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Sobre Verbos, por Lizandro Penagos

Sobre Verbos, por Lizandro Penagos

 

A propósito del 7

 

Siete son los planetas iniciales, los días de la semana, los pecados capitales, las palabras del sermón, las parejas de Noé, las plagas de Egipto, los colores del arco iris, los mares del universo antiguo, las maravillas del mundo, las notas de la guitarra, las vidas del gato y los goles que le hizo Alemania a Brasil el 8 (7 más 1) de julio (séptimo mes) de 2014, un año cuyos números suman siete. El siete se menciona 737 veces en la Biblia. Mientras que “Siete veces” es mencionado seis veces. En la red, este 7, ya supera los siete mil millones de registros.

          Sin duda alguna el número 7 tiene el simbolismo más conocido de todos, al menos en la cultura occidental. Representa la perfección y a fe que en el juego de ayer dejó ver que la humana es posible, o por lo menos lo fue en los pies de los alemanes, que con la cabeza fueron capaces del Holocausto Judío. Pero basta de rencores, hay júbilo en Colombia porque otro nos vengó e hizo lo que no pudimos. El gol de Thiago Silva (en el minuto 7) marcó nuestro derrotero a la derrota.

          Un país que se precia hoy de buscar la paz y enarbola la bandera de la unidad en torno de su selección, no debería putear y culpar únicamente al juez Carlos Velasco Carballo por nuestra salida del Mundial. Eso es patriotismo primario y elemental. Tan malo fue el silbato como la desconcentración en el primer gol, la falta de reacción oportuna en el primer tiempo y la barrera en el segundo gol.

          No soy cristiano (y menos Ronaldo) pero acudí a la Biblia para tratar de burlar la lógica futbolística que no ha podido ni podrá explicar lo ocurrido. Así es el fútbol, y así también, la vida. Hay inexplicables y el 7-1 es uno de ellos. También nuestra sed de venganza. Tal vez por eso Jesús dirá a Pedro que debe perdonar a su hermano hasta 70 veces 7. Pero Colombia ha hecho hogueras con las ramas del árbol caído, se ha burlado de la tragedia del otro y ha metido a Dios en el paseo, con el embeleco de la Justicia Divina. Brasil perdió y no ganamos nada, al contrario, que no gane el mundial un equipo suramericano, aprieta los cupos para Rusia 2018. La reacción del país confirma nuestra condición de vengadores exacerbados.

          Se lee en la Biblia que cierto día, Pedro vino a Jesús y le dijo: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”. Para Pedro, perdonar hasta siete veces ya era alcanzar el máximo de su espiritualidad, para Jesús era setenta veces siete. Hay a la sazón, una transformación en el significado del número de la perfección cuando representa una pérdida, y mucho más para Brasil, pues representa humillación, vergüenza nacional y la incapacidad de una nación (en términos futbolísticos) que tiene el Cristo más grande del mundo, ubicado a 710 (7-1) metros sobre el nivel del mar y considerado una de las siete maravillas del mundo moderno.

          El siete -hay que decirlo- también puede expresar la perfección del mal, o el sumo mal, como cuando Jesús enseña que si un espíritu inmundo sale de un hombre puede regresar con otros 7 espíritus peores, o cuando el evangelio cuenta que el Señor expulsó 7 demonios de la Magdalena. El Apocalipsis es el que más lo emplea: 54 veces para describir simbólicamente las realidades divinas: las 7 Iglesias del Asia, los 7 espíritus del trono de Dios, las 7 trompetas, los 7 candeleros, los 7 cuernos, etc. La tradición cristiana continuó este simbolismo del 7, y por eso fijó en 7 los sacramentos, los dones del Espíritu Santo y las virtudes.

          Es probable que Brasil -uno de los países más católicos del mundo- lo sepa y que su práctica religiosa paralela, el candomblé, ese sincretismo que mezcló lo africano y lo apostólico, se haya desdoblado para exorcizar de una vez y para siempre el “Maracanazo” y haya terminado por permitir otro karma, el “Mineirazo”, que se suma a la aún imperdonable derrota ante Uruguay en 1950. A lo mejor esta derrota signifique otras cinco copas del mundo para Brasil. Entretanto la victimización vende en los medios, lo mismo que los heroísmos pasajeros y la simulación.

          En las redes la carnicería ha sido implacable. Rebautizaran el jogo bonito en jogo Bobito, el Cristo Redentor se tapó los ojos y despegó del Corcovado, Neymar agradece a Zúñiga y toma 7UP, los alemanes preguntan ¿Así o más? y en Colombia todos responden: venganza, desquite y satisfacción. Acaso sea ese resentimiento agazapado que nos habita en la victoria y en la derrota, que no sopesa, que no mide, que no estima, que siempre se va a los extremos. Somos los mejores y perdimos por culpa de otro. Esta posición ha de suscitar algún tipo de reflexión y análisis.

       Pero volvamos al número. El siete ha sido convertido en la cultura occidental en signo del pensamiento, la espiritualidad, la conciencia y la sabiduría, y uno de los más determinantes en la Biblia, el más canónico de todos los libros occidentales. El siete, es un número enigmático y cabalístico para muchas culturas. Se le considera la sumatoria de la triada divina y de los cuatro elementos presentes en la naturaleza y que hacen posible la vida humana: agua, aire, tierra y fuego. Es considerado el número de la vida y la creación. En Brasil hoy es sinónimo de tragedia y en Colombia de resarcimiento.

       El siete es el número cabalístico o sagrado para los caldeos, babilonios, esenios, griegos, egipcios, chinos, hindúes, mayas, aztecas, e incas, entre otros muchos pueblos. Para nosotros me temo, será por mucho tiempo uno de esos estúpidos premios de consolación con los que construimos nuestra historia.