentenció que Marley tenía un cáncer extendido por pulmones, hígado y cerebro (el más grande que había visto en su vida).

Tres años antes, en 1977, durante una gira por Europa, Marley estaba jugando fútbol, un deporte que lo apasionaba casi tanto como la misma música, y durante un partido con periodistas parisinos, uno de sus contrincantes le piso el dedo gordo, el dolor se hizo insoportable y lo obligó a abandonar el juego. Ante la molestia incesante, Marley fue al médico y el diagnóstico fue desalentador: la lesión había sacado a la luz un tipo de cáncer llamado melanoma. Ya había lesión grave y había traspasado los tejidos. La recomendación fue clara, lo más aconsejable era amputar el dedo gordo para evitar la expansión de este tipo de cáncer, muy agresivo y rápido, especialmente entre las personas jóvenes. Sin embargo, tanto el entorno de Marley como el propio artista hicieron oídos sordos y prefirieron los remedios caseros y los rezos de los brujos jamaiquinos. Pero al parecer lo que más pesó al final fue la decisión del artista de apostarle al gran salto internacional. Esos tres años que siguieron fueron definitivos en la historia musical de Bob Marley and The Wailers, transformaron el grupo, lo potenciaron a nivel mundial y lo convirtieron en leyenda. Sin duda, Marley debió haber sopesado que la amputación de su dedo gordo iba a tener efectos irreversibles en sus reconocidos movimientos en tarima y la energía que desplegaba en cada escenario.

“Un amor.
Un corazón.
Unámonos y sintámonos bien.
Escucha llorar a los chicos.
Un amor.
Escucha llorar a los chicos.
Un corazón.
Dicen: Da gracias y alabanzas al Señor.
Y me sentiré bien.
Dicen: Unámonos y sintámonos bien”

‘One Love’, un canto a la esperanza, una oda a la vida, una estrofa a la paz , un mensaje de reconciliación: “Deja que todos pasen. Todos tus comentarios desagradables (un amor). Hay una pregunta que realmente me encantaría hacer (un corazón). ¿Hay un lugar para el pecador desesperado que ha herido a toda la humanidad solo para salvar sus propias creencias?”

Marley se convirtió en un símbolo del sufrimiento, de la valentía, de la lucha pacífica, de la supervivencia. Fue el primer héroe musical del tercer mundo y su música, tal como él lo predijo, es para siempre.

Aunque su lucha por liberarse del cáncer comenzó tarde, lo intentó. Estuvo en Alemania buscando tratamientos alternativos, pero sobre todo buscando paz, mientras su esposa y los herederos musicales se peleaban por el futuro. Murió donde no debió ocurrir, en Miami, lejos de la tierra que tanto amó.

Un millón de personas lo despidió en Jamaica. Tuvo funeral de Jefe de Estado y el Primer Ministro Edward Seaga ofreció un sentido discurso en su sepelio: “Su voz fue un grito omnipresente en nuestro mundo electrónico. Sus rasgos afilados, su aspecto majestuoso y su forma de moverse se han grabado intensamente en el paisaje de nuestra mente. Bob Marley nunca fue visto. Fue una experiencia que dejó una huella indeleble en cada encuentro. Un hombre así no se puede borrar de la mente. Él es parte de la conciencia colectiva de la nación”.

En Cali su música tuvo un momento crucial y fue a finales de los años ochenta. Dos sitios con el mismo nombre, uno en el norte cerca de la Vásquez Cobo y otro casi enseguida de la antigua Taberna Latina, en el barrio San Fernando. ‘Nuestra Herencia’, fundado por Mario ‘rasta’ Campaz, se convirtió en el sitio donde íbamos a tomar una cerveza que se hacía eterna por la falta de dinero para pedir la otra y también para aprender a escuchar la música de Marley. Allí los más conocedores saltaban a la pista y nos enseñaban cómo el Reggae no había que bailarlo, sólo era necesario sentirlo. Fueron los años felices del Reggae en Cali porque también Café Libro y Tin Tin Deo le daban cabida a este género que nos acercaba de manera profunda a nuestras raíces africanas. Con el tiempo Nuestra Herencia se fue marchitando, pero todos los que alguna vez estuvimos custodiados por el gran León tallado en madera y la bandera de la isla caribeña quedamos marcados por las letras del gran artista jamaiquino y su poderoso mensaje.

Bob Marley, el hombre que no se rindió, el artista del pueblo, el genio que le cantó a la paz, al amor y a la reconciliación. Con su muerte su figura solo creció y el mito se hizo grande y más fuerte. Sus últimas palabras para sus hijos Stephen y Ziggy solo acrecentaron la leyenda: “Canten la canción. El dinero no compra la vida”.

CINCO DISCOS PARA RECORDAR A MARLEY: