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Pasión por la cocina y el Valle del Cauca

Pasión por la cocina y el Valle del Cauca

Después de algunos años entendí que una de las pasiones que mueve mi corazón es la cocina. Provengo de un clan grande, donde las abuelas se esmeraban por  manifestar el amor con los potajes que preparaban. Era emocionante llegar donde la abuela y encontrar en su fogón - paradas para que no se sudaran - las arepas de tela, hechas con maíz pilado. Para comerlas las cubríamos con las natas que recogían todos los días al hervir la leche.

Por obvias razones esta manifestación de amor a través de la cocina, fue copiada fielmente por mi mamá, quien además se propuso hacer de nosotros - sus hijos - buenos cocineros con una frase que era su habitual disculpa: “para saber mandar, hay que saber hacer”. Y no era simplemente hacerlo bien: era hacerlo con amor. Esta tarea  era apoyada por mi papá, quien como buen maestro hacía la tarea de enseñarnos el valor nutritivo de cada cosa que comprábamos con él, después de un exhaustivo recorrido cada sábado en la galería Alameda.

Los recuerdos me cuentan que hacia los cinco años ya tenía frente a mí cucharas, ollas, y las tradicionales pailas. Para entonces ya me extasiaba con las cebollas,  tomates y cuántas cosas aparecían ante mis manos. Sus texturas, olores y sabores recrearon muchos momentos de mi infancia. Los encuentros familiares son especialmente en torno a todo lo que significa cocinar y por supuesto comer, teniendo como disculpa una celebración y hacer de recetas sencillas un momento inolvidable.

Algunas de nuestras vacaciones eran al norte del Valle del Cauca. Después de cinco horas de viaje llegábamos al que para nosotros era nuestro paraíso verde. Durante el viaje parábamos a comer en diferentes lugares de cocineras de tradición, quienes con simplicidad y quizás sin proponérselo nos impresionaban con sus preparaciones. Eso me hizo descubrir a través de la boca las delicias de la Cocina Vallecaucana.

Una vez allá, las mañanas olían a leche; el medio día a dulce, en la molienda y las noches a aguadepanela hecha  en fogón de leña; la tomábamos antes de acostarnos para mitigar el frío que venía del cañón de garrapatas. Unido estas vivencias el ser deportista y competir con la camiseta de mi departamento, hicieron que esta sea mi otra gran pasión: El Valle del Cauca.

Así, el tránsito por otras actividades hizo que el aterrizaje en la Cocina Vallecaucana fuera inevitable y sencillo. La cocina es hoy el resumen de muchas tareas que llegaron a mi vida por casualidad o quizás causalidad.

Durante algunos años pensé que mi única profesión sería ser Diseñadora de Modas igual que mi mamá, quien con entusiasmo me animó a continuar con su legado. Estudié disciplinadamente, sin dejar de hacer lo que me emocionaba: comer, cocinar y sobretodo descubrir nuevos sabores.

Hoy con una mirada diferente, quizás un tanto responsable y comprometida, pienso en lo importante que es continuar con lo que aprendí y disfruté desde mi infancia, cultivando como parte de un juego, en donde la siembra y recogida de la cosecha, hasta la preparación y degustación de manjares fueron de manera grupal.

Es un momento para hacer de cada instante frente al alimento un ritual cargado de símbolos. Veo necesario remitirnos a cocineras tradicionales o a personas que estén interesadas en las artes culinarias, trabajar fortaleciendo vínculos sociales para consolidar el sentimiento regional, preservando y multiplicando nuestro legado cultural.

Desde hoy estaré escribiendo para contarles de mis pasiones y de las de otros en torno a la cocina.

 

Foto 1: Martha Cecilia Jaramillo.

Foto 2: Martha Cecilia Jaramillo.