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Tiro en el pie

Tiro en el pie

Hace unos días dialogué con un pelado que pagó una condena por homicidio, de esos que abundan en barrios marginados de Cali y que vieron en el crimen una opción de vida. Por una u otra razón. Entre las muchas infidencias que reveló y me impactaron, una sigue martillando en mi cabeza.

“Cuando salí de prisión, uno queda como estigmatizado por el gobierno, porque supuestamente uno ya se rehabilitó, pero uno no puede ingresar a ninguna empresa porque no reciben personal con antecedentes y el demonio sigue chuzándolo a uno para volver a lo mismo”.

De lo que me convenzo cada día más es que la clave para acabar nuestra eterna violencia, son los jóvenes. Tenemos que arrebatárselos a los criminales con genuinas oportunidades laborales, incorporándolos en aulas de clase, parándolos de los andenes y castigando a quienes los tientan con plata fácil. Para lograrlo, especialmente en esta coyuntura, es urgente abrir fuentes reales de empleo y educación.

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La meta básica es lograr que esos jóvenes se ocupen y no estén mirando para el cielo todo el día, intentando resolver cómo ocuparse y cómo vivir. En medio de ese desocupe, cualquier aparecido con $5.000 los monta en el cuento de hacer las famosas ´vueltas´ y ese es el primer paso a una vida criminal.

Aunque pareciera fácil, por ejemplo, nuestro mobiliario educativo y cultural en los barrios son casi inaccesibles para los adultos. Eso para empezar. Antes de la pandemia, los megacolegios de Llano Verde quedaban sin uso alguno después de las 4 de la tarde.  Espacios subutilizados que deberían abrir sus puertas, aún ahora, para enganchar a los adolescentes y personas mayores, en una tercera jornada educativa con capacitaciones en nuevas habilidades para el trabajo.

Aunque ya parezco una tía pensionada con el mismo cuentico de la seguridad, no me cansaré de pedir que la protección de la vida y de la propiedad sea una de las tareas básicas para cualquier gobierno. La inseguridad no puede ser la víbora que nos azote eternamente.

La violencia y el crimen están a punto de estallar como una ´papa bomba´ en las manos de quienes toman las decisiones y ejecutan presupuestos. Precisamente porque no entienden o no quieren atacar la inseguridad como una de las mayores urgencias de este platanal.

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Los crímenes contra líderes sociales no cesan, las masacres nos siguen avergonzando ante el mundo y en redes sociales abundan relatos en vivo y en directo de ciudadanos de a pie golpeados por delitos de impacto como atracos, extorsiones y hasta sicariato.

En nuestra amada Cali, el alcalde gobierna para otra galaxia. Desinteresado en la gestión de la seguridad, se limita a menos de 2 consejos al mes para diagnosticar el problema, reduce la inversión en la materia y defiende a capa y espada a un secretario incompetente.

Y así, sin plata ni prioridad, los problemas de fondo siguen rezagados en la agenda pública. En Llano Verde siguen esperando respuestas y soluciones. En otros barrios, pelados como el ex sicario con que el hablé, esperan una oportunidad para retornar a la legalidad después de pagar por los delitos que cometieron.

En una parte, la ecuación para esos jóvenes es sencilla: más trabajo, menos crimen. Y por ahora, para que haya quién dé trabajo, ¡no más impuestos por favor!

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