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El odio nuestro de cada día

Ku Klux Klan. Segregación. Nazis. Guerra Nuclear. Bullying. “Cruzadas” (así llamo en mi micro cosmos a todas las guerras por religión que existan): Conceptos que deberían haber entrado en desuso el siglo pasado.

Pero la humanidad no aprende. Siempre es lo mismo. A alguien le estorba otro. O se cree mejor. O su dios es más grande. O su verdad debe prevalecer. No comparte su pedazo de tierra, porque siente que le quitan algo. No comparte su comida porque, habiendo para todos, cree que se va a morir de hambre. No le gusta lo que otro cree, lo que adora, lo que piensa, lo que come, lo que hace, el color del pelo, la piel, los ojos, lo que sea... y ¡PAF! Opresión.

O intento de echar a quien probablemente no tiene a dónde ir. Y la consecuente negativa de irse. ¿Resultado? Guerra.

Guerra, guerra, guerra. ¡GUERRA! ¿No estamos hartos ya de la misma m… (Eso mismo que usted se está imaginando y yo no puedo escribir en horario familiar)?

Y ojalá fuera nada más una guerra de esas donde matan gente por una causa aunque sea ridícula –o por lo general sin ella-, pero no.
Es una guerra que la humanidad tiene contra todo y contra todos. El sujeto que odia persigue, en pensamiento o acción, la destrucción de aquello en lo que se proyecta su odio. A gran y pequeña escala. Se ve a nivel mundial entre “grandes líderes” (conste que mi concepto de líder difiere mucho de alguien autoritario que impone su voluntad) y a nivel sociedad, entre “pequeños bullies”.

Como ya no hay suficientes redentores disponibles, tenemos que crucificar al pobre Simón Cireneo que aparezca. Usted odia porque tiene algo por dentro que no lo deja vivir en paz.

Y... ¿si usted fuera el "diferente"... el de la minoría... el oprimido... la víctima...? ¿Cómo querría que la gente se porte con usted? ¿Aguantaría el peso de alguien haciéndole la vida imposible simplemente porque puede?

Qué pereza ser todos iguales. Ahí sí que pelearíamos guerras incesantes, porque tendríamos los mismos gustos y las mismas necesidades.

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Pero todos los días nos encontramos con lamentables recordatorios de que aún no hemos logrado la igualdad de derechos y protecciones que la humanidad sí debería portar como estandarte. Siempre hay alguien o algo (representado en alguien) que recibe todo el escarnio, los ataques y las burlas. Mahatma Gandhi decía: Lo más atroz de las cosas malas es el silencio de la gente buena.
¿Se siente usted acaso puro, explícito e invencible en el momento de señalar a alguien por su género, inclinación sexual, raza, color, idioma, procedencia, partido político, gustos, creencia o carencia de la misma, o en el más triste de los casos por su ignorancia, culpa de una sociedad vacía en la que los valores se fueron con una piedra amarrada al cuello, al fondo de las Fosas Marianas?

¿Señala a diestra y siniestra? ¿Ataca al que se deje? ¿Destruye al de más allá? Y después –oh falta de coherencia – llora porque “Je suis Charlie, París, Orlando, Munich, Berlín, Westminster o Barcelona”? ¿Se pone todo plañidero y se da golpes de pecho cuando en su mente usted ya ha cometido cientos de actos terroristas contra la humanidad de esa persona que a usted no le gusta o le estorba para algo? ¿No se ve usted en los ojos de esa “víctima” que no tiene la capacidad física o moral para cambiar su realidad?

Considere que el "temita de moda" –sea cual sea-, es tan solo la punta del iceberg. ¿Cada cuánto se “indigna” usted? Digo… ¿le alcanzan las horas del día para atacar a cuanta Yuyeimy aparezca, porque no sabe decir “confabulados” y porque al no tener con qué comprarse los Christian Louboutin que usted usa –aunque sean chiviados- se tiene que poner unas sandalias romanas y bailar como usted “jamás lo haría”? ¿Se burla a boca de jarro de una chica que fue Miss Universo por tres minutos, simplemente porque está viviendo su vida como le da la regalada gana, con Luca o sin ella? Hemos llegado al punto absurdo y ridículo en el que se odia a quien manifiesta pesar por actos malvados, solo porque no son locales.

¿Se le olvidó cuáles son las cosas verdaderamente importantes de la vida y tiene que vivir la de otros –o atacarlos a muerte- para sentirse importante?

¿Qué pasa por ejemplo con los adolescentes que crecieron sin autoridad en la casa? ¿Qué pasa con las ciudades sin orden ni ley? ¿Qué pasa con un mundo en el que la inmensa mayoría guarda silencio ante los injustos? La actitud de la sociedad, en vez de rechazar y condenar a quienes amenazan la existencia de la humanidad, se encarga ahora de demonizar al que la defiende. Los buenos son los malos y los malos son muy “cool”.

Cuando usted ve una situación inaceptable y no habla por miedo, porque no le afecta directamente o porque simplemente no le importa, las víctimas del prejuicio, la injusticia y la intolerancia son producto de su complicidad. Así a usted no le parezca. Como dice una célebre cita de Juego de Tronos: SHAME. (Vergüenza).

Qué pena si alguien se sintió aludido. Pero es que a veces escribir es como sangrar. Supongamos que cuando uno tiene demasiada sangre en el cuerpo, no corre. Se pone pesada y le da fiebre. Hay que tomar la lanceta (la pluma, al lapicero, las teclas del ordenador) abrir la vena (la mente) y dejarla fluir. Aunque al final uno se sienta enclenque por la sangría, luego se siente muchísimo mejor.

-Créame que ahora entiendo cómo se siente usted cuando libera sus frustraciones en alguien aparentemente más débil, pero cuya fuerza al tener que enfrentar tanto, usted desconoce-.

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