Icono del sitio

Tema Aparte, por Élmer Montaña

Tema Aparte, por Élmer Montaña

 

El Ébola y el tráfico de migrantes

 

La cultura occidental está ligada al miedo. Miedo a la noche, a los fenómenos naturales, al mar, a los extranjeros, a las guerras, a las enfermedades, al abandono y por supuesto, miedo a la muerte. Ahora, el miedo que se impone es el miedo a la enfermedad por el virus del Ébola (EVE), cuyos primeros brotes de este año se registraron hace varios meses en África, con una cifra de muertes hasta el momento de 4.033 personas, según reportes oficiales, aunque otras fuentes indican que el número de decesos es alarmante. En Guinea, Sierra Leona y Liberia los contagios ascendieron a 8.399. Solamente en los primeros días de octubre se han registrados más de 400 casos.

De acuerdo con los datos suministrados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el virus se detectó por vez primera en 1976 en dos brotes simultáneos ocurridos en Nzara (Sudán) y Yambuku (República Democrática del Congo). La aldea en que se produjo el segundo de ellos está situada cerca del río Ébola, que da nombre al virus. La tasa de mortalidad de la enfermedad puede llegar al 90 %, dependiendo de la adecuada atención temprana que se brinde al paciente infectado.

Los primeros casos documentados en África están asociados a la manipulación de chimpancés, gorilas, murciélagos frugívoros, monos, antílopes y puercoespines infectados que se habían encontrado muertos o enfermos en la selva. El contagio se produjo debido al contacto con órganos, sangre, secreciones y otros líquidos corporales de animales infectados y por contacto directo con objetos contaminados con las secreciones. La transmisión entre seres humanos viene ocurriendo de la misma forma.

La enfermedad salió de África antes de lo previsto y se han registrado pacientes con EVE en Europa y Estados Unidos, donde la enfermedad cobró su primera víctima.

Los países de América Latina han detectado algunos casos sospechosos y en Cali, Colombia, fue internado en una clínica un topógrafo de 38 años proveniente de Guinea Ecuatorial, quien presenta fiebre y diarrea. El hombre permanece aislado y a la espera de los resultados de las pruebas de laboratorio.

Las autoridades colombianas han adoptado medidas de prevención en los aeropuertos, sin embargo, nada han dicho respecto a control de ingreso de inmigrantes ilegales a través de las fronteras terrestres.

En agosto de 2014 las autoridades de migración reportaron la captura de 155 personas que ingresaron ilegalmente al país, provenientes de África y algunos países orientales.

El tráfico de migrantes es llevado a cabo por sofisticadas estructuras criminales que cuentan con el apoyo de algunas autoridades, especialmente aquellas encargadas de vigilar las zonas de frontera y ejercer control en las carreteras. El ingreso de migrantes ilegales se hace preferentemente a través de la frontera con Ecuador y por Buenaventura. Estos son transportados por carretera en buses de servicios público, camiones de carga, vehículos particulares y oficiales hasta el municipio de Turbo (Antioquia), situado al margen derecho del Golfo de Urabá.

En Turbo son transbordados en “pangas” o lanchas rápidas y dejados al margen izquierdo del Golfo de Urabá, en el municipio chocoano de Acandí o en Capurganá, desde donde son llevados finalmente hasta La Miel, puesto fronterizo panameño. Allí los migrantes siguen su periplo por centro América, rumbo a los Estados Unidos. En todo el trayecto son víctimas de abusos y privaciones de sus derechos fundamentales. Las mujeres son violadas y muchos migrantes son despojados de sus pertenencias, luego asesinados y arrojados al mar  por los mismos traficantes.

Esto lo conocen muy bien las autoridades colombianas. Ojalá que el miedo a la enfermedad del Ébola sirva para adoptar medidas sanitarias que eviten su propagación y de paso permita hacerle frente, de una vez por todas, al tráfico de migrantes, un delito que al igual que el Ébola se propaga dejando a su paso víctimas fatales.